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Lionel Messi eligió “el Lejano Oeste”, el país del próximo Mundial
Casi medio siglo atrás, Rowdies Tampa recibió con una limusina a Pelé y a Giorgio Chinaglia, figuras de Cosmos. En el asiento trasero aguardaban dos señoritas con una botella de Chivas Regal. Pelé y Chinaglia jamás llegaron a la conferencia de prensa. Al día siguiente, Cosmos perdió 4-2. Eran tiempos de la North American Soccer League (NASL). Cracks en retiro, show, sexo y caos, como cuenta Ian Plenderleith en su gran libro Rock’n’Roll Soccer. La NASL, inevitable, duró solo 16 años, pero plantó la semilla. Hoy se llama Major League Soccer (MLS). Allí jugará Leo Messi.
En la NASL, Miami tenía al equipo de Los Toros, que duró cuatro años y cambió algunas veces de nombre y también de ciudad. La maldición de Miami siguió en la nueva MLS. El equipo Miami Fusion (“Miami Confusion”, le decía un amigo) fichó al “Pibe” Valderrama, pero duró apenas tres años (1998-2001). Ahora, con una inmigración latina renovada y ampliada (ya no solo cubana y beisbolera), son tiempos de Inter Miami. El nuevo equipo de Messi juega en un estadio modesto, echó al DT (llegará el Tata Martino) y está último en la tabla. Por suerte, Messi no corre riesgos: en la MLS no hay descensos.
Miami sufre, además, multa y reducción de presupuesto que le impuso la MLS por haber engañado cuando fichó al francés Blaise Matuidi y al colombiano Andrés Reyes. Igual que otras Ligas deportivas de Estados Unidos, el soccer tiene un costado socialista. La MLS controla todo. Presupuestos de los clubes y contratos de los jugadores. Aprendió del fracaso de la vieja NASL, que quebró en 1984 con apenas nueve equipos. La MLS tiene 29, más que la AFA de Chiqui Tapia.
Inter es una consecuencia del arribo de David Beckham a Los Angeles Galaxy en 2007. El megacontrato que le ofreció la MLS incluía la posibilidad de adquirir una franquicia. Y Beckham eligió Miami. Jamás imaginó sin embargo que su fama, dinero y carisma fueran insuficientes para comprar un terreno. Las trabas burocráticas duraron años. Solo se terminaron cuando Beckham y su socio Marcelo Claure revendieron casi todas sus acciones a Jorge Mas. Es hijo del fallecido empresario cubano Jorge Mas Canosa, el apellido más poderoso de la Miami anticastrista.
Inter debutó en 2020 en su estadio actual de 19.000 personas, el DRV-PNK en Fort Lauderdale, a 40 kilómetros de Miami. Beckham llegó allí una tarde de 2020 en un Cadillac para animar a los obreros (el terreno era tan difícil que algunos lo bautizaron “Jurassic Park”). Ese día hubo fotos, autógrafos, y almuerzo de cerdo cubano y frijoles negros. “El equipo de las Americas”, como llamó Mas a su Inter Miami, anunciaba por entonces un patrocinio millonario de Qatar, una inversión total de 1000 millones de dólares, contactos globales de Beckham y apoyo masivo de la comunidad latina. Mas hizo ayer nuevos anuncios (Tata Martino posible DT, fichajes y la MLS entre “las dos principales ligas” del mundo). Pero el nuevo y definitivo estadio (un terreno contaminado en Miami, pegado al aeropuerto) estaría apto recién en dos años. Y el actual subirá a 22.000 personas. Colegas que han ido a los últimos partidos ni siquiera pudieron estacionar su auto. Les dijeron que, supuestamente, Inter había dejado de pagar el alquiler del terreno.
El equipo casi no tiene posibilidades de clasificarse a los playoffs. Dejaría de competir el 21 de octubre y recién retomaría a finales de febrero. ¿Cuatro meses de parate? Si París (que lo recibió con fiesta y lo despidió con silbidos) fue una experiencia extraña, Miami parece un destino poco acorde para el crack que hace apenas seis meses ratificó en Qatar su vigencia de número uno. Pero después de casi dos décadas, el propio Messi contó que eligió un tramo final más relajado. Estados Unidos fortalecerá a cambio la era del Messi-empresario (a su modo, porque Leo no habla inglés y dista de ser un chico “Spice”. No es Beckham. Tampoco necesita serlo. Es Messi).
Apple le ofrece dividendos de sus trasmisiones y la MLS una futura franquicia. Eso sí, como recordó en un artículo reciente el periodista Andrés Oppenheimer, Messi vivirá en uno de los Estados (Florida) que tiene las leyes antiinmigrante y antiaborto más duras de los Estados Unidos. Escuelas que dificultan a los docentes hablar de género y sexo. Y que censuran libros que rocen el tema racial, desde biografías de célebres deportistas negros a un poema famoso leído en plena asunción de Barack Obama.
Florida tiene también una nueva ley que autoriza a los residentes a llevar armas cargadas ocultas sin permiso previo. Cuidado entonces si hay discusión de tráfico, porque rige “la Ley del Lejano Oeste”, le dice Oppenheimer a Messi. Y le cuenta que Florida tiene “un gobernador republicano de extrema derecha (aspirante a presidente) llamado Ron DeSantis, que quiere convertirlo en un principado medieval”. A su derecha podría estar Greg Abbott. El gobernador de Texas firmó la semana pasada una ley que elimina el descanso obligatorio por calor. Había sido implantada en 2015, tras la muerte de un obrero explotado bajo 40 grados de temperatura. Uno de los 53 que murieron entre 2010 y 2020 solo en Texas. Tras la gloria de Qatar, Messi, para alivio de algunas conciencias democráticas, rechazó Arabia Saudita, el oro de los regímenes monárquicos. Eligió al soccer. El país que recibirá el próximo Mundial de la FIFA.
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