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Le hizo el gol de su vida a Boca y no lo pudo ver porque no tiene cable: la historia de Peñailillo, el chileno que corre 7 kilómetros cada 45 minutos
Selló con un zurdazo la victoria contra el equipo xeneize, pero como no tiene DNI argentino, por ahora no puede disfrutar de la televisión digital; va ser padre de un varón en nuestro país y ya piensa en qué selección va a jugar...
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A veces –casi siempre- la ficción supera a la realidad. El nene era uno de los tantos chicos que jugaban con la pelota en la playa de Viña del Mar, paisaje precioso, aguas cristalinas y heladas. Soñaba con jugar, alguna vez, del otro lado de la cordillera: en River, en Boca. O, en todo caso, si algún día los enfrentaba, hacerles un gol, mirarlo a la noche por TV y no olvidárselo en toda la vida. Nicolás Ignacio Peñailillo Acuña, chileno de 29 años es demasiado alto (1,86m) pero igual se las arregla para volar por la banda izquierda.
Es un tractor que va y viene, entusiasta, atrevido. Una tarde, con la camiseta de Unión, en Santa Fe, cumplió el sueño del pibe: le hizo un gol a Boca y el Tatengue de juego jovial se impuso por 1 a 0. Llegó a su casa, abrazó a su mujer embarazada, recibió mensajes de todas partes y… no pudo ver en pantalla grande el gol que lo hizo famoso.
Como no tiene DNI argentino todavía, no le colocaron el cable digital. Y si no tiene cable, no tiene televisión convencional. Sólo espía su festejo alocado en el celular, en una tablet. Lo conserva en la memoria, eso sí. Para siempre. “No puedo contratar el cable porque no tengo el DNI todavía, pero siempre los estoy mirando por las redes sociales”, contó el domingo por la noche en Paso a Paso, por TyC Sports. Sebastián Moyano, el arquero y capitán, prometió que iba a ser una gestión especial al servicio de comunicación. “Ahora en Santa Fe, por lo menos por estos días, puede hacer lo que quiera. Sino, que venga a casa y le presto la tele, si va a seguir haciendo goles importantes”, advirtió el dueño del arco, que además suele acompañarlo a los entrenamientos. “Esta semana no le cobro los viajes”, se permitió una broma.
Peñailillo jugaba en Everton, tuvo un paso fugaz por Zenit (“Era muy chico y era difícil jugar allá. Tenía 20 años y con suerte uno de 23 ingresaba desde el banco, pero me ayudó a crecer y me quedó la espinita de salir de nuevo al extranjero”), volvió a su casa, pasó por Deportes Iquique y Antofagasta de Chile antes de aterrizar hace un puñado de meses en Santa Fe, pedido por Juan Manuel Azconzábal, que lo conoce del fútbol chileno y que, además, creó una formación coral, despreocupada por la defensa, con los tiempos de Acevedo -una suerte de Enzo Pérez y Nicolás Domingo- y un grupo de jóvenes intrépidos, como Gastón González (19), una especie de moderno Di María.
Soñaba: “Enfrentar a este tipo de rivales y estar a la altura era uno de los grandes desafíos de mi carrera”. No solo marcó el zurdazo goleador, también participó en la jugada del (supuesto) penal que se ignoró por una mano de Julio Buffarini: Peñailillo dispuso de ese remate.
Es, además, todo un velocista: “Sabíamos que había que correr mucho. En el primer tiempo me dijo el profe [preparador físico] que corrí unos 7 kilómetros. Hicimos un gran esfuerzo y nos vamos muy contentos. Estos son partidos especiales. Somos un equipo humilde; tenemos que dejar todo en la cancha como lo hicimos”.
El resumen del triunfo tatengue
¿Es lateral izquierdo o extremo? Defiende con entereza, pero cuando se larga hacia adelante, es un volcán. “Mis características siempre fueron más ofensivas, pese a que soy defensor por naturaleza. Me gusta defender y atacar en las pelotas paradas y en lo personal, entrego siempre todo lo que tengo. No solo en los partidos sino también en los entrenamientos. Además de colaborar con los más chicos en el aprendizaje...”, reflexiona Peñailillo.
Para conocerlo mejor
Héctor Almandoz fue su último entrenador en Antofagasta. “Peñailillo es un jugador de selección”, asegura, más allá de que no suele ser citado. “El técnico siempre me pide que meta diagonales y que llegue al gol. Estos partidos son especiales, no importa la forma de ganar. No lo puedo creer”, cuenta el chileno, al borde de las lágrimas.
Tiene otra razón. “Mi hija y mi señora son todo para mí. Pero además, ahora pienso en el hijito que está por venir. Va a ser argentino y ojalá que sea bueno con la pelota, así voy a tener que tomar una difícil decisión, a ver en qué selección juega…”, se permite reírse. Y volar con la imaginación una vez más. Detrás de escena, se inclina por la fe en la religión.
El domingo a la noche, Peñailillo festejó con la humildad que lo refleja: disfrutó de unas pizzas caseras, con “forma de corazón”, creadas por la mano artesanal de su mujer. Así celebró “el gol más importante de mi carrera”. Con muzzarella santafesina y sin poder ver en la televisión su obra maestra.
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