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Las lecciones que la final de la Champions League puede enseñarle a la selección argentina
Si Mo Salah fuera argentino, quizás ya habría quedado afuera de la Copa del Mundo. El delantero egipcio sugirió ayer que estará en condiciones de llegar a Rusia; por suerte para él, su técnico argentino es Héctor Cúper. Jorge Sampaoli le habría cerrado la puerta en la cara como hizo con Sergio Romero.
La final de la Champions League, en la que se lesionó el gran rival de Lionel Messi y Cristiano Ronaldo en la carrera por el ser el mejor de la temporada que se cierra con el Mundial, ofreció drama y grandes dosis de pasto intelectual para debatir sobre la condición existencial del fútbol, pero también sirvió en bandeja algunas lecciones de las que, probablemente, Sampaoli ya tomó nota.
La pésima experiencia de Loris Karius subraya la magnitud capital del papel de un arquero en un equipo que se presume competitivo. Aún remanido, el concepto recobra trascendencia en momentos en que la selección no tiene un dueño de su arco por primera vez en más de una década y media.
Las redes y los medios transformaron la cuestión en un debate abierto, lo que permite suponer que la mayoría se disgustará si Sampaoli prioriza a Caballero por sobre Armani. No hay comparación posible: el arquero de River es técnicamente muy superior al desventurado alemán. Pero es oportuno recordar que la elección, al cabo, no puede ser caprichosa. Precisa estar bien fundada. Un paso en falso acaso sea lapidario. Tanto en la decisión como en la cancha.
Si contar a Messi siempre es un plus, tenerlo no siempre es decisivo. La final de la Champions volvió a mostrar que el concurso de una estrella no asegura nada: Cristiano Ronaldo puede reclamar la propiedad de la Orejona después de conquistarla en cinco oportunidades, pero su papel en el partido decisivo en Kiev fue más que discreto. Con una exposición mucho menor, Luca Modric acabó siendo más gravitante, por ejemplo. De eso deben tomar nota quienes rodean a Messi en la gestación y la definición del equipo nacional. De ellos depende una gran cuota de un hipotético éxito.
En una entrevista a una radio de su provincia, el cordobés Paulo Dybala aseguró ayer: "Queremos ayudar a Messi a conseguir el Mundial". Compensar lo que el astro no puede brindarle circunstancialmente al equipo parece una esforzada tarea: la campaña de las eliminatorias oficia de prueba. Sampaoli deberá trabajarlo en el campo a lo largo del torneo y también en la cabeza de los compañeros del rosarino.
A propósito de Dybala, la tercera lección de la final es la importancia del recambio. De un banco poderoso y con alternativas. Cuando CR7 acabó por demostrar que no estaba a la altura de los acontecimientos, Zidane echó mano a Bale, que no jugará el Mundial y quiso sacarle el jugo a la situación.
La conformación de la lista argentina se mantiene todavía en discusión, como si no fuera cosa juzgada. Los que están serán (salvo imponderables) los que jugarán en Rusia. Será imprescindible que a los que arrancan fuera del once titular se les potencien sus condiciones de manera que una sustitución no disminuya la curva de rendimiento del equipo; que la altere a la suba, en todo caso.
La prepotencia del banco del Madrid contrastó con la modestia del recambio del Liverpool. El precepto de los dos jugadores por puesto se vuelve más valedero en un seleccionado, dónde el entrenador puede elegir sin limitaciones de presupuesto. Si Sampaoli eligió lo mejor disponible, lo corroborará la disputa del Mundial.
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