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La selección argentina también debe saber ganar: las burlas pueden hacerle perder un Mundial
Algunos gestos de los jugadores pueden poner en jaque la buena construcción futbolística que logró Lionel Scaloni y un plantel que muestra unión dentro y fuera del campo de juego
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El Boca de Carlos Bianchi estuvo 40 partidos invicto, entre 1998 y 1999. Sin embargo, el día que el Virrey entró al vestuario en llamas y no esgrimió un solo elogio en esa charla hacia sus jugadores fue luego de una goleada ante Huracán por 6-2. No sucedió por un empate injusto ni en el entretiempo de una derrota. La Bombonera gritaba “ole, ole, ole”, y el equipo de Riquelme, Guillermo Barros Schelotto y Palermo (entre otros) empezaba a construir el gen campeón, pero el entrenador más ganador de la historia xeneize estaba furioso: “La mejor manera de respetar a un adversario es jugar con seriedad y buscar hacerle la mayor cantidad de goles posibles”. El DT vio algunos gestos que estaban más vinculados a cancherear por la diferencia en el resultado, que jugaban la pelota para un costado para buscar un “ole” más de las tribunas, que había algún enganchecito de más, algún lujo innecesario. Justo él, quien patentó la frase: “Todos los goles valen uno”.
El River de Marcelo Gallardo vencía 3-0 a Argentino de Merlo en abril de 2019, por la Copa Argentina, en el partido 250 del técnico millonario y el Muñeco frenó el canto de los hinchas en un momento. En la conferencia de prensa posterior, explicó el porqué: “No era un partido para el ole. Me parecía que teníamos que respetar al rival. Tampoco nosotros estábamos para tirar manteca al techo. Por eso intenté calmar a la gente”. En agosto de ese mismo año, Gallardo también frenó a los hinchas de River que estaban cargando en exceso a Agustín Rossi, el actual arquero de Boca que había ido al Monumental con Lanús y estaba perdiendo 0-3. “No me gustó, prefería que los hinchas de River alienten al equipo y que festejen por lo que el equipo les estaba dando que ironizar sobre…. Cuando vi que era algo reiterativo hacia su persona… Entiendo a la gente, pero no me gustó”.
Alemania le ganaba 5-0 a Brasil en el Mundial 2014. El entrenador Joachim Löw, ingresó al vestuario en el entretiempo y lo primero que le dijo al plantel que luego sería campeón fue: “Seré muy claro: nada de arrogancia. Es un código de honor. Si alguno se burla del rival, lo saco de inmediato. La segunda etapa va a arrancar 0-0, vamos a ganarla”. Lo contró Sami Khedira, frase reproducida en estas horas por Juan Pablo Varsky. Se sabe que aquel partido finalizó 7-1. El segundo tiempo lo ganó Alemania 2-1.
A la selección argentina le costó mucho construir una imagen ganadora, reencontrarse con el aliento y la admiración de la gente. Años que no sucedía. Cada aplauso recibido por el actual plantel y cuerpo técnico de Lionel Scaloni fue merecido porque logró armar un grupo fuerte y un equipo aún más confiable desde sus aptitudes defensivas y el abanico ofensivo capaz de desequilibrar de muchas maneras y con varios intérpretes. Eso fue anterior a ser campeón ante Brasil y nada menos que en el Maracaná, aunque todos querían sacarse la mochila de los 28 años sin títulos. Los jugadores argentinos no necesitan burlarse de los rivales ni provocarlos para agigantar su imagen, eso no los acerca a los triunfos. Sí hay determinados gestos que conmueve a un público específico que puede festejar en una tribuna pero que nunca suma, que puede estar más pendiente de dedicarle las victorias a los rivales antes que festejar por la felicidad propia. Eso se ve en el fútbol como en la vida propia.
En la victoria ante Perú 1-0, segundos después de que Yoshimar Yotún errara el penal con el que el equipo de Gareca podría haber empatado el partido ante la Argentina en el Monumental, Nicolás Otamendi y Cristian Romero lo rodearon y, casi en un movimiento coordinado, reaccionaron provocativamente saltando hacia él. ¿Hubo previamente alguna ficha equivocadamente movida por Yotún hacia ellos? Eso no activa ni justifica determinadas reacciones de dos defensores que recibieron el reconocimiento del mundo futbolero por lo que juegan y marcan, no por lo que dicen.
Dibu Martínez se hizo famoso a nivel mundial por el show en la tanta de penales ante Colombia, por la Copa América, y su frase: “¡Mirá que te como, hermano!”. El arquero está marcando una era en la selección porque responde con atajadas claves, porque suma 8 arcos invictos en 12 partidos, pero sobre todo por algo que no es cuantificable: entrega en sus compañeros, el cuerpo técnico y el espectador una gran sensación de seguridad.
Incluso lo que haya pasado en la tanda de penales queda más ligado a códigos del fútbol, a jugar sin público (porque se escuchaba todo) y a los juegos de la mente que a algo negativo. Lo mismo la provocación deportiva a Cristiano Ronaldo (Manchester United) atajando para Aston Villa. El “patealo vos”, a lo sumo puede terminar en gol de CR7 o en penal errado, pero ahí no hay falta de respeto: en todo caso es potenciar el desafío o buscar condicionar no sólo quién puede ejecutar un penal en tiempo adicionado sino también cómo lo ejecutará… quien lo termine ejecutando (Bruno Fernandes lo tiró a las nubes). Eso es replicado por los chicos, para quienes Dibu se transformó en un ídolo. Martínez sí pudo haber evitado el gesto posterior a atajar un penal en la Copa América, llegando a un costado de la cancha, el mismo que hace unos días se transformó en mural. Pero lo que queda entre el ejecutor del penal y el arquero (siempre y cuando no haya agravios), queda en la cancha.
“Obviamente escuchaba a los hinchas. Pienso que no era penal para Perú porque él venía gritando. Pero hay que darle crédito porque se tiró muy bien. Le dije al árbitro que escuchara, pero no lo hizo. Más que atajarlo, quería que no fuera gol, por la gente”, comentó luego Martínez sobre el remate de Yotún al travesaño.
Rodrigo De Paul se transformó en un jugador vital en esta selección, no necesita sumar pases cortitos con Paredes para agigantar el “ole” de los simpatizantes ante Perú. Su pase previo a Molina en el gol de Lautaro Martínez ya había generado el mejor aplauso de la tribuna. Y De Paul tiene una influencia decisiva por su compromiso táctico, porque es un jugador completo que entiende el juego y se destaca tanto para atacar como para defender.
Scaloni, en la previa del partido con Perú, hizo una buena lectura del idilio que fabricó este equipo en los hinchas: “Estos jugadores son la representación de ellos en la cancha, más allá de que se puede ganar o perder. Estos jugadores no nos van a dejar tirados. Se podrá jugar mejor o peor, pero la dinámica del equipo está marcada y la sensación es que la gente se siente identificada con estos jugadores. Y es lo más importante”.
Y sobre algunos gestos de Dibu Martínez, el DT pateó la pelota al lateral: “Todo lo otro forma parte de su personalidad y ya está. Nosotros miramos el aspecto puramente deportivo”, y destacó la relación del marplatense con el resto de sus compañeros: “Todo lo que se ve de él es así, y por eso es tan querido en el grupo, pero nosotros nos enfocamos solo en el aspecto deportivo”. El tema es que una cosa está ligada a la otra.
La selección debe tomar nota que en un Mundial hay gestos que, vistos desde los ojos del mundo (no sólo sudamericanos) pueden condicionar lo deportivo: una provocación, una burla, una simulación de una falta en la cual el árbitro puede sentirse tomado por tonto. En 2001, el Boca de Bianchi dejó una enseñanza en la derrota. En Japón, ante Bayern Munich, por la Copa Europea-Sudamericana: Marcelo Delgado (hoy integrante del Consejo de Fútbol xeneize y autor de tantos goles importantes en la Ribera) se fue expulsado por doble amonestación en la final del mundo de clubes: la primera fue por seguir el juego cuando el juez ya había cortado con su silbato; la segunda, por intentar simular una falta. Boca se quedó con diez a los 45 minutos de una final que duró más de 120. La rigurosidad del árbitro danés Kim Milton Nielsen respondió a una visión europea que se fastidia más por un intento de engaño o una indisciplina que porque un jugador pegue una patada fuerte.
Un árbitro no sudamericano, camino a la final o en el partido decisivo, puede sancionar reglamentariamente provocaciones o burlas, puede expulsar por ese motivo si lo cree correcto. Saber ganar es tan importante como ganar. Y esa imagen de la selección está más ligada al muy buen gesto de Lionel Messi con Neymar luego de que la Argentina se imponga en la final de la Copa América. El equipo de Scaloni suma 25 partidos sin perder, pero una cita mundialista castiga duramente los errores del juego pero también algunos gestos. Y las provocaciones, las burlas, las simulaciones no sólo pueden tener consecuencias antideportivas a la vista del público neutral, también pueden dejar a un equipo afuera de un Mundial.
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