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Libertadores: por qué los equipos argentinos pasaron del temor por los pocos entrenamientos a volver con tantas victorias
Alianza Lima es el equipo más popular de Perú, un país que respira fútbol. Acaba de sellar una marca negativa, al caer frente a Racing por 2 a 0, en su casa: 21 partidos sin ganar por la Copa Libertadores. Alcanzó a Deportivo Galicia, de Venezuela, que registraba una serie igual. Su último triunfo fue en 2012, un 1 a 0 sobre Nacional, de Montevideo, en el estadio Nacional de Lima. Deportivo Binacional es el último campeón de la liga peruana, respaldado en los 3800 metros de altura de Juliaca. Más allá de que suele trastabillar en el llano, el global de 0-14 contra Riverno parece ser propio de un equipo profesional.
Independiente Medellín es un club de prestigio en Colombia. Jugó cuatro partidos, perdió los cuatro. El último, un 1 a 0 que rescató Boca. Barcelona, de Guayaquil, es un antiguo gigante de Ecuador, y otro de los que perdieron todos los encuentros. Y sufrió 10 goles... seis menos que Binacional.
Nacional es el último campeón uruguayo de la Libertadores. Ocurrió hace un siglo: el 26 de octubre de 1988, cuando superó a Newell’s por 3 a 0 en el Centenario. De las últimas diez finales del torneo de clubes más renombrado de este lado del océano, los equipos argentinos alcanzaron seis. River se consagró dos veces y perdió una, San Lorenzo obtuvo su primera vez, Boca perdió dos (una, frente a River) y Lanús logró un subcampeonato. La otra parte sudamericana parece ser exclusiva del gigante: si no gana el fútbol argentino, se impone el brasileño, como con Flamengo en Lima en 2019.
Todo el continente regresó a las canchas para las ligas domésticas o en todo caso tiene fechas previstas para las vueltas, con una excepción: la Argentina. Sus equipos saltaron al campo de juego para los partidos internacionales tras sólo un par de ensayos con los grupos completos, luego de una larga agonía por la pandemia y por la falta de resolución de los organizadores de nuestro fútbol. Prácticas por Zoom, audios por Whatsapp, ejercicios en departamentos, pizarrones virtuales y 45 días de prácticas con protocolos. Pero la virtual desventaja quedó reducida a una anécdota.
El viento en contra agiganta a los equipos argentinos, que se sobreponen a todo, porque tienen historia –sigue siendo una carta de presentación–, buenos intérpretes y entrenadores confiables. Y hasta el plan físico fue una muestra cabal: no hubo lesiones serias, más allá de la que evalúan en el pibe Gonzalo Maroni en Boca.
La diferencia es brutal. El caso Flamengo (ganador de la última Libertadores y el último Brasileirão y que tiene varios contagiados) es una muestra. Desde el 18 de junio, cuando volvió a la actividad, afrontó 18 encuentros de tres competencias. Los argentinos que regresaron a disputar la Libertadores, apenas dos cada uno. Y cosecharon 7 victorias, 1 empate y 2 derrotas en 6 partidos como visitantes y 4 como locales.
Con estadios vacíos; con viajes breves, puntuales, es cierto. Sólo River se enfrentó con un adversario brasileño (2-2 en el Morumbí), también es verdad. El equipo millonario evitó la altura. Boca eludió la presión del público de Medellín, siempre efusivo. Y los rivales mostraron que son inferiores. Racing no mereció perder contra Nacional. Tigre (pertenece a la segunda categoría, pero mantiene una ínfima esperanza de seguir en carrera) no mereció empatar con Bolívar. Boca, Racing, River (en ese orden) están próximos a clasificarse para los octavos de final. Defensa y Justicia ganó los dos encuentros...
Los conjuntos argentinos –y los brasileños, más allá de que Palmeiras es el único que marca territorio, seguido por Paranaense– son mejores. O, al menos, juegan con mística, se agigantan en la dificultad. Una marca que, tal vez, excede a la pelota. Lo afirman los entrenadores. "Dimos un mensaje muy fuerte para lo que viene", cuenta Hernán Crespo, que no sólo habla de Defensa y Justicia, un equipo de autor. "Y otra cosa", avisa Crespo: "Creemos, nunca dejamos de creer". Hay más. "River es un equipo con aspiraciones", reflexiona Marcelo Gallardo. Otra clave: los nuestros sueñan ganar; la mayoría se inclina por competir. Por jugar.
"Este equipo juega al fútbol, es combativo y lucha en los partidos hasta el final", describe Sebastián Beccacece a Racing. Otro síntoma: nunca bajar los brazos, ni cuando parece que no va a poder ser. La Academia marcó dos goles en el final en Lima, Boca consiguió la victoria en Medellín en el último suspiro. El dato de los goles es otro asunto inesperado, que excede a los argentinos. Antes del receso obligado, en las dos primeras jornadas, hubo un promedio de 2,5 tantos por partido. El gol se reincorporó durante la pandemia: en la tercera jornada –la de la vuelta de la actividad continental–, el promedio fue extraordinario: 3,37. Bajó un poco esta semana, a 2,93, pero se mantiene la tendencia de propuestas audaces, defensas frágiles y el golpe por golpe. Unas muestras: Inter 4 vs. América (Cali) 3, Liga 4 vs. San Pablo 2 y Binacional 0 vs. River 6.
Un show de goles en la pandemia, con los equipos argentinos en las portadas.
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