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Lautaro Martínez: “La energía que te da la selección no la encontré en otro lado”
Acaba de salir campeón de Italia con Inter, en el año de su consolidación en Europa; en esta charla con LA NACION, habla de la madurez que alcanzó tras el nacimiento de su hija y del valor extra que significa jugar con la Argentina
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Cinco valijas. Dos para Lautaro, dos para Agustina y una para… Nina. La familia Martínez estaba tan ansiosa por llegar a la Argentina que el equipaje salió antes, cosa de viajar livianos. “No es que la nena tenga poco, pasa que no usa zapatillas grandes, como nosotros”, lanza la risa el padre primerizo, con un orgullo que no entra en la videollamada con LA NACION. Aunque la felicidad de ese momento tan especial, el de venir juntos por primera vez, entró muy pronto en paréntesis. Es que enseguida Lautaro tuvo que meterse en una burbuja especial, la que contiene a los futbolistas de la selección en Ezeiza. Y vino una separación para la que no estaba preparado: madre, hija y Alma, la perra, partieron rumbo a Mendoza, la patria chica de Agustina. Los Martínez, el lado paterno, esperan pacientes una visita a Bahía Blanca, mientras.
“Sé que por un mes y medio, si las cosas le van bien a la selección, voy a estar sin verla. Al principio el tema me tuvo un poco triste, me costaba aceptarlo, la idea me daba vueltas... Pero mi familia sabe que voy a representar al país, y que es lo que amo hacer”, se consuela. Se da ánimo. Y avanza con la catarsis, con ese costado del mundo las estrellas que no brilla en Instagram: “Hace más de un año y medio que no puedo ir a Bahía Blanca, que es mi lugar. Donde respiro, donde cargo energías, donde comparto con mis amigos. Y ahora tampoco podré ir. Yo le digo a Agustina, medio en chiste y medio en serio: ‘El día de mañana vamos a vivir en Bahía Blanca’. Es mi lugar en el mundo”.
Nina Martínez, precisa el papá, nació a las 3.48 del 1 de febrero en Milán. Eran tiempos de avance de la segunda ola de coronavirus en Italia y cuidados extremos. Y Lautaro, que por los entrenamientos y partidos del Inter había podido estar en una sola ecografía, se vio desbordado por la situación. “Esa noche no dormí nada… La nena quedó en la incubadora, hice los papeles y tuve que ir a entrenarme porque al día siguiente jugábamos la primera semifinal de la Copa Italia contra Juventus, de locales. Imaginate, había nacido mi hija… Terminé de entrenarme a la tarde, volví y me metí de nuevo, no podía quedarme afuera. Después recién me fui a casa, porque aceptaban a un solo acompañante y estaba la mamá de Agustina. Tuve que pasar la primera noche de la nena lejos de ella. La había abrazado, pero estaba con oxígeno, fue una sensación horrible”, revive, como si la angustia le volviera al cuerpo. Al día siguiente, la mini historia concluyó con Lautaro anotando el gol del triunfo y una dedicatoria más que obvia, mientras Nina transcurría sin problemas su segundo día de vida.
Cerca de los 24 años -los cumplirá el 22 de agosto-, Lautaro dice que ya comprobó eso de que ser padre “cambia la vida”. Las rutinas en el departamento de la familia giraron radicalmente. “A las 9 de la noche tengo un sueño… Terminás el día reventado y feliz. Yo vuelvo del entrenamiento y la quiero tener. ¿En qué soy bueno? En el baño, mi mujer me dice que cuando ella la baña con la niñera la nena llora, y conmigo no. Ahí tengo un punto a favor. Y la hago dormir fácil, ése me lo sumo también. Soy flojo en darme cuenta de que tengo que mantener silencio cuando duerme, jeje”, se describe.
-A tu alrededor dicen que sí, que cambiaste...
-Toda mi vida cambió. Cambié mi manera de vivir las cosas, no solo en mi casa. Me hace madurar. Pienso todo dos o tres veces, estoy mucho más tranquilo. Incluso en la cancha: antes me perdía partidos porque me amonestaban fácil, por protestar. Hoy bajé un cambio. Nina me da tranquilidad. El profe del Inter me dijo que se dio cuenta de que estoy distinto, mucho más metido en el grupo, más líder. Siento que maduré muchísimo, que abrí la cabeza.
El que entró a la burbuja de la AFA hace diez días es uno muy distinto a aquel que hace ya tres años se fue vivir a Europa. El que llegó a Inter era un chico impaciente, acostumbrado a los elogios y no muy dócil a los contratiempos en el fútbol. Es que, sencillamente, casi no los había tenido hasta ese momento en que se calzó la 10 del mítico club italiano. La aventura había empezado alrededor de ese número, justamente. “Cuando surgió lo del Inter, el director deportivo viajó a verme a Buenos Aires. En esa charla le pregunté si el 10 estaba libre y se lo pedí. Me dijo ‘bueno, bueno, vamos a ver’. Cuando al tiempo viajé a Milano a firmar el contrato me volvieron a preguntar y les insistí con que quería la 10. Me decían ‘mirá que la 10 la usaron Ronaldo, Baggio, Sjneider, éste, el otro…’. Les dije que sí, que era consciente, pero que me gustaba el desafío: ‘La quiero’. Y me la dieron: firmé y me saqué la foto con el 10”, viaja a esos días del verano italiano de 2018.
-Por qué fue tan difícil ese primer año?
-Me costó, me chocó. Pasé de Racing, donde hacía goles y la gente coreaba mi nombre, era siempre titular, a un país nuevo, un club nuevo, un idioma nuevo… Sabía que me iba a tener que adaptar, pero no que me iba a costar tanto. Al principio decía cualquier cosa, no pensaba: iban tres meses y ya decía que me quería ir, no quería saber más nada. No me aguantaba nadie. A veces agarraba el auto y me iba a dar vueltas solo. Era un loco, no pensaba. Después bajé un cambio. Mauro (Icardi) me dio una mano gigantesca en ese momento, se lo agradezco para siempre. Estoy muy feliz de que el primer año me haya servido de aprendizaje. Ya en el segundo año jugué más, las cosas cambiaron. Y en éste, mucho más: volví a Argentina completamente satisfecho y feliz. Jugué 38 partidos de 38 en la Serie A, 6 de 6 en Champions y 4 de 4 en Copa Italia. Y ganamos el campeonato. Es mi primer título como profesional, y vino tres meses después del nacimiento de Nina. Tiene otro sabor.
-Y ahora hablás en italiano en el vestuario...
-Sí, cada tanto hablo. Me gusta. Cuando me la siento, hablo. Lo hice antes de un partido contra Milan, que ganamos 3-0. Hice una arenga adelante del grupo, cosas que me vinieron en el momento. A veces llego a casa y le hablo a Agustina en italiano, acostumbrado a hacerlo todo el día en el club. Ella se ríe. O hago una videollamada con mi mamá y meto una palabra en italiano. “¿Qué dijiste?”, se queda.
-El contexto te hace crecer, también...
-En la pensión de Racing conocí la Argentina: tenía compañeros correntinos, pampeanos, jujeños, santafecinos, formoseños, tucumanos… Vas aprendiendo de sus provincias, está bueno, porque vivís experiencias que en mi casa no hubiera podido. Y en Inter conocí el mundo: tengo compañeros ingleses, croatas, eslovenos, eslovacos, chilenos, uruguayos… Y un belga (Lukaku) que habla seis o siete idiomas, tiene una facilidad tremenda. Tenemos historias similares de chicos, creamos un compañerismo importante y eso se traslada a la cancha. Pero que no se enoje, ¿viste el físico que tiene?
El 9 de la selección, el que no se cree nada
Hay un hilo que ata los primeros pasos de Lautaro en el Inter con su estreno en la selección mayor. Debutó en un contexto irremontable: Argentina ya perdía 4-0 ante España en Madrid cuando Jorge Sampaoli lo mandó a la cancha, en marzo de 2018. Nada bueno podía ocurrir en esos 31 minutos que quedaban por jugarse en el Wanda Metropolitano. La Argentina perdió 6-1 y no faltó quien hizo correr el comentario malicioso de que no estaba “a la altura”, como supuestamente había quedado expuesto en los entrenamientos de esa gira, vigilado de cerca por pesados como Otamendi y Rojo...
Enseguida vino el paso siguiente: se quedó fuera de la lista del Mundial de Rusia. ¿Frustración? “No”, remarca ahora, afirmado en esa mentalidad del Toro que va siempre al frente. Un apodo que, en la intimidad del grupo, algunos asocian al tamaño de su cabeza: “Uhhh, me cargan siempre con eso”, concede. Y vuelve a aquel escarpado punto de partido de hace tres años: “Sabía que era joven y que estaba haciendo las cosas bien en Racing. Todo lo que uno hace en el club es lo que te lleva a la selección. Entonces estaba tranquilo, yo era muy chico, sabía que podía tener otra oportunidad. Ponerse la camiseta de la selección no es para todos los días. Y cuando te la ponés, creeme que pasan cosas que en otro lado no te pasan”.
-¿Tan así es?
-¡Sí! Es así, es así. Yo siempre se lo cuento a mi familia. Es impresionante. Por eso hay que disfrutar el día a día. Es una energía, una cosa que en otros lugares no se vive. La energía que te da la selección no la encontré en otro lado. Más como somos nosotros los argentinos. Tenemos esa locura que es divina, aunque un día nos pongan allá arriba y al otro, allá abajo. Es divino estar en el predio, ponerse la camiseta... Yo lo pienso así: cada persona que está ahí, está trabajando para el país. El jardinero, el cocinero, el futbolista, todos. Porque representar a la selección es representar al país. Es lo máximo para un futbolista, sea en un amistoso o un Mundial. Es hermoso, hermoso.
-¿Asimilaste que sos el 9 de la selección?
-No me creo el 9 de la selección ni nada. Busco dar lo mejor en mi club, porque sé que es eso lo que me va a llevar a la selección. Después, el técnico decide.
-Vos sos parte de la nueva generación del plantel, que arrancó sin Messi después del Mundial. ¿Cómo acortaron distancias con el ídolo, cuando regresó?
-No fue complicado, para nada. Él te hace sentir que es uno más, por cómo se entrena, cómo se mueve en el grupo, cómo se brinda. No es que nosotros lo tengamos que bajar del póster, él se pone solo ahí. Hoy tenemos un grupo nuevo, y él nos está dando una gran mano por cómo nos ayuda. Fijate en el partido en La Paz, el año pasado: fue uno de los que más corrió. Con eso te das cuenta de cómo está en el grupo.
-Contabas que en el Inter te sentís líder, ¿en el WhatsApp de la selección rankeás entre los más activos cuando no están juntos?
-Nooo, soy muy tranquilo en el chat. Me subo a la camioneta, la pongo en marcha y salen las canciones del Sapo Pepe y la Vaca lechera. A veces manejo una hora hasta el club y ni me di cuenta que hice el viaje escuchando eso, jaja. Imaginate lo atrasado que estoy con los chats...
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