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Los campeones eternos
El pediatra Atilio Narancio, presidente de la Asociación Uruguaya de Fútbol (AUF), hipotecó su quinta de Maroñas; el Comité Olímpico Uruguayo quiso evitar el viaje por miedo a un papelón, y el hermano de Pedro Cea, temeroso del barco, pidió a gritos al jugador que se bajara del vapor francés Desirade. La Celeste viajó igual: ganó los nueve partidos de una gira previa por España, goleó luego 7-0 a Yugoslavia en una eliminatoria y, en el estadio de Colombes, al noroeste de París, venció 3-0 a Estados Unidos, 5-1 a Francia, 2-1 a Holanda y 3-0 a Suiza en la final. El equipo del capitán José Nasazzi, José Leandro Andrade y Héctor "el Mago" Scarone, entre otros, se coronó campeón olímpico en París 1924, cuando no había Mundiales y los Juegos definían al mejor. Campeón sudamericano en 1923-24 y 26, Uruguay repitió el oro en Amsterdam 28 y, para despejar dudas, ganó en 1930 la primera Copa Mundial de la FIFA, ambos en finales contra la Argentina. Uruguay fue la primera gran selección de la historia y el mejor fútbol del mundo se jugaba entonces en el Río de la Plata. "Esto –se indignaba Mariano Arrate, medalla de plata con España en Amberes 1920 y en 1922 en plena gira por la Argentina– no es leal, amagan por un lado y salen corriendo por el otro… ¡Que vengan siempre p’alante! ¡Siempre p’alante!"
Reforzada por oriundos argentinos, Italia ganó los Mundiales de 1934 y 38 y se mantuvo invicta cuatro años y 30 partidos. Además, con una formación amateur, logró el oro olímpico en Berlín 36. Hungría, que había perdido la final del Mundial de 1938 ante Italia, ganó el oro olímpico en 1952 y asombró al mundo cuando en 1953 goleó 6-3 a Inglaterra en Wembley y 7-1 en la revancha de Budapest. La selección liderada por Ferenc Puskas debutó en el Mundial de Suiza 54 goleando 9-0 a Corea del Sur. Aplastó luego 8-3 a Alemania y eliminó con sendos 4-2 a Brasil y Uruguay, los finalistas del Mundial anterior. Inesperadamente, perdió 3-2 la final contra Alemania. Fue su primera derrota en seis años y 43 partidos. Los húngaros, que tocaban la pelota y jugaban con falso 9, como la España de estos días, no ganaron Mundiales como Italia, pero esa selección también es citada por muchos entre las mejores de la historia.
Después fue el turno de Brasil. Campeón mundial en Suecia 58, cuando el plantel se rebeló y exigió que Pelé y Garrincha fueran titulares, Brasil repitió en el 62. Pocos recuerdan que en ese Mundial de Chile España estuvo a veinte minutos de eliminarla en primera fase. Tras un opaco triunfo 2-0 ante México, Brasil empató 0-0 con Checoslovaquia, sufrió la lesión de Pelé y quedó obligado a ganar el juego siguiente. España, con Puskas y sin Alfredo Di Stéfano, lesionado, le ganaba 1-0 y a los 60 minutos le fue anulado un gol de modo aún hoy difícil de entender. Amarildo, reemplazante de Pelé, salvó a Brasil a los 72 y a los 86 minutos, el segundo tras gran jugada de Garrincha, que terminó siendo el héroe del Mundial chileno. En ese período, Brasil sólo fue subcampeón sudamericano en 1957 y 59. El Brasil más recordado es el del "jogo bonito" que ganó el "tri" en México 70, con cinco jugadores que eran números 10 en sus respectivos equipos: Pelé (Santos), Gerson (San Pablo), Tostao (Cruzeiro), Rivellino (Corinthians) y Jairzinho (Botafogo). Jugó 6 partidos de eliminatorias y 6 de Mundial. Los ganó todos. 44 goles a favor y 9 en contra. En el Mundial, salvo el 1-0 ante Inglaterra, Brasil se lució en los demás partidos. El más recordado es la final: 4-1 ante Italia. Tiró 28 veces al arco y realizó 20 gambetas, cifras hoy imposibles, aunque el recuerdo idealizado omite decir que Rivellino falló 7 pases, Pelé hizo 5 foules y Tostao casi no tocó la pelota.
La Alemania de Franz Beckenbauer y Gerd Muller ganó la Eurocopa 72 y el Mundial 74 y cayó por penales ante Checoslovaquia en la final de la Euro 76. Pero el mundo recuerda más a La Naranja Mecánica de Holanda, finalista en los Mundiales de 1974 y 1978. Los holandeses, cuyo juego de dinámica y presión constante cambió al fútbol, se sintieron campeones morales argumentando que era imposible ganar una final ante los dueños de casa. Un libro del periodista Marcel Rozer demuele ese mito. No ganaron, dice Rozer, porque fallaron en instancias clave de ambas finales. La Argentina tuvo su hora cuando ganó su primer Mundial en el 78 y al año siguiente logró el Sub 20 con Diego Maradona. Diego lideró luego al sólido campeón de México 86 y al discretísimo finalista de Italia 90. Después llegaron las Copas América 91 y 93 y luego, la sequía. Brasil, con cracks como Romario, Rivaldo y Ronaldo, rompió su propia sequía con el Mundial 94, final 98 y Mundial 2002 y, en el medio, las Copas América de 1997 y 99. Seguidillas de títulos que, sin embargo, no ubican a esas selecciones, que cambiaron técnicos o jugadores, en el podio histórico de los mejores. Mucho menos a Italia, que fue campeón inesperado en 2006, cayó en primera rueda de Sudáfrica 2010 y resucitó ahora en la Euro 2012. Chocó en la final contra una España de arco imbatible y de bajitos que se adueñan de la pelota. Campeona mundial en Sudáfrica y europea en 2008 y 2012, España, dicen ahora medios europeos, "es la mejor selección de todos los tiempos".
The Wall Street Journal dijo antes del torneo que si España ganaba otra vez la Eurocopa estaríamos no sólo ante la mejor selección de fútbol, sino ante el mejor equipo de la historia de todos los deportes. Sólo los Yankees de Nueva York del mítico Joe Di Maggio, de fines de los 40, se acercaban al 91,4 por ciento de eficiencia de "la Roja" en cinco años de competencias oficiales. Ni los Bulls de Michael Jordan (NBA) ni los Dallas Cowboys de los 90 (fútbol americano) ni los Montreal Canadiens de los 50 (hockey sobre hielo), dijo el diario estadounidense. Aquí hablamos sólo de fútbol. Y de selecciones. Y sabiendo que, como decía Tostao, "no se puede analizar el fútbol de ayer con el pragmatismo de hoy, pero tampoco se puede analizar al fútbol actual con la nostalgia de ayer". El debate que ubica a España entre las mejores se debe no sólo a sus resultados, sino también, como sucede con Barcelona, a la superioridad por momentos abrumadora que ejerce ante grandes rivales. La naturalidad sin sorpresas con la que parece dominar todos los resortes del juego y su afán por asegurarse primero el dominio del partido reabrieron debates sobre si el estilo de España, de posesión a veces sin profundidad, no termina siendo también un estilo demasiado rígido, de miedo al riesgo o pura impotencia ofensiva. Sin gol, y a veces sin tirar al arco, ironizó una página web, lo de España no es "Tiki taka". Es "toquenaccio".
Lo bueno de una selección multicampeona es el contagio. El ex DT italiano Arrigo Sacchi contó una vez que Pep Guardiola le pidió si podía recomendarle "un central que iniciara la jugada". "Le dije: tengo 65 años y nadie en Italia me hizo alguna vez esa pregunta." Pero Italia archivó el catenaccio y su sumó al toque. Perdió 4-0. La Italia más cautelosa de México 70 salió a cuidarse en la final contra Brasil y no le fue muy diferente: perdió 4-1. La nueva apuesta italiana por el riesgo ayudó a España a confirmar que su juego de toque es el medio, no el fin. Y la distinción como mejor jugador del torneo para Andrés Iniesta (que contabilizó apenas una asistencia) y no para Fernando Torres (3 goles y 1 asistencia) confirmó que el fútbol es algo más que una estadística. Y que por eso, aunque no fueron campeones, la historia también recordará siempre a la Hungría de los 50 y la Holanda de los 70. Muchos, sin embargo, insisten en que sólo tiene razón el que gana. Por eso presionaron por cambios en Italia después de tres derrotas seguidas previas al debut en la Eurocopa. O, tras una primera fase irregular, urgieron por un "9" de área en España. Terminaron archivando sus reclamos para no quedarse fuera de la final. Lo mismo hicieron los jefes de Estado Mariano Rajoy (España) y Mario Monti (Italia). Ambos olvidaron sus promesas de boicot político a Ucrania y fueron a la final de Kiev. Tampoco quisieron quedarse fuera de la foto, un recreo fugaz en medio de la crisis. Terminada la Eurocopa, la TV nos volvió el domingo al fútbol nuestro de cada día. A nuestros campeonatos, es cierto, más parejos e inciertos, de finales más emotivos. Y mientras veo futbolistas que corren sin jugar, pienso en cuándo fue que comenzamos a aceptar el reclamo que nos formuló en 1922 el enojado zaguero y capitán vasco Arrate. Casi un siglo después, sus compatriotas se adueñan de la pelota, engañan y la mueven con rapidez y precisión únicas hacia todos los sectores del campo. Nosotros, en cambio, chocamos corriendo "p’alante, siempre p’alante".
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