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Lionel Messi se va de Barcelona. Los desafíos que encontraría en la Premier League y en su reencuentro con Pep Guardiola
Instalado en el calcio, Cristiano Ronaldo hace un tiempo lo acicateó a Lionel Messi. Lo instó a salir de la zona de confort de Barcelona y la Liga de España. El portugués, sin tener una carrera de trotamundos, se abrió a lo nuevo, aceptó renovados desafíos. Con 18 años se fue de Sporting Lisboa a Manchester United, con 24 recaló en Real Madrid y a los 33 se mudó a Juventus. Cuatro ligas diferentes a lo largo de su fenomenal trayectoria.
Messi está dispuesto a dar el paso que le sugirió Cristiano, si bien lo hace más motivado por su enfrentamiento con los dirigentes de Barcelona que para descubrir otros horizontes futbolísticos. Ver a Messi en otra liga que no sea la de España y con una camiseta que no lleve el escudo de Barcelona será un impacto visual, un paisaje inimaginable hasta hace pocos meses.
Mientras perdura la conmoción por la carta documento en la que le comunica a Barcelona que ejercerá la opción de salir del club con el pase en su poder un año antes de que finalice el contrato, Messi parece enfilar hacia el Manchester City, con un vínculo por tres años más otros dos en la filial de Nueva York que participa en la Major League Soccer.
De concretarse la operación, Messi no podría haber elegido una competencia más exigente y mediática. La Premier es la liga más rica del planeta, la más vendida a los mercados televisivos del mundo, la más entretenida a ojos de los que valoran la intensidad y el ritmo, aun en aquellos equipos que cuentan con menos recursos futbolísticos.
A la Premier también se le reconoce el mejor catálogo de entrenadores: Guardiola, Klopp y Mourinho, a quienes ahora se agrega Bielsa, y una camada nueva que se abre paso, con Lampard, Solskjaer y Arteta. En el rubro futbolistas, le faltaba alguna de las dos grandes figuras que están marcando una época, como Messi y Cristiano. Pronto tendría a una de ellas para concentrar aún más la atención global.
Hace poco algo más de un mes, Guardiola decía que no veía a Messi en otro lugar que no fuera Barcelona. "Mi deseo es que continúe en Barcelona", expresaba el entrenador catalán cuando nadie presagiaba el fuerte golpe de escena que dio el rosarino.
Los caminos del técnico y el entrenador se volverían a cruzar después haber compartido cuatro años en Barcelona, entre 2008 y 2012, los más gloriosos del club y de ambos, artífices de los 14 títulos que se conquistaron en ese período. Y también receptores de dos conceptos honoríficos por haber sido integrantes del considerado mejor equipo del siglo, el que impuso un modelo juego de referencia mundial, imitado en todos los continentes.
Tras debutar con Rijkaard, Messi registró la mayor evolución en su juego con Guardiola, ya sea con punto de arranque sobre la banda derecha o en la reconversión como falso nueve. "Tácticamente, Pep fue un maestro único. Crecí y aprendí mucho al lado de él. Prepara cada partido de manera diferente. Dice ‘vamos a jugar así, nos vamos a mover así y va a pasar esto’. Después, en la cancha pasaba lo que él había adelantado. Cuando asumió en Barcelona, yo tenía poco más de 20 años y jugaba como me parecía. Pep nos ordenó, nos hizo jugar de una manera que vio todo el mundo", expresó Messi hace un tiempo en una entrevista con Fox Sports.
A los 33 años, el reencuentro con Guardiola le puede dar a Messi el refresh que necesita su perfil futbolístico. Quizá desganado por el proceso de degradación que veía dentro de Barcelona, Messi caminó mucho y corrió poco en sus últimas temporadas. La prueba más palmaria de esto se vio en el 8-2 de Bayern Munich. El tiempo que dedicó a pensar los partidos dentro del campo se lo restó a la implicación colectiva que demanda el fútbol actual. Ni Guardiola ni la dinámica frenética del fútbol inglés le tolerarán un estatismo que lo expondrá al riesgo de quedar reducido a unos chispazos de magia, que lo irán alejando de la consideración de mejor del mundo. No se trata de que haga los esprints de cuando tenía 23 o 25 años, sino de interpretar un contexto futbolístico en el que el talento sigue representando mucho, pero no lo es todo.
Por separado, ni Messi ni Guardiola volvieron a ganar tantas Champions como cuando estuvieron juntos y levantaron dos Orejonas (2009 y 2011). El rosarino le agregó la de 2015, con Luis Enrique en el banco, y Pep lleva siete años intentándolo sin éxito, primero en Bayern Munich y ahora en el City. Nunca pasó la barrera de las semifinales y viene de ser eliminado sorpresivamente en los cuartos de final ante Lyon.
Si de creatividad se trata, el City perdió una cuota importante con el cierre del brillante ciclo de David Silva, que se incorporó a Real Sociedad. También emigró Leroy Sané, a Bayern Munich.
Guardiola empezará la quinta temporada en Manchester, su período más prolongado al frente de un equipo. Desde que el catalán se sentó en 2016 en el banco, el fondo de los Emiratos Árabes que maneja al club invirtió 853 millones de euros en refuerzos. La mayoría para cubrir puestos defensivos y el arco. El último es el zaguero central Nathan Ake, por 45,3 millones de euros para Bournemouth. Antes llegaron Aymeric Laporte (65 millones), Benjamín Mendy (57,5), Cancelo (65), Kyle Walker (51), John Stones (55,6), Danilo (30), Ederson (40), Claudio Bravo (18), Angeliño (12), Zinchenko (2).
Promotor varias veces de la contratación de su amigo Sergio Agüero para Barcelona, la sociedad ahora puede hacerse realidad en la ciudad del norte de Inglaterra, en el club que durante décadas vivió a la sombra del United y a partir de 2008, con los dueños saudíes, hizo una fuerte reconversión.
Al rosarino le espera una liga menos monopolizada que las de Alemania (Bayern Munich), Italia (Juventus), Francia (PSG) y España (Real Madrid y Barcelona). Los últimos ocho títulos se los repartieron cuatro equipos: Manchester United, Manchester City (3), Chelsea (2), Leicester y Liverpool.
Una de las enseñanzas que Guardiola les dejó a sus sucesores en Barcelona fue que se fijaran si Leo se reía, si estaba feliz. Que ahí empezaba todo y podía esperarse lo mejor. Messi parece dispuesto a recuperar el buen semblante de cuando estaba a las órdenes de Pep. Es quien más lo conoce. Nadie lo dirigió más: 219 partidos, en los que convirtió en 211 goles. Tras separar sus caminos, Pep lo sufrió en Bayern cuando Messi hizo dos goles en un 3-0 por las semifinales de la Champions League 2014/15. Ocho años después de que cada uno tomara su rumbo, la bronca de Messi con Barcelona puede tener remedio con el entrenador que mejor lo entendió.
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