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Lanús, un campeón al que ya no sorprende que lo vulneren seguido
Le faltó la contundencia que le sobró a Unión y perdió 1-0; no levanta tras la eliminación de la Sudamericana con Independiente
Lanús empezó el partido como el Barcelona de Guardiola, lo jugó como el de Jordi Roura y lo terminó como el de Gerardo Martino en la Champions League. Hay una trampa en el fútbol hipnótico del campeón argentino, un riesgo que sucede así: la pelota es una medalla que se bambolea para acá y para allá, una medalla hermosa y luminosa que a veces duerme, sin embargo, al poseedor. Sucede en los dibujitos animados, sucede también en el Sur. El equipo de Almirón tuvo más del 80% de tenencia, pero Monetti tuvo una duda y ganó Unión. La intrahistoria la protagoniza la zurda de Rolle, que metió un córner que parecía flotar como un panadero y de repente bajó, feroz, y mientras dos defensores de Lanús se molestaban en la marca, un delantero aumentó la cláusula de rescisión de su apellido brasileño, apellido de gol. Gamba celebró besándose los nudillos y señalando con los índices hacia arriba, acaso porque desde ahí le había caído –literal y no tanto– el triunfo a Unión.
Para que se entienda: hasta que el equipo de Madelón logró el 1-0 y el partido se destrabó, lo más interesante había sido que un juez de línea se lesionó. Iban 18 minutos del segundo tiempo cuando Gustavo Esquivel, el asistente número 1, se agachó, se bajó la media derecha y se tocó –preocupado– la pantorrilla. Almirón ya había sacado a Aguirre y había puesto a Lautaro Acosta porque el equipo jugaba a la velocidad de una computadora vieja. Madelón ya había sacado a Algozino y había puesto a Rolle porque si no se ganaba nunca una carrera en las contras podía intentarse, acaso, jugar, y de repente, entonces, eso: Nahuel Viñas, el cuarto, fue de línea, y a Esquivel le prestaron uno de los sillones de un banco de suplentes para que lo ayudaran a elongar. También hubo hinchada visitante. Eran las dos noticias del día hasta que apareció el 1-0 de Unión. Un resultado que potenciaba la frustración en Lanús tras la eliminación con Independiente, de la Copa Sudamericana.
Es admirable –y muy difícil de hacer–lo que a Lanús ya le sale como un reflejo, un talento sin pensar. Que los centrales jueguen en la mitad de la cancha y anticipen (o ganen a la carrera) cualquier pase del rival no es fácil. Que los volantes centrales contrarios (Acevedo y Pittón, en este caso) vayan a buscar la pelota y se las corran siempre como a una sortija, no es fácil tampoco, no; escríbase con letras grandes y rojas: Lanús es el equipo que mejor se defiende en el fútbol argentino, porque se hace casi imposible pisarle el área y patear. Después, al menos ayer, su problema fue que se necesita rabia y fiereza para atacar. Para que una jugada explote tiene que haber una gambeta, que Almirón las intentó todas, o una distracción, una diagonal, como las que Aguirre y Gómez hacían para que Pasquini y Moreno llegaran mano a mano al fondo, para que tiraran un centro o se lanzaran a gambetear. Cuatro veces, nada más, pasó eso, mientras Román Martínez aumentaba su admirable efectividad en pases a un metro, para el costado o para atrás. Era la paz, la misma paz que lucía Unión: tres partidos, tres goles en contra el equipo de Madelón. Como en el fútbol hipnótico, para defender también se necesita el movimiento poético de una medalla o un bandoneón.
A este Unión no le molestaría si, de repente, el reglamento dictamina que los partidos duren tres días: es un equipo en el que la defensa y el doble cinco son como Droopy, te das vuelta y todavía están ahí. Juntitos, esperando. Juntitos, de derecha a izquierda, al compás. La cancha en la que juega Unión también mide 40 metros, pero el primer mandamiento es otro: no pasarás. Un Unión que –también escríbase con letras grandes y rojas, por favor– pudo golear, porque después del 1-0 llegó el fútbol desarmado, el más divertido para ver. Rolle metió un zurdazo cruzado que pasó cerca, Monetti tuvo cuatro atajadas bárbaras, Almirón y Montenegro tuvieron dos de frente al arco, hubo un córner y un cabezazo al travesaño en la última de Lanús. La tarde, no supimos verlo, ya había anunciado un final así. En la revista que entrega el Departamento de Prensa del Club el título de tapa era “Una verdadera Fortaleza”, y la nota trataba de la fabulosa estadística cada vez que Lanús juega de local.
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