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La selección argentina: el dilema de Lionel Scaloni, de tener un ADN claro y el equipo ideal al derrumbe físico y abrir un sinfín de variables
¿Faltó actitud? No; ningún jugador dejó de pelear, de luchar, de intentar; lo que faltó fue claridad ofensiva y velocidades para resolver con la exigencia que requiere un Mundial; ¿Faltó juego? Sí
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Bastó un ataque mano a mano para dejar expuesto un nivel de Cristian Romero fuera del ideal. Cuti es desde hace tiempo el mejor defensor argentino y gran mérito de eso lo tiene Lionel Scaloni. Pero una cosa es estar diez puntos en un Mundial y otra es dar ventajas. Y si hubo algo que durante todo el actual ciclo no sucedió fue que la selección dé ventajas. Todo lo contrario, su corazón era el mediocampo, esa energía colectiva que nacía en el círculo central y luego se extendía hacia las dos áreas. Pero en el golpe del debut ante Arabia Saudita mostró otra cara, desconocida. No sólo por la derrota en el resultado (2-1), sino porque perdió en casi todos los duelos individuales del partido, en las divididas. Hubo mérito del rival, claro, pero también falencias en celeste y blanco que despertaron interrogantes impensados hasta hace muy poco.
Scaloni pasó de tener el equipo ideal al derrumbe físico y abrir un sinfín de variables. Como si fuera un castillo de arena, ante Arabia Saudita se desvaneció ante la primera ola. Porque siempre fue un partido incómodo para el seleccionado nacional, incluso en el primer tiempo, cuando ganaba 1-0. Pero en la segunda etapa el adversario no sólo golpeó por presionar bien y asfixiar a la Argentina en la mitad de la cancha. También lo atacó. Durante los primeros 45 minutos, Otamendi debió salir al rescate de una mala salida de De Paul, pero esa fue la única llamada de atención. En el segundo tiempo, todo cambió. Y ahí evidenció los déficits físicos de Cuti Romero, Paredes, Di María, De Paul. Todos casos diferentes, pero hasta a Messi no se lo vio terminar bien…
El empate de Arabia
¿Estaban lesionados? No. Pero ninguno estuvo a la altura de los roces y los combates físicos que le impuso Arabia Saudita. ¿Faltó actitud? No. Ningún jugador dejó de pelear, de luchar, de intentar. Lo que faltó fue claridad ofensiva y velocidades para resolver con la exigencia que requiere un Mundial. ¿Faltó juego? Sí, y también mayor inteligencia para no buscar con pelotazos largos anunciados como única forma de ataque. Ante el achique rival, Argentina cayó en la trampa del fuera de juego 9 veces en el primer tiempo. Así le anularon tres goles. Bien anulados. Pero allí faltó velocidad para resolver las descargas en tiempo y forma para las habilitaciones de quienes terminaban “atacando el espacio”. Argentina rompió líneas defensivas, pero desde lejos la mayoría de las veces. Y eso hizo que el ataque sea anunciado. Y cuando lo hizo de cerca, le faltó calma (o tuvo demasiada calma). Y la jugada finalizaba en gol (en off-side) o en saque de arco.
Es cierto que Arabia pateó dos veces al arco y las dos fueron goles. Y luego no generó más chances. Pero las divididas las ganó Arabia, la presencia física y táctica la ganó Arabia, casi una fórmula elogiada a Scaloni en la selección, ese ADN que también mostraba sabiduría para saber jugar los partidos según los contextos: a veces retrasada para salir de contraataque, a veces presionando alto y atacando con mucha gente. ¿Tuvo reacción Argentina? Sí. Scaloni hizo los cambios que pedía el partido. Y, además, con un plus. Porque Enzo Fernández y Lisandro Martínez no sólo tienen un muy buen presente en Benfica y Manchester United, respectivamente (como Julián Álvarez en Manchester City) sino que además demuestran un liderazgo distinto, una energía para pedir todas las pelotas, cargarse el equipo al hombro y genera contagio.
El 2-1 de Arabia Saudita
Otro problema ofensivo fue la ausencia como alternativa de un 9 de porte físico, aunque eso ya no podrá arreglarse desde las características porque se decidió prescindir de ella en la lista de 26. Tampoco se corrigió con la salida de Joaquín Correa, por lesión. Más allá de los intentos de Lautaro Martínez y Julián Álvarez, que cuando ingresó se movió por la izquierda en el 4-4-2 elegido por Scaloni. El ingreso de Acuña –más ofensivo que Tagliafico- también potenció los envíos aéreos (para Lautaro, Julián Álvarez o hasta el propio Messi), aunque muchos eran bajos, rastrojeros; pero todo fue a los ponchazos, sin ideas ni el rumbo claro que había demostrado este equipo para mover la pelota hasta encontrar los espacios justos y desequilibrar.
Argentina fue una sombra de lo que venía siendo en el segundo tiempo. Y hasta al propio Scaloni se lo vio golpeado. La frustración (seguro) hace más anclaje por los bajos rendimientos individuales antes que por el resultado, que de por sí es preocupante con la mira en el futuro del equipo en Qatar.
¿Deberá hacer cambios para jugar con México? ¿Él también se quedó enojado? ¿Salen intocables? Si algo caracterizó a Scaloni es que no le tembló el pulso para tomar decisiones. Contra Arabia salieron, habrá que ver qué sucede con México. En otro contexto, si Cuti Romero y Paredes hubieran estado en plenitud, no hubieran dejado el campo. Difícilmente el 2 o el 5 salgan para un DT. Ni siquiera con el partido en desventaja. El entrenador intentó transmitir calma negando dificultades físicas en las modificaciones, pero el mayor dato que cuenta un técnico es la “sensación”. Por encima de cualquier estadística, está lo que ven los ojos de un DT. Y así como Nicolás González y Joaquín Correa se quedaron afuera de la lista de 26, este martes Cuti Romero y Paredes fueron reemplazados ocho minutos después de que Arabia dé vuelta el partido, a los 13.
Argentina fue un equipo lento, sin sorpresa ni capacidad de adaptación a las dificultades que le ofreció el partido. El plus anímico de Enzo Fernández y Lisandro Martínez pueden influir para meterse en el equipo titular del sábado, pero primero Scaloni deberá escanear a sus futbolistas para conseguir un análisis más detallado sobre lo real de su situación para jugar una instancia como esta. Porque, en el fondo, no se trata de cambiar de esquema táctico ni de modificar nombres. Lo primero que debe hacer la selección es recuperar el ADN con el que salió campeón de América y le ganó la Finalíssima a Italia. No fueron excepciones, fue el real potencial de una virtud que acompañó al equipo en todo el ciclo. Porque la gente no se ilusionó sin fundamentos. Fue la selección argentina (y Scaloni) los que hicieron que los hinchas sueñen con ser campeones del mundo.
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