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Los pibes de Vélez o la muestra de que dentro de una cancha la edad puede ser apenas un dato
Los chicos de la cantera de Vélez han enseñado un aplomo y unas condiciones notables; ante River dieron un salto de calidad pero les falta “el” paso final y ahora se les impone estar a la altura de las expectativas
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En el fútbol todos nos creemos capaces de hacer pronósticos, de anticipar lo que puede entregar un partido. Hasta que de pronto aparece un grupo de veinteañeros convencidos de lo que tienen que hacer y los papeles vuelan por el aire. Sucedió el miércoles en el José Amalfitani, por la Copa Libertadores. Vélez salió a la cancha con cinco chicos de menos de 23 años y después incorporó otros cuatro, incluido un juvenil de 17, y no solo logró empalidecer a River sino que estuvo muy cerca de dejar definida la serie.
Durante los 90 minutos de un partido se suceden variables infinitas y la edad de los protagonistas es apenas una de ellas. Sentir que el adversario crece y juega mejor y no encontrar los recursos futbolísticos para contrarrestarlo es un hecho común que a veces resuelven mejor los equipos desfachatados que los maduros, expertos, consolidados y hasta consagrados. Pudimos comprobarlo esta temporada con el ya célebre Real Madrid-PSG del Santiago Bernabéu.
Los pibes de Vélez vivieron su noche mágica estimulados por circunstancias que son más o menos generales a las generaciones jóvenes de nuestro fútbol, y a otras particulares del momento. Al atractivo propio y la historia de la Copa Libertadores se sumaron el clima festivo que generó el público y esa dosis de épica que otorga el hecho de saber que el favoritismo recae en los que están enfrente, lo que aligera un poco el peso del equipaje. Si se suma la valentía del entrenador para salir a disputarle el terreno y la pelota al rival con menos cautelas de las que se podían prever y la convicción para hacerlo en cada sector del campo, el resultado es el que vimos: un equipo hiperconectado, que transmitió en todo momento una sensación de bienestar, energía, vitalidad y entusiasmo que hizo olvidar el dato que indica el DNI de cada jugador.
Lo mejor de los pibes de Vélez
La actuación de los más jóvenes -sobresaliente en casi todos los casos pero en especial en los casos de Nicolás Garayalde y Máximo Perrone, el doble 5 de mitad de cancha- se enmarca dentro de lo que es la realidad de nuestro fútbol. Un pibe en la Argentina no es lo mismo que un pibe de otra parte del mundo. Recuerdo una anécdota de los tiempos en que César Luis Menotti dirigía la selección. Se cuenta que en un viaje a Europa los jugadores estaban viendo entrenar a los alemanes y uno de ellos hizo un comentario sobre la fuerza y la altura que mostraban. El Flaco se dio vuelta y le respondió: “Fuerte es usted que llegó hasta acá después de sobrevivir a la pobreza”.
Las experiencias vitales previas que por lo general debe atravesar un chico antes de alcanzar la Primera División lo hacen madurar antes de tiempo, y de alguna manera lo inmunizan frente a la presión que pueda generarle un partido de fútbol. La escuela de la vida lo va nutriendo y preparando psicológicamente para ese instante hasta convertirse en una muy valiosa carta de presentación.
Por otra parte, los tiempos han cambiado. Hubo una época en la cual los planteles tenían un promedio de edad de 27-28 años, con líderes mayores y jugadores intermedios que no se iban a Europa. Los pibes éramos excepciones. Íbamos asomando la cabecita como podíamos, mostrándonos de a uno o de a dos, y no era fácil integrarse a un equipo con mayoría de compañeros experimentados. Ahora no es así y me parece esencial, porque cuando juegan entre sí los más chicos encuentran una calidez y un confort que se asemeja mucho a lo que sucede en tercera, cuarta o quinta división y la adaptación se torna más sencilla.
Desde ya, esto no es una ecuación matemática. El mismo Vélez venía llevando un recorrido sinuoso en los encuentros previos, y dos días después de lo visto en Liniers, Boca calcó la experiencia -contra Banfield hubo siete titulares con edades entre los 20 y los 22 años- y el resultado fue diametralmente opuesto, lo cual demuestra que en la dinámica de un partido intervienen múltiples factores y circunstancias.
A los pibes de Vélez les espera ahora un partido para el que van a tener que estar doblemente preparados. River está herido no solo por la derrota sino porque ha sido desafiado en el orgullo y querrá dar una muestra de carácter que lo lleve a imponer las condiciones de juego. Se abre así un interrogante, ¿se trató de una noche aislada? ¿Podrán estos chicos alcanzar el mismo techo de rendimiento que en el Amalfitani?
También el entrenador se enfrenta a pruebas de compleja resolución. Valentín Gómez, que cumplió 19 años la semana pasada, tuvo una muy buena actuación en la ida, pero contar en el plantel con un jugador del liderazgo y el peso específico de Diego Godín es toda una tentación para jugarse 90 minutos a todo o nada. Tan tentador como aumentar las precauciones defensivas cuando se llega con ventaja, aunque esta sea mínima.
Los chicos de la cantera de Vélez han enseñado un aplomo y unas condiciones notables. El miércoles dieron un salto de calidad pero les falta “el” paso final y ahora se les impone estar a la altura de las expectativas. Quedan solo un puñado de horas para saber si además de con su fútbol cuentan también con la personalidad suficiente para superar el reto.
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