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Las 100 preguntas a Daniel “Profe” Córdoba: sus inicios en el fútbol, su enojo con Miguel Ángel Russo, por qué se rompió su relación con Estudiantes, la muerte de su hijo, su grave accidente y el regreso como DT
El verborrágico exentrenador de Lanús, el Pincha y Colón no dejó tema sin abordar en una charla de duración récord en este ciclo de entrevistas
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Irrumpió en el fútbol a fines de la década de los ochentas como preparador físico, con un look innovador de pelos largos, desteñidos con agua oxigenada y aritos en ambas orejas. Y en cuanto dio el salto a la dirección técnica sorprendió al ambiente con una verba cargada y florida. Realizó grandes campañas en Estudiantes de La Plata y Colón, al que llevó a estar entre los ocho mejores equipos de la Copa Libertadores en 1998, pero en el mejor momento de su carrera sufrió el golpe más duro que puede recibir un ser humano: la muerte de un hijo. Juancito, de casi 4 años, apareció ahogado en la pileta de un vecino. Él logró reponerse y se ganó un lugar en los medios por sus exposiciones tácticas, pero un accidente con el auto lo dejó técnicamente “muerto”. Necesitó seis años para recuperarse.
Fue guardavidas, tuvo a su cargo dos cátedras en la Universidad Nacional de La Plata, brindó charlas en complejos penales, dio el impulso inicial a la carrera futbolística de Lionel Scaloni y cuenta sin filtro la entretela del ambiente futbolero, con revelaciones realmente llamativas. Castiga a Miguel Russo, critica al bilardismo y explica por qué, para él, es tan complicado ser entrenador en clubes comandados por figuras idolatradas, como Juan Román Riquelme y Sebastián Verón. El “Profe” Daniel Antonio Córdoba rompe un récord de casi 300 entrevistas de 100 preguntas hechas por este autor, con 4 horas y 20 minutos de conceptos y recuerdos frenéticos.
1. –¿Quién es Daniel Antonio Córdoba?
–Soy una mezcla de barrio, facultad y vestuario. En el nivel federado hice todos los deportes: fútbol, básquet, vóley, handball, waterpolo... Cuando tenía 18 o 20 años me iba a jugar al fútbol al interior de la provincia de Buenos Aires y en un fin de semana ganaba más que mi viejo laburando una quincena en el frigorífico Swift.
2. –¿De qué jugabas?
–De 9, pero como tenía gran capacidad aeróbica y pensaba mucho, porque en todos los deportes jugué como armador, me gustaba tirarme atrás y organizar al equipo Se había corrido la bola de que más o menos jugaba bien, entonces me pagaban para jugar los fines de semana en campeonatos regionales en Lobos, Pehuajó y otras ciudades de la provincia de Buenos Aires.
3. –Barrio y vestuario, ¿y la facultad?
–Estudié dos años Derecho y después hice el profesorado de Educación Física en la Universidad Nacional de La Plata. También di clases durante muchos años: gané cátedras por concurso en la Universidad Nacional de la Plata y en la Universidad Católica.
4. –Ya en el fútbol no te gustaba que te dijeran “Profe Córdoba”, ¿no?
–No me gustaba, no. Sentía que me menospreciaban con ese rótulo. Siempre tuve mis reflexiones y me sentía un docente, más que un “profe”, y prefería que me dijeran “El Negro Córdoba”. Así me llamaban mis amigos en el barrio.
5. –¿Qué hacía tu papá en el frigorífico?
–Limpieza de máquinas, en la época de oro de Berisso. Laburaba de 6 a 6. Con mangueras gruesísimas a presión con agua hirviente, tenía que limpiar las máquinas donde se hacía el pate de foie y todo eso. Tuvo varios accidentes. Un día me dijo “vení”, y en esa época no era “¿querés venir?”, era “vení”. Y me llevó a ver cómo laburaba y me hizo comer como comían ellos: les daban un pedazo de carne y lo ponían en el caño del agua hirviente. Hacía “psssssssss” y se cocinaba ahí mismo. Tuve noción de lo que fue mi padre cuando le hicieron la despedida al jubilarse. Se la hicieron en un club en Berisso, había como 500 personas y pregunté: “¿Cuántos se jubilan hoy?”. Y no: estaban todos por mi viejo. Nicolás Tomás Córdoba. Era socialista, un líder muy querido, que peleaba mucho por los demás. Mi vieja era modista y ama de casa. No tuve hermanos, lamentablemente.
6. –¿De qué equipo eras hincha de pibe?
–Y lo sigo siendo: de Boca. El programa con mi viejo era sentarme con él, los sábados a la noche, a escuchar en esas radios gigantes las veladas de boxeo con el Gordo García Blanco y Osvaldo Caffarelli. Los domingos a la mañana seguíamos con Luis Elías Sojit y las carreras de Turismo Carretera. Y a la tarde ponía a Bernardino Veiga, que seguía la campaña de Boca. Era de Boca hasta los huevos.
7. –¿Tu ídolo?
–Ángel Clemente Rojas y Antonio Ubaldo Rattin. Después, como tenía amigos de Estudiantes y Gimnasia iba a las dos canchas y simpatizaba por ambos, pero mi esencia es Boca. Boca y Real Madrid; soy hincha de los dos. Me duele que Boca esté así.
8. –¿Ibas con las barras en La Plata, puede ser?
–Sí, pero eran otras épocas: eran hinchadas, no barra brava, no eran delincuentes. Los que mandaban eran tipos grandes, aparte. Yo me metía en el paraavalancha, más en Estudiantes, pero en Gimnasia también lo hacía. Había que ganarse el lugar, ¿eh? A mí me mandaban de campana para avisar cuándo venían los hinchas del otro equipo.
9. –Tu primer trabajo como profe de educación física.
–Un maestro de la vida, Ismael Leónidas López Osornio, que manejaba el área deportiva de Gimnasia, me dijo un día: “¿Quiere trabajar en la pileta de Ginasia?”. Así lo pronunciaba. Arranqué como guardavida y como no había equipo de natación fui convocando y, al terminar mi primera temporada, tenía más de 100 nadadores en el equipo. Cuando competían y se paraban en el cajón para saltar, yo gritaba: “Vamo’ Ginasiaaaaa”. Y de ahí me quedó ese latiguillo, que incluso cada tanto me salía siendo técnico de Estudiantes, ja, ja. Nadie entendía nada cuando gritaba eso. Es una frase que me quedó grabada de por vida, como una transmisión de energía. También fui guardavidas en mar y en río, además de en pileta.
10. –¿Cómo te surgió meterte en el fútbol?
–El Colorado Marcelo Scrignar, alumno de mi cátedra en la Católica, me dijo un día: “Si llevás a la práctica lo que nos enseñás en clase, tenés que ser técnico de un equipo de fútbol”. ¡”Técnico” me dijo, eh! Ni siquiera profe. Como conocía a Miguel Ignomiriello, un prócer del fútbol, me consiguió una cita. Cuando llegué con las mechas largas con bucles, desteñidas con agua oxigenada, musculosa y tres aritos en cada oreja, me miró y dijo lo mismo que el suegro de mi primera esposa, cuando me lo presentaron: “¿Y esssssto me trajiste?” [risas]. Encima, Don Miguel era de la escuela de Estudiantes que hacía ir a los jugadores de la tercera con saco y corbata. Empezó a hacerme preguntas y al final me dijo: “Bueno, mañana empieza”. Y arranqué como su profe en Cambaceres, en la primera C.
11. –La cancha más díficil del ascenso.
–Uhhh, hay varias. En Defensores Unidos de Zárate, el banco estaba pegado al alambrado y los hinchas metían la mano por el alambrado y me cazaban de las mechas, me tiraban del pelo. La de Morón era brava también, tenías que pasar por toda la tribuna y la platea local para ir al vestuario. Laferrère y Chicago eran muy picantes también. A Chicago estuve cerca de dirigirlo; siempre me lo decía Fernando [Niembro], y al final no se dio.
12. –¿Cómo llegaste a Lanús?
–Un vecino del edificio de Huguito Gottardi era fana de Talleres de Remedios de Escalada y ahí hicimos una gran campaña con Jorge Ginarte. Fue mi segunda experiencia, después de Cambaceres. Ellos estaban buscando un profe y este muchacho le habló muy bien de mí. Le fui a pedir permiso a Ginarte. “Sí, Daniel, por favor, pero después pasame los trabajos que hagan ahí”, me dijo. Un fenómeno.
13. –¿A qué se refería con los trabajos?
–Es que estaba todo el mito de los trabajos tácticos del bilardismo y Russo no hacía nada, me di cuenta enseguida. Al mes lo llamé a Ginarte y le dije: “Jorge, ¿por qué no me da usted los trabajos? O los inventamos entre los dos, porque este no tiene ni idea”. Hubo que armar un equipo de cero, porque Lanús venía de perder una final insólita por el ascenso con Chaco For Ever. En la presentación, un día de lluvia, había solo 8 jugadores. No había quedado nadie. Así arrancamos en Lanús.
14. –Ascendieron el primer año.
–Pero empezamos mal, a los 10 partidos nos querían echar a la mierda. Russo no había incorporado bien, y en un momento le dije: “Miguel, ¿por qué no jugamos con los pibes?” Y ahí puso a Meske, Cordero, Schurrer, que dejaban todo. Nos metimos en el dodecagonal y llegamos a la final con un Quilmes, que era el Santos de Pelé, con Blasón, Ruffini y el Chiche Sosa en el ataque. Les ganamos por penales con el gran Lechu Luis Alcides Herrera, que atajó dos penales. Y Lanús volvió a primera después de 13 años.
15. –Murió muy joven Herrera.
–Pobre Lechu, sí, a los 39 o 40 años. Lechu choreaba antes de jugar en Lanús y tenía una bala en el aductor. Al dejar el fútbol volvió a chorear y la cana lo mandó a mirar los rabanitos de abajo. Chau, nocaut, lo mataron en un robo en Puente La Noria. Lechu era muy amigo de Armando Oscar González, andaban siempre juntos. ¡Qué número 3 la Urraca González! Un jugador de la puta madre. Con otra postura física y con otra trucha hubiera jugado en la selección. Cuando atacaba, era un jugador de papi fútbol, la pisaba y llegaba hasta el arco contrario. La Urraca y Carlitos Enrique fueron los mejores 3 que tuve.
16. –Con Lanús descendieron al año siguiente y otra vez volvieron a ascender.
–Ese era un equipazo. Escuchá: el Negro Ojeda al arco, selección argentina; Pato Gómez, pasado en Boca y River, Mainardi, Schurrer, jugador brillante, y la Urraca; de 8 Héctor Adolfo Enrique, campeón del mundo 86, con media pierna nos alcanzaba, un crack; Ricardo Kuzemka, Cogote, hacía todo bien, también le decía Jirafa, porque siempre estaba con la cabeza arriba. Después, Angelello o Cuchillo González, Villagrán y el Pampa Gambier.
17. –Otro que murió joven Gambier.
–¡¿Cómo puede morir el Pampa Gambier, por favor?! Un cáncer, qué pena. Yo iba todos los días en el auto del Pampa, una Fiat Weekend, tomando mate lo más bien. A la vuelta le pedía que no me hablara, porque en los entrenamientos no hacía nada, me hacía enojar. El Pampa me respondía: “No te calentés, Profe, el lunes pasás por casa a cobrar el premio, que papi te gana los partidos”. ¡Cómo se va a morir el Pampa Gambier!
18. –¿Cómo te llevabas con Russo en ese momento?
–¡Las cosas que hice por Miguel ahí! Yo iba a hablar con los negros de la barra porque no lo querían. Russo nunca tuvo piel con la gente: salía con la señora, igual que Hugo (Gottardi) con la suya y me ponía al lado para defenderlos. También lo hice en Estudiantes, les decían de todo y yo me quedaba a aguantar las escupidas, los empujones, de todo.
19. –Pero Russo y Manera habían ascendido a Estudiantes con una campaña récord, ¿por qué los insultaban?
–Es que después de subir, el club quedó quebrado por todo lo que habían comprado y teníamos 0.40 de promedio. La gente no es boluda. Ojo: no tengo pruebas de nada, pero hubo cosas que nunca se entendieron. Ahí también intercedí por Calderón y por Verón.
20. –¿Cómo fue la historia?
–A Caldera lo iba a ver los sábados en Cambaceres, cuando estaba concentrado con Lanús, y le decía a Russo: “Traelo al 9 de Cambaceres que es un monstruo”. Él me contestaba: “Goleador de Primera C”, como menospreciándolo. En el Nacional B arrancamos mal con Estudiantes, Caldera jugaba de volante hasta que un día me vino a hablar: “Profe, no quiero jugar más de 10″. Le dije: ‘Si querés, puedo ir a hablar con los técnicos, ¿vos te la bancás?”. Golpeé la puerta de su habitación, ellos no salían nunca de ahí.
21. –¿Cómo que no salían nunca?
–Solo salían de la cueva el primer día de la semana, los lunes, porque jugábamos los sábados y los domingo eran libre. Los sentaban y les hablaban. Era de cábala, las famosas cábalas del bilardismo. Yo no creo en nada de eso, eh, sí creo en la energía universal y, si se me cruza un gato negro, para mí es buena suerte. Bueno, salían el primer día y después aparecían cuando hacíamos fútbol el jueves, del resto me encargaba yo, todos los trabajos con pelota y demás. En Lanús, llegaba del entrenamiento fusilado al vestuario con Hugo Gottardi, con el silbato, transpirado y Miguel ya estaba bañado y perfumado, listo para ir al centro a hacer relaciones públicas. Es lo mejor que hacía, y lo que siempre me faltó a mí. A Eduardo (Manera) lo adoro, eh, después te voy a contar por qué.
22. –Te vas por las ramas, ¿qué le dijiste de Calderón?
–”¿Qué quiere?”, me recibió Eduardo, que era calentón como yo... tenía huevos, eso me gustaba. Russo en cambio se hacía el boludo, era Falcioni Falcioni (falso). “Hablé con Caldera, no quiere jugar más de 10, va a esperar su momento como 9″, le dije. “¿Quién se cree que es este pibe? Esto es Estudiantes de La Plata, va a ser el último en la lista”, me contestó Manera. Bueno, esperó su lugar y ¿quién fue el goleador en el Nacional B con 26 goles? Mi amigo José Luis Calderón.
23. –¿Cómo fue la historia con Verón?
–Sebastián jugaba de 8, y después de un partido en cancha de Morón, se me sentó al lado en el micro. Me preguntó cómo lo había visto. “Mal –le contesté–. Yo te veo para otra cosa, Sebastián. Tenés una pegada extraordinaria, recorrido, marcás bien, sos un jugador de toda la cancha, ya fracasaste como 8 en la selección Sub 17 de Merlo, vos no sos para jugar en el carril, sos para jugar libre, con un 5 de respaldo. Voy a hablar con los técnicos, ¿me autorizás?”. ¡Mirá en el año que se lo dije, eh! Doble cinco, en una época en que todos jugaban 4–3–1–2. Así como al Loco Martín (Palermo), al que Russo había mandado a cortar el pasto, le decía que siempre tenía que estar en el sector opuesto a la pelota, por una frase que me quedó del Toti Iglesias, a Sebastián le decía todo lo contrario: “Andá donde siempre esté la pelota, porque tenés que armar el equipo”.
24 –¿Te hicieron caso los técnicos?
–Ellos no salían de su habitación, pero veían todo por la ventana. Y un día armé con Gustavo (Bossio) al arco, gran amigo; Chocho Llop de líbero; el Rusito Prátola y Rojas de stopper; Leo Ramos y Sopa Aguilar de laterales volantes, Rulo París de 5, Sebastián más adelantado, el Mago Capria, Calderón y otro más arriba. Ese día bajaron Russo y Manera, y cuando les dije “se los junto en el medio”, me dijeron “no, no, déjelos así como están”. Y de ahí salió el famoso 3–4–1–2. Fue una innovación.
25. –¿Qué te dijeron cuando se fueron del club y vos te quedaste como DT?
–Es que yo me fui con ellos. Los dirigentes empezaron a buscar técnico, pero nadie quería agarrar con 0.40 de promedio. La semana siguiente vino el presidente De la Fuente a mi casa y me planteó: “Hablamos con los muchachos, piden que te quedes vos, que eras el que hacías todo. Por lo menos hasta diciembre”. No acepté. Estaba de testigo mi ex, Laura Mariela Moro, que me dijo: “¿Vos sos boludo?”. Yo no quería, aparte conozco a los bilardistas: son jodidos, sabía que me iban a matar. No son como los menottistas o los basilistas, que te abren las puertas, si no todo lo contrario. Al otro día vino otra vez De la Fuente a mi casa y me reiteró el pedido. “Voy a hacer 4 llamadas, mañana te digo”, le contesté.
26. –¿A quiénes llamaste?
–Primero a Russo, y me atendió la hija. Le dije que quería hablar con él. Llamé a Gottardi y me atendió la señora. Lo mismo. Llamé a Trobbiani, y me dijo: “Profe, te sobra, si hacías todo vos en las prácticas, te va a ir bárbaro”. Por eso, a Trobbiani, más allá de que como jugador fue de lo mejor que vi, agradecimiento total. Y lo llamé a Eduardo (Manera). “Profe, le va a ir bien, pero quiero decirle de frente que lo voy a matar”, me contestó. Para mí esas palabras tuvieron un valor increíble, porque me lo dijo de frente. Por eso lo quiero tanto a Eduardo.
27. –¿Llegaste a hablar con Russo o no?
–Lo volví a llamar y otra vez me atendió la hija. Al otro día le dije a De la Fuente que agarraba. Sabía que me tiraba en contra del bilardismo, pero no me importó. Y ahí empatamos con Huracán, y al final le ganamos por 2–1 al Boca de Marzolini que estaba para ser campeón en cancha de Independiente y después por 3–0 a Gimnasia en el Bosque. Y en el campeonato siguiente terminamos terceros del Vélez de Bianchi y Piazza.
28. –¿Por qué saliste a “matar” con una carta pública a Russo en 2021, tantos años después?
–La verdad es que no pensé que se iba a viralizar tanto, era una publicación en el diario El Día de La Plata. Eso en principio. Lo hice cuando Russo se fue de Boca esta última vez. Me dio mucha bronca, porque yo sabía por qué se había tenido que ir de Boca en 2007, la primera vez. No fue por resultados, sino porque un jugador, el que manejaba todo en ese plantel, no quería al profe Cinquetti, que los tenía cagando, los hacía entrenar demasiado. El profe es amigo mío, así que sé lo que digo. Russo actuó bien aquella vez: no aceptó esas condiciones y se fue del club. Y para ir a Boca la segunda vez dejó que le bajaran al profe y a Gottardi, por eso puse: “Por fin se caen las caretas, siempre fuiste una gran mentira, con un gran lobby, traicionaste a tus mejores amigos para volver a Boca”. Lamentablemente, pasé a ser palabra prohibida en muchos medios porque unos cuantos periodistas alcahuetes son amigos de Russo y quieren quedar bien con él.
29. –Te noto muy dolido y con bronca con Russo y también con Estudiantes.
–Mi relación con Estudiantes muere afectivamente cuando Russo volvió a Estudiantes en 2011. ¿Cómo es la cosa? ¿Vuelven a llamar al tipo que los fundió y los dejó en descenso y a mí, que salvé todas sus cagadas, no me llamaron nunca? Sentí que era el colmo de la humillación y de la injusticia. En 2003, cuando otra vez asomaba el descenso, llego a mi casa un día en el country San Facundo y estaba lleno de gente. Mi señora me dice: “Adentro está el jefe de la barra y hasta un juez de la agrupación”. Entré y me dijeron: “Queremos que seas el técnico de Estudiantes”.
30. –¿Por qué no agarraste?
–Les dije que, por mí, encantado de la vida, pero que no me querían los dirigentes. ¿Qué hizo entonces Julio Alegre, el presidente? Fue a verlo a Bilardo a Buenos Aires y le dijo, y esto me lo contó una persona que estuvo en esa reunión: “Carlos, vení, porque si no tenemos que volver a llevar a este negro de mierda”. Ahí terminé de comprender que había gente de la aristocracia de Estudiantes que me odiaba.
31. –Bilardo es un prócer en Estudiantes.
–La gente lo venera porque ganó todo como jugador con Zubeldía. Y porque vino en el 75 como técnico y casi lo saca campeón. Y en el 82 salió campeón, está bien, pero con la ayuda de Grondona, porque lo quería en la selección, no nos olvidemos. Y Grondona, al mejor estilo Russo, tenía un gran lobby, con todos los periodistas de Sport 80 detrás, que apoyaban a Bilardo. Para llevarlo a la selección tenía que ser campeón con Estudiantes.
32. –¡Pará, Profe, ese Estudiantes del 82 con Ponce, Russo, Trobbiani y Sabella era un equipazo!
–Sí, está bien, ¿pero no te acordás que peleó hasta última instancia con Independiente, que era otro equipazo? ¿Y no te acordás lo que pasó en el partido con Vélez en 1 y 57 de la anteúltima fecha? Tiraron un petardo adentro del vestuario visitante y se tuvo que suspender el partido con jugadores de Vélez lastimados y aturdidos. Esos eran puntos ganados para Vélez e Independiente quedaba puntero a una fecha del final, pero se terminó jugando lo que quedaba de partido unos días después: vino el córner de Ponce, el cabezazo del Tata Brown y ganamos por 1–0. Nosotros gritábamos “solos contra todos”, pero no era solo contra todos.
33. –¿Por esta bronca no fuiste a la inauguración del nuevo estadio Uno?
–Vino un socio y me dijo: “Profe, juntamos 1.500 firmas, no puede ser que no te inviten”. Al otro día me apareció la invitación, entonces le dejé un mensaje a Verón: “Mirá, Sebastián, sólo voy a ir si mi hijo Simón me lo pide, si es que quiere conocer el nuevo estadio. Si no, no voy, porque en 20 años no me llamaron nunca para nada y ahora lo hacen porque se juntaron firmas”. Me respondió diciéndome que era una fiesta de todos, que esto, que lo otro. Fue la última vez que intercambié un mensaje con Verón.
34. –O sea que tu hijo no te pidió ir y por lo tanto no fuiste.
–No le interesó, no. Mis tres hijos son todos bosteros fanáticos mal. Los llevé un día a la Bombonera y en vez de ir al palco fuimos al lado de la Doce, el clásico del 3–0 con gol de vaselina de Rojas, y la Doce hizo una fiesta terrible en el entretiempo, aún perdiendo 2–0, y ahí se terminó de definir el asunto.
35. –¿Cómo habías quedado con Verón después de dirigirlo?
–Mirá, cuando a Sebastián lo vendieron a la Sampdoria, me llamaba desde Génova porque no jugaba, no lo ponían. “Tranquilo, vos entrená y dale duro, que ya vas a tener la oportunidad”, lo aconsejaba. A la semana otra vez me llamaba lamentándose, y yo lo tranquilizaba. Después, empezó a jugar y no me llamó más. Ojo, yo tampoco soy de mandar mensajes y andar molestando.
36. –Estuviste cerca de ser técnico de Boca alguna vez, ¿no?
–Sí, antes de La Volpe tuve una reunión en la quinta de Fernando Burlando, que era mi abogado. Estuvieron Di Zeo, y no importa que lo desmientan porque yo sé que es verdad, también Pedro Pompilio, que era un dandy, un crack. Por eso a Macri le fue tan bien en Boca, porque tenía a Pompilio, a Conde, a Digón, todos monstruos. Nos reunimos, charlamos y al final eligieron a La Volpe, no sé por qué. Según me contó gente amiga, en la reunión de Comisión Directiva Macri dijo que no me daba el pinet, que tenía que haber sido campeón de algo para dirigir a Boca.
37. –Perdón, ¿qué hacía Di Zeo en esa reunión?
–¿Y dónde no estuvo Rafa Di Zeo? Dale, papá, me extraña. No sé quién tenía más poder ahí, eh. Si Di Zeo bajaba el pulgar, alpiste. Con los jugadores que llegaban era lo mismo.
38. –¿Quién te dateó de Scaloni para sumarlo a Estudiantes?
–El Huevo Hugo Promanzio, un ex jugador de Newell’s que era representante, me dijo: “Tengo un delantero tumultuoso, pero que vos podés domar. Es una fiera”. Estaba en conflicto con Newell’s. Le pedí que me lo trajera. Venía con Mauro, el hermano, que era un año mayor.
39. –¿Scaloni delantero?
–Lionel era un 9 que picaba para todos lados y que erraba al definir, y entonces lo empecé a probar de carrilero. Le dije lo mismo a Guglielminpietro en diciembre del 95: “Guly, a vos te putean de todos lados por no meterla, ¿por qué no probás de jugar en carril?”. ¡Y mirá cómo le fue! Entonces lo empecé a trabajar a Lionel en un 4–4–2, como volante por afuera, por la derecha. “Con esta potencia algo vamos a hacer”, le dije. Después probamos como carrilero y como marcador de punta y la rompió. Estuvo un año y medio en el club, se hizo querer mucho por la gente y lo vendieron por 5 palos a La Coruña, donde la rompió y es ídolo.
40. –¿Mauro era malo?
–Mauro era un ejemplo de profesional, igual que Lionel, pero sin sus condiciones. Ellos iban juntos a todos lados, ¡ejemplos de pibes los dos! No sé si Lionel lo sabe, pero les pagué el hotel a los Scaloni, el Hotel Roga, en 1 y 54, porque Newell’s no mandaba la habilitación y los dirigentes de Estudiantes, siempre lúcidos, los querían limpiar. El club estaba quebrado y vivíamos con los premios. ¿Sabés qué hacía yo con los premios? Eran 2 lucas verdes. Me quedaba con una luca y repartía 250 dólares para la cocinera del country, 250 para los uruguayos que limpiaban, 250 para el canchero del country y 250 para el canchero de 1 y 57. Mi señora me quería matar.
41. –Volvamos a Scaloni, ¿ya se le veía pasta de líder?
–Total. ¿Sabés cuándo lo confirmé? Un día, se paró en el vestuario, delante de todo el grupo, y dijo: “¿Puedo hablar?”. Tenía 18 o 19 años: “Acá hay mucha gente que habla mal de usted, Profe, porque nos trajo a mí y a mi hermano, y nosotros no tenemos la trayectoria de otros chicos en este club, pero nos rompemos el traste y yo no lo puedo traicionar, por eso hablo delante de todos”. Claro, este animal en unos meses se había ganado el puesto y era campeón mundial Sub 20 con la selección. Eran celos.
42. –¿Era de preguntarte cosas de táctica?
–Me vivía preguntando. “¿Por qué juega un stopper con el punta rápido y otro con el punta alto? ¿Por qué el 5 toma al enganche y a veces lo larga? ¿Por qué pone 4 en el medio?”. Preguntaba mucho. Por eso, cuando lo nombraron técnico de la selección, declaré: “Si este pibe preguntaba cómo me preguntó a mí a los 17 años, con todos los técnicos de Europa que tuvo, seguro aprendió un montón”.
43. –¿Qué sentiste cuando después de ganar la Copa América, Scaloni dijo de vos que habías sido un adelantado?
–Mucha alegría y orgullo. ¡Que por fin alguien lo decía públicamente! (risas). Al asumir en la selección fui el hincha N° 1 y lo banqué en distintas notas. Declaré que no se habían equivocado. Fue un salto al vacío sin red, pero estaba convencido. En la Copa América hablábamos bastante seguido, yo le decía que metiera línea de 3 con Lisandro Martínez, Otamendi y el Cuti, que recién aparecía, que con esas 3 fieras atrás y Guido Rodríguez de 5, el resto podía ir para adelante. “Lo estamos practicando”, me decía.
Scaloni sobre el profe Córdoba
44. –¿Durante el Mundial hablabas?
–No, no, cuando llegó el Mundial, borré su Whatsapp, no lo quería volver loco. Sí le mandaba a Mauro todo lo que escribía de la selección.
45. –¿A Chiquito Bossio lo mandaste vos a cabecear para que le metiera el gol a Racing?
–Cuando asumí en Estudiantes como técnico hice fútbol tenis 4 contra 4, y de un lado el que definía era el Loco Martín (Palermo) y del otro, Chiquito. Ya veía que era bueno definiendo. Después, trabajaba con 4 arqueros, entonces cuando él no atajaba le pedía que pateara a los otros: pum de volea, pum de tijera, pum de primera. Era un animal, tal es así que un partido contra Ferro pateó un tiro libre y rompió el travesaño. No lo mandaba a patear los penales porque los pateaba Leo Ramos, que lo hacía muy bien. Y una vuelta dije, delante de todos: “Un día voy a mandar a Chiquito a cabecear un córner, y ese día, que nadie vaya a la pelota, todos a bloquear a los rivales y dejen que cabecee la bestia esta”.
46. –Entonces lo mandaste vos, porque en ese momento Bossio dijo otra cosa.
–No, ahí hubo un periodista mala leche que quiso meter púa. Fue un tema de terminología. Eso yo lo había hablado en algún momento. Esa noche, en cancha de Racing, perdíamos por 1–0, último minuto, si empatábamos quedábamos en la punta, había 25 mil personas de Estudiantes en la cancha, dos bandejas llenas. Fue a patear el córner Couceiro y escucho “dale, dale”. Era el Profe Cinquetti dándole el ok a Chiquito para que fuera. Ahí giré la cabeza y apoyé: hice el gesto con la mano de que fuera, claro. Y bueno, cabeceó, empatamos, me metí en la cancha, me subí al alambrado, ¿qué iba a hacer con semejante locura?
47. –No fue la única vez que festejaste de manera desaforada.
–¡Seguro! Cuando con Colón eliminamos a Olimpia en la Libertadores, me habían expulsado y salí revoleando una toalla como loco en el Defensores del Chaco, ¿qué otra cosa podía hacer si 10 mil hinchas de Colón habían viajado a Paraguay? Lo mismo cuando zafamos del descenso con Lanús en la promoción contra Huracán de Tres Arroyos. Estábamos al horno, el único suicida que podía agarrar en esa situación era yo, así que también recorrí toda la cancha gritando y revoleando algo. Te lo cuento y se me pone la piel de gallina (me muestra el brazo).
48. –Volvamos a Estudiantes y al 4–1 que le metieron al River de Ramón en el Monumental con ese festejo tan particular de Palermo, Scaloni y compañía.
–Mirá: además de mirar fútbol, hasta el día de hoy sigo estudiando terapias alternativas para ganar un poco de paz dentro de mi vorágine. Yo hacía reiki, y le pregunté al muchacho que me daba clase si se animaba a ir a hacerlo con los jugadores en la concentración la noche previa al partido. Era espectacular. Si estabas bien metido, te quedabas planchado, dormido. Lo hicimos en la casona vieja del country, donde concentraba el campeón del mundo del 68, tres o cuatro por pieza, concentrados más de un mes con Osvaldo (Zubeldía) y el Profe Kistenmacher. Una humildad terrible… y en el club muchos creen que Estudiantes nació en 2009. Nada, entonces en el festejo del gol, los muchachos quisieron reconocer al reiki que venían haciendo.
49. –Golearon a uno de los mejores River de la historia, que terminaría ganando ese campeonato y el siguiente.
–En la charla les dije: “Muchachos, en este partido nos vamos a olvidar de los stopper, vamos a jugar 4–3–2″. Todos se miraban, faltaba un jugador. “Pepi, vos hacés hombre a hombre con Gallardo. Él no juega; vos tampoco”, le dije a Zapata. Si anulábamos al Muñeco, River iba a sufrir. Y sufrió.
50. –¿El jugador mira de reojo al técnico que no jugó al fútbol, como vos?
–Yo nunca lo noté, ¿sabés por qué? Para llegar a determinados lugares tenés que juntar 3 cosas: 1) Ciencia, conocimiento, ya sea adquirido sistemáticamente o asistemáticamente, escuchando a personajes increíbles. ¿Sabés lo que es hablar dos horas con María Kodama y preguntarle por qué a Borges no le gustaba el fútbol, por qué Borges era gorila? ¿Sabés lo que es hablar 3 o 4 horas con Antonio Carrizo, o con el Negro Rubén Juárez, o con el Negro Lavié? Eso no tiene precio para mí. En una época, Niembro hacía media hora los viernes al final del programa con un personaje fuera del fútbol, todos se iban para sus casas, pero yo me quedaba y lo disfrutaba mucho.
51. –¿Quién fue el personaje que más te impactó en una charla de fútbol?
–Ah… el Flaco Menotti, un crack. Cuando llegué a Estudiantes me dijeron: “Vos tenés que decir que sos bilardista y que odiás a Gimnasia”. No lo hice, por supuesto.
52. –A propósito de Menotti, esta nota va a durar más que las 3 horas y media que me insumieron las 100 preguntas a Menotti, te pido “poder de síntesis”.
–Otra charla que disfruté mucho fue con Juvenal. ¿Sabés cuál es el mérito que le reconocí a Niembro y a toda la gente de El Gráfico? Que cuando todos me mataban porque decían que era un sanatero, en esa época todavía no existía el término “vendehumo”, porque hablaba distinto y usaba aritos, antes de abrir un juicio, Niembro me llevó a su casa y me tomó 3 horas un examen. Y la gente de El Gráfico me citó en la redacción de la calle Azopardo para charlar, preguntarme y conocerme. Estaban Juvenal, Proietto, Natalio Gorin, Arcucci que era un pibe y me tuvieron 3 horas hablando de fútbol. Entonces, esa gente después sí tenía derecho a “matarme” porque se tomaron la molestia de ver si era un sanatero o no.
53. –Me habías hablado de 3 requisitos para llegar a determinados lugares y me nombraste solo uno: el conocimiento.
–Después está la puesta en práctica de lo que vos teorizaste, y finalmente el criterio propio. O sea: conocés, experimentás y creás tus propias situaciones de acuerdo con lo que tenés. Cuando juntás esas tres cosas, el jugador te escucha y dice: “Este no es ningún boludo, este es creíble, este sabe a dónde va, este si te pide algo, por algo es”. Entonces no importa si antes fuiste futbolista o no. Y siempre estarán los rebeldes que no podés sacar de lo tradicional, pero ahí está la conducción, el manejo y la convicción del entrenador.
54. –Con Colón, en octavos de Libertadores contra Olimpia, te la jugaste por Burtovoy y atajó 4 penales. Te adelantaste a lo que Van Gaal hizo en el Mundial 2014…
–Ahhhh, ¿sabés en cuantas cosas me adelanté? Acá igual lo puse de entrada. El titular histórico era Leo Díaz. Era hijo de Vignatti, no lo podía tocar. Leo Díaz, el Negro Ibarra y Cristian Castillo, los 3 eran los protegidos del presidente, a tal punto que a Leo Díaz, Vignatti lo hizo entrar a un partido para que jugara un minuto, lesionado, y no perdiera no sé qué récord. Orlando Medina era el técnico. Yo veía, al terminar los entrenamientos, cuando nos poníamos a patear penales, que el hijo de puta de Burtovoy atajaba la mitad de los penales. Estábamos concentrados para viajar a Paraguay y me llamó Vignatti: “Quiero una reunión urgente con usted”.
55. –¿Se metía a opinar del equipo?
–Sí, insoportable. Por ahí caía en el hotel a las 11 y media de la noche y me decía: “¿Por qué juega Fulanito?”. Muchas veces, cuando caía al hotel y me citaba, le decía: “Hable con el Profe, que estoy viendo unos videos”. Mentira, ya los había visto, pero no me lo bancaba más. Bueno, ese día me mandó llamar antes del viaje y cuando llegué a la oficina, además de Vignatti estaba Leo Díaz. “Acá tenemos un problemita. ¿Por qué va a poner a Burtovoy?”, me apuró. Yo todavía no había dado el equipo. Le pregunté a Leo Díaz qué hacía ahí, si tenía que estar concentrado. Y le expliqué a Vignatti que era mi potestad elegir a los jugadores y que Burtovoy era muy bueno con los penales. “Usted se hace responsable”, me dijo. “Sí, como siempre”, le respondí.
56. –¿Qué te dijo después de que Burtovoy atajara 4 penales en la definición?
–Vino a saludarme en el hotel, así que me di vuelta y le dije: “Ahora me venís a abrazar, cuando me hiciste salir de la concentración para cuestionarme que no pusiera a Leo Díaz, ¿por qué no te vas un poco a la c... de tu madre?”. Así, textual, le dije. Se reía el hipócrita. Pero sentencié mi futuro. En cuartos de final nos eliminó River con arbitrajes increíbles y a los pocos días perdimos en cancha de Lanús con suplentes y me echó. Porque mirá lo que había hecho Vignatti de miserable: él pagaba fortuna de premios en los partidos de la Copa y en el campeonato local sólo pagaba premios si ibas 1°, 2° o 3°. Si no, nada. Entonces los jugadores no querían viajar a jugar por el campeonato, querían quedarse para la Copa, era una lucha.
57. –Le hiciste juicio a Colón.
–A Vignatti. Mi rescisión eran 25 mil dólares, un solo sueldo, de un contrato de 350 mil dólares que me quedaba por cobrar. Eran 25 lucas y listo, desparecía. Fui a la reunión en Los Dos Chinos y Vignatti me quería pagar mil dólares por mes. No lo podía creer, era demasiado, así que fui a un abogado, hice juicio y con la plata que gané compré acciones en una estación de servicio que estaba construyéndose.
58. –¿Por qué hablaste de “arbitrajes increíbles” con River?
–Porque nos boletearon en esa Copa, fue alevoso. Escuchame: Canal 13 ponía 25 palos si pasaba River a las semifinales y si pasaba Colón, Eurnekian con América TV ponía 5 palos, ¿quién era mejor que pasara? Aparte era River. Después de Olimpia le dije a Vignatti: “En vez de romperme las bolas a mí con el equipo, ¿por qué no va a la AFA y dice que queremos a Castrilli contra River?”.
59. –¿Te sentías más protegido con Castrilli?
–Claro, obvio. ¿Y sabés qué hicieron? Me lo pusieron a Castrilli de cuarto árbitro en la ida, en el Monumental, para que no pudiera dirigir la revancha. En la ida me pusieron a Aníbal Hay, de la corona: los cagamos. a pelotazos y nos ganaron por un gol. Y en la revancha ganábamos por 1-0, el estadio hervía, saltó Berizzo hundiendo al defensor y empató de cabeza. Era falta y Sánchez no cobró nada. Después, desbordó el Chino Aquino, tiró el centro, hubo una mano terrible de Celso Ayala yendo al piso. Era penalazo… y siga siga. Nos boletearon.
60. –¿Cómo te llevabas con Grondona?
–Una vez le pedí una reunión a Julio, me la consiguió Coquito Casares, el periodista, y charlamos un rato largo en su despacho en AFA. Me decía: “Si vos no hablaras tanto y jodieras con eso del fútbol federal, tendrías más laburo”. Yo insistía con el Brasileirao y los estaduales, con imitar esa estructura. En un momento me dijo: “¿Me aguantás un cachito afuera que está buena la charla? Tengo que hablar con unos senadores, que me vienen a pedir por los derechos de formación, esta boludez”.
61. –¿Esta boludez?
–Tal cual. Le dije: “Julio, está bárbaro eso, ¿cómo los clubes se van a llevar a un chico por un juego de camisetas y 10 pelotas y no van a recibir nada después cuando los venden?”. Me contestó: “Eh, ves, vos siempre estás con las cosas raras”. Coquito Casares se agarraba la cabeza, ja, ja. Después seguimos la charla y le dije: “Julio, deme una mano, quiero dirigir pero algo groso, no me pinte más, usted ya se dio cuenta de que lo que pueden haber dicho Bilardo, Russo o Manera de mí son mentiras”.
62. –¿Y te dio una mano?
–No.
63. –Para terminar con Colón, ¿te preocupa que se pueda ir al descenso?
–Una vez declaré que Colón era el sexto grande de Argentina, y lo dije por el corazón, y porque lo pienso. De Santa Fe me llaman cada dos semanas para que opine de algo y en La Plata, después de todo lo que hice en Estudiantes, no me llama nadie, porque son cagones, les tienen miedo a los dueños del poder.
64. –¿Cómo hiciste para volver a trabajar después de la muerte de tu hijo?
–Fueron casi dos años sin dirigir. Al principio fue todo durísimo, después me sostuve en el amor de mis hijos y en un momento hice el click. Juancito murió en noviembre de 1998, cuando dirigía a Platense. Se portaron 10 puntos conmigo, fueron unos señores. En marzo de 2000 volví y lo hice en Chacarita. Salimos del descenso, pero no era fácil tener a Luis Barrionuevo como presidente.
65. –¿Otro que te armaba el equipo?
–No tanto por eso. Todos los que trabajaban en el estadio eran barras, los ponía Barrionuevo a trabajar en limpieza, o lo que sea, y después le batían todo. Por mi forma de ser, me hice querer por los muchachos, y me decían: “Con Luis nunca te van a aplaudir todos en la cancha, siempre alguien te tiene que putear, porque acá la única estrella es Luis”. Un día, uno de los muchachos me dijo: “Avisale al Tweety (Carrario) y al Mago (Capria) que les van a pinchar las ruedas del auto”. El Tweety tenía un Audi y lo dejó afuera; el Mago tenía un BMW, dijo “nah, qué me van a pinchar las ruedas a mí”. Cuando llegó tenía las 4 ruedas rotas.
66. –En un partido con Gimnasia le mordiste la mano a un policía, ¡te volviste loco!
–Jugamos con muchos pibes ese día, porque estábamos inhibidos, fue en la segunda fecha, y Pompei, el árbitro, trataba muy mal a los pibes, les decía “pendejo de mierda”. Me lo contaron los jugadores en el entretiempo y salí re caliente. Los hinchas de Gimnasia no me gritaron nada malo, porque me adoran, siempre los respeté. El tema no fue por ahí, como se dijo entonces. El cuarto árbitro me vivía cagando a pedos y me tildé. ¿Y quién vino a copar la parada? ¡Pompei! Me expulsó. Los policías me dejaron ver hasta el final del partido desde el borde de la manga. Terminó, perdimos por 2-0, todos los pibes acalambrados y fui a la manga derecho a buscar a Pompei. Me agarraban, me empujaban, pero no me podían parar y uno me cruzó la mano por delante del pecho. No sabía ni quién era, y le metí un tremendo mordiscón. Le clavé los colmillos. Era un policía y obviamente terminé en la comisaría.
67. –Te arrepentiste, supongo.
–Sí, porque el mordiscón en vez de dárselo a Pompei se lo di al comisario. Si se lo hubiera dado a Pompei, no me arrepentía para nada. Después tenía unas ganas de ir a buscarlo a Pergamino, a su ciudad, pero me frenaron.
68. –¿Por qué te fuiste de Lanús en 2002 después de salvarlo del descenso?
–Ahí hubo un problema con los premios a unos colaboradores míos, los dirigentes mintieron y me fui. El club había traído 10 refuerzos, y yo había pedido 3 nada más, y querían que me haga cargo de los 10. Se los dije a los propios jugadores: “A tal, tal y tal no los traje yo, pero quiero que sepan que, si los veo bien, van a jugar. Yo no soy caprichoso”. Eso pasa en casi todos los clubes, pero hay técnicos que se empecinan y dicen: “Si no los traigo yo, no los pongo”.
69. –¿Qué te pasó en 2007, que terminaste todo cortado y con tu casa quemada?
–Una discusión acalorada que tuve con una pareja que había conocido en Paraguay. Una mujer que era fenomenal, la verdad, pero esa noche se enojó por un comentario que había hecho sobre la religión, se tomó unos Rivotril de más y cuando se despertó apareció con un jarrón más grande que el Obelisco y me lo tiró por la cabeza. Después me cortajeó con parte de los cerámicos rotos, prendió fuego unas cosas, pero quedó ahí. Yo la respeto mucho porque cuando tuve el accidente con el auto, vino de Paraguay a hacerse cargo de mí, a pesar de todo lo que había pasado.
70. –¿Tuviste problemas de adicciones? Es otra de las etiquetas que te pusieron.
–¡Jamás pité ni un charuto! Ni hablar de otra droga, ni sé cómo es la cocaína. Pasa que cuando uno está en ambiente público, toma agua y es vodka, se ensucia con talco y es cocaína, vos estás expuesto a eso.
71. –¿Pero llegaste a escuchar esa versión?
–Sí, claro. Un día fui a buscar a mi hijo Daniel al colegio y me dice: “Papi, ¿vos sos drogón?”. Le pregunté: “¿De dónde sacaste eso?”. Me contó que se lo había dicho un compañerito. Entonces fuimos a hablar con ese compañerito y con el padre. “Le aclaro a usted que no soy drogón y que tenga mucho cuidado cuando clasifica a las personas, porque una vez que las ensucia es muy difícil borrar la etiqueta”, le dije al padre, que no sé qué excusa me puso pero no le creí.
72. –¿Por qué te pegaste el palo con el auto en 2007?
–Estaba en un momento espectacular, me había ido muy bien en el Mundial 2006, como columnista de Fox. Tenía la pizarra, hablaba de fútbol, iba una hora antes a editar imágenes que después usaba Fernando (Niembro). El accidente fue rarísimo, a la mañana, iba por la zona del Parque Pereyra Iraola, había dejado a mis hijos en sus colegios y volvía a La Plata, con mucho tránsito. Aparte hay lomas de burro. Iría a 40 por hora como máximo, alguien me tocó de atrás, mi auto se torció y se iba para el lado de enfrente. Lo último que me acuerdo que pensé fue: “Le apunto a la columna del medio”, porque si me pasaba del otro lado era una catástrofe. Le pegué de costado, el auto quedó hecho una “ve corta”, me pegué la cara contra el parabrisas (muestra las cicatrices) y el volante se me incrustó acá (se marca el estómago). Quedé inconsciente, se me reventó el hígado y me cuentan que estuve técnicamente muerto.
73. –¿Muerto?
–Sí, me revivieron con masaje cardíaco, incluso me contaron que metieron la mano y apretaron el corazón. Ahí zafé y me llevaron a la clínica de Villa Elisa. Se me había cortado la arteria hepática y no la podían encontrar para bloquearla, entonces me daban sangre, sangre, y más sangre, pero la sangre salía. Me pusieron bolsas enteras de gasa hasta que cerró la arteria hepática y de ahí me trasladaron al Diagnóstico, donde estuve 4 meses en coma farmacológico.
74. –¿Qué recordás de cuando te despertaste?
–A medida que me iban sacando la morfina, empecé a visualizar “me curo, me curo, me curo”. Muchos pensaron que me había muerto. Ahí me agarraron el doctor De Felito y Cabral, el terapista, dos cracks absolutos, y empecé la rehabilitación, que en total fueron casi 6 años.
75. –¿Por qué tanto tiempo?
–Tuve que aprender a hacer muchas cosas de nuevo. A la clínica había entrado con 90 kilos y salí con 60. Cojeaba, no tenía buen manejo de mis extremidades. Mi ex mujer me llevaba todos los días a la clínica Dinatos y me iba a buscar a las 4 horas. Me re bancó. Tenía que subir 3 escalones, por ejemplo, y para mí era una tortura. Hacía pileta y muchos ejercicios de rehabilitación. A los 3 años de ir todos los días, pasé al gimnasio Cabello, que es el que voy en la actualidad. Quise arrancar con la máquina de hombros y apenas si la pude levantar sin ningún peso, imagínate. En esos 6 años perdí el tren de mi profesión.
76. –¿Mucha gente te soltó la mano en esos años, se olvidó de vos?
–La verdad que sí, en esos 6 años me sentí bastante solo. Una vez fue uno de los Mellizos Barros Schelotto a verme a la terapia, no me preguntes cuál porque no sé (risas), siempre nos llevamos bien. Vino Eduardo Ruesta, dirigente de Estudiantes, el Beto Alonso, compañero en la tele, se preocupó mucho y me llamaba, después a casa vino a verme Palermo.
77. –¿Te quedaron secuelas?
–No, estoy totalmente normal, voy cuatro veces por semana al gimnasio, juego tenis criollo, juego al fútbol.
78. –Siempre fuiste medio loco y muchos pensamos que, con semejante golpazo, quizás habías quedado más tocado del bocho todavía.
–Nahhh, nada que ver (risas). A nivel de pasión, de fortaleza interna, de capacidad de trasmisión, me siento más fuerte que nunca. Sé para qué estoy, tanto intelectual, espiritual como físicamente, y me indigna que todo lo que me llegue sean clubcitos, esa es la verdad.
79. –¿No intentaste volver a trabajar en la televisión?
–Hice todo lo posible para volver a dirigir y también para volver a la tele, pero no encontré eco. Fueron muchos los 6 años, por eso agarré Central Córdoba de Santiago, cuando estaba en el Federal A. Se portaron bárbaro conmigo, pero era un equipo armado con 400 mil pesos de presupuesto y milagrosamente clasificamos para el segundo ascenso al Nacional B. Después me metí en clubes chicos más por vocación y ganas de entrenar que por otra cosa, algunos no tenían ni cancha, ni gimnasio ni Comisión Directiva. Estuve en Sport Huancayo de Perú, en Universitario de Sucre y terminé en Independiente Rivadavia en 2016: fui convencido de que les debían 2 meses de sueldo a los jugadores, pero les debían 7 meses. Era todos los días quilombo, el jefe de la barra era el presidente…
80. –¿Es muy difícil ser entrenador en un club donde Riquelme es una figura dirigencial tan fuerte y omnipresente, como pasa en Boca?
–Por mis experiencias con Barrionuevo o Vignatti, los clubes donde los egos de quienes conducen son tan fuertes, ni hablar si fueron figuras idolatradas como Riquelme o Verón, están destinados a un constante fracaso deportivo.
81. –¿Por qué?
–Porque ese ego hace que no se permita idolatrar a otra persona. El jugador se da cuenta enseguida si ese ídolo maneja al entrenador, y entonces le pierde el respeto. Así como un Vignatti o un Barrionuevo ya no van a cambiar, creo que Sebastián (Verón) y Román, a medida que sumen experiencia, se darán cuenta de que ganarán mayor idolatría cuando dejen hacer. Ese “dejar hacer” lo van a aprender y serán mejores dirigentes. Quizás hoy todavía sientan al jugador adentro y el “ay, qué ganas de estar jugando y que me griten Riqueeeelme, Riqueeeeelme” o “Verón, Verón”. El gran error que cometieron los dos, igual, es no haber llevado al profesor Daniel Antonio Córdoba como entrenadores de sus equipos.
82. –¿Por qué no dirigís?
–No sé, quizá me falte hacer más lobby, tener más prensa de mi lado. Acá es muy importante la prensa de los técnicos.
83. –¿Hoy es más importante tener un buen representante o buena prensa que capacidad?
–Que no te quepa ninguna duda. En la política es lo mismo. Hoy es mejor parecerlo que serlo. En el año 95 dije: “La prensa es mucho más que el cuarto poder. No solo en el fútbol sino también en el ambiente artístico y en la política”. Hoy, con buena prensa uno no sabe hasta dónde puede llegar, pero sin prensa, olvídate, estás desprotegido, no agarrás nada.
84. –Pero vos trabajaste en los medios, tenés contactos…
–Justamente, por haber estado dentro de los medios te digo lo que te digo, sé cómo se maneja todo.
85. –¿No pensaste en llamar a Bragarnik, por ejemplo?
–Lo llamé apenas empezó y me dijo, textualmente: “Profe, le agradezco, pero estamos buscando técnicos más jóvenes”. Valoré que me haya dicho la verdad. Lo felicito por el monopolio que pudo armar, pero también te digo que no me parece correcto. Ojo que ven bien a los jugadores, eh. Es una pena que se vuelquen solo hacia entrenadores sin gran experiencia que en varios lugares no les ha ido bien, pero siempre tienen trabajo. ¡Es increíble!
86. –¿Te parece bien que un representante tenga jugadores y entrenadores?
–Obviamente que no. Como tampoco está bien tener la posibilidad de decir: “Bueno, yo le doy una mano al club, te llevo a tal jugador pero también te pongo al técnico”. O al revés: “¿Querés a este técnico? Bueno, te lo llevás, pero te pongo a estos jugadores”. Esas cosas pasan, lamentablemente.
87. –¿El jugador va siempre para adelante o si no se banca al técnico lo voltea?
–Creo que cuando el jugador siente falta de identificación con el entrenador, por ahí no va a menos, pero tampoco da el máximo esfuerzo, y de modo inconsciente lo perjudica. Fijate lo que es la selección: creo que los muchachos matan por Scaloni. Hay grandes entrenadores que por ahí no fueron importantes estrategas o trabajadores, pero tenían buena relación con los jugadores y eso hacía que el ambiente floreciera. Cuando el jugador consigue mimetizarse con las ideas y con el ser humano que es el técnico, ahí es cuando da lo máximo.
88. –Te pregunto por tu hijito fallecido, ¿cómo te enteraste de su muerte?
–Estaba en Platense, llevaba un mes en el club. Había hecho fútbol en el estadio con los suplentes, un amistoso contra All Boys, me acuerdo de que me quedé charlando después con el Checho Batista, que estaba terminando su carrera ahí. Siempre me preocupé más por los suplentes que por otra cosa. A la tarde había entrenamiento con los titulares en SETIA, en Ezeiza. Yo almorzaba en SETIA, descansaba un rato y armaba la práctica. Fui en el auto con Rubén Agüero y en el camino, yendo por la General Paz, me llamó el novio de mi excuñada para contarme.
89. –¿Te dijo sin anestesia que había muerto tu hijo?
–No me lo dijo así, pero me lo dio a entender, no recuerdo bien las palabras, sí que ahí mismo largué el volante y si el Negro Agüero no lo enderezaba nos pasábamos del otro lado y nos matábamos ahí mismo. Llegué al hospital con la ropa de entrenamiento, me quisieron parar, pero yo seguí derecho y agarré a Juancito en brazos, muerto, y me lo llevé. Era Schwarzenegger, no me paraba nadie. Ahí se acercó Cacho Sanz, el médico pediatra y me dijo, con suavidad: “Daniel, por favor, hay que hacer la autopsia, esto es una locura”. Reaccioné y lo dejé.
90. –¿Qué querías hacer?
–Yo me iba a Punta Lara con mi hijo. No me preguntes a hacer qué, pero Punta Lara era uno de mis lugares preferidos. Dejé a Juan con el pediatra y me fui a Punta Lara, no recuerdo si uno, dos o tres días, no me preguntes porque no tengo un registro claro. Gracias a Dios nunca tuve armas de fuego porque si no, capaz me pegaba un corchazo, ¿entendés?
91. –¿Qué se te pasaba por la cabeza en esos días?
–Nada, no sé, no recuerdo, estaba muerto en vida. Estuve más de un mes en mi casa, que tenía tres plantas, bajaba del tercer piso al auto, me quedaba, subía, comía, bajaba, así todo el tiempo. Era un zombie, hasta que a los dos años alguien me dijo: “apoyate en la psiquiatría y en tus otros hijos”. Ya me lo habían dicho antes pero a mí no me entraban balas. Y en un momento se ve que había amainado algo en mi mente e hice un click, pero fueron 2 años, en el mejor momento de mi carrera como entrenador.
92. –¿Juan se ahogó por un descuido de la empleada doméstica que lo cuidaba?
–Todo el conchetaje de los countries prohibía cualquier tipo de cerco metálico, solo natural. Y como San Facundo era un country muy nuevo, recién estaban creciendo los árboles. Según contó Luz, la empleada doméstica, Juancito, que tenía casi 4 años, le dijo que iba a lo de su amiguita Mora. Su casa era saliendo a la izquierda, pero él fue para la derecha. Al lado de mi casa estaba el lote de mi excuñada y después, el lote donde se ahogó. Esto te lo juro por mis hijos que tengo vivos, y por la memoria de Juan. Y mirá que yo no soy de jurar, eh. Siempre le decía a Luz: “No importa la limpieza, Luz, ni la comida, ni otra cosa. Siempre la prioridad es Juan, Juan y Juan”.
93. –No lo acompañó.
–No, no, lo dejó ir solo. ¿Y sabés lo que hizo Luz a los pocos días? Mandó carta documento para deslindar su responsabilidad. Al día de hoy a mí no me queda clara la muerte de Juan. Porque conociéndolo, si decía “voy para allá”, no entiendo por qué fue para el otro lado. Dijeron que quizá lo llamó la curiosidad, pero esa pileta no estaba pegada a mi lote, sino dos lotes más allá. Había albañiles trabajando, lo descubrió uno de ellos. Murió por asfixia, pero al día de hoy no entiendo por qué fue para allá.
94. –Ahí se te acercó Passarella, que ya había sufrido la muerte de un hijo.
–Primero apareció Diego (Maradona). Vino al velorio, era de madrugada, llegó con su Mitsubishi Montero, no me olvido más. En el 96, después de ganarle a Boca por 2–1 en la Bombonera con dos goles del Loco Martín, Diego había jugado ese día, y al terminar el partido, bajó la ventanilla de su camioneta cuando se iba y me dijo: “Profe, te pido disculpas, porque dije muchas boludeces de vos y me di cuenta de que me equivoqué”. Grandeza total. El día del velorio, yo estaba medio dormido y me dijo: “Cuando te despiertes, la primera cara que vas a ver será la mía”. Se fue a dormir a la camioneta, le avisó a Mariela, mi mujer, y cuando me desperté ahí estaba Diego Armando Maradona (golpea la mesa). Y nos quedamos charlando un rato largo.
95. –¿Y Passarella que te dijo?
–Una gran verdad: vas a tener clavado un palo en el culo para siempre. A veces te va a hacer doler, a veces se acomodará y te dolerá menos, por momentos creerás que no lo tenés, pero el palo en el culo va a estar siempre.
96. –Te hiciste un tatuaje al revés.
–A mí no me gustan los tatuajes, pero necesité antes que nada tatuarme en el antebrazo los nombres de mis cuatro hijos: Daniel Adrián, Sofía, Juan y Simón. Daniel hoy vive en Francia, estudia “Dirección orquestal” en el conservatorio y trabaja. Sofía tiene 32, es abogada y vive en Barcelona y acá me quedó Simón, de 22 años. Un día me miré al espejo y dije: “Tengo que tener a Juan acá (se golpea el pecho)”, y pedí que me lo escribieran al revés para verlo cada mañana frente al espejo cuando me levanto. No quiero que lo vean los demás, ¡lo quiero ver yo!
97. –El juez dictaminó que hubo culpas repartidas: 50 y 50 por ciento, porque el chico no estaba acompañado.
–Me habían preparado, me dijeron: “Mirá que el abogado de la otra parte va a tratar de decirte que ustedes tienen la culpa de todo”. Pensé que estaba preparado mentalmente, pero cuando empezaron las preguntas del abogado, no soporté, en un momento me levanté y le grité: “Escuchame una cosa, la concha de tu madre, ¿vos qué estás diciendo? ¿Qué yo soy el asesino de mi hijo? ¡La puta que te parió, te voy a reventar la cabeza!”. Se me salió la cadena, ¿viste cómo son los abogados?
98. –¿Fuiste al psicólogo?
–Sí, claro. Al psicólogo y al psiquiatra. Me medicaron contra la ansiedad y la depresión, y entre eso, más el afecto de mis hijos, más el fútbol, más los jugadores, que me ayudaron a depositar mucho cariño y también a recibirlo, pude salir un tiempo después. Y además, mi señora quedó embarazada de Simón. Sé que nunca va a ocupar el lugar de Juan, pero eso también me tiró para arriba. Hoy, consulto constantemente con dos psicólogos amigos: Darío Mendelsohn y Miguel Ruso, mirá vos qué casualidad (risas). Los dos son cracks.
99. –¿Estás separado?
–Desde hace unos 20 años estoy separado, pero tengo una excelente relación, mi ex es un ser humano excepcional, brillante. Con la madre de Daniel también tengo una gran relación. No es casualidad que mis tres hijos sean pibes maravillosos.
100. –¿Te reprochás algo, te quedó sentimiento de culpa?
–Lo único que me reprocho es que, en una reacción totalmente intempestiva, el día que entré al hospital y levanté a Juancito muerto, le grité a Laura Mariela Moro, mi mujer en ese momento: “La culpa la tenés vos”. Después le pedí perdón, fui muy injusto de mi parte. Ella estaba trabajando como estaba trabajando yo, pero se lo dije en un rapto de locura. Alguien escribió un tiempo después: “¡Qué ironía de la vida! A un profesor que le enseñó a nadar a media ciudad de La Plata en escuelas, clubes y facultades, se le muere un hijo ahogado”. Tenía razón. Fue así de cierto y de crudo. Muy triste. Pero la vida sigue. ¡Y yo amo la vida!
Ficha Técnica
- Daniel Antonio Córdoba
- Nacimiento: 14/1/1957 en La Plata.
- Edad: 66 años.
- Trayectoria como preparador físico: Defensores de Cambaceres (Primera C) con Miguel Ignomiriello desde 1986; Talleres de Remedios de Escalada con Jorge Ginarte; Lanús con Miguel Ángel Russo; Estudiantes La Plata, con Miguel Ángel Russo.
- Trayectoria como entrenador: Estudiantes La Plata, Colón, Platense, Chacarita, Lanús, The Strongest (Bolivia), Olimpia (Paraguay), Deportivo Cuenca (Ecuador), Huancayo (Perú), Universitario de Sucre (Bolivia), Central Córdoba de Santiago del Estero e Independiente Rivadavia, de Mendoza.
- Ascensos: con Talleres al Nacional B, con Lanús a Primera (2 veces), con Estudiantes a Primera.
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