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El presidente Macri, otro hincha visitante que no estará en la final
El sultán de Brunei y el emir de Qatar estarán el sábado a la tarde en la Bombonera para ver un partido que el presidente de la Nación, Mauricio Macri, seguirá por televisión. Sí, el más connotado de los hinchas de Boca, el hombre que durante 12 años presidió el club, verá los que probablemente sean los dos partidos más importantes en la historia de su equipo por televisión. Llamativo, porque fue el propio Macri el que generó un fin de semana de debates y tensiones con su desconcertante propuesta de que, precisamente en el partido más complejo de todos, regrese aquella vieja y hermosa costumbre de los hinchas visitantes. La pregunta es, ¿por qué irrumpió Macri en twitter en la mañana del viernes?
"Fue con la mejor intención, fue buena voluntad", dijo el presidente a su gente de confianza durante el fin de semana cuando le preguntaron una y otra vez por el tuit. De buenas intenciones está empedrado el camino al infierno, dice el refrán, y aunque sería exagerar un tanto mucho en este caso, sí queda claro que sus amigos, compañeros de club, gobierno y partido político hubieran preferido que el jefe del Estado se ahorrara las buenas intenciones. "Mi amigo Mauricio", dijo en la noche del sábado el presidente de Boca, Daniel Angelici, una introducción para suavizar su negativa rotunda a meterse en el lío de habilitar hinchadas visitantes en un país que las prohibió porque, sencillamente, no sabe qué hacer con ellas. "Quedó clara la postura del presidente, la nuestra también", dicen, ya en off, en Boca. "Todos queremos que llegue ese momento de normalidad, porque lo más lindo de un superclásico es tener las dos hinchadas y la fiesta en la cancha. Pero es muy difícil resolver este tema para este partido".
Si Angelici y Horacio Rodríguez Larreta se enteraron de semejante idea presidencial al mismo tiempo que cualquier hijo de vecino en twitter, lo mismo sucedió con Rodolfo D’Onofrio, el presidente de River, que reaccionó sin chicanas, antipatías ni alergias: llamó a Angelici y confirmó que él tampoco había sido alertado por el presidente de la Nación, pese a ser su amigo. Coincidieron al instante en que la idea no era viable y comenzaron a trabajar en forma conjunta llamando a funcionarios del gobierno de la ciudad y del nacional para dejar clara su postura: no.
Ese impensado tándem entre los presidentes de River y de Boca llevó a que el jefe del Estado diera parcialmente marcha atrás el mismo viernes para, ya al caer la tarde, afirmar que la decisión era de D’Onofrio y Angelici. Una salida elegante para el presidente, aunque si la búsqueda desde el gobierno nacional era que los argentinos no hablaran de otra cosa, la operación fue todo un éxito.
Un alivio también para la ministra Patricia Bullrich, que el viernes se vio lógicamente obligada a seguir al presidente y decir que "el Estado argentino garantiza la seguridad". Pero esa no es la verdadera Bullrich. Para la auténtica hay otras prioridades, según dejó en claro a LA NACION durante una entrevista pocos meses atrás: "La del regreso de los visitantes es una decisión que pueden tomar las provincias individualmente. Allá ellos, nosotros todavía no lo aconsejamos". Y un alivio para Rodríguez Larreta, que nunca trabajó con la hipótesis de los visitantes en la final, básicamente porque sabía que "cuidar" el clásico implicaba "descuidar" calles y barrios de la ciudad. En estos cinco días hasta la final, el gobierno de la ciudad apunta a una "pedagogía de la distensión" basada en el espíritu olímpico "que aún persiste tras Buenos Aires 2018". ¿Será posible en medio del ambiente de creciente tensión del superclásico?
"Las cosas importantes hay que hacerlas con tiempo", dijo anoche D’Onofrio en el programa de Luis Novaresio antes de lanzar una frase casi impensable, inédita: "Me adhiero a todo lo que dijo Daniel". Macri lo hizo.
Una semana muy dura para el presidente de River, que tuvo picos de enojo ante las situaciones insólitas que se sucedieron. En todo caso, hubo un grupo que se salvó de esas rabietas: el equipo de abogados del club, que logró desactivar la bomba que Marcelo Gallardo le entregó a Gremio para detonar en la Conmebol. La línea argumental de los abogados millonarios ante el Tribunal de Disciplina reunido en Asunción fue clara: Gallardo será Napoleón, pero no es él el que revirtió el resultado en Porto Alegre.
"Tiene que haber un hecho grave que incida indirectamente en el resultado. La charla de un técnico o sus indicaciones, incluso inhabilitado, no determina un resultado", esgrimieron los abogados riverplatenses antes de rematar con una efectiva chicana: "Si no, siempre que un técnico habla ganaría su equipo".
Gremio se había basado en un fallo de la Asociación Uruguaya de Fútbol (AUF), que en su reglamento si prevé lo que reclamaban los brasileños. "No, en cambio, la Conmebol o la UEFA", explicaron a LA NACION. Mientras River lograba salir del lío en el que lo metió su técnico, Boca profundizaba su estrategia de bajo perfil y corrección extrema.
Aunque todo termina volviendo al mismo punto: los hinchas visitantes que no habrá en el superclásico, máxima expresión del fútbol argentino en todos los sentidos. También de sus costados negativos, claro. Está lejos la Argentina de tener la corrección y amor por el protocolo del fútbol español, que tiene claro cuándo debe asistir el jefe del gobierno, cómo ubicar a los presidentes de los clubes y qué papel juega el rey de España. En la Argentina no, en la Argentina se vive al ritmo de la improvisación, con un presidente capaz de decir que no quiere una final argentina (!) y, diez días después, sorprender a todos con el tema de los visitantes argumentando que "el mundo" está pendiente de ese partido, afirmación más que debatible.
Es un hecho: el jefe del Estado verá la final de todos los tiempos por TV. Tendrá que ver, quizás, con la frase que viene circulando entre Núñez y La Boca: "Después de esta final va a haber un grande menos". En la Bombonera, el presidente es un hincha local, pero en River sería visitante. Y los visitantes, se sabe, en la Argentina no pueden ir a la cancha.
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