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Lionel Messi y su versión prohibida para menores
La reacción del argentino en su primer partido en París
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¿Qué habrá impulsado a Mauricio Pochettino a sacar a Lionel Messi cuando todos saben que al crack rosarino no le gusta salir? Es extraño que con la afinidad que tienen no hayan tenido una charla al respecto. Pero más allá de la decisión, todo pareció enfocarse en el enojo del futbolista, por ahora. Pocos advirtieron que el entrenador no hizo nada inapropiado. Apenas hizo un cambio. Ni más ni menos que su trabajo.
Es el primer partido del argentino como local en la temporada. Demasiado temprano para que las cosas comiencen a estar mal. Un simple gesto, una mano que no se extendió demasiado, un mohín de desprecio para con la decisión. Y los días de Pochettino en París ya no serán los mismos.
El impulso casi infantil de Messi de enojarse porque tuvo que salir toma una dimensión diferente a la de cualquier otro jugador. Y él lo sabe. Cada gesto suyo será medido, estudiado e interpretado. Esta vez, no hizo más que condicionar a su entrenador. Un técnico al que dijo respetar y con el que desde los orígenes leprosos comulga los mismos gustos futbolísticos. ¿Tan grave es, a los 34 años, y después de ganar seis Balones de Oro perderse 15 minutos de un partido?
Pochettino se encuentra contra la pared si no toma una decisión urgente al respecto. ¿Cuántos más en la tropa podrían rebelarse? Neymar, Mbappé, Di María, Donnarumma... Podría hacerlo, también, el español Ander Herrera, uno de los mejores futbolistas del equipo parisino en el comienzo de temporada, que gritó como loco el gol de Icardi al lado de un Messi encaprichado. O Leandro Paredes, que viene de ser campeón de la Copa América y vio todo el partido desde afuera. Y qué decir de los que ni siquiera van al banco de suplentes. O de Achraf Hakimi, que entró en lugar del argentino.
Una respuesta rápida es que ninguno de ellos tiene la categoría del exjugador de Barcelona. Pues pensarlo así también sería un error. Messi acaba de comprobar (por las malas y por las buenas), que la valoración de un jugador puede cambiar rotundamente con el éxito del equipo. Su alegría genuina y merecida por su primer triunfo con la selección mayor eliminó a la última resistencia. A los que todavía ponían en duda su jerarquía por la falta de un simple título. Sin embargo, con un gesto que no duró más que cuatro segundos, eligió ponerse por delante del equipo.
Pochettino, que ya tenía la difícil tarea de conformar a un enorme grupo de estrellas, ahora quedó expuesto. Tiene que mostrarles a la prensa, a su mánager (Leonardo), al dueño del club y a los inversores qataríes que es capaz de manejar esta situación incómoda. Y todo, con el dolor de saber que la herida fue provocada por fuego amigo. Si se levantaban apuesta para saber quién provocaría el primer escándalo de vanidades en ese equipo, los nombres mas mencionados hubieran sido los de Neymar o Mbappé, no el de Messi.
Como sea, Messi tiene 34 años y cientos de millones de fanáticos en todo el mundo. Puertas adentro se cuentan historias que señalan que puede tener un carácter fuerte para imponer su opinión. Pero es raro verlo públicamente así, arrogante ante una decisión de su entrenador. El mensaje que transmitió fue pésimo. Y tiene experiencia suficiente para saberlo. Tal vez esté a tiempo de disculparse.
El año pasado, cuando Michael Jordan hizo público su documental The Last Dance, y ante la euforia que su emisión generó a nivel internacional, todos recibieron con asombro y agrado las imágenes inéditas de aquel Chicago Bulls histórico. La admiración por el personaje es tan grande que es muy difícil mirar costados negativos. En ese documental, Jordan, entre otras cosas, justificó el maltrato a compañeros en pos del triunfo, explicó que en su mundo (el de los mejores) no existe otra alternativa que la victoria y que estaba dispuesto a cualquier cosa por ganar. En el análisis profundo de la serie, el periodista Fabián García escribió en Basquetplus una columna de opinión que tituló: “The Last Dance: prohibido para menores”.
Aunque esta realidad es distinta, el mensaje puede ser el mismo. El que considere que no es tan grave enojarse por un simple cambio, debe saber que el poder de Messi se extiende bastante más allá de la supremacía que ejerce dentro de la cancha. Ya se han visto pruebas de ello en Barcelona. Se puede entender en el supercompetitivo y profesional mundo del deporte. Pero su comportamiento en el Parque de los Príncipes fue un acto que debería ser prohibido para menores.
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