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Lecce, el equipo ascensor por excelencia, vuelve por décima vez a la Serie A de Italia: una historia que registra 23 cambios de categoría
Se consagró campeón de la Serie B y jugará en el Calcio nuevamente desde la próxima temporada; sus particularidades y la mirada íntima de un campeón del mundo argentino
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“Acá el fútbol se vive con mucha pasión. Los ascensos se celebran con euforia y cada descenso es un drama”. Pedro Pablo Pasculli conoce como muy pocos el alma futbolera de Lecce, pequeña ciudad del sur de Italia que hoy rebosa felicidad: su equipo se consagró campeón de la Serie B tras derrotar 1-0 al Pordenone y la próxima temporada jugará con los grandes del Calcio. Para ilustrar lo que significa subir de categoría, el delantero campeón del mundo en México 86 cuenta que “las entradas para el último partido se pusieron a la venta el martes y al mediodía se habían vendido todas; el jueves agregaron otras 1.500 y a los cinco minutos no había más”.
Un ascenso a Primera es motivo de celebración en cualquier parte, pero lo que llama la atención es que los tifosi giallorossi deberían estar habituados. No existe constancia de que las hinchadas rivales le canten a la del Lecce aquello de que “suben y bajan, parecen un ascensor”, pero la realidad es que desde 1985, cuando logró el primer ascenso a la Serie A, el Lecce registra 23 cambios de categoría. 22 de ellos fueron por méritos y deméritos expuestos en la cancha; el otro, por una decisión administrativa: la Justicia Deportiva lo descendió a tercera división en 2012 tras comprobarse que el resultado del encuentro ante el Bari que le había dado la salvación un año antes había estado “manipulado”.
“El Lecce es un club chico de los que hay muchos en Italia, y no es fácil para esos clubes mantenerse en Primera. Hasta sobrevivir es difícil. El Chievo Verona, por ejemplo, desapareció, como en su día el Parma; el Catania o el Palermo estuvieron a punto. Entonces es normal que suban y bajen de categoría”, explica Pasculli, quien llegó a ese punto del taco de la bota peninsular en 1985 y ahí se quedó para siempre. “También influyen mucho los cambios en la dirigencia. Acá los clubes se compran y se venden, tienen nuevos dueños con bastante frecuencia y los equipos dependen un poco de lo que hagan los dueños”, agrega, con el acento impregnado del tono local.
Ubicada apenas a 15 kilómetros del mar Adriático, Lecce es, en todo caso, una ciudad donde las transformaciones son parte intrínseca de la historia. Fundada por una tribu local en tiempos de Troya, fue sucesivamente conquistada por romanos, ostrogodos, bizantinos, sarracenos, lombardos, húngaros, eslavos, sicilianos y españoles.
Semejante baile de ejércitos, religiones, idiomas y costumbres diferentes ocurrió hace unos cuantos siglos, pero es probable que la herencia apreciable en los monumentales palacios e iglesias que decoran las calles tenga también su reflejo en la genética de los lecceci, estimulando su capacidad de sufrimiento y la resiliencia para adaptarse a cualquier cambio.
Tal vez ahí se encuentre la razón de que el equipo representante de una ciudad que no llega a los 100.000 habitantes (menos que en Villa Lugano) se encuentre festejando su décimo ascenso a Primera. O quizá radique en su prosapia futbolera. No puede ser casual que tres campeones del mundo nacieran en Lecce. Franco Causio, un puntero incisivo y talentoso, se coronó en el Mundial de España 82. Marco Materazzi, un defensor que hizo de la dureza su señal de identidad y alcanzó la celebridad por provocar la reacción y expulsión de Zinadine Zidane en la final de Alemania 2006. Y Antonio Conte, que si bien perdió por penales ante Brasil el partido decisivo de Estados Unidos 94 se desquitaría a nivel de clubes ganando la Copa Intercontinental con la Juventus frente a River dos años más tarde.
El derrotero del Lecce en las últimas cuatro décadas es una auténtica montaña rusa de emociones que tuvo su máxima expresión entre las temporadas 1992-93 y 1998-99. Durante ese período los giallorossi de la Apulia nunca repitieron categoría dos años seguidos. Tras subir a la A en el 93 continuaron dos caídas consecutivas hasta desembocar en la Serie C en el 95. Sin solución de continuidad llegaron un par de ascensos hasta recuperar el primer nivel en el 97, bajar en el 98, volver a celebrar en el 99 y, por fin, alcanzar una estabilidad de tres años entre los grandes hasta 2002. El cambio de siglo modificó muy poco el continuo vaivén. Con muy breves interrupciones, el equipo fue y vino once veces entre la A y C. El ascenso conquistado frente al Pordenone completa la docena en los últimos 22 años.
“Para clubes como el Lecce la diferencia entre estar en Primera o Segunda es muy grande. Solo por subir la Federación Italiana entrega entre 15 y 20 millones de euros, y después está el dinero de la televisión y lo que dejan los sponsors”, dice Pasculli. Esos ingresos extra permiten a los equipos chicos contratar jugadores que no están en la élite pero que si se adaptan rápido suman en el objetivo casi exclusivo de permanecer en la categoría.
Como en todas partes, en la Serie B los recursos económicos son menores y hay que afinar más la puntería con los refuerzos porque la paridad es absoluta. Para esta temporada las apuestas más notables del club fueron las hechas por Francesco Di Mariano, un puntero izquierdo con tendencia a tirarse atrás fichado del Vicenza por 1,2 millones de euros; el volante defensivo francés Alexis Blin, que costó un millón; y el extremo derecho Gabriel Strefezza, un brasileño surgido de la cantera del Corinthians que estaba en el Spal y por el que se desembolsaron 500.000 euros.
“A Strefezza se le nota la clase brasileña, me gusta mucho”, afirmaba en enero Franco Causio, el mayor ídolo de la historia del club, que ya por entonces pensaba que el equipo mostraba un equilibrio que podía acabar de manera exitosa. La dirección de juego del danés Morten Hjulmand, la juventud y creatividad del enganche español Pablo Rodríguez (21 años, nacido en Las Palmas y criado en las inferiores del Real Madrid) y los goles del veterano Massimo Coda (con 20 fue el máximo goleador del torneo) completaban el cóctel que, según Causio, invitaba al optimismo. No se equivocó.
La concreción llegó este viernes, tras un apretadísimo campeonato que sólo se definió en las últimas jornadas. La victoria por 1-0 ante Pisa en la 36ª fecha pareció asegurar el título, y en la siguiente el ascenso era un hecho hasta el minuto 94, cuando el LR Vicenza empató el partido para darlo vuelta unos minutos después y postergar el festejo una semana. Los tifosi del Lecce no se preocuparon demasiado. Nadie percibe mejor que ellos el cercano sonido de un ascensor.
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