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Los Rojos y un envión más anímico que futbolístico
En el segundo partido con Milito como DT, y aun con poco juego, Independiente dejó al calificado Lanús al borde de la eliminación y se repuso de la derrota por la Copa Argentina
El fútbol tiene mucho de juego mental. Cuando empezó la segunda etapa de ayer, ante Lanús y por la Copa Sudamericana, Independiente aún no había superado el trauma de la inesperada eliminación ante Defensa y Justicia por la Copa Argentina, en el mismo estadio, del 8 de este mes.
La prueba estuvo en el estado de inseguridad con el que salieron los jugadores y en la preocupación que tenía Gabriel Milito, que a un costado de la cancha pedía a gritos más juego entre tan poco, sobrepasado por los intentos de Lanús. Como si cada retazo del delicado terreno fuera un mal recuerdo, los futbolistas del Rojo parecían pacientes con hipertimesia, condenados a no poder olvidar lo que había sucedido 17 días atrás.
El que tampoco podía olvidar era Lanús, que durante el primer tiempo no tenía que esforzarse demasiado para recordar que es el mejor equipo del fútbol argentino. Un fotograma, apenas, hubiera alcanzado para darse cuenta de que si no ocurría nada fuera de lo normal, el Granate –tarde o temprano– abriría fuego contra el arco de Campaña.
Pero lo que nadie tuvo en cuenta anoche es que el fútbol es impredecible, que los recuerdos pueden ser malos y que a veces –muchas veces– se convierten en pesadillas. La víctima, esta vez, fue Fernando Monetti, que ya en el primer tiempo había coqueteado con el error y que a los diez minutos del segundo, en un intento por interceptar un centro desde la izquierda, le facilitó el gol a Leandro Fernández, que apenas tuvo que empujar la pelota para poner la serie 1 a 0. Quedaba mucho camino por recorrer pero Lanús, que llegaba como favorito tras el título del semestre pasado y la posterior conquista de la Copa Bicentenario, perdió su magia. Todavía, incluso, faltaba lo peor. El mazazo que pareció transformarse en sentencia.
Con la certeza de que el cruce se le hacía demasiado complejo, Lanús quedó frustrado y pagó muy cara su propia desesperación. A esa altura todos se olvidaron de todo. El local dejó muchos espacios e Independiente, que no retrocedía, entendió que era el momento de golpear de nuevo. A los 43 minutos, Emiliano Rigoni, con una definición extraordinaria, puso el 2 a 0, le dio el primer triunfo oficial a Milito en Independiente y dejó al equipo de Jorge Almirón al borde de la eliminación y sin poder entender en qué momento se les había descontrolado el partido. Sospecharon, con razón, que el encuentro se había resquebrajado tras el primer gol, cuando todavía el equipo granate se parecía al del semestre pasado.
Con dos conjuntos que tienen intenciones similares pero que están en distintas etapas de evolución, el resultado estuvo lejos de lo que indicó el funcionamiento de ambos. No hubo ni por cerca dos goles de diferencia. Independiente aún tiene transiciones mecánicas, movimientos forzados, todo lo contrario a lo que expuso Lanús, que en sus intentos tiene una frescura difícil de encontrar. Pero su ansiedad, la que lo dominó tras el 1 a 0 parcial, lo llevó a la perdición.
Con este resultado, Independiente, que no ganaba en el estadio Néstor Díaz Pérez desde el torneo Apertura 2006, quedó muy cerca de dar el golpe y meterse en los octavos de la Copa Sudamericana, torneo que ya conquistó en 2010. El 14 de septiembre se jugará la vuelta en Avellaneda, en un encuentro que será –salvo una sorpresa como la de ayer– un camino allanado para el Rojo, que sueña con desempolvar su mote de Rey de Copas.
Mientras los equipos se metían en los vestuarios, Milito, dándole palmadas a sus futbolistas, sintió que la derrota ante Defensa y Justicia, en su primer partido, había quedado olvidada. Tuvo, sí, motivos para sonreír.
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