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La selección tomó aire y se hizo respetar como el semifinalista más goleador de la Copa América
El 3-0 a Ecuador instaló a la Argentina en la zona de definiciones del torneo; llega al cruce con Colombia en un momento óptimo
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La Argentina ya está entre los cuatro mejores y es la única que llegó a las semifinales con una goleada. Esa es su manera de hacerse respetar, con un 3-0 a Ecuador cimentado en los últimos 10 minutos. Dos goles que impactan positivamente en su imagen. Y que también marcan un mérito de Scaloni, que cuando el equipo se empezaba a desteñir como en otras oportunidades, corrigió el rumbo con las entradas de Guido Rodríguez y Di María.
Y Messi, por supuesto, porque sin él las explicaciones serían incompletas. Dos asistencias y un golazo de tiro libre del mejor jugador del mundo, que lleva tres días sin club desde que venció su contrato con Barcelona. Él sigue rindiendo para ser un objeto de deseo.
La Argentina no tarda en entrar en los encuentros. Despierta y decidida, los primeros tiempos suelen ser sus mejores momentos, en juego y efectividad. Van cuatro encuentros de su campaña en la Copa América y en todos se puso arriba en el resultado durante la primera etapa. Impone condiciones, se hace respetar, aunque luego también incurre en algunas caídas de tensión.
Salvo por la ausencia del Cuti Romero, aún no recuperado de una lesión, Scaloni dispuso su formación ideal, con los laterales Molina y Acuña ganándole la pulseada a Montiel y Tagliafico, respectivamente. Con el regreso de su jugador emblema, Paredes, más allá de que Guido Rodríguez tiene un mayor conocimiento del manual del volante central. Es una formación que se ha ido aceitando, que incorporó los automatismos que trae el conocimiento mutuo, y que refuerza su hambre de gloria con la confianza que otorgan los resultados.
Al dominio argentino de la pelota le respondió Ecuador con un bloque bajo de mucho despliegue físico. La pretensión del equipo de Alfaro fue negar espacios y achicar margen de maniobra. La Argentina se adaptó a esa clase de partido, convencida de su plan e intenciones. Pero en el primer cuarto de hora necesitó que Ecuador se adelantara un poco sorprenderlo. Lo hizo con dos envíos largos desde la mitad de la cancha, uno de Paredes y otro de Pezzella, ambos para Lautaro Martínez. Entre el arquero Galíndez y un despeje de un zaguero sobre la línea impidieron la apertura del marcador.
El esquema 4-5-1 del equipo de Alfaro dejó al experimentado Enner Valencia para fajarse con Pezzella y Otamendi, bien ubicados para el anticipo aéreo. Ecuador le tiró pelotazos a un delantero que hacia las descargas a los costados e iba a buscar al área. Por esa vía llegaron las dos aproximaciones de Ecuador en la primera etapa.
La Argentina llegaba por búsqueda y mayor jerarquía individual, pero la ocasión más propicia antes de la media hora fue producto de un insólito regalo, con un pase atrás del volante Gruezo, que no advirtió la presencia en soledad de Messi. Con tiempo y espacio, Leo encaró hacia un mano a mano con el arquero en el que suele ser infalible; esta vez no lo fue por centímetros porque su definición cruzada dio en un poste. Messi dejó pasar el obsequio ecuatoriano.
Como crack que es, Messi no se quedó mentalmente estancado en la oportunidad desperdiciada. Pasó página y demostró su lucidez e inteligencia en la jugada del gol. Primero, para asistir a Nico González, bloqueado por el arquero Galíndez antes de entrar al área. La pelota le llegó a Messi, con el arquero fuera de acción; lo más normal hubiera sido que buscara el arco, pero se sabe que Messi suele tener soluciones que otros no ven: dio un pase cruzado para De Paul, con tiempo para el control y la definición. La Argentina conseguía en ese primer tiemoo un premio justo, un reconocimiento a sus 12 remates (cinco al arco), contra los tres intentos aislados de Ecuador.
La ventaja también venía bien para frenar las revoluciones de un desarrollo que se había puesto áspero, con protestas argentinas por algunos fallos controvertidos del árbitro brasileño Sampaio. Uno de los más exaltados era Scaloni, siempre muy susceptible con los jueces. Más allá de los roces, la Argentina había completado una primera etapa en la que pudo sacar una diferencia mayor, de no ser por Galíndez, sobre todo con una doble tapada frente a Nico González.
Con dos cambios, Alfaro procuró en el segundo período un peso mayor peso ofensivo, a partir de los ingresos de Estrada y Plata y la salida de Gruezo, volante de contención. De arranque, la Argentina repitió la película de cotejos anteriores, la que menos favorece su imagen: cede la iniciativa, no recupera lejos de su arco y se expone a pasajes de sufrimiento, en este caso ante un rival que buscó mucho con pelotazos cruzados. La corrección llegó con las entradas de Rodríguez y Di María. Más aire, más goles y a las semifinales con una holgura que ni siquiera mostró Brasil.
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