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La selección argentina se aferró a su convicción cuando estaba todo perdido y conserva la esperanza, pero el triunfo aún se hace esperar
En la segunda fecha del Mundial, el equipo albiceleste empató con Sudáfrica tras estar dos goles abajo, en un partido cambiante
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DUNEDIN, Nueva Zelanda.- Lo había anticipado Germán Portanova en la previa: “Si bien lo vamos a ir a buscar, tenemos que hacer un partido inteligente. No nos conviene el palo por palo, pero iremos sin miedo”. Cauteloso a la hora de declarar, el entrenador argentino había sido precavido ante la posibilidad de conseguir frente a Sudáfrica el primer triunfo mundialista de la selección argentina en el Mundial de Australia y Nueva Zelanda.
En el estadio Forsyth Barr de Dunedin, Portanova realizó un solo cambio con respecto de la derrota por 1 a 0 frente a Italia. Ingresó Paulina Gramaglia por Romina Nuñez. Mariana Larroquette, quien había jugado como única centrodelantera en el primer partido, retrocedió unos metros y se posicionó pegada a la raya derecha. De esta manera, Portanova buscó desequilibrar por ambos costados a través de dos sociedades: Banini y Bonsegundo por la izquierda, Larroquette y Gramaglia por la derecha.
Y durante los primeros quince minutos, el planteo argentino funcionó. Además, los espacios que dejaron las sudafricanas durante la primera parte fueron aprovechados por el cerebro que tiene este equipo, Lorena Benítez. La mediocampista del Palmeiras imaginó algunas maravillas y jugó como nos tiene acostumbrados. Sin embargo, poco duró la claridad de Benítez en la salida, su juego en espacios reducidos y la capacidad de esclarecer la jugada.
Y, a partir de ahí, aquello que había advertido Portanova en la conferencia de prensa se apropió del partido: el palo por palo. El juego de Sudáfrica -al igual que frente a Suecia- se basó en cederle la pelota a la Argentina y aprovechar de la contra la rapidez de Thembi Kgatlana.
La delantera de las “Banyana Banyana” -como se conoce al seleccionado sudafricano- declaró alguna vez que “no existe persona con más confianza que ella, porque si ella no lo hacía, ¿quién lo haría?”. Y eso se vio en el terreno de juego. Kgatlana entendió cómo jugarle a una defensa en línea y les ganó en la mayoría de las pulseadas a las argentinas. Presionó en primera línea y, en más de oportunidad, esperó paciente el pase envenenado de alguna de sus compañeras. Hasta que a los 30 ganó la posición -una vez más- y se la dejó servida a Linda Motlhalo para que, sola, convierta el 1 a 0.
La defensa albiceleste, antes y después del gol, mostró inseguridades a la hora de salir de abajo. La presión intensa de las sudafricanas generó pérdidas muy cerca del área de Vanina Correa. La seguridad bajo los tres palos de la capitana, las coberturas de Sophia Braun y un offside correctamente sancionado por el VAR en el último minuto añadido del primer tiempo impidieron que Sudáfrica se fuera al descanso dos goles arriba.
En la segunda parte, Argentina hizo dos cambios en el vestuario. Portanova sacó a sus dos mediocampistas centrales, Daiana Faltán y Benítez, y en su lugar ingresaron Julieta Cruz y Romina Núñez. El entrenador buscó con Núñez cierto equilibrio en el mediocampo para contener las contras sudafricanas; con Cruz, la proyección de la lateral derecha de Boca en el ataque.
Además, un rato más tarde, Yamila Rodríguez entró en lugar de Gramaglia para desequilibrar por la banda derecha. Pero la selección no corrigió en ningún momento el desajuste defensivo y así continuaron las contras de las sudafricanas. Las “Banyana Banyana” siguieron aprovechando los espacios que dejaban las jugadoras albicelestes en busca del empate.
“Me metí en problemas muchas veces por querer ser futbolista”, escribió Kgatlana en su segundo libro para niños, “Las niñas no hacen eso”. En Dunedin, la delantera sudafricana metió en problemas a la defensa argentina en el minuto 65 cuando cerca del punto penal empujó el centro al ras del suelo de una compañera y marcó el 2 a 0.
Al instante, Portanova movió el banco. La goleadora de Rosario Central, Érica Linigro, entró por Larroquette. El cambio de nombres no fue suficiente para que la Argentina pudiera encontrar su juego, aquel que había mostrado durante Italia y durante los primeros quince minutos del partido. Sin embargo, a los 74 minutos apareció Sophia Braun, la estadounidense hija de argentinos, para marcar el descuento.
Después de ser la mejor jugadora argentina durante el primer tiempo, donde ocupó el lateral derecho, Braun pasó a ocupar la posición de 5 en la segunda parte. Braun no habla español, no toma mate, pero se enamoró de la celeste y blanca gracias a sus abuelos maternos. Y desde que se puso la camiseta de la Selección demostró su compromiso por el equipo. A través de un remate bombeado de media distancia, convirtió el descuento del equipo e inyectó anímicamente a sus compañeras.
A falta de diez minutos, Nuñez hizo lo que se cansó de hacer durante este primer semestre. Tras un centro de Rodríguez la jugadora de UAI Urquiza cabeceó y marcó el empate 2-2. A partir de ahí, las sudafricanas recibieron el impacto y Argentina creció en confianza y empuje.
En los últimos minutos, Argentina intentó y Sudáfrica tuvo algunas posibilidades más de contra para poder convertir el tercero. El partido terminó en empate y ambas selecciones quedaron con posibilidades para pasar a la siguiente fase a la espera de lo que suceda en la última fecha. El miércoles próximo le toca a esta selección el examen más exigente, ante Suecia.
En la previa del Mundial, a Kgatlana -MVP del partido- le preguntaron si el grupo G era el más complicado del Mundial. “No se trata de estar en un grupo difícil o no. Se trata de quién más lo quiere. Para mí, es el hambre que se tiene a la hora de jugar”. Por eso empataron Argentina y Sudáfrica, porque cada una con sus herramientas y falencias salieron a hacer historia: ganar el primer partido en un Mundial. Para la Albiceleste, ese objetivo, ese sueño, todavía tiene que esperar.
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