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Los Rojos: un festejo con el guiño de la suerte
Independiente sigue siendo una decepción, pero al menos encontró el 1 a 0 con un gol en contra en el final del partido ante Temperley
No hubo estilo, ni método, ni escuela de ningún tipo en el gol que le dio a Independiente, sobre el final del partido, un triunfo inmerecido. Hubo, apenas, un diestro que ejecutó un tiro de esquina -en este caso Meza-, algunos movimientos desesperados porque iban 47 minutos del segundo tiempo, una falta no sancionada de Cuesta a Ibáñez y un volante de Temperley - Arregui- que, enceguecido por alejar el peligro, metió la pelota en su propio arco. Fue la victoria de la improvisación, un acto reflejo de un equipo que logró desahogarse pero que, una vez más, falló en su funcionamiento. Campaña, su arquero, fue el responsable de que el equipo que dirige Gabriel Milito mantuviera la fe hasta el último suspiro, momento en el que llegó el único tanto de la tarde, cuando el conjunto local estaba más cerca.
En 19 semanas bajo la dirección de Milito, Independiente, para ganar, todavía necesita de acciones aisladas, desubicadas del desarrollo. Lejos de lo que se intuía antes del comienzo del campeonato, Independiente aún es un puñado de futbolistas con talento pero con poca cercanía al juego colectivo. Luego de la derrota ante Atlético Tucumán, que encendió las alarmas de los Rojos, Milito decidió cambiar el esquema. Dejó el apático y estéril 4-2-3-1 para usar el 3-5-2 que, durante el primer tiempo, le dio resultado. No en el marcador, pero sí en el dominio. Durante esa parte, Independiente logró lastimar a Temperley, que no podía reaccionar ante un rival abierto que, a golpe de vértigo, rompía el engranaje defensivo.
Con nueve intérpretes en el medio campo -cuatro de Temperley, cinco de Independiente-, la zona central fue un bosque de piernas. Meza y el Cebolla Rodríguez, a los costados del Torito Rodríguez, fueron los pistones de Independiente. El territorio, con el transcurso de los minutos, quedó saturado. Como si fuera campo minado, una gambeta imperfecta o un pase mal ejecutado significaba un riesgo difícil de asumir. En ese contexto, los tres centrales del equipo de Milito -Figal, Pellerano y Cuesta- tomaron las riendas de los avances. Fueron los que mejor entendieron que en la asociación podía estar la diferencia. Pero tras varias aproximaciones, Independiente no supo convertir. Y Temperley empezaba, de a poco, a ver un resquicio para animarse.
En el segundo tiempo, Tagliafico se retrasó unos metros y el 3-5-2 se desdibujó. Independiente volvió a ser el de todo el semestre y el equipo que conduce Mayor, en los pies de Cólzera, avanzó. Sin desarmarse, se dio cuenta que podía. Buscó, encontró las oportunidades, pero -impreciso en la definición- las desaprovechó. Mucho tuvo que ver Campaña, quien, cuando el gol del local estaba cerca, se encargó de mantener su arco en cero. Sus intervenciones lo convirtieron en la figura del partido, el punto de partida para la victoria del visitante.
Milito, que en el primer tiempo se la pasó con las manos en su cabeza ante los goles que no llegaban, vivió con ansiedad el segundo capítulo. Supo que lo que ocurría sobre el terreno estaba lejos de lo que pretendía. Los cambios que instrumentó no funcionaron, más allá de algunos arranques de Barco. Nada hacía pensar que Independiente podía llevarse los tres puntos. Pero esto es fútbol.
Hasta el minuto 92 -fatídico para Temperley, bendito para Independiente-, cuando Meza conectó con su pierna derecha un tiro de esquina, Cuesta desacomodó a Ibáñez y Arregui, en su intento por quitar la pelota del área, la introdujo en el arco. Hubo un silencio largo, como de incredulidad, que quedó interrumpido por el grito de desahogo de los jugadores del Rojo.
Sin estilo, una lotería
El equipo que dirige Gabriel Milito todavía no puede traducir sus intenciones en un rendimiento estable. Como a lo largo de todo el campeonato, depende de lo que hagan sus individualidades. Ayer ganó, pero estuvo muy cerca de la derrota. Todavía no tiene un patrón de juego y, si sigue así, le va a costar más de la cuenta mantenerse en los puestos de arriba.
Las manos de Campaña
En el segundo tiempo, cuando Temperley jugaba mejor y se acercaba con peligro, el arquero uruguayo conservó su arco sin goles. Tuvo intervenciones que lo posicionaron como el mejor de la tarde. Rápido en las salidas, expeditivo cuando parecía todo perdido.
El talento de Cólzera
El mejor momento de Temperley estuvo encabezado por los intentos de Cólzera quien, desde sus condiciones basadas en la habilidad, fue uno de los generadores de juego. Tuvo una buena actuación, pero la derrota lo dejó con las manos vacías. Sin embargo, el equipo del Sur tiene una llave de juego y creación en su jugador más hábil, sobre todo, si se espía con optimismo el futuro.
Arregui, el inoportuno
El partido se consumía cuando, en un intento fallido, el volante de Temperley le dio el triunfo a los Rojos con un gol en contra. Tras el cabezazo, quedó tendido en el piso, como quien no puede creer lo que acababa de suceder.
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