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Las teclas que tocó Miguel Angel Russo para volver a conformar un Boca confiable
Quizás como el resto de los equipos del fútbol argentino, pero tal vez como ninguno, Boca pasó a ser una incógnita cuando apareció la pandemia y le frenó la actividad durante cinco meses. Porque pasaba uno de sus mejores momentos de los últimos años al ganarle la Superliga a River de manera agónica y forjaba un comienzo de ciclo arrollador con grandes estadísticas, pero repentinamente el virus puso el freno de mano. De hecho, Miguel Ángel Russo lo admite análisis tras análisis: "El parate fue lo que más sentimos porque veníamos con un envión... Sin él, hubiésemos tenido menos problemas".
Se reiniciaron las competencias y, al final, nada se alteró: ya disputó seis partidos oficiales entre Copa Libertadores y Copa Liga Profesional, el entrenador continúa invicto (13 triunfos y 3 empates) en su segundo ciclo tras vencer a Newell’s y su equipo sigue pisando fuerte en la idea. Sin embargo, en algún momento de la inactividad, puertas adentro sabían que el plantel tenía menos herramientas con respecto a las de los primeros meses a partir de las salidas de Junior Alonso, Marcos Díaz, Iván Marcone y los conflictos con Agustín Almendra y Sebastián Villa.
Miguel Russo debió reinventarse y, como sucedía en aquella etapa de definición en la que terminó levantando el título local, hacerles saber a sus dirigidos que todos serían importantes para que Boca vuelva a ser aquel que había quedado en stand by no mucho tiempo atrás. Sobre todo en la previa al reinicio de la Libertadores, en la que había explotado el brote de contagiados de coronavirus (22 jugadores) y los entrenamientos se acortaron. Obstáculos que -paradójicamente- los fueron haciendo más fuertes.
Jugador que decide utilizar, le responde. Empieza a tener la certeza de que el que entra como titular o desde el banco aportan lo mismo en cuanto al compromiso y el rendimiento elevado, que se imponen a las diferencias de característica o estilos en el mismo puesto. Y para eso, claro, es importante el manejo del plantel que lleva adelante un técnico de su talla, con la espalda ancha por su experiencia durante 2007 en el club.
"Hay que agregarle a este equipo muchas cosas más. Volver a marzo es muy difícil, nos vamos acomodando. Intentamos respetar las formas, la ética de trabajo que nos hace crecer como grupo", se sinceró y explicó Russo tras el 2-o en Rosario.
Uno de los ejemplos es Rossi. Tras un año y medio en Lanús, en préstamo, volvió a Boca y en el debut por la copa local le tocó atajar por una distensión que sufrió Andrada. Con una especie de triple presión encima: reemplazar a uno de los arqueros de la selección, volver a ponerse el buzo con el que había sufrido muchas críticas en los años anteriores por su juventud y dar la seguridad que había brindado Díaz cuando este año le tocó arrancar en el arco. Y lo hizo bien, salvando a su equipo por duplicado para ganarle al Granate.
Desde que llegó, Russo elogia continuamente a los centrales de su plantel. Asegura que "me hacen muy difícil elegir y eso me gusta". No es para menos: cuatro goles en contra en 16 partidos, los cuales todos fueron de pelota parada, que depende de un orden más general. Aunque cambie la dupla, la ecuación es la misma. Izquierdoz, subcapitán, suele ser una fija también por adaptarse mejor al perfil zurdo del ‘6’, mientras que entre Lisandro López y Zambrano se disputan el otro lugar. Y, muchas veces, el jugador de la selección peruana es el que queda en el banco.
A la derecha ya se volvió a consolidar Buffarini, pero cuando se desgarró poco antes del reinicio de la actividad fue bien sustituido por Jara, que luego de la derrota en Madrid había emigrado y ahora se mantiene como alternativa. Russo puede darse el lujo, incluso, de retocar un doble cinco que parecía inmodificable con el tándem formado por Campuzano y Guillermo Fernández. Capaldo disputó los últimos tres compromisos y, con su clásico despliegue, le aportó lo suyo a un equipo que pudo haber sentido la diferencia en el manejo de la pelota, pero sobre todo en la intensidad que imprime el pampeano, de 22 años. Y Diego González, el último refuerzo, el domingo supo lo que significa ponerse la camiseta azul y oro, otra alternativa que tanto Russo como el Consejo de Fútbol, liderado por Juan Román Riquelme, lo creen capaz de reemplazar tanto al colombiano como a "Pol".
"Tengo tranquilidad porque los jugadores responden, pero no es fácil tenerlos a todos contentos. El mayor mérito de este grupo es que entienden que es competencia sana y el que entra, busca de todas formas y maneras. Elevamos el nivel", se refirió Russo a la organización que encara en su grupo.
Asimismo, el entrenador se atrevió en Rosario a incorporar desde el inicio un esquema que ya había empezado a experimentar en algunos segundos tiempos: el 4-2-3-1, con Cardona de enlace y Tevez de único punta, dos pruebas que salieron muy bien. Y con el regreso oficial de Villa para tener más poder sobre la banda izquierda y sumarle al desequilibrio que aporta Salvio por la derecha. Además, tiene jugadores en proceso de recuperación en el que ponen mucha expectativa: Zárate y Maroni ya se repusieron de sus desgarros y son opciones interesantes para agregar jerarquía.
Boca sigue firme, pese a todos los obstáculos que atravesó en tiempos de pandemia. Una de las grandes razones es Miguel Russo, que tiene el respeto de todos sus jugadores y lleva a su bloque a empujar en una sola dirección.
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