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Es un mundo nuevo para Sergio Rondina. El ascenso era su lugar, un hábitat de precariedades donde se aprende a valorar lo poco que se tiene. Hizo carrera pasando por todas y cada una de las categorías como jugador y entrenador, pero sin llegar a pisar una cancha de primera división. Arsenal lo eligió. Hoy, a los 44 años, es el padre de una de las sorpresas del torneo. Está a un punto de San Lorenzo y Godoy Cruz, los líderes de la Zona 1, luego del empate 3 a 3 contra Belgrano, jugado anteanoche en su casa.
"Ya pedí que me pellizquen varias veces. Estoy disfrutando de todo esto", bromea Rondina a LA NACION en la intimidad del vestuario de árbitros en las entrañas del Viaducto, que hace de oficina durante la semana para planificar todos los detalles del cuerpo técnico.
–¿Cuál es el mérito que tiene Arsenal para tener este presente?
–La predisposición que tienen al trabajo. Se respira buen aire en el vestuario, donde los grandes tiran del carro, caso Bottinelli, Vella o Caneo, que son los primeros en llegar y los últimos en irse. Los chicos copian esos buenos ejemplos y los resultados fueron potenciando a todos.
–Mencionaste más de una vez que tu propuesta es tener equipos equilibrados…
–Busco un equipo que tenga un orden defensivo, que a partir de la solidez intente jugar con gente rápida y con buen pie de mitad de cancha para adelante. Más allá de la disposición táctica, los jugadores terminan haciendo al sistema, no el sistema al jugador. Nosotros cambiamos mucho el sistema táctico desde el arranque del torneo por lesiones, rendimientos o lo que sea.
–Jugaste seis años en Arsenal y ahora sos su DT en Primera, ¿Significa algo especial?
–Siempre digo que soy muy hincha de Midland porque me crié dentro del club, pero Arsenal me formó como jugador y persona. Después de arrancar de tan abajo, el desafío personal que tenía era llegar al Nacional B, que es donde más tiempo jugué en mi carrera... Con esto cumplí un sueño. De ahora en más, lo que venga será regalo de la vida y de Dios.
Entre mate y mate, Rondina disfruta recordando sus vivencias en las zonas bajas del fútbol argentino. Junto a Caruso Lombardi, son los únicos entrenadores de la máxima categoría que dirigieron en las cinco categorías. Empezó en su querido Midland, en la D; estuvo cuatro años en la C entre Cañuelas, Colegiales, Luján y Excursionistas; otros cuatro entre Flandria, dos gigantes de la primera B como Atlanta y Platense, y Villa Dálmine.
Luego de una mala experiencia en el club de Vicente López (duró seis partidos y lo echaron por teléfono), Villa Dálmine le cambió la vida: obtuvo en 2014 el ascenso ante el Tristán Suárez de Caruso Lombardi –que tenía una insfraestructura superior y jugadores de otra categoría– y lo dirigió en la primera B Nacional, certamen en el que aseguró la permanencia. "Nos sacamos una mochila grande como cuerpo técnico. Se decía: ‘Arma buenos equipos, pero no sale campeón’; lo escuchabas una, dos, tres veces y empezabas a dudar si era verdad", reflexiona el Huevo Rodina, que había arreglado contrato con Los Andes, pero apareció Arsenal en el medio y "no podía dejar pasar la oportunidad". La más importante de su trabajosa carrera.
–¿Qué te sorprendió de la primera división?
–La estructura del club y las condiciones que te brindan para que no te falte nada. Los campos son distintos: podés jugar en el mejor campo del Nacional B y va a ser distinto a uno de la A. Me sorprendió la calidad y la técnica de los jugadores; cambia la manera de resolver situaciones de juego: es un fútbol más dinámico y con más espacios.
–¿No te sentís por momentos un sapo de otro pozo?
–Me pasó en dos momentos. En la cancha de Colón, los agarramos con ganas de jugar a Alan Ruiz, (Víctor) Figueroa y (Pablo) Ledesma. Tiraban un pase que pensabas que se iba largo, pero quedaba muerta en el pie o resolvían rápido a un toque. Lo miraba a Facundo (Gareca, su ayudante) y le decía: "Bienvenido a primera". La otra vez fue en la cancha de San Lorenzo, otro universo. Estaba solo en el vestuario, veía semejante estadio que se estaba llenando y decía: "Este no es mi mundo, ¿qué hago acá...?".
–¿La primera y el ascenso son dos mundos separados?
–Cada división tiene sus particularidades, como las maneras de rebuscarse. En Cañuelas teníamos un jugador, Mario Alegre, que trabajaba de sereno. Venía a la mañana sin dormir y yo no quería saber nada, pero el tipo se entrenaba a la par de los demás y era el capitán en los partidos. Entonces, tratábamos de cuidarlo.
-Hablemos de cada una. La D…
–Es una de las más relegadas porque los campos no son buenos, los materiales de trabajo no son de la mejor calidad, todos los chicos trabajan y no podés exigirles de la misma manera porque capaz no desayunaron o están cansados. Ni hablar de los viajes en los ómnibus, los estadios o el juego.
-¿Cómo describirías a la C?
–Cambió. Desde la época que estaba dirigiendo ya te entrenabas por la mañana. Ahora hay contratos y los jugadores pueden vivir del fútbol o que sea su principal ingreso. Las canchas mejoraron y ya se está acercando más al fútbol profesional. Mejoró mucho.
–¿La primera B?
–Es la categoría más difícil del fútbol argentino. Hay jugadores que están en un club, al año siguiente están en otro y así se arma una rueda donde se conocen las mañas, sus virtudes y defectos. Así, se hacen partidos muy cerrados. Hay equipos importantes, con una historia atrás, como Platense, Atlanta o Morón, que les cuesta muchísimo ascender. Es una categoría complicada y muy táctica. Hay algunos que invierten mucha plata y no pueden salir de ahí.
–¿La B Nacional?
–Es la que está más cerca de primera. Hay una brecha entre la primera B y el Nacional B como también la hay del Nacional B a primera, pero es otro tipo de juego. Hay más espacios para jugar, con jugadores con pasado en primera división que muestran su jerarquía.
–Dijiste que es imposible no soñar. ¿Creés que ayuda esa inexperiencia tuya en primera?
–No, nos permitimos soñar porque los sueños e ilusiones son el motor de la vida. ¿Cómo no permitirnos soñar e ilusionar si hay un plantel que se levanta, deja todo en cada entrenamiento y tiene ganas de más? Después veremos si el nivel futbolístico alcanza. Nosotros tenemos que seguir sumando puntos para el promedio. Y a partir de ahí, comprobar si nos da para pelear por otras cosas.
A Rondina lo une un vínculo especial con Midland. Jugó desde las inferiores a primera, fue DT y dirigente en el club de la ciudad de Libertad, en el partido de Merlo. "Las pasé todas", dice el Huevo. El comienzo de su carrera como entrenador guarda una anécdota particular con Agustín Orion, el arquero de Boca, un hincha incondicional. Midland se había quedado sin DT y el arquero xeneize fue a buscar a Rondina, que trabajaba en el Cefar (Centro de Entrenamiento para Futbolistas de Alto Rendimiento) junto a Coqui Raffo. "Me dice: ‘O dirigís vos o no ayudo más al club’. Tenía armadas las vacaciones con mi señora y terminé entrenando a Midland las últimas 12 fechas", recuerda de su primera experiencia como conductor.
am/jt
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