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Lionel Messi se ha quedado solo en la mesa de leyendas
Lionel Messi ha quedado solo en la mesa. Porque Messi estaba sentado desde hacía tiempo ahí, aunque algunos sommeliers de grandeza le exigían alzar la Copa del Mundo para sacar membrecía en la dimensión de las leyendas. Era la quinta pata desde hacía tiempo, no entró apenas unos días atrás porque conquistó Qatar. No. Los conoció a todos. Compartió momentos, ceremonias, protocolos y charlas con algunos, y hasta una buena porción de su vida con otro. Hay imágenes con los cuatro. Pero se fueron marchando. Primero, Alfredo Di Stéfano en 2014. Luego, Johan Cruyff en 2016. Más tarde Diego, Diego Maradona en 2020. Y ahora Pelé, en 2022. Messi se ha quedado solo, justo cuando está más acompañado que nunca.
Di Stéfano se retiró en 1966, cuando Pelé ya era bicampeón mundial. Pelé se retiró en 1977, cuando Cruyff ya había ganado la Champions con Ajax y era ídolo de Barcelona. Cruyff se retiró en 1984, cuando de Maradona hablaban en cada rincón del globo y se conmovía la ciudad de Nápoles. Maradona se retiró en 1997... cuando Messi apenas tenía 10 años y nadie podía sospechar su estrella. Es decir, los cuatro ‘camaradas’ se encadenaron, sus etapas de algún modo, al menos en alguna porción del almanaque de sus vidas deportivas, se solaparon. Con Messi, no. Llegó un poco más tarde para observar con perspectiva y tomar nota de todos. Leyó cada librito para reescribir el manual.
Di Stéfano revolucionó el juego desde su capacidad ‘vagacampista’, resolvía todo, y todo bien, cuando el fútbol todavía estaba loteado. Pelé llenó las canchas de fiereza, músculo y fantasía. Serpenteaba, engañaba, divertía y ganaba. Cruyff fue la puerta al fútbol moderno, el engranaje más poético de un juego que cuidaba la pelota y los espacios, porque los dos se complementaban. Maradona: arrabal, chamuyo criollo, la magia en dosis desproporcionadas para establecer un imán eterno con sus feligreses. Y Messi, Lionel Messi, la dosis justa de todos, pero sostenida en el tiempo. La rutina de lo extraordinario. Los cuatro ‘camaradas’ siempre lo supieron, y ahora se codean, cómplices, desde la inmortalidad.
Quizás entró en puntas de pie Messi, pero el póquer que acaba de desintegrarse para siempre, enseguida advirtió que pertenecía al coro. Que afinaba como ellos. Que había llegado para recordarle al mundo, el día en que ya no estuvieran en la Tierra ni Di Stéfano, ni Pelé, ni Cruyff, ni Maradona, que Messi era el heredero. El dueño de otra era. Testimonio de época: cuando se cree que Messi es el fútbol de todos los tiempos, ellos son la explicación. La inspiración. Se ha quedado solo Messi, justo cuando el planeta no admite discusiones y reverencia su obra. No hay dudas de que el destino juega con las cartas marcadas.
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