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Luis Pulga Rodríguez, íntimo: "Prefiero irme tres días menos de vacaciones, pero que los chicos de Simoca tengan juguetes"
La música de Ulises Bueno lo acompaña a todos lados. "Resucito cuando siento que se vuelan mis cenizas", murmura el Luis ‘Pulga’ Rodríguez, una estrofa que le recuerda que siempre debe reinventarse. Que lo traslada a los orígenes, a Simoca, ese pueblito a 60 kilómetros de San Miguel de Tucumán donde nació y donde quiere morir. En quichua, Simoca significa lugar de paz y silencio, un sitio reverencial para sus casi 10 mil habitantes. Desde el hombre cualquiera hasta él, la mayor celebridad. "Es mi vida, es el lugar donde voy a estar el día de mañana. En Simoca nací, me crié y es el lugar al que todo el tiempo trato de ayudar. Es muy lindo para descansar y para estar tranquilo, pero hoy está sufrido, bueno, como en la mayor parte del país".
–¿Qué empeoró?
–El tema de la droga creció. Antes no teníamos a los chicos en la esquina fumándose un porro o drogándose. Hoy la situación es más compleja y a mí me duele porque es el lugar donde yo crecí jugando a la pelota. Es la misma esquina. Y ahora yo me paro, los saludo, me acerco, intento hablarles, pero están en sus cosas… Gracias a Dios no entran a robar en las casas..., por ahí se pierde alguna que otra cosa, bueno, eso es normal, pero no hay asaltos a mano armada. Salvo que sea gente de afuera.
–Entonces, ¿si alguien te busca en 20 años te va a encontrar en Simoca?
–Sin dudas. Los últimos cuatro años de mi vida, porque este 2019 estuve en Santa Fe, los pasé en Simoca. Vivía en Simoca aunque jugara en Atlético Tucumán. Iba y venía todos los días de las prácticas. Elegí mi ciudad porque es el lugar en el que puedo andar tranquilo, salir a la plaza con mis hijos y moverme como uno más. Ahí no soy ni ‘el Pulga’, soy Miguel. Nadie me pide fotos ni nada. A Paula, mi mujer, que es de la capital, siempre le decía que le iba a gustar vivir ahí y por suerte la convencí. Faltan los shoppings, es cierto, pero es lindo vivir en Simoca.
El retiro del fútbol todavía no es una opción. No. Los 35 años que llegarán en unos días no lo condicionan. "Estoy disfrutando del fútbol lo más que se puede. Todavía vivo el día a día, me gusta el vestuario, la rueda de mates y jugar todos los partidos. Ni pienso en el retiro, me siento muy futbolista todavía", responde convencido. Ni sospecha a qué se va a dedicar cuando ya no juegue.
¿Entrenador, secretario técnico, representante, panelista en TV? Nada de eso, al menos por ahora. El que sí atropella es un compromiso social que lo conecta con la realidad. ¿Para qué pensar en el futuro si el presente lo moviliza? "Todos los años hago en Simoca los partidos a beneficio. ‘El Juego de las Estrellas’, lo llamamos, y este año será el 23 de diciembre. Recaudamos muchos juguetes y los distribuimos en Simoca…, llega Navidad y todos los chiquitos merecen tener su regalo. Muchos papás no pueden, ya no pueden comprárselos… y los nenes tienen que tener su juguete. No es culpa de ellos nada de lo que pasa", relata.
Y avanza el Rodríguez más famoso entre los tucumanos: "Para Reyes hacemos otra fiesta. También les damos algo de comer; llegué a pagar dos mil hamburguesas, pero a partir de 2017 los números empezaron a escaparse de mi presupuesto. Es que cada vez venía más gente y hacían falta más hamburguesas. Y yo no tengo una fundación, con las licencias y beneficios que eso encierra. No, es con mi bolsillo, pero me hace feliz. Yo planifico mis vacaciones en función de estas actividades, por eso el 22 de diciembre tengo que estar de vuelta en Tucumán, eso no lo negocio".
–¿El regreso del peronismo al gobierno nacional te abre otras expectativas?
–Todas las personas cometemos errores cuando hacemos cosas. Solo se equivoca el que hace algo, y las segundas oportunidades sirven para no volver a equivocarse. Tengo la esperanza de que todo cambie y mejore, pero no solo por un color político, sino por las necesidades de la gente. A nuestras actividades de Navidad y Reyes vienen muchos chicos que tienen padres del Pro, o que son radicales, y eso a mí, lógicamente, no me importa. Ellos sufren y eso es lo único que me importa. Yo no me pongo en la puerta y le pregunto al pibe: ‘¿Tu papá es peronista? Entones sí, tomá, te doy’. No, en mi pueblo se llevan regalos todos. Mirá, yo recibía donaciones para mis eventos antes de afiliarme al peronismo, y desde entonces no ha sido tan sencillo, me he encontrado con gente que me dijo ‘te puedo dar si…’ Cada uno actúa como quiere en la vida. Yo te pido, y si me querés ayudar, bienvenido, y si no querés, está bien, buscaré por otro lado o pondré más plata de mi bolsillo. Tengo la ayuda de la Pepsi, nunca tuve la colaboración de la Coca Cola... Pero también hay gente a la que ni tengo que llamar porque directamente hace las donaciones.
A mí me gusta lo que hago, mucha gente me ha dicho: ‘Pero perdés semanas organizando esto…’ A mí me hace feliz. Si gasto, por decirte, 10 lucas…, las gasto tranquilo. Prefiero irme tres días menos de vacaciones y poner esas 50/60 lucas para que los chicos de Simoca tengan juguetes. Yo no tuve juguetes cuando fui chico…, y darles un juguete, una gaseosa y chocolates para que al menos ese día se vayan a su casa con una sonrisa, para mí no tiene precio. Yo ni saldría de vacaciones porque no me gusta, pero tengo familia, tengo chicos y ellos me hablan de la playa. A la edad de ellos yo ni sabía lo que era la arena…, o sí, la arena era eso con lo que laburaba mi papá.
–¿La política se metió en tu carrera futbolística? Hasta se rumoreó que tuviste que marcharte de Tucumán tras afiliarte al peronismo…
–Hubo mil, millones de rumores... Que me iba por esto, por lo otro… Jamás fui y declaré lo contrario, cada uno es libre de decir lo que quiera. Yo siempre conté lo que iba a buscar a Colón y felizmente lo conseguí en un año: demostrar que lo que había pasado en Newell’s, cuando no rendí en 2010, se debió a un mal período de adaptación. Nada más. Y que en otro lado podía hacer lo que había hecho en Atlético. Gracias a Dios llegué a un club donde me estaban esperando, donde realmente querían que fuera parte de su historia. Tanto la gente, como los dirigentes y los compañeros. No conseguimos la frutilla del postre [la Copa Sudamericana], es cierto, pero hicimos algo histórico. Movimos mucho a la provincia de Santa Fe. Y en Colón llegué a ser capitán, y no por un sorteo, sino por contar con mis compañeros detrás, que se convirtieron en familia. Estoy muy orgullo del año que tuve…, pese a todo.
–¿A qué te referís con ‘pese a todo’?
–A que este fue el peor año personal de mi vida. Todavía no pude hacer el duelo por la muerte de mi viejo… Me han preguntado muchas veces por mi futuro y no lo sé, no tengo ni la menor idea todavía. Tengo un año más de contrato en Colón. Tal vez en estos días que me tomo de vacaciones me la pase llorando por mi viejo… porque el duelo todavía no lo pude hacer. No lo pude hacer.
–Se mencionó que tu familia podía regresar a Tucumán, mientras vos cumplís tu contrato en Colón.
–Por ahí pasa eso…, muchas veces el dirigente piensa distinto que el jugador. Tal vez les tenga que decir ‘mirá, me tengo que ir, o siento que me tengo que ir porque todo lo que te puedo dar ya lo di’, o capaz les digo ‘me voy a quedar porque me siento realmente con fuerzas para poder lograr otras cosas’. No sé qué va a pasar. Tengo que sentarme a hablar con mi familia para saber realmente cómo están. Si bien había estado dos o tres días en Tucumán desde que murió mi viejo, todavía no pude escucharlos, saber cómo se sienten. Cómo está mi vieja, cómo se siente en las noches… A ella no hay forma de sacarla de Simoca.
–¿La opinión de la familia será clave para tu futuro?
–A mi edad no puedo estar en contra de los sentimientos familiares. Pero tampoco puedo estar lejos de mis hijos. Soñé toda mi vida con tener los hijos que tengo, no los puedo desaprovechar estando seis meses o un año lejos. Y digo desaprovechar porque en un año es notorio el cambio que tienen. Eso no puedo permitir perdérmelo, no, no a mí edad. Sin importarme lo que puedan decir.
–¿Dijiste que a Atlético no volverías nunca más?
–No. No. Nunca dije eso. Lo que yo dije es que no recibí ninguna propuesta de nadie, así que es imposible que yo diga ‘acá estoy para jugar’. Yo no recibí llamados de nadie. Yo solo quería terminar el año.
–¿Qué jugador sos hoy, casi con 35 años?
–… Qué se yo…, muchas veces me han dicho ‘ahhh, pero vos sos bueno, esto y lo otro’ Yo la verdad que nunca lo vi tan así. Me veo como un jugador que no hace nada especial…, sí, tengo gol. Tengo la suerte de que me caiga la pelota ahí. O, para que nadie crea que es falsa modestia: estoy bien ubicado. Pero soy normal, soy uno normal.
–¿Qué ha sido lo más increíble de tu carrera?
–Nunca tuve referentes ni ídolos, tampoco nunca fui de mirar mucho fútbol. Ahora, tampoco. Pero Maradona, Messi, Riquelme o Tevez son grandes jugadores y en sus resúmenes sí intento aprender cosas de ellos. Miraba mucho cómo definía el español Raúl... era petisito y bajito como yo. Pero con Diego me pasó algo increíble: yo estuve solo una vez en la selección y me trató como si llevara 300 partidos en la selección. Lo miraba todo el tiempo, y hoy eso les debe ocurrir a los jugadores de Gimnasia. Si pasan los meses, me imagino que te irás acostumbrado, pero si te toca compartir dos o tres días no salís de la fascinación.
"Gracias a Dios, a mis hijos no les gusta el fútbol"
Bautista y Milo tienen 4 y 2 años, son las auténticas pulguitas de la familia Rodríguez. Cuando papá festeja los goles, ni copia la celebración de Ronaldinho ni el típico saludo surfer. Nada de eso, es un código íntimo: simboliza al hombre araña, héroe de esas travesuras infantiles que dan vuelta la casa. La dedicatoria es para ellos.
–¿Tus hijos son futboleros?
–No, no, gracias a Dios no. Bautista, el más grande, me dice ‘pá, ¿por qué tantas fotos, la gente…?’ Eso no le gusta, a él gusta verme en la tele y nada más. El más chiquito es zurdo…, eso sí, pero al grande no le gusta el fútbol, no, gracias Dios no les gusta…
–¿Por qué decís eso?
–Porque el fútbol es muy difícil. De tantos jugadores que van, practican y se prueban, ¿cuántos llegan? Y el golpe y la frustración son muy duros para aquellos que quedan en el camino, que en realidad son la mayoría. Hay chicos que van, y van, y van y gastan sus años de adolescencia. Y eso no vuelve más. Yo convivo con compañeros de 20 años que escuchan continuamente ‘vos no tenés que salir’, y sus amigos, los de su edad, salen todos. Y salen con amigas, y comen asados, y hacen esto y aquello. Yo les digo que tienen que divertirse, pero que lo hagan cuando tengan el día libre, cuando los resultados sean buenos…, que sean prolijos, Hoy mucha gente cuestiona si un chico salió, si fue a un bar, tomó una cerveza y le sacaron una foto con los celulares… Lo cuestionan por tomar una cerveza en un boliche…, tampoco está matando a nadie, es un ser humano, no es una máquina que puede vivir a agua. Si bien le pagan para ser profesional, a determinada edad es muy, muy difícil.
–¿Cómo es el ambiente del fútbol?
–No es malo, no es tooooodo una mierda… Te encontrás con personas buenas y con personas malas, hay de todo. A mí me pasaron todas, pero yo siempre saqué lo positivo, lo bueno. Lo que yo hice mal, no lo volví a hacer. El fútbol me alejó de los vicios y me enseñó a relacionarme con una clase social que no era la mía. Yo estuve ocho años sin representante, porque prefería que fuera así: iba, me sentaba con los dirigentes y arreglaba yo mismo mis contratos. Pero un día discutí mal, me pelee, y a partir de ahí comencé a mandar a mi hermano.
–¿Cómo se juega al fútbol en la Argentina?
–Dentro de todo, me gusta…, aunque se está perdiendo un poco el potrero, la gambeta, es cierto. El juego es mucho más estructurado, ordenado, más aferrado a los esquemas… Pero encontrás 4, 5 o 6 jugadores por equipo con picardía, y son esos los que sacan diferencia cuando se van a Europa.
El mágico albañil que conoció a Ronaldo en zapatillas de mujer
Los Rodríguez abrieron el año 1985 con novedades: el 1° de enero llegaba el sexto hijo, Luis Miguel. Serían nueve en total. Nació en casa, sin problemas. Ni hospitales ni cesáreas. Al mayor, Walter, ya le decían el ‘Pulga’, pero este hermanito realmente haría popular el apodo muchos años más tarde.
Ninguna relación con el Rey mexicano: se llama Luis por un tío…, y Miguel por otro. Tenía 13 años cuando se subió por primera vez a un avión y apareció en Italia. Fueron seis meses en el club Arezzo; después, otros ocho en Internazionale, donde un día espió en una práctica a Ronaldo, Roberto Baggio y Clarence Seedorf, y supo sentarse en la mesa de la familia Zanetti. Pudo quedarse en las canteras de Real Madrid, pero el representante del momento no mordía y le dijo que su futuro estaría asegurado en un club de la ciudad de Craiova, en… Rumania. Y lo dejó varado a 230 kilómetros en Bucarest. Sin plata y si saber ni una palabra en inglés. Ese adolescente se hizo hombre en Tucumán y nunca más volvió a Europa. ¿Para qué?
Jugaba en potreros de la Liga B tucumana y una tarde le hizo 12 goles a un rival con la camiseta de Unión Simoca. Fue en el primer tiempo…, y el partido ya no continuó. También anduvo por Talleres, de Perico, en Jujuy. Jugó en el Argentino A, vivió en la pensión de Racing de Córdoba y cobraba 200 pesos. Dejó el fútbol y fue electricista o lo que hiciera falta. Pero volvió, jugó en el club UTA de San Miguel de Tucumán y empezó a abrirse camino… Debutó en Atlético Tucumán con un gol. Estuvo seis meses en Newell’s y no se adaptó a Rosario. Volvió al ‘Decano’ y se convirtió en el goleador histórico del club (130 gritos en 325 partidos). Jugó un amistoso con el N°16 en la espalda contra Ghana en la selección de Maradona y perdió la final de la Copa Sudamericana con Colón. Hincha de Boca, estuvo cerca de la Bombonera…, llegó a hablar con Mauro Bianchi en 2009.
La salida de Atlético Tucumán fue extraña. Se precipitó a principios de enero de este año, días después de que el ‘Pulga’ anunciara su afiliación al Partido Justicialista provincial y una posible candidatura a legislador que luego no prosperó. Se mostró muchas veces cerca del senador tucumano José Alperovich, y otros tantos también lo han vinculado con el gobernador Juan Manzur. Quedó como una cuña entre dos enemigos. Por eso algunas leyendas urbanas cuentan que su salida del ‘Decano’ respondió a una necesidad de campaña: que el jugador no estuviera en Tucumán durante el año electoral. Que no jugara para nadie. Él no asegura ni desmiente nada, ni descarta postularse en el futuro para un cargo.
Fue ayudante de albañil, pintor o lo que saliera. Se abrió la cabeza en un accidente automovilístico. Alguna vez visitó la comisaría de Simoca por calentón. "Y… a veces veíamos cómo hacíamos para comer", suelta en la charla. Pasó hambre, claro. Jugaba descalzo y dormía en una pieza con cinco de sus hermanos. En la Liga tucumana, si intentaba gambetear, los rivales lo tiraban contra el alambre de púa perimetral. ¿Miedo? Nunca tuvo miedo, hasta que nacieron sus hijos y por primera vez lo sintió por ellos.
El Pulga calza 38 y medio y prefiere comprarse zapatillas de mujer. Cuentan por ahí que no lo quisieron en San Martín, que el ‘Ciruja’ tucumano lo rechazó en su momento porque era muy bajito para jugar en la B Nacional. Recuerda como si fuera hoy una enseñanza de Jorge Solari: "Jugá cerca del área que ahí se gana más plata".
Después de Miguel, el séptimo hijo de los Rodríguez fue Silvia Soledad, pero la beba murió a los siete meses. Beatriz, esa madre devastada por la angustia, una madrugada de mucha lluvia, con goteras por todos lados en la casa, se levantó decidida a terminar con su desesperación. Les regaló la más cálida mirada a todos mientras dormían y caminó hacia el cable de electricidad del que estaban colgados. Solo segundos antes, alguien la tironeó de su pollera. Era Luis Miguel, que apenas daba sus primeros pasitos. Instantes conmovedores. Este 2019 ha sido el peor año en la vida del ‘Pulga’. En septiembre falleció don Pedro Rubén, o ‘Pocholo’, su padre, y el ‘Pulga’, o simplemente Miguel en Simoca, confiesa que todavía no lloró lo suficiente.
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