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Los secretos de Sergio Rondina, el DT de la Cenicienta de la Superliga: “Arsenal se ganó el respeto del resto”
No encuentra las palabras justas para definir cómo se siente. Duda entre el elegir el término orgulloso o satisfecho, para decidirse finalmente por una frase que apuesta al futuro: "estoy conforme con los pasos que voy dando en mi carrera, pero todavía hay mucho por aprender y crecer". Confinado al aislamiento en su casa de Libertad, Sergio Rondina no pierde la franqueza y la chispa para hablar de su pasión: el fútbol. Sin sus trajes llamativos y esos looks que marcan tendencia, su esencia se mantiene inalterable. Con más partidos sobre su lomo, más manejo de grupo, por cierto. Pero es el mismo que se hizo en el barro del ascenso y ahora disfruta de su presente como técnico de Arsenal, la revelación de la última Superliga. "No creo que sea el mejor momento de mi carrera, pero sí el más importante. Los trajes y los resultados ayudaron mucho", lanza, entre risas, apenas empieza el diálogo para LA NACION.
Con poco capital, pero mucha hambre de gloria, el Huevo Rondina transformó el destino inexorable del conjunto de Sarandí en un verdadero cuento de cenicientas. Perseverante, meticuloso, obsesivo táctico de las leyes del fútbol, aplicó al dedillo aquella frase de Ángel Labruna que alude a que "el éxito de una campaña está en la formación del plantel" con un método tan viejo como simple: trabajo. Eso mismo que no deja de hacer a pesar de la cuarentena. "Más allá de conectarme dos veces por día con mis jugadores, aprovecho para refrescar algunos partidos de Arsenal y analizar las estadísticas de la temporada que llevamos con el cuerpo técnico", admite.
–¿Cómo planifica un director técnico prácticas virtuales en tiempos de aislamiento?
–Por lo general, quienes se encargan de la planificación de los entrenamientos son los profes, lo mío es más un trabajo de supervisión y apoyo psicológico. Veo la rutina de fortalecimiento de músculos que hacen, pero me enfoco más en la parte humana, en testear sus estados de ánimo. La idea de estos encuentros es no perder el contacto y hacernos un poco de compañía. Hay muchos chicos que están llevando la cuarentena solos y encerrados en un departamento mono ambiente.
–¿Estás conforme con el trabajo que ves por la aplicación zoom?
–No, no tiene comparación con tener a tus jugadores en una cancha cara a cara y compartir el antes y el después de las prácticas. Ellos están de buen ánimo, cumplen con todo lo que le pedimos, pero les falta el contacto con el otro y el ritual típico de los entrenamientos. Esas tres horitas de trabajo y compañía. Y a mí también me pasa: extraño el quilombo del tránsito en la autopista, cuando cruzo de Libertad a Sarandí, el olor a vestuario, las bromas, los diálogos espontáneos. No hay nada mejor que tener a tus jugadores cara a cara.
–Muchos PF coinciden en que la vuelta al fútbol demandará varias semanas de preparación, como una pretemporada doble. ¿A Arsenal le costará igual o más que al resto retomar el envión que tenían desde el entendimiento colectivo antes del receso?
–Yo creo que todos los equipos vamos a estar en la misma. Cuando se levante esto, mínimo vamos a necesitar tres semanas para entrenar antes de empezar a competir. Después dependerá de cómo llegamos y de la puesta a punto que hagamos para recuperarnos física y psicológicamente. Desde lo futbolístico, Arsenal cuenta con la ventaja de tener un año de trabajo encima, será cuestión de repasar cuestiones tácticas y aceitar otras para no perder lo que veníamos haciendo antes de esto. No será fácil, hay que ver cuándo arranca el torneo y los jugadores que voy a tener. Porque en junio se vencen 15 contratos y no es lo mismo suplantar a uno o dos a que se vayan diez o doce jugadores. Ojalá que este plantel se pueda despedir adentro de una cancha.
–¿Por qué decís eso?
–Al noventa por ciento de los equipos se les vencen varios contratos y van a tener inconvenientes para darle continuidad a los proyectos de sus técnicos. En instituciones como Arsenal, donde el presupuesto es bajo, el problema será mayor, tanto para negociar como para incorporar. Hay que ver cómo quedan los clubes financieramente, porque hoy por hoy la Argentina no puede competir económicamente con ningún mercado, incluido Chile, Paraguay, Ecuador y Colombia.
–Tu contrato vence en junio, ¿tu idea es continuar en Arsenal o cambiar de aire?
–La respuesta la tiene Julito Grondona, el presidente de Arsenal. Hay que ver qué cosas tiene él en la cabeza, cuál es su proyecto y qué pretende. Hace dos años llegamos al club en un momento institucional complicado, donde descendimos y ascendimos y lo consolidamos en primera con un presupuesto mínimo. Yo estoy contento en el lugar que estoy y hoy por hoy la pelota la tiene la dirigencia de Arsenal, después veremos qué es lo mejor.
A los 48 años es el mismo Huevo Rondina de siempre. En la cordialidad y en la buena onda, en las convicciones y en el histrionismo, en los gestos y en las pasiones. "Estoy un poco más canoso, pero con las mismas ganas que cuando arranque a dirigir en Midland. ¿Será la cuarentena?". Y lo certifica el énfasis que le pone a las palabras para subrayar la brillante campaña que edificó con Arsenal en la última Superliga. "Pienso que colectiva e individualmente Arsenal se ganó el respeto del resto y reposicionamos al club a la altura de los mejores equipos. Hoy muchos de los jugadores, que hace un año eran desconocidos, son mirados por clubes poderosos", comenta.
–¿Cómo armaste este equipo que sorprendió gratamente en juego y resultados en la última Superliga?
–No fue fácil armar un equipo competitivo con el presupuesto mínimo que tiene Arsenal. Económicamente no estamos en condiciones de competir con nadie para traer figuras. Por eso lo primero que le dije al presidente del club fue que trate de mantener la base del ascenso que yo me encargaba de jerarquizar el plantel, que me iba a fijar en algunos jugadores de primera que no tuvieran continuidad en sus clubes. Así que me puse a llamar personalmente algunos jugadores que conocía y tuve que analizar varios ofrecimientos de representantes para combinar presupuestos y características con necesidad. Obviamente, no solo se evaluó lo futbolístico y económico, también me fijo mucho en la parte humana.
–¿Cómo hace un técnico de un club sin billetera gorda para convencer a un jugador y que se sume a su equipo?
–Esta vez no tuve que hacer demasiadas locuras, fue mucho más fácil que el armado del equipo que ascendió porque en primera todos se quieren mostrar. A todos los refuerzos bastó llamarlos y darle la confianza que necesitan para sumarse a un proyecto. A mí me gusta hablar con los jugadores y saber si ellos están a la altura de lo que exijo y yo a la altura de lo que ellos buscan. Por ejemplo, a Nico Giménez lo tenía visto de Chicago y sabía que Talleres lo quería prestar para darle rodaje; Daniel Sappa vino a pelear un puesto y terminó siendo titular; a Juan Kaprof me lo ofrecieron y no lo dudé en aceptarlo por su pasado en River y Defensa y Justicia, y con Ezequiel Piovi, que estaba en Almagro y tenía que volver a Gimnasia, lo invité a tomar un café y nos pusimos de acuerdo rápido para se sume.
–¿Cómo se puede ser ofensivo y vistoso aún sin tener un presupuesto amplio para contratar jugadores?
–Nosotros apostamos a un año de trabajo con el mismo grupo de jugadores que ascendimos y nos salió bien. Ese tiempo de trabajo, más las ganas de los muchachos, muchos con ganas de crecer, nos permitió pulir bien la idea de juego y acompañarla con buenos resultados. Obviamente que las incorporaciones nos dieron ese ritmo de Primera que necesitábamos. Los años en el ascenso me enseñaron que la idea de juego siempre está por encima del presupuesto.
–Te gusta que tus equipos tengan un enganche.
–Tiene que mucho que ver con mi pasado de futbolista. Yo era volante y en la mayoría de los equipos que jugué tenían un enganche. No me gustaba jugar 4-4-2 ni por afuera ni de doble cinco. Siempre me ha gustado tener un futbolista que le dé descanso y pausa al equipo. En Excursionistas lo tuve al Boli Aguilar; en Luján jugaba con Abel Oroná o la Chancha Aguirre; en Cañuelas y Colegiales lo tenía a Joselito Pereyra; en Atlanta a Lucas Ferreiro o en Dálmine estaba el Dudy Pérez, y ahora en Arsenal lo tengo a Nico Giménez, que tiene todo lo que debe tener un enganche clásico.
–¿El planteo 4-3-1-2 no lo negocias por nada?
–El esquema puede cambiar del 4-3-1-2 al 4-2-3-1, dependiendo de las características que tenga de los extremos o de los volantes internos. Jugar con un 8 clásico también depende si lo tenés o no. Si tenés más extremos, podés usar dos cincos y un enganche estilo mediapunta que juegue más cerca del 9 y no tan cerca de los volantes.
–¿Qué es lo mejor que tiene Arsenal y en qué debe trabajar más?
–El equipo sabe lo que tiene que hacer adentro de la cancha. Somos conscientes de las limitaciones y las virtudes que con las que contamos para respetar la idea futbolística que buscamos. Obviamente, más allá de los buenos resultados, también tenemos falencias. Y un punto a mejorar es la solidez defensiva: fuimos uno de los equipos más goleadores del torneo, pero al mismo tiempo tuvimos muchos goles en contra por no saber manejar una presión más alta.
–¿Qué sentís cuando tus jugadores, eso por los que vos apostaste, suenan como refuerzos de clubes grandes?
–Orgullo y bronca. Aunque no hay nada más satisfactorio para un técnico que los jugadores por los que uno apostó puedan seguir crecimiento deportiva y económicamente. Porque todos los que vinieron a Arsenal, conociendo la situación del club, lo hicieron por un sueño personal. Del primero al último se merecen lo mejor. Espero que no me los saquen en junio…
–¿Qué jugador te llamó más la atención?
–Tuvimos muchos puntos altos, pero lo de Piovi me encantó y fue el que más me sorprendió. Lo tenía visto y sabía lo que le podía aportar al equipo, pero no pensaba que iba a terminar jugando en un rendimiento superlativo. Aportó mucha recuperación, pases, goles y fue determinante en la organización del juego. De todas maneras, si Arsenal hizo la campaña que hizo es porque todo el plantel estuvo en sintonía con la idea.
–¿Qué diferencias principales encontraste entre la Primera Nacional y la Superliga?
–Las diferencias son muchas. Pero las más notorias son las estructuras de los clubes, el estado de los campos de juego, la velocidad con la que se juega y, sobre todo, el cambio de marcha y el roce que tienen los jugadores de equipos grandes. Es mentira que el jugador del ascenso es más fuerte y aguerrido que el de primera. Tal vez está más acostumbrado al juego fuerte, pero en el juego está un escalón más abajo y debe adaptarse.
–¿Qué fue lo que más le costó en ese sentido a Arsenal no bien ascendió?
–Lo que más nos costó fue emparejar el ritmo de juego. Hicimos un desgaste muy grande cada vez que no tocó jugar con los equipos grandes. Esa sincronización de velocidad y fortaleza física con que cuentan, a lo largo del partido suele marcar diferencias.
–Si vuelven los torneos cortos, ¿Arsenal tendría más posibilidades de salir campeón?
–Sí, no tengo dudas. Los campeonatos largos están hechos para que Boca, River y, cada tanto, Racing o algún otro grande impongan su poderío económico y futbolístico; ellos tienen más cantidad y calidad de recambios. Los campeonatos cortos son más atractivos y competitivos, les da más chances y crecimiento económico a los equipos chicos como Arsenal. Deberían volver los torneos cortos, ahí con Arsenal tendríamos más chances de ser campeón.
–¿Estás de acuerdo con la decisión de la AFA de dar por terminada la temporada y suspender los descensos?
–Mi postura es un poco ambigua. Porque entiendo que la temporada 2020 debería terminar con las 10 fechas de la Copa Superliga que restan y definir todo en la cancha, tanto descensos como clasificados a las copas con los mismos planteles y arrancar el 2021 de cero. Ahora, si esas diez fechas no se juegan, estoy de acuerdo que no haya descenso, porque a la mayoría de los equipos se les vencen muchos contratos en junio.
–¿Cuál es tu postura sobre el incremento de equipos en la Superliga?
–No estoy de acuerdo con un torneo de 28 o 30 equipos. Y eso que en 2016 tuve mi debut en Primera división con un torneo así. No debería a renegar de esa posibilidad, pero soy consciente que es muy difícil el armado y competitividad en un campeonato de tantos equipos. Además, si el reparto de los derechos de televisión no es equitativo sería muy difícil que los equipos chicos compitan de igual a igual con los poderosos. La cantidad de equipos no hace la calidad del torneo.
–¿Tras la pandemia el fútbol argentino cambiará en algo?
–Después de esto deberíamos ser más solidarios, replantearnos un montón de preocupaciones y ser autocríticos de la forma de vivir que tenemos. El fútbol no es ajeno a los problemas culturales y sociales que arrastramos en este país. Espero que los dirigentes también tengan un baño sensatez y comiencen a hacer las cosas bien para ordenar de una vez el fútbol argentino, no se merece que se lo manosee tanto...
–Por los trajes que usas para dirigir, ¿sos el técnico más coqueto del fútbol argentino?
–No sé si soy el más coqueto, pero me gusta vestirme bien. El día que supe que iba a dirigir en primera le dije a mi señora que al cambio debía acompañarlo con una pilcha acorde. Y así fue que salió la idea de empezar a usar traje. Mi señora habló con Julio Ullua, el dueño de Lord´s Boutique, y empezó a cambiar el look de a poco. Bah, no tan de a poco, porque al segundo partido me había puesto un saco cuadrillé contra River (se ríe).
–¿En qué te basas para elegir el look de cada partido?
–¡Julio prepara todo! Él tiene en cuenta si jugamos de día o de noche, si hace frío o calor, o si jugamos de local o visitante. ¿Sabés lo que reniego cuando voy los jueves a buscar la pilcha? Una vez me quería poner una flor en el pañuelo y lo saqué cag..., jajaja. A la línea me la banco, pero no me gustan mucho los pañuelos y las flores bordadas en los bolsillos del saco. Desde el 2016 empezó a vestirme hasta el día de hoy. No sólo en la primera A; en el Nacional B también…
–¿Qué hubiese pasado con tus llamativos sacos si el equipo no ganaba?
–En el 2018, cuando nos fuimos al descenso también usaba los trajes. La única diferencia es que el equipo no ganaba. Ahí quedó demostrado que los sacos no llamaban la atención...
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