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Liga Profesional: qué significa la lista única en las elecciones y por qué Tapia se quedará con todo el poder
Cristian Malaspina, aliado político del presidente de la AFA, será el sucesor de Marcelo Tinelli al frente de la primera división
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El fútbol argentino comienza a despedirse del doble comando. Cristian Malaspina, presidente de Argentinos Juniors y aliado político de Claudio Tapia, máximo dirigente de la AFA, sucederá a Marcelo Tinelli al frente de la Liga Profesional de Fútbol (LPF). Así, los clubes de la categoría más importante quedarán a un paso de volver al edificio de la calle Viamonte, en el que funciona la Casa Madre del fútbol argentino. Malaspina estará acompañado en la Mesa Directiva por Héctor Maldonado (Independiente), José Alonso (Colón), David Garzón (Huracán), Hernán Arboleya (Lanús) y Edgardo Zin (Unión de Santa Fe).
Malaspina llega al poder (podría asumir incluso antes del próximo 8 de abril, día de las elecciones) porque no hubo otra lista que consiguiera los avales. Mario Leito (presidente de Atlético Tucumán y hombre de Juan Manzur, jefe de Gabinete de la Nación), tenía hasta las 20 del miércoles para conseguir los siete apoyos que precisaba. Hasta la noche del martes, el dirigente tucumano y actual diputado del Frente de Todos tenía a los otros cuatro clubes grandes de su lado (River, Boca, San Lorenzo y Racing). También le prestaban su firma Talleres de Córdoba, Banfield, Vélez, Tigre y hasta Aldosivi. Es decir, llegaba tranquilo.
Sin embargo, el miércoles su candidatura se desvaneció hasta quedar en la nada. ¿Qué pasó? Según pudo reconstruir LA NACION, el primero que se bajó fue Racing. En rigor, Leito era un candidato testimonial para ganar tiempo. La jugada de los opositores a Malaspina (y, por añadidura, a Tapia) era que entre el 9 de marzo y el 8 de abril la política nacional se involucrara de lleno en la elección del fútbol. En ese escenario, nadie mejor que Víctor Blanco para encabezar una lista de consenso que pudiera ser promovida como la unidad que precisa el fútbol argentino. El presidente de la Academia tiene buena relación con el gobierno, con La Cámpora y hasta con la AFA. Un “componedor”. Esa cualidad fue la que llevó a Blanco a bajarse. Y a que Racing no avalara a Leito. “Queda mal encabezar una lista de unidad y jugar para uno de los dos candidatos”, fue la explicación que escucharon desde Avellaneda cerca de Leito. Y tacharon a Racing dentro de los avales.
Boca y San Lorenzo (el club que todavía preside Tinelli, en uso de licencia) también esgrimieron sus propias razones para bajarse. Las fuentes consultadas hablan de una palabra común entre ambos clubes: “Miedo a represalias”. Traducido: no querían quedar expuestos como opositores a Malaspina. O, lo que es lo mismo, a la AFA. Tanto en la Bombonera como en el Nuevo Gasómetro hay fluidos vínculos con la política nacional. El eje Sergio Massa-Juan Román Riquelme está presente en el club xeneize. Y Matías Lammens, vicepresidente del Ciclón, es además ministro de Turismo y Deporte del gobierno que encabeza Alberto Fernández.
En estos días de definiciones futbolísticas, los alfiles del Ejecutivo estuvieron abocados a aprobar el acuerdo con el FMI. “No tenemos que jugar acá”, fue la orden que recibió un dirigente cercano a la Casa de Gobierno. Así, ni Massa (que además de tener relaciones con Boca, maneja Tigre y tiene una gran influencia en las decisiones políticas de Aldosivi de Mar del Plata) ni Lammens apoyaron a Leito. Quedaba River. Y en Núñez, al ver que los otros clubes grandes que habían comprometido su apoyo al dirigente tucumano se negaban a firmar, tampoco apoyaron. No alcanzaba, entonces, con Vélez, Banfield y Talleres de Córdoba. No había, en definitiva, segunda lista posible. La candidatura de Leito estaba caída.
“Si la política se mete de lleno, Blanco preside la Liga”, había vaticinado un directivo de un club bonaerense ante la consulta de LA NACION. Como quedó asentado, la política no se metió de lleno. Pero eso no implica que ninguno de sus actores se haya involucrado. De hecho, Tapia tiene otros aliados de peso cerca del poder real: uno de ellos es Santiago Carreras, director ejecutivo de YPF y amigo personal de Máximo Kirchner. Fruto de esa alianza, por ejemplo, es la campaña publicitaria de la petrolera estatal que lleva la cara de Lionel Messi. O la negociación para llevar el torneo femenino de primera división a la pantalla de la Televisión Pública. Un triunfo de Tapia, entonces, es un triunfo de Carreras. O, lo que es lo mismo, de Máximo Kirchner. O sea, de La Cámpora. Y, en definitiva, una derrota de Alberto Fernández, hincha rabioso de Argentinos Juniors, más cercano a su amigo Luis Segura que a Malaspina.
Lo que viene, lo que viene en la LPF
Malaspina hizo su primer raid mediático en su rol de presidente. Sabe que los clubes que lo apoyaron (y también los que no) le pedirán resultados. Esa “falta de gestión” fue la que adujeron para eyectar del cargo a Tinelli, su antecesor. Se basaban en sus reiteradas ausencias a las reuniones de comité ejecutivo y a una “agenda de 15 temas críticos” que jamás pudo resolverse. Todos, de alguna manera u otra, se relacionan con los ingresos que reciben los clubes de la Liga Profesional todos los meses. Su supervivencia, como siempre, depende de la economía.
“Le vamos a pedir reuniones de comité cada 15 días para tratar todos los temas”, adelantó un dirigente fuera de micrófono. Malaspina se diferencia de Tinelli en varias cuestiones. La principal: Tapia no lo ve como un enemigo, sino como un aliado. De hecho, los dirigentes del ascenso, soldados políticos del Comandante (como lo llaman al presidente de la AFA) jugaron para Malaspina cuando el máximo dirigente de Argentinos Juniors lideró el pedido de remoción de Tinelli, en la Navidad de 2021. Hace unos días, el presidente de la AFA lo saludó en las redes sociales por su cumpleaños.
La AFA siempre quiso que Malaspina (acompañado por Hernán Arboleya, ex vicepresidente de Lanús) y por Héctor “Yoyo” Maldonado (mano derecha de Hugo Moyano, presidente de Independiente) gestionara la Liga Profesional. Tapia sabe que ninguno de ellos tiene apetencias de quedarse con el sillón de Grondona, con el que alguna vez soñó Tinelli. Sabe, también, que ninguno de esos tres dirigentes acompañaría una denuncia para destituirlo del cargo.
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