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Los goleadores recuperaron el poder en la Superliga: datos, marcas y curiosidades
Adolfo Gaich, el Tanque, tiene 20 años, es cordobés y mide 1,90m. Rubio, de ojos claros, prepotente desde el físico, rústico con los pies y un artista en las alturas, suele ser un habitual citado en los seleccionados juveniles. Sudamericano y Mundial Sub 20, Juegos Panamericanos 2019, es una guía ideal para los corredores desde los costados y, también, los que aún se disfrazan de enganche. La pelota, por arriba o por abajo, acaba en el dominio de este clásico N° 9 que admira a Robert Lewandoski, el polaco que es una referencia en su espejo. En San Lorenzo, mientras, esperaba. Lo espiaban, lo examinaban y lo dejaban a un costado.
Jorge Almirón, primero, y Juan Antonio Pizzi, más tarde, lo corrieron de la escena, por estilo, por gustos personales. Y San Lorenzo fue un tropiezo, entre otros asuntos, porque no marcaba goles. Ni Blandi, ni Bareiro. Con Diego Monarriz, un entrenador de la casa, Gaich es un protagonista. Seduce su esfuerzo, la lógica de la humildad. Días atrás, se supo que Milan hace cuentas y podría ofrecer unos 10 millones por el pase del delantero que en primera apenas actuó en 23 partidos –la mayoría como suplente– y anotó 6 goles.
"No le doy importancia a los rumores de una transferencia. Me enfoco en lo que sucede adentro de la cancha. De lo otro se ocupan el club y mi representante. Ahora me siento muy importante. Monarriz es un técnico que me dio mucha confianza y yo espero responder con goles y con juego", reflexiona el joven, el autor de los tantos de San Lorenzo en el triunfo por 2 a 0 sobre Patronato, uno de los N°9 que revierten la tendencia que había eclipsado a la Superliga hasta la 9ª fecha, cuando el goleador era Bruno Pittón, otro de la escudería azulgrana.
El defensor, que juega de lateral izquierdo, era el artillero de la Superliga, con 5 tantos en 9 partidos. Nació en Santa Fe, se hizo conocido en Unión y tuvo un paso fugaz por Sportivo Las Parejas, club con el que logró el ascenso al Torneo Federal A.
Hoy, San Lorenzo es uno de los equipos que más convirtieron, con 22 –la misma cifra sufrió en su propio arco–, a 7 de River, el más goleador y el único equipo que tiene un promedio de más de dos goles por partido. Un torneo que no brilla por el gol, precisamente. Pero, al menos, a partir de los últimos seis capítulos, recuperó el poder de fuego de los goleadores. Y no solo por el Tanque Gaich. Con 8, encabezan la nómina Rafael Santos Borré (River), Silvio Romero (Independiente, con un promedio extraordinario, en 9 partidos) y Nahuel Bustos (Talleres), una suerte de falso número 9, de moda en el fútbol mundial.
El colombiano recuperó la estirpe en el área rival, más allá de la exigencia física que le demanda el estilo de Marcelo Gallardo. Marcó en las semifinales contra Boca, de penal y anotó en la final frente a Flamengo, en Lima. Desorientado Pratto, sin presencia en el área el pibe Álvarez, Scocco se ofrece, una vez más como una alternativa del N°9 talentoso, inoxidable. Con una joya, estableció el 3-2 el sábado pasado, frente a Newell’s, en Rosario, lleva 9 gritos ingresando en la parte final y es, con 36, el segundo goleador del ciclo del Muñeco. Está a cinco de Lucas Alario y tiene dos más que Borré.
Sus números son llamativos: actuó en la temporada en 407 minutos, en diez encuentros –tres solamente como titular– y convirtió cinco tantos. "Es el gol que menos disfruté en mi carrera", describió Nacho, por su pasado en Newell’s. Tiene un sabor amargo, porque siempre corre de atrás, más allá de sus vaivenes físicos. Sobre todo por no haber sido parte de la finalísima. "Uno quiere jugar todos los partidos siempre. No me tocó. En un partido hay tres cambios y otros compañeros que también lo merecían. A mí no me tocó y obviamente me dolió mucho", contó. Los delanteros millonarios, de ayer a hoy, marcan la tendencia. Pero no son los únicos.
En esta fecha, volvieron los centrodelanteros con el poder que parecía ausente apenas un par de meses atrás. Darío Cvitanich, de penal, marcó para Racing; Ramón Ábila y Santiago Silva anotaron en el choque de punteros que terminó 1-1 en la Bombonera y Leandro Fernández convirtió para Vélez.
A pocos días de cumplir 39, el Pelado Silva reflexiona acerca del paso del tiempo y su –recortada– ferocidad en el arco adversario. "A esta edad, uno tiene el contagio. Si los chicos ven que un tipo de 38 años se rompe el lomo, es un contagio. Hoy me toca eso. No me tocó convertir como quería, pero la verdad es que el equipo lo está haciendo muy bien. Estamos disfrutando y nos queda una fecha para poder terminar ahí arriba", cuenta el delantero de Argentinos, que refleja una síntesis de lo que ocurre en el fútbol mundial: los número 9 son los primeros defensores, ya no tienen la libertad de descansar en el área adversaria.
Bustos, en Talleres, recibió últimamente las asistencias de Dayro Moreno, un centrodelantero que –como tiene muy buena técnica– también suele retrasarse para habilitar a sus compañeros: "Tiene todo el mapa de la cancha. Yo lo miro siempre y trato de marcarle el pase, busco atacar el espacio. Me desmarco y sé que enseguida él tac, te filtra el pase para dejarte de cara al gol". Moreno asistió en tres de los cinco goles de la T ante Godoy Cruz, en Mendoza (a Bustos, Menéndez y Fragapane).
Hasta los primeros días de octubre, Pittón representaba la tendencia del fútbol argentino: goles convertidos por defensores y volantes que dejan a un costado a los clásicos número 9. "Sabemos que es un lateral que llega al ataque y no es poca cosa que –jugando en esa posición– haga tantos goles. Lo hace muy bien y lo felicito. Es un orgullo ser el goleador, pero en este equipo se reparten los goles", aseguraba Borré, sorprendido por esa tendencia. Hoy, está en la cúspide: se recompuso la lógica.
Ahora, entre los 12 primeros artilleros, hay seis clásicos goleadores. Un ejemplo: Pepe Sand (5 goles en Lanús), el Morro García (5 tantos en Godoy Cruz) y Leandro Díaz (5 gritos en Atlético Tucumán). Los goleadores recuperaron el poder.
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