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Lo de Scaloni recuerda al primer Alfio Basile
El flamante ciclo post Rusia 2018 tiene muchos puntos de contacto con el que arrancó Alfio Basile luego de Italia ’90. Más allá de dos resultados bien diferentes, la sensación es la misma: fin de ciclo y necesidad de reconstruirse sin su crack de referencia en los últimos tres Mundiales. Maradona tenía 30 años en 1990. Hoy Messi tiene 31. En 1991, Coco no era la opción más valorada para reemplazar a Bilardo a pesar de sus quince años de trayectoria. Daniel Passarella llenaba ese formulario con su pasado de Gran Capitán y su presente campeón como DT de River. Julio Grondona aceptó la sugerencia de Juan Destéfano y eligió a Basile. Lionel Scaloni no tiene experiencia como entrenador de club. Formaba parte de los cuerpos técnicos de AFA y aceptó el cargo provisional. Ninguno del GPS Gallardo-Pochettino-Simeone acepta el proyecto Selección en este momento de sus carreras. Martino no volverá. Mexico lo espera. Descartados estos candidatos indiscutibles, el menú de opciones se abrió e incluyó al actual interino. Scaloni se quiere quedar y los jugadores que él eligió quieren que se quede. La AFA lo confirmará muy pronto. El contexto lo ha ayudado hasta en el calendario.
La UEFA cerró su círculo con la nueva Nations League y recortó el álbum de rivales. Un clásico con Brasil, blandos protocolos ante Guatemala e Irak más Colombia y México también en transición. Un programa bastante agradable luego de la tormenta rusa promovió ensayos y resultados positivos. En 1991, Coco Basile convocó muchos futbolistas nuevos para suceder a una generación agotada. Pumpido, Giusti, Batista, Olarticoechea, Burruchaga, próceres en Mexico y mártires en Italia, se fueron con el Doctor. Sergio Goycochea y Oscar Ruggeri quedaron como líderes del nuevo ciclo, repleto de debutantes como Gamboa, Franco, Villarreal, Bisconti, Latorre, Mohamed y Medina Bello. El arranque fue ante Hungría en Rosario con triunfo por 2 a 0. Luego ganaría de manera brillante la Copa America de Chile ’91 con Simeone, Caniggia (promovidos por Bilardo) y la espectacular irrupción de Gabriel Batistuta, que no figuraba en ningún radar. Leo Rodriguez le quitó el puesto a Latorre como ese enganche detrás de Cani y Bati. Meses después se sumó Redondo. Coco armó un equipazo sin tener en cuenta el eventual regreso de Maradona, suspendido por doping entre marzo de 1991 y agosto de 1992. Conservó lo que servía, renovó lo que faltaba y mezcló muy bien ambas partes. Hizo su trabajo en un panorama distinto. No había Ley Bosman ni tantos mercados para los futbolistas argentinos. El campeonato local podía nutrir al seleccionado.
Tras el 3-4 de Kazan ante Francia, la Selección parecía tierra arrasada. Del plantel de Sampaoli, Scaloni reclutó en diferentes convocatorias a Tagliafico, Mercado, Meza, Pavón, Acuña, Salvio, Dybala, Lo Celso, Otamendi y Armani. Sumó a Paredes, Pezzella, Icardi, Lautaro Martinez, Bustos, Battaglia y Romero, marginados de Rusia en el último corte. Detectó de la Superliga local a Saravia, Pity Martinez y Exequiel Palacios más Alan Franco, Vargas, Gimenez. Lanzados en su momento por Martino, Funes Mori, Lamela y Pereyra volvieron a la consideración. Kanemann en Brasil. Simeone y De Paul en Italia. Cervi en Portugal. Ascasibar en Alemania. Gazzaniga y Foyth en Inglaterra. Mudo Vazquez y Correa en España. Todos recibieron su llamado. Nunca repitió equipo titular. Cambió de sistema de acuerdo durante los partidos y según el rival. Convocó 42 jugadores. Les dio minutos a 35. Hizo debutar a 16. Transmitió sentido de pertenencia luego del fracaso de Rusia.
Los amistosos ante Mexico en el país le permitieron generar cercanía con el público. El plantel dialogó con la prensa sin restricciones. Saludó a los hinchas apenas llegaron a Mendoza. Se difundió la visita al Hospital de Niños de Córdoba. Quiso que se notara el contraste con la distancia del ciclo anterior y lo logró. Puso en marcha el Operativo Cambio de Imagen. Tomó la demagógica decisión de retirar el número 10 "porque es de Leo". Messi no necesita esa sobreprotección, contradictoria con la decisión de armar grupo y equipo sin estar tan pendiente de su vuelta. Cuando regresó al seleccionado para el repechaje con Australia en octubre de 1993 (había jugado la Artemio Franchi en febrero), Maradona se encontró con un ecosistema muy distinto. Debió aclarar asuntos pendientes con Ruggeri y Redondo. Cuando vuelva, Messi tendrá más compañeros que amigos aunque sin cuentas viejas. Su reinserción será deseada y apacible. Posible causa de su inminente confirmación, Scaloni ha propuesto una valiosa contribución desde el juego: la renovación del mediocampo.
La selección necesitaba intérpretes con presencia en ambas áreas e influencia en elaboración, finalización y recuperación. El entrenador obró en consecuencia. El triángulo Paredes, Lo Celso y Palacios, con sus respectivas variantes, debería ser política de Estado a seguir luego de la era Mascherano, Biglia y Banega. Resultó interesante el primer ensayo ante México con tres centrales (excelente Foyth) para darle amplitud al equipo con Saravia y Acuña por los costados y generación de juego por dentro con Paredes, Lo Celso, Correa y Dybala. Es un esquema compatible con los regresos de Messi y, por qué no, Agüero, aun vigente y competidor para Icardi, de golazo en el segundo partido de la saga. Las atajadas de Gazzaniga y el festejo de Dybala completaron el combo en Mendoza. A Scaloni le salieron todas y dejará de ser interino con aquella fórmula inicial de Basile: conservar lo que sirve, renovar lo que falta y mezclar bien. Hay más coincidencias entre 1991 y 2018: ninguno de los dos representó una refundación. Como dijo Menotti el lunes pasado por la noche en Fox Sports, el último proyecto completo de Selección Nacional terminó en 1990. Carlos Bilardo estaría de acuerdo.
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