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La selección argentina se pone a prueba: crea ilusiones y no despeja dudas
Con la expectativa de ganar otra vez la Copa América, el acertijo de Scaloni y el futuro de Messi
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Lionel Messi abrió 2004 sin saber si sería el año de su primer contacto con la selección argentina. Lo fue: amistoso relámpago en la cancha de Argentinos Juniors y blindaje para toda la vida. Y Lionel Messi ahora tampoco sabe si 2024 se tratará de su último año en la selección. Ha sido un viaje increíble de 20 años, lleno de emociones, fracasos, ingratitudes de su país y finalmente, la gloria eterna. Y la lealtad de los conversos. Camino a los 37 años, se aproxima el final. Inexorablemente. Intentará demorarlo, claro, porque ahora es completamente feliz. ¿Quién renuncia a la plenitud? Si acaba de empezar la temporada de cierre lo descubrirá el paso del año, según humores, urgencias, resultados y la íntima constatación de cuánto lo aleja de la elite competir en la Major League Soccer. Cuánto filo pierden sus colmillos en el confort de Inter Miami. El primero en darse cuenta será Messi, que de tan competitivo no se permitirá solo acompañar. Para él, pertenecer significa desequilibrar. Influir.
La selección se encuentra advertida: 2024 puede significar el adiós de Messi. Después de despreciarlo tanto tiempo, afrenta que únicamente se permitió la Argentina, ahora, este país está cada día más cerca de empezar a extrañarlo.
¿Y permanecerá Scaloni como entrenador de la selección a fin de año? Quién sabe. La AFA se encargó de incomodarlo con una serie de desprolijidades, pero él también es responsable del tembladeral que los campeones del mundo descubrieron en los últimos 40 días del año pasado. Una selección que se acostumbró a vivir entre cornisas después del ciclo de Alejandro Sabella –salvo los tiempos de sensatez de Gerardo Martino–, siempre agitados por resultados indeseados. Pero ahora en el éxito tampoco encontró la manera de no parecer autodestructiva.
Y aquí brotan las responsabilidades a Scaloni. Porque a su planteo le cabe la razón según dejaron trascender sus satélites, pero las dilaciones y los tanteos no son maduros ni profesionales. “Esta selección necesita un entrenador que tenga todas las energías posibles”, fue su reflexión en las primeras horas del 22 de noviembre, después de la victoria ante Brasil en el Maracaná. “Es un momento personal para pensar y estoy en esa instancia. Es importante parar la pelota y recomenzar o ver qué se hace”, extendió el 7 de diciembre, el día del sorteo de la Copa América de este año en los Estados Unidos, cuando entregó la pista más concreta sobre su continuidad. No hubiese participado de ese acto si interiormente ya sabía/sentía que su horizonte no era albiceleste.
Pero tampoco ha regalado ninguna manifestación pública contundente sobre su deseo de continuar. Al contrario, siempre transmitió una sensación de carga. La selección no solo se prestigia con títulos, sino cuidándola de los rumores y las especulaciones. Y los únicos dueños de cortar ese reguero son los protagonistas. Si crecen, se convierten en maleza. Entrenadores que en el pasado no ganaron nada la protegieron mejor.
Aún con validez en sus planteos, hasta las quejas más atendibles pierde adhesión si las explicaciones no son trasparentes. La fábula del “pastor mentiroso” puede volverse un buen ejercicio para recuperar la confianza. Cuando se hartaron de la AFA, Bielsa, Pekerman, Sabella y Martino se marcharon. No amagaron, se fueron. No se hubiesen perdonado jugar con la selección. A ninguno de los cuatro les tocó ganar nada, pero quién podría dudar de su prestigio.
Porque la selección es más importante que todos. Que Scaloni, claro. Y que Mario Kempes, Diego Maradona y Messi también. Tiene un atractivo reto por delante: la Copa América de los Estados Unidos, en junio/julio. Tendrá que convivir con el favoritismo, pero esa sensación acompaña al equipo desde sus orígenes por portación de nacionalidad. Alzar el trofeo le permitiría copiar el tridente que bordó España: Eurocopa Austria/Suiza 2008, Mundial Sudáfrica 2010 y Eurocopa Polonia/Ucrania 2012. Podría ser similar: Copa América Brasil 2021, Mundial Qatar 2022 y Copa América EE.UU. 2024.
El reencuentro de los campeones será en marzo, en una ‘ventana FIFA’ que la AFA todavía no resolvió: ni sedes ni rivales, cuando cualquier selección importante ya tiene todo cerrado. En la Copa América, la selección abrirá el torneo el 20 de junio contra el vencedor de un repechaje entre Canadá y Trinidad y Tobago, en Atlanta. Luego, completará el Grupo A ante Chile (25) y Perú (29). La final aguardará en Miami, el 14 de julio. ¿Y después? En el segundo semestre se reanudarán las eliminatorias rumbo al Mundial 2026. ¿Con Messi, con Scaloni? Incógnita. Apenas hay una certeza: ya no estará Di María, que nunca titubeó y se despedirá en la Copa América. Otras seis fechas eliminatorias, dos en septiembre, dos en octubre y dos en noviembre, podrán dejar virtualmente clasificada a la Argentina, que hasta aquí desfila por Sudamérica y lidera desde la holgura de 15 puntos tras seis jornadas.
Se abre un año entre ilusiones e incertidumbre. La selección creó los dos escenarios, ya no puede desentenderse de nada.
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