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Las selecciones juveniles, un imperio en ruinas por malas conducciones e indisciplina
Fueron un modelo por su estilo, eficacia y conducta, pero no quedó nada: un deterioro progresivo las hundió en una crisis impensada
Julio Grondona decapitó un ciclo sostenido por la nobleza y la capacidad para delinear un proyecto alentado por oscuros intereses y pésimos asesoramientos. Carlos Bilardo colocó a la Generación del 86 con fórceps para pagar una antigua promesa. Sergio Batista , José Luis Brown, Oscar Garré, Héctor Enrique y Marcelo Trobbiani no estuvieron a la altura de la atención, rastrillaje y conocimiento que exige la función. Porque con los juveniles no se trata de dirigir y escalar, sino de enseñar. Nicolás Russo fue un fastasmal director de selecciones juveniles. Luego apareció Humberto Grondona, que se autoimpuso como entrenador e irrespetuosamente admitió que no le importaban los premios fair play. Y Miguel Ángel Lemme , herencia bilardiana, un hombre que un torneo amistoso Sub 15 en México, tras sufrir tres expulsados, aprovechó una maniobra friccionada para inducir a uno de los chicos a que no siguiera jugando por "lesión"; con la Argentina 0-3 ante Colombia, el partido se suspendió a los tres minutos del segundo tiempo. Algunos nombres para analizar el descalabro, para entender el hundimiento.
La AFA pisoteó todos los brotes de coherencia cuando en octubre de 2007 desintegró el proyecto que lideraba Hugo Tocalli . Por entonces la selección Sub 20 argentina gobernaba el planeta como bicampeona mundial, tras las conquistas en Holanda 2005 y Canadá 2007. La cuanto menos imprudente medida de Grondona padre enterró una época doraba, distinguida por la nobleza y la idoneidad. Y la eficacia, también. Fueron los días de Pekerman, Tocalli, Ferraro y Tojo, de 1994 a 2007, creadores de una escuela que no tuvo continuidad en sus sucesores. Desembarcó un sistema que distinguió la picardía, la ventaja. Que descuidó los detalles, esenciales a esta edad, porque la formación natural y espontánea no existe. Que no sembró un estilo ni eligió una escuela ni forjó una identidad. En estos años de decrepitud, todo quedó a la vista: los resultados y los mensajes.
Detrás de cada frustración deportiva no se enderezó el rumbo. La autocrítica nunca se sentó a la mesa de las deliberaciones. Ni hubo un programa estructural, ni se diseñaron metodologías, ni realmente se aprovecharon los centros de formación, ni se desarrollaron equipos calificados para la captación de chicos... La AFA abandonó –o dejó en manos inapropiadas– el futuro. Por eso su escandalosa responsabilidad. Desde 2007 se desató una regresión que jamás detuvo su espíritu corrosivo. Hasta hoy, cuando el final de una era de desaciertos e impericias reclama una urgente refundación.
Y el eje no ha sido sólo la falta de títulos (apenas dos Sudamericanos, contra cinco Mundiales, tres Sudamericanos, un Panamericano y una conquista en el torneo Esperanzas, de Toulon) sino una grosera involución en materia formativa. Un retroceso inmenso, con algunos focos alarmantes. Como el vacío irrecuperable que vivió el Sub 20 en 2009, que ni se clasificó al Mundial de la categoría en Egipto. Y lo mismo ocurrió en 2013, cuando otra vez el Sub 20 no accedió a la Copa, ahora en Turquía. Una reincidencia inadmisible. Y este inolvidable 2015, con un récord sin antecedentes que no podía pasar por la mente de nadie hace menos de una década: por primera vez los seleccionados Sub 17 y Sub 20 ni atravesaron la primera rueda de sus Mundiales, no ganaron ninguno de los seis partidos que disputaron y los más chicos, directamente, acaban de finalizar en el puesto 24° sobre 24 participantes en la Copa de Chile.
El deterioro educativo también quedó en evidencia fuera de la cancha. La indisciplina es otro fenómeno que se instaló y demandará un fuerte abordaje bajo la próxima etapa. El buen comportamiento, otro sello distintivo de ayer, se licuó. Cambiaron los chicos, es cierto, porque cambió la sociedad. Pero esos desbordes dejaron de tener contención en los mayores a cargo. Puntualmente, celulares encendidos a cualquier hora, gastos extraordinarios por roturas en las habitaciones, provocaciones en las redes sociales como ocurrió en el Sudamericano Sub 17 –con Lucio Compagnucci y Sebastián Driussi al frente– en el Sudamericano de San Luis… Muchos chicos llegan desde escenarios familiares y sociales complejos y conflictivos, pero esto no exime de incumbencia a los jefes de grupo, permeables, indulgentes, desautorizados. Se establecieron los desayunos optativos, por ejemplo, por eso no extrañó que las delegaciones albicelestes pasaran a ser las de menos consumo de alimentos en los hoteles. Licencias... La Argentina quedó muy atrasada en el contexto internacional, cuando antes lo lideraba. Entrenamientos anticuados y preparaciones físicas deficientes. Aquel espejo para el mundo hoy está arrumbado en el sótano.
Los chicos también fueron culpables. Más allá de pertenecer a camadas de menor jerarquía –ni Riquelme, ni Messi, ni Sorin, ni Cambiasso, desde ya–, su desapego por el esfuerzo y el compromiso se volvió un extendido sello generacional. Con carencia de fundamentos básicos y excesivo celo por aspectos decorativos, como la cantidad de botines que pretenden lucir en un torneo. Y su falta de rebeldía ante la derrota, porque muchos ya no sienten el fútbol como una pasión sino como un trampolín hacia una vida prematuramente resuelta o acomodada. Con padres histéricos, con representantes voraces. Y casi siempre con límites muy difusos.
Precisamente… en 2007 y sin fundamentos se cuestionó la tarea de Tojo, por entonces DT del Sub 17, quizá porque a alguien le molestaba que Tojo combatiera a los representantes que desde el comienzo de la era Pekerman ni podían acercarse al predio de Ezeiza. Insistir con la salida de Tojo fue una provocación para empujarlo a Tocalli a que se fuera. Ése fue el comiezo del fin. El veloz desembaco de Batista corroboró que todo estaba ideado con premeditación. El tufillo a complot impregnó hasta los rincones.
Pasaron muchos chicos… Salvio, Fede Insúa, Pezzella, Lamela, Iturbe, Roberto Pereyra, Lanzini, Centurión, Kranevitter, Vietto, Mammana, Correa… Quizá faltaron otros, como Rodrigo De Paul, Ramiro Funes Mori, Franco Cervi, Giovani Lo Celso, Gerónimo Rulli, Ignacio Fernández… No son tantos. Ha sido más significativo el déficit de conducción que la miopía para no detectar el mejor material en plaza.
Durante estos años hubo acciones incomprensibles, rayanas con la ridiculez. Un día, Julio Grondona gritó, gruñón: "Los proyectos son un verso". El origen del abandono. En 2009 se concurrió a Toulon con Buonanotte, Banega, Perotti y Papu Gómez, jugadores ya hechos, con el exclusivo objetivo de ganar… pero además de terminar tercero, se desatendió la matriz formativa del torneo. Otra vez, Humberto Grondona, entonces subdirector de selecciones, confesó que a los integrantes de la Generación del 86 se los convocó para comprar su silencio, para que se dejaran de reclamar por la falta de oportunidades. Entonces, se atropellaron los desatinos... "Con Pastore no sé, no lo vi mucho, tiene pocos partidos en primera", asumió con aterradora liviandad Batista sobre la ausencia del crack de Huracán en un Sudamericano Sub 20 de 2009. Héctor Enrique, que estaba a cargo del Sub 15, a semanas del Sudamericano dejó el cargo para sumarse al cuerpo tecnico de Maradona, por entonces en la mayor, para dejar en evidencia que no sentía la función. Hasta la vergonzosa presencia de Leoncio junto a alguna delegación, una especie de brujo cubano encargado de acercar ayuda espiritual. Mientras, sistemáticamente, se eligió dejar de competir contra los mejores... para no exponerse, para agigantar la grieta.
Del Imperio a las ruinas. El retroceso tomó propulsión en una única dirección: se las ingenió para ser cada vez más profundo.
La última consagración en 2007 de la mano de Tocalli
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