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Lionel Messi en el fútbol de Estados Unidos: cómo impacta el argentino en comparación con otras figuras que llegaron a la MLS
El arribo de David Beckham en 2007 abrió las puertas a una gran cantidad de estrellas mundiales, pero pocas tuvieron una incidencia trascendente
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Diez goles en ocho partidos. El primer título de campeón en la historia de Inter Miami, y la posibilidad de sumar otro dentro de un mes. Celebridades del deporte y el espectáculo en cada encuentro como local. Decenas de miles de suscripciones nuevas a Apple TV+, el único servicio de streaming que transmite la Major League Soccer (MLS). Millones de interacciones tras cada uno de sus goles, declaraciones, festejos y reacciones en clips subidos a las redes sociales, por cuentas oficiales y no oficiales. Cientos de nuevos pedidos de acreditaciones de prensa para sus partidos. Precios de entradas estratosféricos para ser testigo.
Se puede medir el desembarco de Lionel Messi en el fútbol de Estados Unidos desde casi cualquier métrica, noción o estándar, y en todas va a arrojar un resultado positivo gigantesco, aun a sus 36 años, aun al tener en cuenta la extraordinaria expectativa que se tenía ante la presencia de uno de los mejores jugadores de todos los tiempos y capitán de la selección campeona del mundo. Y todo esto, sin que siquiera haya jugado un minuto en la liga todavía; sus partidos fueron exclusivamente por Leagues Cup, un torneo que cortó la temporada de la MLS, y la US Open Cup, la copa nacional.
Aunque se trata de la mayor estrella que pisó una cancha de fútbol estadounidense al menos desde que Johan Cruyff arribó a Los Angeles Aztecs en 1979, Messi está muy lejos de ser la primera figura consagrada del deporte mundial en probar suerte en Norteamérica. Pero su impacto tan inmediato y avasallante, particularmente en la cancha, dispara la pregunta de si en el pasado reciente existió algún caso que se le acerque.
La llegada de David Beckham a Los Angeles Galaxy en 2007 pasó a la historia como un éxito rotundo. El traspaso que cambió para siempre a la MLS, incluso en términos literales, con la regla de los Jugadores Designados (DP). Fue la irrupción que levantó significativamente el perfil del fútbol estadounidense: una celebridad que se rodeaba de estrellas del cine y la televisión, que aparecía en talk shows nocturnos y que se convirtió en la cara de decenas de patrocinadores. El impacto fue tal que se suele olvidar que en los primeros años de su travesía el inglés fue fuertemente resistido por los hinchas angelinos, a tal punto que salió dos veces en préstamo a Milan, de regreso a Europa. No fue hasta que el entrenador Bruce Arena le dio un ultimátum en 2010 que el ex mediocampista de Manchester United y Real Madrid alcanzó por fin alcanzó su máximo potencial en Estados Unidos, y así lideró a Galaxy hacia dos Supporters’ Shield (por ser el equipo que más puntos sacó en la etapa regular) y dos coronas de MLS, en 2011 y 2012.
Su principal socio en ambas conquistas fue el irlandés Robbie Keane, delantero que destacó en la Premier League jugando por Leeds United y Tottenham Hotspur, pero de una trascendencia sumamente reducida respecto a la de Beckham. Al contrario del inglés, Keane llegó como prácticamente un desconocido a Los Ángeles, al punto de que uno de los periodistas en la conferencia de presentación le preguntó por su “hermano” Roy, ex volante de Red Devils, con quien Robbie no tenía relación. Más allá de aquella confusión, terminó ligado por cinco años con Galaxy y se convirtió en uno de los mejores futbolistas de la historia de la franquicia. Cuando la dejó era el segundo goleador de todos los tiempos, con 104 tantos, 37 detrás de Landon Donovan.
Un año antes había llegado un astro del fútbol mundial, Thierry Henry, ídolo de Arsenal que seis meses antes de firmar con New York Red Bulls había conquistado el triplete en uno de los equipos más brillantes de la historia, el Barcelona de Pep Guardiola. Su impacto en la franquicia neoyorquina fue positivo, con 52 goles en 136 partidos durante cinco temporadas, en las que formó parte de un equipo muy fuerte junto a Rafa Márquez, Tim Cahill, Juninho Pernambucano y Bradley Wright-Phillips. Sin embargo, al momento de su retiro, en 2014, apenas había conseguido un Supporters’ Shield, en 2013, y anotado un solo gol en partidos de playoffs.
Con la llegada de las franquicias de expansión Orlando City y New York City FC, en 2015, arribó también una nueva oleada de figuras generacionales que estaba en el ocaso de sus carreras, y en su gran mayoría el impacto deportivo y cultural fue muy reducido. Kaká estuvo aquejado por lesiones en su paso por Orlando; Frank Lampard y Andrea Pirlo se retiraron en medio de indiferencia en Nueva York; Steven Gerrard corrió la misma suerte en Los Angeles Galaxy y el gran volante alemán Bastian Schweinsteiger pasó sus últimos días como futbolista desempeñándose como defensor en Chicago Fire. El único de este contingente que dejó una buena imagen al final de su trayectoria fue David Villa, que disfrutó de un fructífero paso por New York City y fue premiado como MVP (jugador más valioso) de la liga en 2016. Pero luego su figura quedó empañada por una denuncia de acoso sexual de una ex empleada del club, en 2020.
Aquellos casos reforzaron la idea de la MLS como destino preferido de las grandes estrellas para firmar un último contrato lucrativo antes del retiro, por lo cual en el último lustro un gran número de franquicias, en particular las nuevas, como Atlanta United, Austin, Nashville y Cincinnati, apostaran por reclutar más jóvenes y de más bajo perfil para desarrollarlos con el tiempo. Aun así, quedaría lugar para el que, hasta el arribo de Messi, fue el mayor caso de éxito del viejo modus operandi.
A pesar de transitar la recuperación de una rotura de ligamentos, Zlatan Ibrahimovic causó un enorme revuelo en la liga cuando anunció en 2018 su incorporación a Galaxy con una publicidad a página entera en el diario Los Angeles Times, en la que envió el mensaje a tono con su escasa modestia: “Querida Los Ángeles, de nada”. Su debut estuvo a la altura de aquel ambicioso agradecimiento previo. En pleno clásico contra Los Angeles FC, y estando atrás en el marcador por 3-1, el sueco entró desde el banco, se presentó en sociedad con un golazo de volea desde tres cuartos de cancha para el 3-3 y cerró la remontada con un cabezazo para el 4-3 en tiempo adicional –y en fuera de juego, por cierto–.
Su presencia y su imagen lo llevaron a dar entrevistas en el prime time televisivo y reavivaron el interés en la franquicia angelina. Zlatan dejó en la organización californiana la asombrosa cifra de 53 goles en 58 encuentros. Pero el fenómeno no fue suficiente para fructificar en un trofeo para su equipo, y frustrado por el bajo nivel de sus compañeros y de la liga, Ibra regresó a Europa, donde al tiempo ganó una última Serie A, con la camiseta de Milan.
Aquel debut estelar de Zlatan Ibrahimovic en LA Galaxy
En este contexto, la aparición de Messi en la tierra del Tío Sam, como las de sus compañeros Sergio Busquets y Jordi Alba y la de Ibrahimovic hace cinco años, resulta de cierto modo contracultural. Un vestigio de una política de incorporaciones de la que en general los propietarios y directores generales de la MLS quieren alejarse. En parte, porque la gran mayoría de los ejemplos previos muestran que ese modelo no funcionó.
Parecía imposible combinar un rendimiento descollante, éxito deportivo y estrellato mundial en Estados Unidos, hasta que Messi, en menos de diez partidos, dio a entender que es posible.
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