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Leandro Romagnoli: "El enganche más clásico era Riquelme, pero esa posición se murió"
Un enganche de los de antes. Un Nº 10 clásico. Pelota al pie, calidad, gambeta, desequilibrio. Leandro Romagnoli, 37 años, fue un futbolista emblemático del fútbol argentino en esa posición distintiva. Más de 20 años en primera. Y de Boedo se marcha el Pipi que le dará paso a la leyenda. Desde este semestre en la función de manager, su nuevo espacio en San Lorenzo, el club que lo tiene como el más ganador de su historia con seis títulos. "Siempre me voy a sentir futbolista. Pero es algo que venía analizando desde hace un tiempo y sentí que era el momento para hacerlo. Por supuesto, todavía se me vienen un montón de cosas a la cabeza", cuenta Romagnoli en una charla con LA NACION.
–¿Cómo fuiste preparando la despedida?
–No lo hice de una manera puntual, sino que empezaron a pasar cosas por mi cabeza. El hecho de no jugar demasiado era un tema. Y surgió esta posibilidad que me ofreció Lammens. Entonces me senté, evalué las situaciones y tomé la decisión de dejar.
–¿Te sentís aliviado?
–Es una etapa de mi vida que finalizó. Jugué a la pelota desde chiquito, pero todo se termina, y no es una frase hecha, es real.
–¿Cómo fueron las charlas con la familia?
–Fue una decisión mía. Ellos me preguntaban si iba a renovar o no, y yo les contaba que estaba la chance de ser manager del club. Lo charlé, claro, pero no tuve reuniones con ellos. Cuando lo decidí hablé con mi mamá Rita y se emocionó, se le cayeron algunas lágrimas. Y a mi esposa Celeste le pasó lo mismo. Ellas tenían la ilusión de que siguiera un tiempo más. Con mis hijas me senté y les expliqué.
–¿Cómo trabajas internamente el hecho de ya no competir?
–Lo llevo bastante bien, todavía no extraño. Me encantaba entrenar, me hacía sentir vigente y activo físicamente. Las concentraciones, los viajes y las pretemporadas sí eran diferentes, más chocantes. Ya no me gustaban tanto porque me alejaban de la familia. Tal vez el retiro se me hace llevadero porque no me alejé: vengo al club, estoy en los entrenamientos, converso con los jugadores. Seguramente, si estuviera sentado en mi casa no estaría diciendo todo esto.
–¿Qué sentís que podés aportar como manager?
–Estoy contento, es algo muy nuevo. Estoy aprendiendo, me junté con Bernardo Romeo para que me brinde un panorama. Voy a estar en el día a día del plantel, quiero conocer a fondo a los chicos de la reserva, ver a los juveniles para promover jugadores. Y además estar con las transferencias, charlar con el director técnico.
–Debutaste en 1998 y te retiraste en 2018. ¿Cuánto cambió el fútbol acá?
–Hoy es mucho más físico y más veloz. Aparecieron nuevos esquemas. Creo que va evolucionando. Y lo veo más parejo. Hace 20 años siempre salían campeones Boca o River, y ahora se abrió. Ya en un torneo largo se hace complejo para los equipos chicos. Pero cuando eran torneos semestrales vimos campeones a Lanús, Banfield, Argentinos, Arsenal.
–Más de 30 años de relación: ¿Qué significa San Lorenzo en tu vida?
–Es mi segunda casa. El sillón del vestuario era mi lugar. Ya estar adentro del club me hace bien, me reconforta. Yo nací en Villa Soldati, muy cerca de la cancha. Pasé toda mi vida acá adentro.
–Muchos hinchas te ponen como el máximo ídolo. ¿Te sentís cómodo ahí?
–Sí, me gusta mucho. Si te digo que no te estaría mintiendo. A todos nos gusta ganar cosas, que te reconozcan. Pero soy consciente de que San Lorenzo tiene muchos ídolos. Tiene una historia muy rica, con los Carasucias, los Matadores, gente que dejó mucho acá. Y más cerca en el tiempo Gorosito, Silas, Romeo, el Beto Acosta. Y el club va a seguir sacando ídolos.
–¿Qué es lo mejor que viviste en el fútbol y lo peor?
–Lo mejor fueron los campeonatos. Yo me entrené y competí para ser un campeón. Cuando lo conseguís te viene una alegría impresionante. Lo malo fueron las lesiones en las rodillas, los momentos feos. Y le agrego la promoción de 2012 con San Lorenzo, nos salvamos del descenso en el último partido.
–¿Cuando ganaste la Libertadores pensaste que ya podías irte tranquilo a casa?
–Sí, tal vez. Era una copa que los hinchas esperaron toda su vida. No se podría conseguir, no había manera. Cuando finalizó el partido contra Nacional de Paraguay acá en el Nuevo Gasómetro no lo podíamos creer. Yo miraba a las tribunas y en los primeros cinco minutos la gente parecía no entender la situación. Veía las cámaras, los teléfonos filmando. Estaban shockeados, fue impactante. Después se soltaron y fue una fiesta.
–¿Qué es lo más importante que te llevaste de tu carrera como futbolista?
–El cariño y el respeto de la gente. Viví 30 años en San Lorenzo, pasé por todas las categorías y el amor que te brindan es impagable. Hasta me saludan hinchas de otros equipos, aunque no tanto los de Huracán. Me llevo el vestuario, los compañeros, es hermoso.
–¿Con qué te quedas de lo vivido en el exterior?
–Tuve un año en México, quizás en lo deportivo no me fue bien, pero salió un préstamo a Sporting de Lisboa y viví cuatro años hermosos. Pude jugar la Champions y salimos cuatro veces campeón: dos de la Copa de Portugal y dos de la Supercopa. Fue muy positivo.
–¿El jugador de fútbol vive en una burbuja?
–Sí, porque siempre estamos rodeados del mundo del fútbol, del club, los entrenamientos, los hinchas. A veces te encontrás con jugadores más abiertos, con gustos por otras cosas, más cultos. Pero en general el jugador vive en una burbuja: se entrena, se concentra, juega, televisión, diarios. Y no mira otra cosa o no sale de ahí. Muchas veces no estás al tanto de la realidad.
–¿El jugador está más expuesto que hace 20 años?
–Sí. Las redes sociales te exponen y debés cuidarte mucho más, ser más profesional. Hoy, a la primera de cambio salís en todos lados.
–¿Habrá espacio para el Romagnoli entrenador?
–Ya me recibí de DT. Sí, me gustaría. Hoy quiero disfrutar como manager, pero la idea a futuro es dirigir.
–¿Cómo se forma a un Nº 10?
–Viene con la enseñanza desde las inferiores. Nuestra idea es sacar esa clase de jugadores. Cuando yo era pibe se jugaba con enganche, nosotros y el rival. Desde 1995 hasta 2005 salieron muchísimos y después se cortó. Hoy se intenta retomarlo en juveniles, pero te acercabas a verlos un par de años atrás y todo era 4-4-2. Al que vos veías habilidoso y con condiciones lo tiraban al costado a volantear. El enganche más clásico era (Juan Román) Riquelme, pero esa posición se murió.
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