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Las mil caras de Paulo Dybala: el desafío de la Joya, el campeón de los dientes apretados que todavía busca brillar a nivel mundial
Estuvo a punto de perderse la gran cita mundialista por una lesión y jugó pocos minutos en Qatar, pero igual el crack surgido en Instituto aportó detalles importantes en el recorrido a la conquista del título
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Casi se pierde el Mundial, pero el día que se sumó a la selección en Qatar con los futbolistas que llegaban de Italia (Lautaro Martínez, Joaquín Correa y Nicolás González), el grupo le dio una gran bienvenida. Paulo Dybala, el hombre en cuestión, demostraba un aura especial con el grupo. El primero que lo abrazó fue otro cordobés, Cuti Romero, pero después llegaron los demás. Él respondió como siempre, con una sonrisa, sabiendo que podía ser parte de un grupo que estaba en condiciones de hacer historia. A los demás jugadores, Messi y Cía. también los recibieron muy bien, pero Dybala fue testigo de un cariño especial ese día. Había estado a punto de quedarse afuera por patear un penal. Mejor dicho, por lesionarse al patear un penal para Roma ante Lecce.
La selección siempre fue una carrera contra el reloj para Paulo Dybala. Es que el tiempo pasaba y los hinchas esperaban verlo destacarse, ganarse un puesto como titular, ser el delantero desequilibrante de Palermo, de Juventus, el que hoy viste la camiseta de Roma. Se fue temprano a Europa y con razón, porque era un diamante en bruto. Y no defraudó, a tal punto que una de las mejores parejas de ataque la formó en la Juventus, primero con Gonzalo Higuaín, luego con Cristiano Ronaldo.
El gran quite ante Mbappé en la final
¿Cuál fue “la” foto de Dybala en Qatar? Aún en un contexto de un campeón del Mundo que tuvo el aporte de los 26 de la lista de Scaloni (incluso los que no jugaron ni un minuto, como los arqueros Gerónimo Rulli y Franco Armani), muchos se pueden quedar con el penal convertido ante Francia en la definición. Un penal importante, porque Kingsley Coman venía de errar; se lo había desviado Emiliano Martínez. Hasta el mismo exInstituto reconoció cuando llegó a Córdoba que “cambió sobre la marcha” la decisión, la manera de patear por un consejo de Dibu: “Ellos vienen de errar, pateá al medio y aseguralo”. Y hacía allí fue, por más que paralizó algunos corazones con su ejecución.
También fue noticia Dybala porque, cuando llegó, decidió donar la medalla de oro ganada en Qatar. Apenas 15 días más tarde de colgarse la medalla, se la dio a la Roma. Ahora, la presea quedará en el Museo Histórico del Club mientras él vista esa camiseta. Así lo explicó la entidad italiana en un tuit. Ese magnetismo que generó Dybala en Roma también provoca asombro, porque fue recibido como un ídolo en junio pasado y apenas suma 13 partidos bajo las órdenes de José Mourinho. Viene de jugar un muy buen partido en la victoria ante Bologna por 1-0 este miércoles: a él le hicieron el penal que convirtió Lorenzo Pellegrini. Pero luego salió lesionado, con un golpe, en un cruce normal en la disputad del balón con Nicolás Domínguez. Otra vez una dolencia muscular lo condiciona.
Quizás los tres factores que lo condicionaron a tener su gran tapa deportiva fueron las lesiones y luego ser contemporáneo de Lionel Messi y Cristiano Ronaldo. Ninguno de los otros cracks hizo nada malo para perjudicar su crecimiento, todo lo contrario, pero –por las características del propio Dybala- le costó encajar mejor. Ya sea por decisiones de los entrenadores o el imán generado por las demás figuras, Dybala –que igual realizó hasta aquí una muy buena carrera- siempre pareció hacer menos de lo que podría.
En el Mundial jugó apenas 23 minutos repartidos en dos partidos, ante Croacia y Francia. Pero él se mostró siempre de buen ánimo, aportando optimismo, sumando, riéndose. Mientras Cristiano Ronaldo estaba en llamas en Portugal y no paraba de generar cortocircuitos internos, con compañeros y el entrenador Fernando Santos, Dybala era la imagen de la felicidad. ¿Que hubiera querido jugar más? Sí. Que le habría encantado hacer goles y ser más determinante? Obvio. Pero entendió su rol colectivo y lo demostró con detalles.
Detalles. Al margen del penal clave contra Francia, en el tiempo cumplido rechazó la última pelota de la final, cuando Kylian Mbappé entraba al área a puras gambetas para medirse con Dibu Martínez. Era un momento de confusión de la selección argentina, que ya defendía con uñas y dientes y con todos volviendo, pero el retroceso de Dybala fue como si fuese un volante central de 35 años de experiencia. Y no quiso líos: el tema era recuperar la pelota, evitar el gol. Y ¡pum!, a otra cosa. Esa fue una de las pelotas del partido, en un partido que tuvo muchas pelotas decisivas. Y eso que había ingresado en el minuto 120 por Tagliafico, más pensado como un eventual ejecutor de penales que meterse en los segundos que faltaban. Pero demostró una concentración, una sangre y una voluntad colectiva como si fuera el capitán del equipo.
Minuto 112, Argentina 3-2 arriba y... ¡Pum!
Otra de las caras de Dybala en el Mundial fue durante ese mismo partido. Tiempo suplementario, minuto 112: la Argentina ganaba 3-2 y Raphael Varane había cerrado como N° 4 ante Lautaro Martínez, cerca del banderín del córner. Pelota al lateral, sobre el costado en donde estaba Dybala, y los demás suplentes con pecheras naranjas haciendo los trabajos precompetitivos. Ni lo pensó. O sí. La pelota sacada por Varane rebotó contra uno de los carteles de publicidad y le cayó a él; Dybala la tomó con los brazos y ¡pum! Pretendió colgarla de la quinta bandeja del estadio Lusail. Una gran volea de zurda que intentó hundir la pelota en las nubes y que no se juegue más. Listo. Literal. Ya está. Que se termine. Todo eso pasó por la cabeza de los argentinos, ¿cómo no iba a pasar por la cabeza de Dybala? Fue la reacción más amateur en el partido más profesional de su vida.
El primero que sabía que el juego se iba a reanudar rápido igual era Dybala… ¡si en la cancha había 35 pelotas! No se trataba de un partido en la cancha 5 de Ciudad Universitaria, en la UBA, donde quizás un pelotazo terminaba en la Avenida y vaya uno a saber cuándo se iban a dignar a devolver el balón (si lo devolvían). Y de última, en el Mundial del tiempo adicionado, ¡el juez iba a agregar más minutos, aún ya jugándose el tiempo suplementario! Hasta pudo ser amonestado por esa acción que el árbitro pudo entender como antideportiva. Pero en la acción instintiva está el estado puro de un deportista que jugó con los sentimientos de principio a fin, porque esta selección jugó con el corazón en la mano hasta en esos detalles. No lo pensó, no lo programó. Le salió. Fue instintivo. Fue cómico. Fue sublime.
Frente a Croacia, Dybala ingresó faltando 17 minutos por Julián Álvarez. ¿Era necesario un cambio en un equipo que estaba dominando de principio a fin y ganando la semifinal 3-0? No. Pero Scaloni lo quería poner. Por algo lo había llevado. El tema es que el mismo DT dijo que Messi no salía. “Si él no me lo pide, no sale”, reconoció sobre el 10 en Qatar. ¿Y entonces? Entró Dybala para jugar con Messi cuando, en el fondo, Scaloni lo imaginaba a la Joya como la primera alternativa para reemplazar al 10 si por alguna razón debía ser reemplazado. Paulo ingresó con ilusión, se asoció un par de veces, buscó desequilibrar.
Pero Dybala no fue tampoco sólo los detalles. Aportó lo suyo cada vez que lo necesitaron, cada vez que lo llamaron. Porque el día de los cruces con los futbolistas de Países Bajos, mientras muchos estaban con cara de perro (Messi entre ellos), Dybala aportó equilibrio con una sonrisa. Quizás “la” tapa de su carrera (hasta antes de Qatar) era cuando fue bicampeón con Juventus de la Serie A y goleador del equipo. Dybala ganó 15 campeonatos en su carrera (doce con la Juve) e hizo más de 150 goles, no se puede decir que esté desacostumbrado al éxito.
“Paulo (Dybala) está bien, no encontré hasta el momento la oportunidad de alinearlo. Consideramos en los desarrollos de los partidos que no estaba la situación para ponerlo, pero él está bien y lo tenemos bien considerado. Tenemos 26 jugadores y a veces los desarrollos de los partidos van cambiando. Vos podés tener ensayado una cosa, pero después el fútbol cambia”, dijo Scaloni antes de jugar la semifinal ante Croacia.
El primero que sabía que iba a tener pocos minutos era Dybala. Ya le había pasado antes. Así fue en la Finalíssima ante Italia, donde ingresó a los 46 del segundo tiempo por Lo Celso y así y todo marcó un golazo para el 3-0 en Londres. Hizo lo imposible para dejar su huella en sólo tres minutos. Del penal convertido en la Roma, pero que le causó una lesión (sufrió un desgarro en el bíceps femoral izquierdo) a principios de octubre, al que le marcó en la definición ante Francia el 18 de diciembre pasaron 70 días.
Dybala entró con lo justo en la lista de 26 y jugó el Mundial menos pensado (con poca participación ofensiva pero fue campeón a su manera, con los dientes apretados y con méritos). Tiene todo para asumir un rol protagónico mayor, juegue donde juegue. Hasta ahora quizás fueron más chispazos que confirmaciones. De ese Dybala brillante en la Champions 2017 ante Barcelona y de aquella sociedad con CR7 que en 2020 no pudo alcanzar la Champions League en Juventus a este delantero de 29 años que sigue condicionado por las lesiones, por Messi (por decisión/pensamientos de Scaloni) y por el destino. Dybala todavía busca sentarse en la mesa de los grandes. Mientras tanto, se aferra a los detalles, suelta la medalla y, siempre con una sonrisa, demuestra su felicidad.
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