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Los mensajes tácticos que dejó la Francia de Didier Deschamps
Francia terminó siendo un justo campeón: venció a los dos equipos reconocidos como los más vistosos (Bélgica y Croacia) y pese a que hasta algunos rivales lo catalogaron como un "equipo defensivo", terminó anotando 14 goles en 7 partidos, solo ante Dinamarca no convirtió. El equipo estuvo armado siempre pensando en planteos y formaciones que lo impulsen al triunfo. Arrancó con intenciones protagonistas desde el esquema 4-2-3-1 de Didier Deschamps, aunque cuando debió modificar su fisonomía en función de los contextos, lo hizo. En la final ante Croacia se paró desde el comienzo 4-4-2 para tapar el juego externo: Mbappé estuvo más pendiente de frenar a Strinic y Matuidi de controlar las subidas de Vrsaljko. Contra la Argentina, después de ponerse en ventaja 1-0 (apenas iban 12 minutos), también pasó a jugar 4-4-2: Griezmann, Kanté, Pogba y Matuidi; Giroud y Mbappé. Con Bélgica, faltando 6 minutos y ganando 1-0, el DT puso a Nzonzi por Giroud para reforzar el medio campo y corrió a Mbappé de centrodelantero.
En la final ante Croacia, Kanté estaba impreciso (un 57% de aciertos en sus apenas 14 pases, según datos de Opta) y estaba amonestado: a Deschamps no le tembló el pulso: a los 10 minutos del segundo tiempo, afuera Kanté (1m68) y adentro Nzonzi (1m96) para buscar algo más de posesión y juego aéreo defensivo, sobre todo porque Croacia dejaba el alma y no paraba de empujar con centros y pelotazos cruzados. Sí corrió un riesgo el DT cuando ante la Argentina reemplazó faltando segundos a Mbappé (ingresó Thauvin) y Griezmann (Fekir). Cuando lo pensó, ganaba por dos goles: si de casualidad el equipo de Sampaoli llegaba al 4-4 en ese último centro, quizás jugar el alargue sin sus figuras hubiera sido…
No se puede tildar a Francia de defensivo si junta a futbolistas de buen pie, si tiene en las bandas a laterales con más atributos ofensivos que de marca como Pavard y Lucas Hernández, menos si generan desdoblamientos y salidas tan limpias que son capaces de llegar juntos al gol, como en el jugadón del 2-2 ante la Argentina. Tampoco si, del medio para arriba, arma sociedades desde las características de Kanté y Pogba, más las movilidades y velocidades de Mbappé, Griezmann y Matuidí, sumados a un Giroud que jugó más para las necesidades del equipo que para su lucimiento personal. Está claro que ningún 9 se puede ir contento si no acierta ni un remate al arco en un Mundial, pero su valor en el título estuvo en haber estado al servicio de cada compañero (de vuelta, según los contextos).
Sí hubo una postura clara de Francia de darle prioridad a defenderse bien y que sus primeros defensores sean los delanteros, esfuerzos cotidianos de Griezmann y Giroud, incluso de Mbappé para correr hasta su área chica al lateral izquierdo de turno. Por eso no necesariamente le interesó ganar los duelos de la posesión (ante Croacia tuvo solo el 34,2%, frente a Bélgica el 36,4% y ante la Argentina el 39,7%). Sabía que retrasándose, además, se autogeneraba los metros para que sus atacantes rápidos logren hacer la diferencia de contraataque, con transiciones veloces. Pero eso no implicó dejar de atacar. Por eso no fue casualidad que, aún sin tener tanto el balón, generó más situaciones de riesgo que Croacia (7 vs. 6), Bélgica (8 vs. 7) y la Argentina (10 vs. 4).
Y en el Mundial de la Pelota Parada respondió con un ejecutante decisivo (Griezmann) y también con poder aéreo: Varane (1m91), Umtiti (1m81), Pogba (1m91), Giroud (1m92) y Lucas Hernández (1m84); incluso Matuidi (1m80) hubo veces que dejaba la zona del rebote y se sumaba como un sexto cabeceador. Le sacó provecho.
Francia no enamoró, pero fue construido para ganar. Desde la solidez de Lloris (más allá del desliz en la final –"los partidos terminan recién cuando terminan", les repetía Carlos Bianchi a sus jugadores–) y los centrales Varane y Umtiti. Después, los laterales con despliegue, un 5 de quite como Kanté y los desequilibrantes antes mencionados, más el aporte del siempre criterioso Tolisso cuando ingresaba por la izquierda. No eran todos mediocampistas, pero apuntaron a ganar esa zona con subidas de los laterales y retrocesos de los delanteros.
El equipo, además, aprovechó el Mundial para ir de menos a más. Fue subiendo escalones desde la fortaleza de un estilo y el convencimiento de que las ideas de Deschamps acercarían a los jugadores al triunfo. El mejor ejemplo está en Giroud: si el 9 no hace goles, difícilmente un equipo pueda justificar que juega bien. Francia se dio hasta ese lujo. Hay que tomarlo como una excepción a la regla.
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