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El debut de Lionel Messi en la selección y "la pesadilla de Budapest": el día que José Mourinho defendió a la joya argentina
"Fue increíble lo que hizo el árbitro. La sanción fue muy severa para el chico. Como mucho era una amarilla". A la distancia, suena como la defensa más impensada. José Mourinho apoyaba a quien con el tiempo se convertiría en un archienemigo por las batallas entre Real Madrid y Barcelona. Incluso unos meses después lo iba a acusar de simular faltas en un duelo Chelsea-Barcelona. Pero todavía no lo conocía. Dijo esas palabras minutos después de terminado el partido entre Hungría y la Argentina, el 17 de agosto de 2005, en el que Lionel Messi fue expulsado por Markus Merk luego de apenas un minuto y 32 segundos en la cancha.
¿Qué hacía Mourinho en Budapest? Como entrenador de Chelsea, estaba cuidando su inversión. Hernán Crespo, por quien el club inglés había pagado 30 millones de dólares, fue convocado para ese partido por José Pekerman y el portugués, aprovechando que el equipo envió un avión privado para llevarlo de regreso a Inglaterra lo antes posible, se acercó a ver el partido amistoso. Sobre Crespo, que no jugó un buen partido, sólo comentó: "Lo mejor es que no vuelve lesionado".
Messi, que todavía no era titular en Barcelona, venía de jugar 24 minutos en un partido por la Champions League ante Werder Bremen. En la selección, había ganado el Mundial juvenil de Holanda y todos los ojos se posaban sobre él. Sin embargo, el estadio Feren Puskas estaba a menos del 50% de su capacidad. No era la principal atracción si había que invertir dinero para un espectáculo. Muchos eligieron hacerlo en el Sziget Festival, en la increíble isla de Óbuda en el Danubio. Es el mayor festival de rock de Europa del Este que finalizaba ese mismo día, luego de una semana salvaje en la que tocaron Korn, Franz Ferdinand y Good Charlotte, entre más de 70 bandas. Incluso el día anterior del partido, Messi recibió la visita de Zolee Ganxsta, el baterista de Sex Action, la que por entonces era la banda más popular de Hungría. Se trata de un húngaro fanático del fútbol argentino que tiene tatuado a Maradona en su pecho y que años después hasta actuó en la película Duro de Matar 4. También quiso conocer al chico que decían que seguiría los pasos de Diego.
Messi apenas empezaba y todavía era sencillo acceder a él. Cualquiera que pasaba por ese lobby lleno de gente podía detenerse, sacarse fotos y hablar un rato con el juvenil. Que en su emoción por ser citado por primera vez diría una frase tristemente premonitoria: "Me conformo con jugar un segundo". En realidad jugó 39 segundos más que eso (1m32s de tiempo total, pero apenas 40 segundos de juego neto), tocó un par de veces la pelota y se fue desconsolado. Incluso una hora después de aquel partido seguía llorando en el vestuario por la expulsión que aún es un récord para la selección argentina.
Entró por Lisandro López a los 18 minutos del segundo tiempo. Tiró una pared con D'Alessandro y en la jugada siguiente metió su primera gambeta. Pasó en velocidad al defensor Vilmos Vanczák, que jugaba en Újpest y luego tuvo una larga carrera en el fútbol suizo. El húngaro lo tomó de la camiseta, Messi lo sacó con un movimiento del brazo y el resto es la historia conocida.
La expectativa fue enorme, como la decepción. Cristina Cubero, periodista de Mundo Deportivo, cuando el partido aún no había terminado, comentaba indignada. "Lo he visto a Merk hablando con Lotthar Matthäus en el entretiempo, todo risas y bromas. Por mucho menos que eso, en la Champions League lo sancionarían". Otros señalaban que se trataba de una "vendetta" contra Barcelona. Si los periodistas argentinos estaban perplejos, como si se tratara de una mala broma, los catalanes estaban furiosos.
Messi no dejó de llorar. "No me van a llamar más", le dijo a Pablo Zabaleta, otro que hacía su debut, había sido su compañero en el Sub 20 y trataba de calmarlo. En el camino entre el vestuario y el ómnibus, miró a los periodistas e hizo un gesto como diciendo que no tenía nada para decir. Lo escoltaba el masajista Marcelo D'Andrea.
Con el ómnibus rodeado de hinchas que buscaban autógrafos de los jugadores argentinos, el camino tardó en despejarse. Fueron unos diez minutos. En un intento por cambiar el clima, varios jugadores empezaron a cantar canciones de cancha de la selección argentina. Messi no se movió de su asiento, miraba fijo la ventana. Leo Franco, que fue el arquero titular en el triunfo por 2 a 1, estaba sentado detrás suyo. Se levantó, lo empujó a Messi con intenciones de animarlo. Pero no consiguió sacarle ni una mueca.
Después de la cena, cerca de la medianoche, Messi bajó al lobby y, algo más tranquilo dijo: "Estoy triste. Me agarró y lo quise sacar de encima. Tenía 25 minutos y no pude jugar nada. Es injusto. Yo no hice nada". Hablaba como un chico. Eso es lo que era.
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