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Lionel Messi, el imán de una fiesta que resultó perfecta, gol 800, devoción, emoción y la Copa del Mundo en el firmamento
En el Monumental los hinchas les agradecieron a todos por la corona en Qatar y los jugadores se quebraron ante semejante muestra de cariño
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Está parado en el medio del estadio Monumental y su mirada se va al infinito, se humedece, se nubla, se llena de recuerdos, resopla para que no se le escape una lágrima, le brota la felicidad, se ríe, vuelve a reírse y no deja de hacerlo. Sí, justo ahí donde en alguna oportunidad sufrió porque se lo miraba con recelo. Ironías del destino, caprichos de la pelota, histerias de estas tierras… Se detiene en los que están a su lado, busca alguna mirada en los que lo acompañaron en la gesta y ellos, sus compañeros incondicionales, los que se consagraron, pero también lo consagraron a él, también se suben a un viaje encantador.
Mientras tanto se derriten las tribunas en devoción, se bañan de amor, del verdadero, del que también es irracional, porque muchos que hoy los veneran también supieron estallar de bronca porque sintieron que no los correspondían con resultados. Pero la gloria del Mundial Qatar 2022 quitó la sal de las heridas de 36 años, sanó noches y noches de insomnio, de rabietas, de angustias y frustraciones. Por eso Lionel Messi, el capitán, el estandarte se comporta como un nene, se permite ser el pibe de Rosario, el que hacía garabatos en el aire por ser campeón del mundo con la selección. Y después de tanto intentarlo, la quinta fue la vencida y la noche del Monumental fue la escena perfecta para una historia de esas que serán eternas.
Nervios, ansiedades, festejos, bromas y risas. Así pasaron todos las horas previas a pisar el césped de la cancha. Y fue Messi el más inquieto, intenso y obsesionado por saber cómo iba a ser la celebración, esa que soñó para él y para los “pibes”, como le gusta decirles a sus “hermanos de camiseta”. Por eso resultó lógica su emoción cuando salió a moverse antes del partido, así como la de Dibu Martínez, el otro gran héroe en Qatar. Porque los hinchas le ofrendaron su admiración al “arquero del pueblo” y hasta le pidieron que bailara durante el calentamiento. Entonces él respondió al pedido y la ovación se multiplicó. Y verlos completamente conmovidos resultó un efecto contagio imposible de soslayar. Porque en ese marco festivo, cientos de nenes que estaban en el Monumental lloraron por tener a los campeones del mundo ahí nomás, en suelo argentino. Y ellos, los futbolistas quedaron bañados en lágrimas por lo que les ofrecieron desde las tribunas. Las imágenes del propio Dibu y de Lionel Scaloni resultaron la síntesis más exacta.
Todos los rituales intactos, cada paso se respetó. Por eso estalló el estadio cuando Rodrigo De Paul y Leandro Paredes salieron a la cancha mientras tocaba “la T y la M”. Sucedió que los dos campeones del mundo replicaron la ceremonia de los siete encuentros en Qatar: salir a comer caramelos en la mitad de la cancha antes de cada partido y charlar antes de los movimientos precompetitivos. Para esta cita faltó Alejandro Papu Gómez, que está lesionado, pero se les sumaron Lautaro Martínez, Germán Pezzella y Marcos Acuña. Todo fue perfecto y hasta se dieron el lujo de sumarse a los gritos desde la tribuna, porque cuando la gente comenzó con “el que no salta es un inglés”, De Paul y Paredes no dudaron ni un segundo en saltar en el medio de la cancha y guardarse el momento en sus teléfonos móviles.
“Que de la mano, de Leo Messi, todos la vuelta vamos a dar”, tronó en más de una oportunidad en el Monumental. Y la caricia suave y delicada sobre el rostro del capitán argentino es la que siempre deseó, tanto como consagrarse campeón del mundo. Por eso, con sus primeros movimientos dentro de la cancha ahogó de emoción a los 83 mil hinchas que estaban en las tribunas. Y se supo que hasta se molestó cuando se enteró que mucha gente fue estafada porque les vendieron entradas falsas, se quedaron afuera de la gran fiesta y hasta se generaron algunos disturbios que tuvieron que ser controlados por la policía.
Besó a sus hijos Thiago, a Mateo y a Ciro, también a su compañera de toda la vida, Antonela; todos los campeones compartieron con sus parejas e hijos, porque querían que estuviesen cerca, que se sintiesen parte, ya que entienden los campeones del mundo que ellos, sus familia, también son factores vitales de la conquista, porque soportaron y soportaron cuando las cosas no eran tan dulces. Entonces, creyeron que la noche del Monumental debía ser para todos.
El partido, contra un rival de muchísima menor jerarquía, también fue una excusa para rendirle homenaje a los campeones y lógicamente que fue una buena escena para que Messi pudiese coronar la jornada soñada con la conquista de su gol 800. Todos lo entendieron, los que estaban en las tribunas y especialmente los que estaban adentro de la cancha porque la mayoría de los ataque del seleccionado argentino pretendía buscar al capitán para que pudiese alcanzar una nueva marca en su carrera.
Apenas pasaron un puñado de minutos cuando explotó todo, porque Messi sacó un zurdazo de tiro libre que reventó el ángulo del arco de José Guerra y, si bien la jugada sola valía la admiración, la gente demostró toda la necesidad que tiene de decirle gracias. Porque los aplausos que bajaron por una acción que no terminó en gol, resultó igual de impactante que si lo hubiese logrado.
Solo reverencias, no existe otro lenguaje para estos jugadores. Porque si bien le costó marcarle a Panamá, el juego fue lo menos importante para los fanáticos. Por eso, cuando Lionel Scaloni, en los primeros minutos del segundo tiempo determinó que dejen la cancha Ángel Di María y Enzo Fernández, la cancha fue un estruendo de gratitud para dos pieza vitales de la coronación en Qatar.
Y como se trató de la noche en la que la comunión debía ser plena, Messi se guardó todo para el final. Intentó de tiro libre, dos dieron en el travesaño, otros dos los desvió Guerra, uno se le fue muy por encima y en el sexto, castigó: acomodó la pelota y de zurda dibujó la parábola perfecta para darle a la gente lo que vino a buscar. Su gol, el 800 en su carrera, en el lugar que debía, porque si bien lo buscó hace unos días en París, con PSG, pero no se le dio, quizá que haya sido acá, con su gente, le ofreció el guiño que pretendía para esta nueva marca maravillosa.
Ni el más experimentado de los escritores del género fantástico pudieron haber imaginado una historia semejante con un protagonista tan dominante, como Messi, con actores de la talla de Dibu Martínez, Ángel Di María, Julián Álvarez, Rodrigo De Paul, Enzo Fernández... y hasta un autor intelectual como Lionel Scaloni. Por eso cuando el capitán volvió a estar rodeado de sus compañeros, acarició la Copa, la miró, se enamoró otra vez y la puso en lo más alto, sólo fue necesario que todos los que estaban en el Monumental hicieran reverencias ante su majestad. “Disfrutemos de la tercera estrella”, dijo y conquistó. Gracias campeones.
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