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Lionel Messi no quiere parar nunca, pero le hizo falta para hacer un gol de jugada después de más de 1100 minutos
Desde hace mucho tiempo, ningún director técnico, sea de Barcelona o del seleccionado argentino, debe explicar por qué siempre juega Lionel Messi. Ni tampoco se ve obligado a argumentar por qué nunca, salvo que medie una lesión, es reemplazado durante los 90 minutos. Para justificarlo no hace falta caer en la redundancia o la obviedad de que el rosarino siempre es indispensable. Tampoco es una decisión 100 por ciento autónoma. La consideración de los entrenadores por su influencia futbolística debe adaptarse y aceptar una voluntad del capitán: no le gusta ser sustituido, aunque el partido esté resuelto o en la agenda del equipo se acumulen tres encuentros en una semana y la planificación aconseje dosificar esfuerzos. Ni así Messi verá que el cuarto árbitro asistente levantará el cartel luminoso con el Nº 10 en rojo, en señal de que debe salir.
Hace poco más de 20 días, Ronald Koeman convalidó esta versión full-time que Messi quiere para sí mismo: "Messi es un jugador que si no juega está más cansado. Es un ganador que quiere estar en todos los partidos". En este contexto, la sorpresa fue unánime cuando este sábado Barcelona anunció la formación para enfrentar a Betis y entre los titulares no estaba Messi, que como suplente pasó a ocupar una butaca en la platea, enfundado en una campera y cubierto por un tapaboca.
Si no fuera porque le sienta mal al ánimo de Messi, la rotación tiene su razón de ser. Desde que comenzó la temporada, el argentino acumulaba hasta el miércoles 11 partidos (nueve en Barcelona y dos en el seleccionado) en 38 días. Un promedio de un encuentro cada tres días y medio, a los 33 años. Todo eso, sin la mejor preparación física, ya que por el litigio que mantuvo con el club por el contrato que quiso rescindir se incorporó a los entrenamientos una semana más tarde que sus compañeros. De por sí, la pretemporada de los planteles había sido más corta por la alteración de los calendarios que causó la pandemia.
Asientos de por medio con otros suplentes, Messi contempló cómo Barcelona estaba 1-1 tras el primer tiempo, con un gol de Ousmane Dembelé y la igualdad de Antonio Sanabria, y un penal de Antoine Griezmann atajado por el chileno Claudio Bravo. Con apenas dos puntos obtenidos de los últimos 12, la pobre cosecha que arrastraba alejaba al equipo catalán de los primeros puestos.
Messi hizo la diferencia en el segundo tiempo
Si Messi había consensuado un descanso con Koeman, las urgencias obligaban a interrumpirlo. Después, en la conferencia de prensa, el holandés evacuó el misterio sobre la suplencia inesperada: "Desde ayer [viernes] venía hablando con Messi. Había terminado con molestias el partido ante Dinamo Kiev. Hoy no estaba en condiciones de jugar desde el comienzo. Lo pusimos en el banco por si lo necesitábamos".
Koeman no especificó qué tipo de molestias había sentido el argentino frente a los ucranianos. Dio por sobreentendido que eran físicas, pese a que tras el final de ese encuentro por la Champions League se había especulado con otros malestares de Messi, a partir de un par de gestos y actitudes. Se lo advirtió fastidiado cuando se retiró del campo con paso apresurado, sin saludar a rivales ni a compañeros. Y con las horas se difundió un video de una de las últimas jugadas del cotejo, en la que un rival pasó cerca con la pelota dominada y él no atinó a hacer nada. Quizá esa pasividad estuviera vinculada con alguna merma física –en principio, un golpe en un tobillo– que Koeman no informó en el día previo al partido con Betis. De hecho, el holandés se había preocupado sólo por desactivar la controversia, sin invocar alguna lesión: "A cualquier jugador le pueden sacar una imagen andando. No la vi, ni me interesa. Si quieren montar una polémica sobre esto, perfecto, pero no estoy de acuerdo. Messi está muy metido y disfrutando".
En los 45 minutos que jugó contra Betis, Messi recogió mejores sensaciones y terminó más contento que en varios de los partidos de la temporada en los que completó los 90. Fresco y despejado, estableció diferencias sobre un rival que ya acusaba un desgaste. Ingresó por Ansu Fati, de quien en las horas posteriores se conoció una lesión de consideración: sufrió una rotura del menisco interno de la rodilla izquierda. Resta decidir el tratamiento de recuperación: tres o cuatro semanas, si es con una terapia conservadora, y no menos de tres meses en caso de ser operado.
Messi fue decisivo para pasar del 1-1 a la victoria por 5-2. Anotó dos goles e inventó una asistencia sin tocar la pelota cuando dejó pasar un centro rasante de Alba para que Griezmann, libre de marcas porque las había arrastrado Messi –incluida la salida de Bravo–, convirtiera de frente al arco.
Construyó el doblete con una vía repetida –un penal, el sexto consecutivo en la temporada, sumado el que acertó ante Ecuador– y con una novedad, que en otros momentos de su carrera no lo era: un gol de jugada, con un furioso zurdazo alto en el área. Desde hacía 122 días no anotaba con la pelota en movimiento. Medido en minutos de juego, acumulaba 1184: seis encuentros completos más 37 minutos por la liga española, cuatro cotejos más 67 minutos por Champions League y dos partidos en el seleccionado.
El último tanto de jugada había sido el 8 de agosto, en el 3-1 sobre Napoli por los octavos de final de la Champions League. Messi no anotaba más de un gol en un partido desde el 22 de febrero de este año, cuando celebró un póker en el 5-0 a Eibar. Y la suplencia le puso fin a una seguidilla de 31 encuentros completos. El 10 no se sentaba en el banco a ver a sus compañeros desde el 21 de septiembre de 2019, cuando por una molestia en los aductores se lo preservó para que ingresara en el segundo tiempo frente a Granada.
Jordi Alba, el lateral por la izquierda con el que Messi se entiende sin mirarse, lo elogió tras la goleada: "Todos preferimos que esté en el campo porque da más opciones de ganar. Entró y cambió el partido. Es el mejor del mundo y nosotros somos mucho mejores con él".
Ahora el capitán se subirá a su avión privado, en el que también viajará Lucas Ocampos –autor del penal en Sevilla 1 vs. Osasuna 0–, para cruzar el Atlántico y afrontar en el seleccionado la doble ventana de las eliminatorias (Paraguay y Perú). Lionel Scaloni lo espera con los brazos abiertos.
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