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Mano a mano con Caruso Lombardi: su estilo, la crítica a los "violinistas" y por qué pondría a Messi como titular
En una extensa entrevista con LA NACION, el flamante DT de Huracán fijo posición sobre cómo ve el fútbol argentino y dio detalles de cómo jugaría un equipo suyo en caso de no pelear por la permanencia
Una de las noticias implícitas de haber elegido nuevamente un torneo que durara 30 fechas era que Ricardo Caruso Lombardi tardaría cuatro o cinco meses más en volver a dirigir. Sin embargo, la urgencia y la desesperación sigue reinando en nuestro fútbol y los plazos no saben de proyectos. El síntoma más claro se dio este fin de semana con la salida de Eduardo Domínguez de Huracán y la llegada de Caruso en la... 5a fecha en un torneo de 30 jornadas. El técnico que alguna vez impidió que descendieran Racing, San Lorenzo y Newell´s se había entregado a estudiar los clasificados y andaba a la caza de una reinvención pretenciosa, más glamorosa, quizás.
En los últimos dos meses había hecho algunos intentos: llamó a Edgardo Bauza y le contó las ventajas de formar una Selección local, se promocionó para dirigir la Sub 23 olímpica que finalmente condujo Olarticoechea, presentó una de las 44 carpetas que llegaron a la AFA para reestructurar el fútbol juvenil. La Comisión Normalizadora jamás la eligió, como la moda de la audacia tampoco parecía elegirlo a él: es el tiempo, piensan algunos dirigentes, de Holan, Coudet, Gallardo, Milito, Lavallén. Algunos dirigentes, obvio, salvo Alejandro Nadur. Con 25 fechas por delante y sin la hoguera de un inminente descenso detrás, Ricardo Caruso Lombardi debutó anoche en el enorme Huracán, que con un 2-0 a Atlético en Tucumán.
- “Bueno, dale, arrancá. Preguntame, ya está, dale, ¿de qué querés hablar?”.
Son las ocho menos diez de la noche de un miércoles de septiembre. Eduardo Domínguez todavía está en su cargo y Ricardo Caruso Lombardi -la camisa abierta, la camisa larga como una túnica hindú- está sentado en uno de los sillones negros del lobby de Radio Belgrano AM 950, un edificio desde el que también se emiten Metro y Blue. En diez minutos deberá subir un piso y co-conducir
“¿Podés arrancar?”, tira. Porque LA NACION le cuenta la intención de la charla y Caruso quiere meterle play, justo cuando estamos en un lugar, Ricardo, que merece una explicación. En diez minutos empieza Estamos motivados, el programa diario que el técnico co-conduce (co-conducía) con el Bambino Veira y Guillermo Coppola. “Hablemos de lo que vos quieras, no tengo drama, preguntá. Metele, ¿de qué querés hablar?”, cruza.
¿De qué queremos hablar? De él. De su discurso. Del boomerang que casi nunca le vuelve, de la imagen que él mismo se formó. Del juego que pretendería si el descenso no lo acosara. De la guardia que defiende el fútbol seguro. De los violinistas -como él los llama- que buscan la evolución.
La charla que iba a durar diez minutos duró una hora, que el nuevo técnico de Huracán jamás subió a trabajar; que mientras se iba se reía y decía que la radio lo rajaría, que estábamos apenas la primera respuesta de la nota, Ricardo, que ya dijiste: “La mejor campaña del futbol argentino la tengo yo”.
—¿Cómo?
—Que la mejor campaña del fútbol argentino la tengo yo. En Tigre. 93 puntos sobre 120, entre 2004 y 2005. No hubo otra igual. Pero claro, en la B (Metropolitana). Ahora, no sé, otros técnicos salen campeones en la B y ustedes les ponen banderitas de colores. Antes no pasaba nunca eso, pero bueno: ustedes son así.
—¿Así cómo?
—Así. Se enamoran, no sé.
—¿Por eso te la agarraste con Sampaoli cuando te ofreciste para la Sub…
—(interrumpe) Sampaoli dirigió a Argentino de Rosario acá, eh…
—Sí, pero…
—No dirigió nada acá.
—¿Y qué tiene que ver, si…
—Chile y Perú. ¿Chile y Perú me vas a decir? Hay doscientos técnicos argentinos dirigiendo en Chile y Perú. Y triunfan todos. ¿Quién dirige a Bolivia? Un argentino. ¿A Perú? Un argentino. ¿A Chile? Un argentino. Así que convengamos que Sampaoli no descubrió América tampoco. Peeeero… acá hablan como… “Ahí lo vemos a Sampaoli, que inventó la pelota”. Nah, pará.
—¿Vos viste cómo jugaba la U. de Chile? No se lo alaba porque ganó. Se lo alaba por cómo jugó.
—Pero vos jugás en base a los jugadores que tenés. ¿O vos te pensás que a Alexis Sánchez y a Vidal les enseñó a jugar él? No, los eligió él. O Bielsa, qué sé yo. Pero si yo elijo a todos jugadores que manejan la pelota voy a jugar bien. ¿Cómo hago para no jugar bien? Un país tenés para elegir: un país. Sacá un equipo cuando tenés 30 jugadores y te estás yendo al descenso, a ver si podés. ¿O vos te creés que es fácil? Decime. ¿Creés que es fácil, vos?
—No, pero en muchos casos no tenías nada que perder.
—(sigue hablando, para sí) A mí me encanta cuando dicen que es fácil, que todo es fácil...
—¿Quién dijo que era fácil?
—¿Sabés lo que es salvar a nueve equipos? ¿Nueve de diez? ¿Tenés idea vos?
—Lo que te estoy diciendo es que lo tuyo es como atajar un penal. Lo atajás, sos un genio. Te lo metieron, y listo. Te armaste esa imagen y no hay riesgo. No pasa nada si te vas.
—¿Con Newell’s no pasa nada? ¿Te vas al descenso con Newell’s y no pasa nada, me estás diciendo vos? Me llegaba a ir a la B y estoy en Rosario todavía, ¿de qué me hablás?
—Bueno, me refería a las últimas.
—Y bueh, yo te cuento todas.
—¿Hace cuánto que estás en Primera?
—¿En Primera? Diez años. Diez (NdeR: debutó en 2007, con Argentinos).
—¿Y por qué no peleaste nunca un campeonato?
—Porque faltan diez partidos y me llaman y tengo que salvar a un club. Me tocó eso, ¿qué querés que haga?
—Es lo que me gustaría saber: qué harías. Te ofreciste para la Sub 23, te ofreciste para las juveniles y todavía no sabemos cómo jugaría un equipo tuyo si tuviera que pelear arriba.
—Y, pero me llaman cuando están mortadela, ¿qué querés? El Argentinos de 2007 jugaba muy bien, Newell’s jugaba muy bien. Equipazos. Siempre armé equipazos, yo.
—¿Equipazos?
—Equipazos. A Argentinos llevé a Peñalba, a Mercier: 62 puntos sacó (NdeR: entre el Apertura y el Clausura 2007 ganó ocho partidos, empató ocho y perdió ocho: 32 unidades cosechó). A Newell’s, después, llevé a Fabbiani, a Pillud. Lo salvé, y una semana antes de arrancar el siguiente torneo me fui porque el presidente (Eduardo López) había llevado a dos jugadores que yo no quería. Un campañón hizo ese Newell’s, un campañón.
—Pero sin vos lo hizo. Es la de siempre: salvás a un equipo, y cuando tenés que armar un plantel desde cero, darle tu identidad, no llegás nunca a la fecha 10.
—Porque siempre me tuve que ir. A San Lorenzo lo salvé, lo armé y me fui (NdeR: en la fecha 10, luego de ganar dos partidos, empatar cuatro y perder cuatro) porque no me gustaban un montón de cosas que la dirigencia me hacía. Antes del torneo Tinelli me preguntó: “¿Vamos a pelear?”. “En éste no, pero en el próximo sos campeón”, le dije. Y fue campeón.
—Con Pizzi.
—Y, pero tan errado no estaba yo. De Argentinos me había ido por un problema de vesícula, en Racing veníamos más o menos y se me ocurrió decir que si perdíamos contra Boca me iba, cosa de levantarlos, y perdimos (por 2-1, la tercera derrota consecutiva, en el Apertura 2009), ¿qué querés? Pero ahora, decime una cosa: ¿desde cuándo juegan mal los equipos míos? ¿Quién te dijo que juegan mal? En Quilmes salíamos ovacionados todos los partidos. Garnier, Cerro, Kalinski y Caneo jugaban en el medio, cuando el técnico anterior no los ponía. Y la rompieron; conmigo la rompieron. Decime cuándo, cuándo viste a un equipo mío colgarse del travesaño. Decime. Cuándo. Un partido que te acuerdes. Decime.
—Dale, Ricardo.
—Pero decime. Dale. Uno decime.
—Y, así se me viene un Racing-River que Migliore sacó mil pelotas. Ganaron 1-0. En Avellaneda.
—Bueno, pero ese día nos mataron a pelotazos. Ni siquiera. Sobre el final fue, todo sobre el final. Pero ahora, escuchame una cosa: ¿cómo hago para salvarme nueve veces del descenso si juego mal? ¿Cómo hago? Toda mi vida jugué con dos delanteros; ahora juegan todos con un delantero y nadie dice nada. Ay sí, yo me paro cuatro, dos, tres, uno… La milanesa. Dos arriba, dos tipos que van por afuera todo el tiempo, dos cinco que juegan, ¿o meto los goles con la mano yo? Y después… escuchame… después… agarrá a los equipos con los que ustedes rompen las p… A todos les gané. A todos. Entonces no tiene nada que ver. Vos primero ganame a mí y después hablá.
—Pero ganar y perder ganan y pierden todos. Hablemos de cómo lo hacés, si progresás, si mejorás.
—(habla para sí) Un lirismo, un lirismo hay acá. A River le ganamos 5-1 con Tigre, en el Monumental. ¿Y? Nada. Con Quilmes, en la B Nacional, le ganamos 6-1 a Puerto Madryn (Guillermo Brown), 4-1 a Aldosivi, 4-0 a Atlético en Tucumán, 7-1 a Independiente Rivadavia. “Un equipo de Caruso golea”, titulaban. ¡H...d...p, los matamos a goles a todos, qué más querés! Pero acá un biri biri, un biri biri. Y no le ganan a nadie.
—Almirón es biri biri y juega más o menos Lanús.
—¿Vos viste cómo corren?
—Sí, para moverse. Para liberarse. Para que un compañero se las dé.
—¿Y no corrían así con los Mellizos? Me estás hablando de un equipo armado, un equipo armado. La verdad, ¿vos creés que si yo agarro a Central después de Coudet me puede ir mal? Si está armado. Tengo que ser un desastre para que me vaya mal. Dirigí todo yo: A, B, C, Libertadores, Sudamericana. Veintisiete objetivos me dieron en mi vida, y los cumplí todos: todos. ¿Qué querés, que me disfrace de Papá Noel? ¿Cómo no voy a poder pelear un campeonato? ¿Cómo no voy a poder pelear un campeonato? Dame un equipo como la gente y vas a ver.
—¿Huracán es un equipo como la gente?
—Por supuesto. Tiene buenos jugadores: el Rolfi, Romero Gamarra. Vamos a andar bien.
—Vas a pelear un campeonato, entonces.
—Tranquilo: recién empezamos. Nos va a ir bien.
—¿Algunos hinchas y algunos periodistas tenemos razón cuando observamos que Gallardo, Almirón, Holan, Almeyda y Coudet, entre otros, forman una camada que intenta un fútbol que mejora a los jugadores, que les propone evolucionar?
—¿Juegan con 12 ellos?
—No.
—¿Hacen los goles con la mano?
—No.
—¿Y entonces, cuál es el problema?
—Juegan distinto.
—¿Adónde juegan distinto?
—¿Holan intenta lo mismo que Falcioni?
—Perdón, ¿salen campeones todos esos equipos?
—No, pero estamos hablando del juego.
—Y porque busca tipos que jueguen así. Alfaro los buscará con una característica, yo con otra, Holan con otra. Me parece bárbaro. Después vemos si Defensa queda más arriba que Gimnasia en el campeonato, o al revés.
—Volvés a la misma de siempre. Hablo del juego.
—Y yo de los jugadores. Los que marcan el juego son los jugadores. Zielinski tiene a Romero, a Bou, ¿qué te creés, que los va a sacar? Huracán tiene al Rolfi (Montenegro), a Romero Gamarra, a Toranzo. El estilo lo tienen ellos, ¿qué querés que les diga yo?
—¿Y entonces por qué cambia un técnico y el equipo juega totalmente distinto?
—Dos, tres partidos. Después se vuelven a acomodar a lo que son.
—¿O sea que no hay chance de jugar mejor?
—Sí. Jugando mejor. Y buscá a los mejores y vas a jugar bien.
—No hay progreso...
—El jugador que es medio pelo va a ser medio pelo siempre.
—¿En serio creés que no se puede mejorar? ¿Que la técnica no se puede mejorar?
—¿Y qué va a aprender? ¿A gambetear, a tirar caños?
—A tocarla más rápido, a saber cuándo hacer una pausa, a moverse mejor.
—Bueno, eso sí se aprende.
—¿Y parar rápido la pelota y meter un cambio de frente de 40 metros qué es?
—(apoya las manos en las rodillas, se inclina hacia adelante; habla, bajito) Hoy si no ganás te rajan.
—¿Y qué te garantiza ganar?
—(habla para sí) Perdió y está en la picota el técnico tal, perdió y está en la picota el técnico tal…
—¿Qué te garantiza ganar?
—(se reincorpora) Nada. El laburo.
—¿Qué tipo de trabajo?
—Laburando. ¿Vos te creés que un dirigente te contrata y te pregunta a qué vas a jugar? “Ricardo, ¿a qué vamos a jugar?” (baja el tono de voz, se me acerca) “Mirá que tenemos que ganar, eh…”. “Veinte puntos, Ricardo. Veinte puntos o nos vamos a la B”. Es así. Son así.
—¿Nunca hablaste de fútbol con un dirigente?
—Jamás.
—O sea que el Chacho Coudet nunca se sentó con un dirigente de Central y se dijeron: “Bueno, a ver: la idea es jugar así, necesitamos este tipo de jugador…”.
—Pero si vos tenés arriba a Larrondo y Marco Ruben, ¿cómo hacés para jugar mal? Decime: ¿cómo hago yo para jugar mal?
—¿Creés que Central no juega así porque lo tiene a Coudet todos los días, todo el tiempo, diciéndole a los jugadores qué quiere, cómo intentarlo, cómo hacerlo? A Central lo pensó él.
—Bueno, está la virtud del técnico también. ¿Pero vos qué te creés, que voy yo y los saco? Yo porque no tuve mucha suerte. Con San Lorenzo un poco, pero a los otros equipos me costó un huevo armarlos. Molina, en Racing, me dijo: “Ricardo, no hay un peso. Armá lo que puedas”. Ni un sope había. Todos equipos con dos pesos con 20 me tocó.
—Bueno: hacé de cuenta que te dan tiempo, billetera, todo. Ni siquiera Huracán: te dan la Selección local. ¿Cuál es el estilo de juego de Caruso Lombardi?
—Ganar.
—¿Y cómo ganás?
—Ganando. ¿Qué, hago tiempo todo el partido? ¿Agarro la pelota, me la escondo debajo de la camiseta y salgo corriendo? ¿Cómo hago? Y, busco jugadores que jueguen bien. Que tengan buena pegada. Que tengan buen juego aéreo. Que tengan buen estado físico. Que sean obedientes. Que no sean díscolos. Que no hagan lo que quieran. Tenés mil cosas para buscar en un equipo. El otro día un periodista decía… (cambia la voz) “No, bueno, este equipo nos gusta mucho, tiene la pelota y la toca así, asá”, que parapapá, parapapá… ¡No pasó la mitad de la cancha! No-pasó-la-mi-tad-de-la-can-cha. Termínenla con esa sanata, por favor. “Ay no, ¿pero y la tenencia? Este equipo tuvo 73,81.02/9 de porcentaje de tenencia”. ¿Tenencia de qué? El otro equipo la tuvo 20% y te mató a pelotazos. El fútbol es otra cosa, es otra cosa, pero bueno, el violín, el violín está a la orden del día, acá. Lo mal que nos hace el violín.
—¿El violín nos hace mal? ¿No es al revés? Durante veinte años se escuchó que hay que meter, que hay que dejar la vida, ser guapo. De jugar no se hablaba nunca. De tener serenidad para dársela a un compañero y mostrarse, jamás.
—Vamos al revés. Vamos al revés. Decime un equipo mío que jugara mal. Uno. Uno decime.
—¿Que jugara mal?
—Decime, sí.
—Arsenal.
—¿Jugaba mal Arsenal?
—Ricardo...
—Pero yo no sé a qué le llamás jugar mal. Jugar mal es perder 4-0 todos los partidos. Lo agarré en la tercera fecha, saqué 27 puntos (NdeR: 21, tras ganar seis partidos y perder nueve). ¿Cómo hacés para sacar 27 puntos jugando mal?
—Se puede ganar jugando mal. Se puede empatar jugando mal.
—¿Pero vos qué querés, que salga tirando caños? No tengo jugadores para salir tirando caños.
—Caños no, pero si la reventás 300 veces y te vuelve 250 muy bien no vas a jugar.
—Violín. Todo violín. A ver si nos entendemos: al fútbol juegan dos equipos. Y hay otros que son mejores que vos. ¿Tan difícil de aceptar es eso?
—O sea que primero se gana y después se juega bien.
—Por supuesto.
—¿Y cómo llegás al primer gol?
—De cualquier manera.
—Ponerse de espalda, que te hagan falta y a tirar centros...
—Esto es como Venezuela-Argentina: chancletazo, pum, gol. Gol. Vale uno. Gol.
—¿La Argentina y Venezuela jugaron bien?
—No. Pero ahora repasemoss cuándo fue la última vez que la Argentina jugó bien.
—Con Martino, en la Copa América 2015, tuvo buenos momentos. La semifinal contra Colombia. El primer tiempo del 1-0 a Uruguay. El 6-1 a Paraguay.
—Poquito. Poquito (estira la i). Contra Alemania, en el Mundial, la última vez que Argentina jugó más o menos bien.
—Entonces retomamos lo anterior: identidad. Y ganar no es una identidad. Identidad es saber a qué jugás.
—¿Identidad? Y, si juegan todos con documento, sí. “Disculpe, señor, ¿documento de identidad? Muchas gracias”. Terminen con el violín. Violín, todo violín.
—El violín de España, Alemania...
—Ah, juegan todos bárbaros, dale.
—¿Alemania no juega bien?
—Tuvo un momento brillante durante el Mundial, pero generalmente era sólido en defensa, salía rápido de contra y en cuatro pases te hacía un gol. Y España… la movía, sí, pero… a ver si nos entendemos: el fútbol se juega de a dos. No es el básquet, que te parás frente al aro, pim, solito, y adentro. En el tenis lo mismo, vas contra Nadal y perdés. En el rugby… el rugby… te tocaron los All Blacks, macho: chau, perdés. En el fútbol no. En el fútbol la pelota va por el piso, vos tenés dos manos, dos piernas, yo te trabo, te meto, te pongo los brazos, no te dejo pasar; es otra cosa, el fútbol es el único deporte que no tiene nada que ver. Yo hace mucho que no veo a un equipo jugar bien. Lanús. El primer River de Gallardo, todo rapidito, a un toque. Nada más. No hubo más.
—¿Y era de casualidad eso? ¿No se pensaba, no se trabajaba?
—Nah.
—Los movimientos, la coordinación, ¿todo de casualidad salía?
—No, bueh, el movimiento sí. Pero el toque es del jugador.
—Mucho jugador, mucho jugador, y hace unos años dijiste que a Messi lo ponías de suplente.
—Porque jugaba contra Bolivia, contra Paraguay y se molestaba, no le gustaba que le metieran la mano en la cara, que lo empujaran, y bueno, un ratito al banco era una buena idea, me parecía bien. Si vas perdiendo, después, te lo empata, si vas empatando te lo gana y… contra Panamá, escuchame, ¿contra Panamá en la última Copa América qué pasó? Entró en el segundo tiempo y metió tres; tres metió. No te olvidés de eso, ¿eh? Messi te agarra cansado y te hace un nudo australiano. Pero lo dije hace muchos años eso (NdeR: marzo de 2009, en una entrevista con El Gráfico). Ahora, bueno, un poquito mejoró.
/av
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