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Lucas Bernardi, el técnico que convive con la crueldad: "Cuando firmás un contrato ya sabés que te van a echar"
Se asoma un tatuaje debajo de esa rodilla derecha que nunca lo dejará en paz. Se lo hizo hace años y dice ‘perseverancia-sacrificio’. Y hay dos más, bastante recientes. Se leen cinco palabras en su antebrazo izquierdo que dibujan un círculo: ‘Todo es una gran mentira’. Y el otro se lo grabó el mismo día... ‘Tantas veces me mataron / Tantas veces me morí / Sin embargo estoy aquí resucitando / Gracias doy a la desgracia y a la mano con puñal / Porque me mató tan mal / Y seguí cantando...’ . Esta estrofa de "Como la cigarra", la canción de María Elena Walsh que inmortalizó Mercedes Sosa se despliega en la parte superior de la espalda de Lucas Bernardi. Acepta hablar. Y se rebela, se flagela, se interroga. También se ilusiona mientras lo atraviesan tantas emociones.
No le ha ido bien como entrenador. Naturalmente, no lo niega. Newell’s, Arsenal, Godoy Cruz, Estudiantes, Belgrano y nuevamente Godoy Cruz en un carrusel desenfrenado de cuatro años. Reposado, reflexivo, hoy se cuestiona todo el tiempo. No se engaña, se sumerge en la charla dispuesto a la autocrítica y el debate. Cuando jugaba, solía repetir: "Si no estás fuerte de acá...", y se apuntaba la cabeza. El poder mental de un hombre que se repuso a tantas lesiones. ¿Contra la desconsideración y los rótulos también podrá? "Estoy… haciéndome fuerte, volviendo a ponerme fuerte. Porque todo lo que me pasó, me desestabilizó. Todo lo que me pasó te hace dudar, te lleva a repensar muchas cosas. Sobre todo, cuando tenés autocrítica. ‘Uno está todo el tiempo equivocándose’, dice una vieja frase, y mi carrera se ha basado en la superación. Incluso, contra cierta lógica o hasta el sentido común. Mirá: mido 1,70m, tengo seis operaciones en la rodilla y otra en el tobillo, siempre me costó todo... Y eso te hace fuerte de acá [se toca la cabeza], porque el cuerpo responde a lo que le manda la cabeza".
–¿Dudás de tu capacidad, de tus convicciones? ¿Llegaste a pensar que tal vez te equivocaste de profesión?
–Llegué a dudar de todo. Y todavía dudo, dudo... Pero mi elección por ser entrenador no la pongo en duda por la pasión que siento. Sí, digo, que tal vez no lo tengo que hacer más…, que es distinto. Pero sí, básicamente dudás..., te pone en análisis. Y el análisis es duda. Qué hacer: ¿vas para un lado o para el otro? Esta situación te debilita. ¿Y qué hago para afrontarlo? Vivo. Vida normal.
–¿Y qué lugar ocupa el fútbol en tu ‘vida normal’?
–Poco. Vivo, vivo. Estoy con mi familia, con mis amigos, como asados, voy a jugar al fútbol..., bueno en realidad no, no puedo jugar al fútbol por la rodilla. Pero tengo una excusa y voy al club Universitario al tercer tiempo, juego mucho al golf solo, voy a pescar... ¡Vivo! Lo que no pude hacer por mucho tiempo. Y no es para cualquiera esto porque tenés mucho tiempo libre y la cabeza...
–Y si esa vida te hace tan feliz... Quizás ahí está la respuesta a todas tus dudas.
–Sí, sí, lo pienso mucho, lo analizo, pero muchas veces aparece la pasión. Y las pasiones no se explican. Alguien se preguntará, y probablemente con razón, ‘¿qué extrañás?, ¿qué te vaya mal, que te puteen? ¿Que te echen?’ Porque esto lo aprendés de los entrenadores viejos, y luego vos lo verificas: cuando firmás un contrato, ya sabés que te van a echar. Y es lógico, porque sos el primer fusible. Yo tengo mucho más para perder… Pero es pasión, y no lo puede explicar más ni mejor que diciendo eso: es pasión.
–¿No sufriste el retiro como futbolista?
–No. Fue sencillo porque me di cuenta que al futbolista había que despedirlo. El futbolista no tenía más objetivos, no tenía más energías para sostenerme donde estaba. De un día para el otro llegué a la conclusión de que debía dejar de jugar. Dejé de jugar y el futbolista se murió al mes.
–¿Nunca extrañaste la competencia?
–Ahora compito contra el hoyo, y me frustro. Nunca extrañé entrar a la cancha..., tal vez alguna vez, pero no, no. Disfruté muchísimo los últimos cuatro partidos que jugué y cerré. Corté. Entonces agarré la lancha y todos los días me iba a pensar al río, a darme cuenta de todo lo bueno y de todo lo malo. Ahí descubrí que muchas cosas eran al revés de lo que pensaba, porque cuando estás adentro no te das cuenta. El pibe de 19 años falla y se recupera con la velocidad; en cambio, el de 35 falla y es gol en contra, porque normalmente no pierde. Entonces, no le podés pedir lo mismo a los dos. El futbolista de edad, de las 100 cosas que hace, el 98% de las veces las hace bien. Pero cuando ya pifiás tres, cinco... ya no sos útil ni confiable. Porque el grande tiene eso, que no erra; ahora, cuando ya no sos efectivo, porque de eso se trata, de ser efectivo, tenés que dejar de jugar. Eso lo aprendí cuando dejé, y por eso como DT no podés manejarte con la misma vara. Sí, con el joven, tenés el desafío de que lo antes posible cometa la menor cantidad de errores. Y si lo consigue..., se te va, te lo venden.
–¿Ese déficit formativo a qué se debe? ¿Refleja el fútbol un derrumbe educativo como país?
–Es más profundo..., creo que la AFA y los clubes están obligando a que los chicos vayan a la escuela. Y en eso, Estudiantes es un ejemplo. Yo lo vi y lo tienen muy aceitado, se esmeran por formar futbolistas y personas. Ya cuando son sparrings te das cuenta. A mayor capacidad de interpretación y mayor rapidez de ejecución vamos a tener mejores futbolistas en la Argentina. Ahora hay muchos equipos que están enfocándose en sus inferiores porque el fútbol argentino tiene que vivir de lo que forma. Mejor formás, mejor tenés. Ese es el lugar en el que más tenés que invertir, pero la demanda de resultados nos nubla. Si los chicos no nos dan respuestas inmediatas, no los sostienen… Se necesita tiempo, que es lo que no hay. Lo que mejora a un jugador es la cantidad de veces que tiene la oportunidad de equivocarse. Más los ensayos y competir contra los mejores. Todo eso crea confianza.
–¿Cambiaste como DT desde aquel debut en Newell’s?
–Sí, sí, y gracias a Dios que cambié.
–¿Qué hiciste que ya no harías?
–La que se modificó es la persona, yo cambié. Y el entrenador va de la mano de ese cambio. El gusto futbolístico, la idea, eso no se cambia... No sé qué decirte, porque han sido tantas cosas en las que he ido creciendo, que no te puedo dar un punto. Estoy un poco más relajado en algunas cuestiones que, hace un tiempo, las hubiese enfrentado de forma más vehemente. Digamos, ahora comprendo mejor que hay que comprender al otro. Más allá de entrenadores somos seres humanos y convivimos con la sociedad.
–¿No fue un error dirigir a tus ex compañeros, en Newell´s?
–Esa decisión fue muy analizada, consulté a mucha gente a la que quiero y en la que confío. Y había de las dos opiniones; sí, porque tu idea va con ellos, y no, porque son ellos. Era muy loco eso. Esto que voy a decir no es de vendehumo, estoy muy lejos de ahí..., siempre que me llamen de Newell’s voy a ir. Fui porque sentía que ese es mi lugar. Nunca podría decirle que no. Y nunca me importará el contexto. ¿Y si pongo algo en riesgo? No importa. A Newell’s no se le dice que no. Nunca. Alguien diría que tengo mucho para perder... ¿Y cuál es el problema?
–¿Quizás porque te acostumbraste a perder como entrenador?
–No, no me acostumbré a perder. Para nada. Es mentira eso. Vuelvo... ¿Qué perdés? ¿Lo que tenés? ¿Y qué tenés...? No, yo no me fijo en eso. Sí, sufrís. Y se sufre solo. Esa es una gran frase de Bielsa: se sufre solo. La derrota es solitaria. Y el entrenador tiene mucho de solitario.
–¿Y no te reprochás tantos cambios de un club a otro en apenas cuatro años?
–Pero hay cosas que no dependieron de mí.
–Que te echen. Pero sí dependía de vos no ir de un club a otro en apenas semanas, como sucedió de Arsenal a Godoy Cruz.
–Pero antes de Arsenal venía de nueve meses sin entrenar, entonces tenía energías. Cuando no tuve, o no tengo energías, como ahora, paro. Si me gusta el lugar y el desafío, no veo por qué no puedo ir. Tal vez fue un error, bueno, y convivo con esos errores. Después, hubo un montón de cuestiones internas... Y no voy a pasar de ahí.
–Y si un club de busca hoy, ¿qué le decís?
–Que todavía estoy cargando baterías. Me siento, escucho por cortesía, pero hoy no lo veo, no lo siento.
–¿A qué fuiste a la AFA hace un año?
–La AFA estaba buscando un entrenador para la Sub 20 y fui una opción; hubo charlas. Fue eso y Tapia eligió lo que le pareció mejor. No era para sumarme al cuerpo técnico de la mayor, como se dijo; yo soy amigo de Lionel [Scaloni]..., no sé si debo aclararlo, pero por una amistad no iba a ocupar ese cargo. Ni tendría que aclararlo...
–¿Y te hubiese gustado?
–Sí... tuve muchas dudas, lo hablé mucho con Lionel. Era un lugar distinto... Fui a esa reunión, pero me tuve que convencer mucho para ir. Lo hablé con Lionel, con Juan [Berros, su representante], con mi familia...
–¿Entonces no lamentaste no ser el elegido?
–Entendí. Estoy en ese momento en el que comprendo que si no fue, es porque no tenía que ser. Y si hoy estoy acá, es porque debo estar acá. Estoy aprendiendo en todo, y es lindo, pero es duro. Hay porrazos que te tenés que pegar. Mientras lo entiendas más rápido, menos porrazos te vas a pegar. Alrededor mío he generado una imagen, desde la época en Newell’s por mi relación con el periodismo, donde se cuestionaban mis formas...
–¿Y qué imagen creés que el medio tiene de vos?
–No lo sé..., pero creo que tiene una opinión que no es la real. ¿Vos qué opinión creés que tiene?
–Que sos cortante, algo gruñón, un tipo alejado...
–Por eso, ¿ves? No es real, no soy ése. Me lo habré ganado, habré tenido que ver yo, seguramente. Eso sí, cuando trabajás hay ciertas normas que hay que llevar adelante. Ahí no me voy a preocupar por caerle bien al medio. Mirá: la única forma de cambiar eso es ganar, ganar y ganar siempre. En definitiva, da la sensación de que sos bueno o malo si ganás o si perdés. Y es parte del medio, no reniego, lo entiendo. Sé que cometí errores, y seguiré cometiendo errores, pero esa imagen que tienen de mí no es real.
–¿Temés que no aparezcan propuestas laborales?
–No lo sé. Miedo no tengo. Será lo que tenga que ser, me tocará lo que me tenga que tocar. Yo no hago esto..., esto que estoy haciendo ahora, yo no doy notas, y eso te pone o te saca. Nunca lo hice, he dado muy pocas en mi carrera, no sé si es lógico o no. Pero sé a qué me expongo.
–¿Por qué volviste a Godoy Cruz, donde el presidente José Mansur ya te había echado?
–Porque eso validó mi trabajo. Nadie contrata de nuevo a alguien si no valora su trabajo. Y pasó lo que sabíamos que iba a pasar; él sabía lo que contrataba y yo sabía lo que iba a pasar. Es un lugar donde yo soy feliz. Godoy Cruz, su gente, el día a día, la calle, sus futbolistas, ahí me siento cómodo. El medio cree que yo me peleé con el Morro [García], pero él dijo todo lo que habíamos hecho juntos, y sin embargo nadie lo registró. El medio cree que nos peleamos y no es así. Pero no, no, esto no me gusta, suena a una defensa... Y no, no tengo que defenderme de nada ni valorarme.
–El medio cree que sos soldado de Bragarnik.
–Él ya lo aclaró. Y tampoco creo importante contar quién maneja mis intereses..., pobre Juan [nuevamente Berros, su representante], ¿no? Yo cuando fui a Arsenal, Bragarnik era el manager del club y desde esa función me llamó. A mí no me importa saber quién es tu jefe de redacción.
–Pero mi tarea no es pública.
–Sí, está bien... A mí no me interesa andar aclarando cosas que, para mí, no tienen valor.
–Sos amigo de Lionel Scaloni. ¿Cómo ves su selección?
–Hubo muchas pruebas con muchos jugadores. Hay que entender que ya no pertenecemos a la elite, y cuesta que el medio lo comprenda. Que dejemos de creer que somos algo que ya no somos. Lo que va a pasar ahora es que los futbolistas van a jugar un poco más por la confianza que han ganado. El equipo ya está, ahora vamos a ver una evolución del equipo. La lista no va a tener muchas modificaciones. Ahora van a soltarse, y esa será otra construcción pensando en las eliminatorias. Pero tenemos que ser conscientes de dónde estamos; sino lo somos, nos haremos daño. En la elite nos faltan jugadores y tenemos que formarlos. La elite se modificó, tiene otra talla, otro biotipo, otra forma física, otra dinámica, otra técnica.
–¿Qué te parece que ex futbolistas se vuelquen a la política deportiva de los clubes? Como Riquelme.
–Yo soy muy amigo de Agustín [Alayes], y él creo que fue uno de los pioneros, junto con Sebastián [Verón]. Sí, me interesa, me gusta, me apasiona también esa parte. Quizás en un futuro... Porque ese es un lugar en el que se decide, los dirigentes deciden. El futbolista decide en la cancha, sí; el entrenador influye, el secretario técnico aporta, sugiere, aconseja… Pero en definitiva, ¿quién es el que decide? El dirigente. Ya hemos tenido otros procesos de ex futbolistas comandando y hubo de todo..., lo trascendente es la comunión, el proceso, la búsqueda de una idea común. Y mucho más en las malas, porque no es fácil hacerse cargo de las malas. Hay que tener mucho valor para soportar la mala. Porque siempre va a venir la mala.
–Hablás de comunión. ¿Sos de los que aseguran que lo más sano del fútbol son los jugadores?
–No se trata de los jugadores, sino de las personas: buenas o malas. No hay lugares más sanos que otros. Vos, yo, el otro, los hinchas, los dirigentes, hay de todo. Yo creo que la comunión tiene que ser a pesar de las diferencias, y ahí se presentan las dificultades. No se trata de tener comunión entre todos los que pensamos igual, eso sería no ver la realidad. No veríamos las fallas. La comunión hay que lograrla entre los que piensan distinto. Si pensamos distinto, pero tenemos el mismo deseo, vamos a crecer los dos. Y cuando se logra, ahí aparecen los resultados.
–¿Gestionar emociones es lo más difícil?
–Sin dudas. Hace algunos años, conversando con Pochettino, me contó que, como el futbolista tiene el ego tan alto, cuando él se retiró se fue a estudiar a una universidad para sentirse un hombre cualquiera. Yo no me di cuenta ese día lo que me estaba explicando. Me equivoqué, después lo entendí. Hay un común denominador en los equipos que ganan y en los que pierden. ¿De qué hablan? ‘Agradezco a este grupo que...’, dicen unos, y a los otros los escuchás decir ‘el grupo no estaba...’ La clave está ahí.
–Pero hubo campeones con jugadores peleados...
–En el pasado, ya no. Era otra forma de vida, otro tipo de líderes. El carácter del ser humano ha ido cambiando. La sociedad cambió, creció, evolucionó. Solo miremos a la mujer y su merecida inserción en todo. Cambiamos. Creo que aquellos campeones peleados eran esporádicos. Ahora hay otra filosofía, aunque no nos querramos todos. Pero hasta el Flaco que no te quiere te dice ‘dale, vamos, es por allá’. Y yo, que no lo quiero, veo que el Flaco me está dando una mano para esto y ‘dale, vamos juntos’. Solo el tiempo logra formar los grupos, y el mismo grupo te hace ver cuando estás afuera porque no estás cumpliendo con lo que el grupo demanda. Y la derrota, como en todos lados, divide, porque la derrota necesita culpables.
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