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–Oficina de la mejor número 4 del mundo, buenas tardes.
Teresa Suárez atiende el teléfono en su casa, en la calle 25 de mayo, en San Fernando. Usó ese número en su camiseta en el Mundial que se disputó en México en 1971, allí donde un grupo de mujeres lograron la hazaña: el primer triunfo de una selección argentina contra Inglaterra en una Copa del Mundo.
Aquel 4 a 1 que no figura en los libros de la historia del fútbol argentino ocurrió en un estadio Azteca con 100 mil espectadores. Los cuatro goles los hizo Elba Selva, la número 10, pero Teresa remarca que el logro fue colectivo. "Todavía no salió una número 4 como yo, lo que pasa es que nadie sabía que yo jugaba al fútbol", bromea.
Suárez tiene hoy 68 años y vive en la misma cuadra donde nació. Enfrente de su casa hay un potrero: una cancha de 11 de tierra, con arcos sin red y marcas de pisadas en las áreas, ahí donde el peligro de gol acelera a la gente del barrio los fines de semana, cuando hay un partido atrás de otro.
¿Cómo nacer frente a un potrero y dedicarse a otra cosa? Teresa sorteó los estereotipos: ahí, en el sector derecho de esta canchita que mira desde la ventana, se erigió futbolista sin prestarle atención al qué dirán. Ahí aprendió a ordenar la defensa, a leer el juego para saber cuándo subir y aportar al ataque, cuándo poner la pierna fuerte. Ahí se transformó en una jugadora de clase mundial.
"La primera vez que jugué un partido en serio, igual, no fue acá. Fue en la sociedad de fomento Cerro Porteño, del barrio Aviación. Mi mamá, Vila, iba a unos bailes ahí y se enteró que había un partido entre solteras y casadas, así que me llevó a jugar para las solteras. Fue en 1964, yo tenía 13 años. No me preguntes quién ganó porque no me acuerdo. Pero ahí empecé", cuenta.
En sus inicios jugaba de 5, pero cuando se sumó al equipo que iba a ir al Mundial la ubicaron de 4: "En el medio estaba Zunilda Troncoso, que era una crack. Era impresionante la clase que tenía para jugar. Así que no tenía chances. Ahí me cambiaron y quedé", dice Suárez, que pasó por distintos equipos, todos armados con amigas: San Fernando, Tigre, Sarmiento de San Martín.
Al Mundial de 1971 fue con 20 años. Trabajaba en la fábrica Texas Instruments, una empresa de industria electrónica: estaba en la línea de producción. Pidió permiso para faltar: no le preguntaron nada. Le dijeron que le iban a guardar el trabajo. Fue, le ganó a Inglaterra, terminaron cuartas en esa Copa, volvió y siguió trabajando.
Años más tarde fue empleada en el Concejo Deliberante de San Fernando y trabajó en la Cámara de Diputados de la provincia de Buenos Aires. Ahí recibió uno de los tantos reconocimientos por la epopeya en aquel Mundial. Cuando excompañeras la vieron le preguntaron por qué nunca les había contado de aquella hazaña: "Y bueno, ustedes nunca me preguntaron", les contestó.
En la actualidad, ya jubilada, Teresa Suárez estudia piano e inglés y va a la cancha ver a Vélez. Hace unos fines de semana, en un cumpleaños, junto a unas amigas armaron un picado: enfrentaron a un equipo de varones y empataron 2 a 2.
"Es muy lindo que todo lo que hicimos ahora se hizo visible", dice. "Se abrió una gran puerta para el futuro, es una corriente que se debe mantener para que haya más igualdad. Si todos seguimos apoyando cada vez va a haber más derechos".
–¿Qué les decís a las nenas que sueñan con ser futbolistas? ¿Qué hay que hacer para ser la mejor 4 del mundo?
–Hay que tener temperamento, visión de cancha, tratar de dar los pases a la compañera que mejor está ubicada y cuando es necesario proyectarse hacia adelante, pegarle de afuera del área. Les digo que se diviertan. Y que sean lo que quieran ser, que nadie se meta en su camino.
–¡Machona! ¡Varonera! ¡Andá a lavar los platos!
Cuando era una nena, Angélica Cardozo escuchó miles de frases como éstas. En Florida, el barrio donde nació, corría la regla para la época: el fútbol era para varones.
Y a Angélica le gustaba lo prohibido: patear la pelota, jugar a las bolitas, treparse a los árboles.
Hoy tiene 69 años y es una de las Pioneras reconocidas. Fue la capitana de la selección del ’71 con apenas 21. Jugaba de 6, aunque subía al ataque. Dice que en la cancha se entendía muy bien con Betty García, la 9, porque cuando se encontraban salían lindas jugadas. También con Ofelia Feito, la número 3, y con Zunilda Troncoso, una que es elogiada por todas: "Zunilda te daba una tranquilidad bárbara. Si la pelota pasaba por ella sabías que iba a estar todo bien".
Cardozo camina con dificultad porque hace un año, en su casa en Saavedra, se cayó de la escalera y sufrió una fractura de tibia y peroné. En aquel partido contra Inglaterra tuvo que salir por una patada: se perdió los goles y terminó en una clínica. Le pusieron yeso, pero después volvió a jugar.
Antes, en el debut de la Copa del Mundo, contra México y en un estadio Azteca con 110 mil espectadores, esta señora se convirtió en heroína: anotó el primer gol de una selección de mujeres en un Mundial. Fue de tiro libre, lo recuerda: "Le pegué de derecha pero en realidad tiré el centro. Pasa que hizo una curva rara. Yo veía a Betty que entraba corriendo para cabecear, pero terminó estrellada en la red. Porque cuando la pelota bajó se metió en el arco".
Aquel partido con México fue derrota por 3 a 1. Las argentinas coinciden en que el arbitraje estuvo arreglado para favorecer a las locales.
Angélica tiene recuerdos latentes: cuando empezó a jugar, a los 8 o 9 años, con los varones de la cuadra en la canchita de tierra del club Círculo Florida, donde su papá, Manuel, atendía el buffet por las tardes. Dice que aquel club ya no existe: hicieron ahí una plaza que a la noche se cierra con portones.
A Angélica la pasaban a buscar sus amigos: le gritaban desde la puerta y jugaban todas las tardes, hasta que se hiciera de noche.
Cuando tenía 12 años se mudaron a Munro y ahí la conoció a Teresa Suárez: "Ibamos con ella y otras chicas a entrenarnos a una cancha que era de una fábrica, Atanor. Ahí ya pasamos a jugar en cancha grande", dice.
El gol en aquel Mundial lo festejó con una alegría inconmensurable. Al final se abrazó con María, su mamá, que la acompañaba a todas las giras que aquel equipo hacía por entonces y no se perdió el viaje a México.
"El festejo del Día de las Futbolistas me hizo acordar mucho a mi mamá, a aquellos tiempos. A partir de mis 15 años viajábamos a jugar por todo el país. Tucumán, Santiago del Estero, Córdoba, San Luis, tantos lugares. Había un manager, Juan Doce, que organizaba todo y nos llevaba. Mamá venía con las mamás de Teresa y la de Eva Lembesi. Era muy compañera, le gustaba el fútbol. A papá no, le preocupaba que me pegaran", cuenta.
Por los golpes terminaría dejando, unos años después de volver del Mundial: "Me habían pegado y me fisuré el tobillo. Y era eso, el fútbol, o trabajar. Dije: ‘Hasta acá llegué’".
Angélica hoy está jubilada. Tuvo muchos trabajos: en una fábrica de remeras, en otra de galletitas, en una guarderìas de bebés, hasta que empezó a trabajar en servicio doméstico.
–¿Qué te genera que ahora todo el mundo las conozca y sepa su historia?
–No caigo de todo esto que estamos viviendo. No puedo creer que hayamos podido ir al Mundial de Francia a ver el partido de las chicas contra Inglaterra. Y volver a estar con mis compañeras, 48 años después. Esto es una reparación para aquel grupo que se fue a jugar un Mundial sin nada y le ganó nada menos que a Inglaterra.
En la Plaza Giordano Bruno de Caballito, en la escuelita de fútbol infantil Las Fulbitas, Betty García es una de las invitadas estrella para festejar el día de las niñas: acompaña a Macarena Sánchez y Laurina Oliveros, delantera de San Lorenzo y arquera de Boca, respectivamente, y su tarea es contarles a las nenas la historia del fútbol argentino: "En 1971 fui parte de una selección que jugó un Mundial. Acá no nos dieron bolilla. Pero le ganamos a Inglaterra 4 a 1. Habíamos ido sin entrenador, sin botines y con una camiseta que se rompió al primer lavado. ¿Tienen alguna pregunta?".
Las nenas la miran y van levantando la mano. "¿Por qué lo varones se creen que son lo máximo?", le pregunta una. Otra comenta: "Antes los hombres creían que todos los derechos eran para ellos, ni votar podíamos. Ahora podemos jugar al fútbol aunque a veces todavía nos dicen cosas". Una le dice a Betty que es una crack: "Vos sos una ídola, tenés que ser rica".
Betty se ríe, no lo puede creer. Fue la 9 del Mundial y dice que le dio los cuatro pases gol a Elba Selva en aquel partido del 21 de agosto. Tiene 78 años y desde hace un año y medio volvió a las canchas: es la directora técnica de un equipo de fútbol 5 que se llama Norita Fútbol Club en homenaje a Nora Cortiñas, Madre de Plaza de Mayo.
Ahora tiene agenda porque necesita anotar las entrevistas que tiene que dar y las charlas a las que debe asistir. Los jueves toma clases de tejido y juega al burako con sus amigas en sus tiempos libres.
"Todo esto que pasa es también por las chicas del movimiento feminista. A mí me gustan todos los reconocimientos, pero hay compañeras que ya no están y no pudieron ver este cambio. Eso me da tristeza. Pero bueno, hay que pensar en el futuro y en que las nenas que quieran jugar puedan hacerlo en libertad", dice.
Y pide derechos para las futbolistas: "Ahora muchas jugadoras no van a tener contratos. Queremos contratos para que todas sean profesionales. Hay que seguir reclamando y tenemos que estar todas juntas".
A las nenas de Caballito que le piden fotos les dice que sigan jugando: que ahora pueden soñar en grande.
Marta Soler aparece en las fotos vestida de negro de pies a cabeza: su mamá y su papá tuvieron que firmarle la autorización para que viajara a México a jugar el Mundial. Fue como la arquera titular indiscutida pese a su corta edad: en algunos partidos sufrió dolores pero se infiltró para poder estar en todos.
En su casa del Delta del Tigre conserva fotos de aquellos tiempos y recortes de diarios. Son imágenes que registran también su tarea como cantante: Marta tuvo su paso por Sábados Circulares, aquel programa de Pipo Mancera, pero también cantó en el restaurante que quedaba al lado del hotel donde descansaban en México. Ahí, en Rincón Gaucho, todas las noches actuaba para el público. El dueño era un argentino que le dio la posibilidad de ganarse unos pesos.
En la fiesta del Día de las Futbolistas que se realizó el 21 de agosto en el Club Premier de Caballito –un día que se declaró por ley a través de la iniciativa de la legisladora porteña Andrea Conde– Soler también cantó, en compañía de Cecilia Encina, ex jugadora, quien tocó la guitarra.
Estaba emocionada: "Tener nuestro día me parece un milagro después de medio siglo de ser invisibles. No pensé que iba a vivir para ver todo esto", dijo. En la celebración había un cruce generacional: futbolistas de todas las épocas circulaban junto a nenas que están empezando a jugar. Se cruzaban y se decían "Feliz día" con una sonrisa en la cara.
Las compañeras describen a Marta como una arquera sobria, que volaba para sacar tiros imposibles. Betty García dice que Vanina Correa, la actual 1 de la Selección, tiene detalles de Soler, "la señorita arquera", como la llamó un medio por entonces.
Marta, que en la actualidad juega paleta criolla, dice que el futuro del fútbol es de las mujeres: "Nosotras jugamos honestamente al fútbol. No nos matamos a patadas, no corremos detrás de la pelota sin pensar, no tenemos hinchadas con esos códigos violentos. Jugamos un fútbol vistoso, con pausa, con creación y sobre todo con mucho amor y respeto por las compañeras. El futuro es nuestro, chicas, sigamos avanzando".
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