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Lionel Messi, un campeón que todavía se busca a sí mismo en PSG y en una París poco futbolera
Hizo el golazo del título de la Ligue 1, pero no hubo grandes festejos y los ultras siguen silbando por el fracaso en la Champions League; Leo y un papel futbolístico a la sombra de Kylian Mbappé
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A lo largo de la Ligue 1 se acumularon evidencias de que Paris Saint-Germain no dependía de Lionel Messi para ser campeón. Se bastaba con la eficacia de Kylian Mbappé y la riqueza de un plantel que lo pone bastante por encima del resto de los equipos, como viene ocurriendo desde que el emir de Qatar compró el club en 2009. Pero un torneo de liga, la competencia de regularidad por excelencia, es demasiado largo como para que Messi no deje un sello de su excelencia, aun cuando le costó la adaptación a todo: a su nuevo club y sus compañeros, a la radicación de su familia y a un fútbol más físico y desparejo que aquél al que estaba acostumbrado en España.
En ese contexto tan nuevo como extraño, en el que nunca había llegado a sentirse tan importante como en Barcelona, Messi se reservó un instante estelar: hizo el gol del título. Que además llevó una belleza explosiva implícita: despachó un zurdazo cargado de bronca desde fuera del área que se metió justo por debajo del travesaño. Era el 1-0 a los 23 minutos del segundo tiempo ante Lens, que con 10 jugadores –por la expulsión del zaguero Kevin Danso– empató a dos minutos del final del tiempo regular.
El 1-1 enfrió aun más los tibios festejos, en las tribunas y en la cancha, del décimo título de liga de PSG, que equiparó a Saint-Étienne en el podio de los más ganadores de la historia. El conjunto de Mauricio Pochettino, entrenador que conquistó su primer certamen doméstico tras dirigir en España e Inglaterra, se consagró con cuatro fechas de anticipación.
Cuando el árbitro marcó el final, no hubo festejos alocados ni euforia. Los jugadores se saludaron como si hubiera sido una victoria más. Sin dudas, el título más extraño de los 36 que obtuvo Messi en el nivel de clubes. De todos, seguramente es el que menos sentirá como propio, aquél en el que menos influyó. Le servirá más para beneficio de inventario que como una de las tantas perlas de su extraordinaria carrera.
El golazo de Messi para la consagración de PSG
A los 30 minutos de la segunda etapa, en las tribunas del Parque de los Príncipes ya no estaban los ultras de la Curva Auteuil, que habían cumplido con el boicot anunciado: habían dejado el estadio, en disconformidad con los dirigentes y algunos jugadores por la eliminación ante Real Madrid en la Champions League. Fueron a festejar a otro lado, afuera, porque consideran que los jugadores no son merecedores de su aliento. Inclusive, al final del primer tiempo, con el 0-0, sonaron abucheos, mientras un Messi de rostro serio le pegaba un vistazo a la tribuna.
Tras el final, ante ESPN, Pochettino se refirió al malestar de los hinchas e hizo hincapié en Messi: “Es difícil de aceptar, de entender... Son situaciones inverosímiles, con lo grande que es, con lo que le da al fútbol y lo que va a seguir dándole. Estoy contento por él. Se lo dije cuando lo felicité tras el partido: es otro título para su palmarés, y ese feeling es importante”.
Leo anotó cuatro goles en 23 partidos (faltó en 11 fechas por lesiones, contagio de Covid-19 y un estado gripal). Sin dudas, el tanto de este sábado fue el más trascendente. Y también uno de los más lindos. De los tres anteriores del total de 76 del equipo, ninguno había sido decisivo, ninguno se cotizó en tres puntos. Todos, decorativos: el cuarto en el 5-1 a Lorient, el tercero en el 5-1 a Lille y el tercero en el 3-1 a Nantes. Llevaba 15 temporadas consecutivas marcando dos dígitos de goles en la liga de España. En nueve cursos allí pasó los 30 tantos, con el techo de los 50 de 2011/12.
La eficacia de PSG fue asunto de Mbappé, autor de 22 goles (tres penales) y, sin dudas, primera figura en un plantel en el que la cartelera queda chica para acomodar tanto apellido de relumbre. Sin embargo, contra Lens no estuvo a la altura de los antecedentes. El delantero francés anduvo muy impreciso y errático en la definición. Desperdició varias ocasiones, inclusive una en tiempo adicional para poner el 2-1.
Lo más importante en la campaña como contribución de Messi fue el rubro asistencias: suma 11 y está a cinco del récord en una temporada de la Ligue 1, en posesión de Ángel Di María, con 18.
Lo más destacado de Paris Saint-Germain 1 vs. Lens 1
El papel escasamente relevante de Messi en la liga francesa quedaría en una anécdota si la compensación hubiese estado en una concreción del gran objetivo de los dueños qataríes: la Champions League. No lo contrataron para conquistar la octava Ligue 1 en los últimos diez años, sino para hacer cima en Europa. No sólo se trató de la eliminación en los octavos de final, sino también del súbito desplome del equipo frente a Real Madrid en el Santiago Bernabéu. Messi venía más afinado para el gol en Europa, con cinco tantos en la misma cantidad de encuentros, hasta que el cruce con su viejo conocido echó todo por tierra: Thibaut Courtois le atajó un penal en el Parque de los Príncipes y en Madrid el rosarino fue un náufrago más cuando llegó el tsunami que encabezó Karim Benzema. El número 30 no volvió a ejecutar un penal; se encargaron Mbappé y Neymar.
La herida todavía escuece entre los hinchas, que en el partido siguiente a la debacle hicieron foco en Messi y Neymar con los silbidos. Otra sensación extraña para el argentino: en Barcelona jamás le había llegado ni un murmullo que pudiera ser interpretado como un reproche. Era un intocable, blindado aun en las fuertes frustraciones de Barça en las últimas Champions. El malestar continúa en PSG. A más de un mes del golpazo, Pochettino debe seguir respondiendo en las conferencias de prensa: “El objetivo era ganar la Liga de Campeones y no haberlo conseguido es decepcionante”. Más que nunca, Messi se refugia en el silencio. Ni siquiera tiene que comparecer como capitán, función que ejercía en Barcelona y mantiene en el seleccionado. La cinta la lleva el brasileño Marquinhos.
Con 34 años, una vida y una familia a las que no pensaba mover de Barcelona hasta que Joan Laporta le dijo que no había dinero para renovarle el contrato, Messi se sintió bajo un impensado doble desafío: futbolístico y personal. En el vestuario encontró la contención de Pochettino –más allá del gesto de fastidio de Messi cuando lo reemplazó en un partido–; la complicidad de Di María, Leandro Paredes y Neymar, y la cercanía con los que hablan español, especialmente con Ander Herrera. Las familias empezaron a frecuentarse en salidas. Los cuatro argentinos, un grupo que completó Mauro Icardi, se fotografiaron juntos en el vestuario tras la obtención del título, botella de cerveza en mano.
Tanto como la pelota, el otro desvelo de Messi fue la adaptación de su esposa y sus tres hijos. Al principio se alojó en el lujoso hotel Le Royal Monceau, de dueños qataríes. A 800 metros del Arco de Triunfo, un sitio ideal para hacer turismo, pero no para llevar a sus chicos al colegio ni para estar lejos de los paparazzi, que hacían guardia esperando sus salidas. La nostalgia por la tranquilidad que tenía en Castelldefels empezó a atenuarse cuando, tras dos meses de búsqueda, se mudó al barrio residencial de Neuilly-sur-Seine.
Su primer título en Francia, quizá por anunciado, quizá porque no mitiga el dolor por la Champions, no despertó emociones. Messi todavía se busca en el equipo y en una ciudad poco futbolera. París convierte un día de campeón en uno más.
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