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Las mejores anécdotas del Bambino Veira de River campeón del mundo: el llamado de Ruggeri, las cábalas y más
En una entrevista con canchallena.com, el DT que consiguió la única Intercontinental de los millonarios repasa aquel logro
"Me emociona ver esa imagen, pibe. No me quedó ninguna foto de aquel día. Tengo todavía la medalla y un buzo de River que me puse debajo de la camisa". El Bambino Veira habla con el corazón y se queda mirando la foto en blanco y negro. Se la muestra a los dueños del bar, antes de pedir una botella de agua mineral. Es él hace 29 años, con su frondosa cabellera rubia. Imposible no reconocerlo. "Eso es a la salida del vestuario en Tokio", dice. No miente. A un costado se ve la Copa Intercontinental, la única que ganaron los millonarios aquel 14 de diciembre de 1986 cuando vencieron por 1-0 al Steaua Bucarest, de Rumania, otro logro de aquel equipo del Bambino que tantas alegrías les dio a todos en Núñez.
Hoy, Veira tiene 69 años y acepta la charla con canchallena.com antes de entrar a hacer el programa de radio que conduce de lunes a viernes en Radio Belgrano. Hace casi una década que no dirige. El sol lo encandila en el mediodía de Colegiales y a cada paso la gente que lo cruza lo saluda y muchos le piden sacarse una foto con él. "Los hinchas de River todavía me agradecen la Libertadores y la Intercontinental. Los que vivieron aquella época y también los ahora ven todo los videos en Internet", cuenta y se sumerge en los recuerdos de aquella final inolvidable para él, de aquel domingo en que River conquistó el mundo, a pocos días de que el club de Núñez vuelva a jugar en Japón.
El llamado de Ruggeri y una frase premonitoria
Veira había ido a México a ver la final del Mundial entre la Argentina y Alemania. Como técnico de River, siguió de cerca la actuación de sus muchachos, Pumpido , Ruggeri y Héctor Enrique, y celebró la última Copa del Mundo que ganó la selección aquel 29 de junio de 1986. Al día siguiente, regresó a Buenos Aires. "En el viaje de vuelta, pensaba en cómo motivar a jugadores que acababan de ser campeones del mundo. Levantaron la Copa, cómo hacía", cuenta el Bambino, quien tras volver a su casa recibió una llamada que lo sorprendió por la mañana.
- Hola… ¿quién habla?
- El Cabezón Ruggeri, Bambino.
- Cabeza, te felicito, estuve en la cancha, sos un fenómeno, diez puntos.
- Mahh que un fenómeno, vamos a prepararnos para ganar la Libertadores y la Copa del Mundo con River.
- La verdad, sos un ganador, no te cansás de ganar copas.
Veira no podía creer lo que escuchaba. Todavía quedaba la Copa Libertadores por delante y, una vez conseguida, surgía la chance de la Intercontinental. Todo se dio en un año en el que el Bambino, cuando se hizo el sorteo de los grupos de la Libertadores, recibió a sus futbolistas con un mensaje en el pizarrón del vestuario del Monumental: "Rumbo a Tokio". Toda una premonición.
Una preparación con dobles de riesgo
River se consagró campeón de la Copa Libertadores el 29 de octubre tras vencer a América de Cali en el Monumental. "A los pocos días empecé a trabajar el partido contra el Steaua de Bucarest, no quería dejar detalle librado al azar", marca el Bambino, quien una vez por semana realizaba un entrenamiento pensando en el equipo rumano. "Eran prácticamente la selección de Rumania y le habían ganado la final de la Copa de Europa a Barcelona por penales tras igualar 0-0. Sabía que era un rival duro", recuerda Veira.
Cuando el Bambino escucha el apellido Boloni, uno de los jugadores rumanos más talentosos, se ríe. "Practicábamos en el Monumental y yo le pedía a Juanjo Borrelli que jugara de Boloni para que la defensa lo tomara. No sabés las patadas que le pegaban, ja. Lo quería traer a Carlitos Babington, porque era zurdo como él. Le decía que nos viniera a dar una mano, después no se concretó. Cuando jugamos, Boloni fue al banco, estaba lesionado. Los muchachos se me mataron de risa", se divierte el Bambino, quien también utilizaba a un futbolista conocido como doble de riesgo de Lacatus, uno de los punteros de Steaua: "A Monte (Alejandro Montenegro, lateral izquierdo de aquel partido) le ponía a Caniggia, que era bien pibe, para que lo atacara en los entrenamientos. Le decía ‘si vos lo marcás a Caniggia, que es el hijo del viento, a Lacatus te lo comés, Monte’".
Con un solo video y un intercambio que le negaron
Eran otros tiempos del fútbol, en el que no había tantas maneras de ver partidos por televisión y en el que no existía Internet como se la conoce hoy. El Bambino necesitaba conocer al Steaua y consiguió que algunos amigos le mandaran desde España el video de la final de la Copa de Europa entre los rumanos y Barcelona. "Era el único que tenía, lo vi unas cinco veces. Lo miraba solo y anotaba en un papel mis conclusiones", explica Veira, quien, al llegar a Japón, le propuso al técnico de Steaua, Jenei Emerich, intercambiar videos unos días antes de la final. "No quisieron saber nada, era la época en que Ceausescu era el presidente".
"En el video, le buscaba defectos a Steaua y vi uno", relata el Bambino y aún se le iluminan los ojos: "Cuando cometían una infracción le daban la espalda a la pelota. Eso lo conversamos con el Beto Alonso, con Alzamendi, con todos. A los 5 minutos, el Beto se la da rápido a Alfaro, quien patea y ataja el arquero. A los 28, vuelven a darle la espalda, el Beto se apura con la picardía del potrero, se la pone a Alzamendi y gol de River. Me puse muy feliz que el tanto de la victoria llegara por esa vía".
Las cábalas
"Todos los técnicos somos cabuleros", exclama el Bambino, quien a Tokio llevó sus rituales, como muchos definen a estas prácticas en el fútbol. Una de las cábalas surgió casi de casualidad. River llegó a Japón 12 días antes de la gran final del 14 de diciembre. Cuando fueron en micro al primer entrenamiento en Tokio, el chofer, que intentaba eludir el incesante tránsito, se perdió. "Nos metíamos en un lado, en otro, y aparecimos en un cementerio. Le pedí pasar por el cementerio todos los días, por algo habrá sido que caímos ahí".
Hubo más. El Bambino había elegido el vestuario para la ocasión. El pantalón celeste claro de cábala con el saco más oscuro, además una camisa y debajo un buzo de River. Tras ganar la final, los jugadores le quemaron la ropa al DT, lo mismo habían hecho luego de la consagración en la Copa Libertadores con el pantalón de vestir gris que siempre usaba Veira.
La arenga y el partido
"En la charla previa a ese partido el Bambino nos hizo sentir que éramos superhéroes", coincidieron Alejandro Montenegro y Jorge Gordillo, los laterales de aquel equipo. ¿Qué les dijo el técnico? "Les di a entender que era el partido de nuestras vidas. Yo no preparo los discursos, soy una persona de explosión, de energía. Te mandaba todo directo. Les hablaba de la triple corona. Campeonato, Libertadores e Intercontinental, como había ganado en Europa el Real Madrid. Los grandes ganan la triple corona, les decía. Y River es un grande. Vamos a ganar la triple corona. Veía que estaban motivados. Entraron a la cancha y se les veía ese hambre de gloria".
¿Qué recuerda el Bambino de la final? "Fue muy táctica, como lo imaginaba. Nadie quería cometer ningún error. Un partido de gran concentración. Cuando nuestro equipo metía un gol, era muy difícil que nos ganaran. Por suerte, vimos que se desconcentraban, el Beto se avivó y Alzamendi convirtió. Sufrí sólo porque empezaron a tirar centros. Nuestro River era muy duro porque no lo movías tácticamente, siempre estaba bien parado y te daba la tranquilidad que ganaba de visitante".
Un fiesta inolvidable, pero sin el Bambino
"Somos campeones del mundo, me quiero morir", exclamó el Bambino apenas terminó la final. Lloraba de alegría el DT que veía materializado su sueño. "Cuando terminó fue una fiesta total", recuerda Veira, quien se acercó al Tolo Gallego, su capitán, y al Beto Alonso, el otro referente del equipo. "‘Con esto, ya está, quedan para siempre en la historia de River, es la triple corona, ya está’, les dije", rememora el hombre que guió a la gloria a este equipo.
El Bambino decidió dejar el campo de juego minutos después de finalizado el encuentro y ni siquiera vio en la cancha cuando los jugadores levantaron la copa ni la vuelta olímpica. "Me querían llevar al escenario, pero era un momento de los jugadores. Me acerqué al profe al cuerpo técnico y les dije que nos fuéramos al vestuario. Después todo eso lo vi por video, pero la fiesta siguió en el vestuario, el hotel, un día inolvidable".
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