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La selección argentina abre la Copa América ante Canadá con un Messi que ya puede disfrutar de su reinado
El capitán jugará por séptima vez el torneo continental, un certamen que le dio varios sinsabores hasta que pudo llegar a la gloria
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ATLANTA (enviado especial).- “El capitán está bien”. Con una sonrisa leve, suficiente, Lionel Scaloni avisaba en conferencia de prensa que el mejor de todos está listo para una nueva aventura; que Lionel Messi, el capitán argentino, será otra vez el líder futbolístico para la defensa de la corona continental. La Copa América 2024 se pone en marcha en Estados Unidos y el campeón protagonizará este jueves la batalla inaugural frente a Canadá, a las 21 de nuestro país, en el imponente Mercedes Benz Stadium, de Atlanta.
Este torneo ya tiene un gusto diferente para las nuevas generaciones de hinchas argentinos, que padecieron las frustraciones de los años pasados y que siente que esta camada de futbolistas devolvió grandeza y confianza.
Es, además, una nueva ocasión para que el guía de esta selección se proponga seguir rompiendo récords. Lionel Messi afronta su séptima Copa América, con el título de 2021 en la mano y otras tres finales perdidas. Con 34 partidos, 13 goles y 17 asistencias; con 3 amarillas y una expulsión. Con esos números, el Messi ya indiscutible y supersónico puede darse vuelta y mirar al pasado para ver un recorrido por este torneo en el que padeció y sufrió en demasía.
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La mirada extraviada apuntando desde el banco de suplentes del Estadio Olímpico de Berlín es una de las postales dolorosas del fútbol argentino. Es el cuadro perfecto del talento desperdiciado, donde encuadra la inútil pregunta: ¿qué habría sido si…? Aquel Messi que observaba sin haber transpirado la eliminación de la selección en Alemania 2006 no volvería a pasar por ello. La lección estaba aprendida.
Lionel Andrés Messi jugó su primera Copa América en 2007, en Venezuela. Coco Basile, que tomó el lugar dejado por José Pekerman, no dudó en convocarlo y ubicarlo de titular. Con la camiseta 18 –la 10 estaba en poder de Juan Román Riquelme-, fue parte importante de un muy buen equipo, que mezclaba la experiencia de los mundialistas (Abbondanzieri, Ayala, Heinze, Zanetti, Verón y Crespo) con la nueva generación de talentos (Mascherano, Gago, Tevez).
La Pulga jugó los 6 partidos de Argentina (solo en uno entró desde el banco), anotó en cuartos contra Perú y en semifinales contra México. Pero sufrió el golpazo de la final, en la que Brasil se impuso de punta a punta con un implacable 3 a 0. Fue en aquel momento cuando vivió la anécdota que contó años después sobre Basile y sus consejos para patear tiros libres: “’¡Soltá el pie, soltá el pie’, me gritaba. Y me decía que mis tiros libres parecían centritos. Quería que lo mirara patear a Román (Riquelme).
Hasta la siguiente Copa América pasaron cuatro años y una montaña rusa en la vida de Messi. Mientras atravesaba en Barcelona el ciclo más maravillosa en la historia de ese club, bajo la batuta de Pep Guardiola, la selección comenzaba a darle dolores de cabeza. Tras el fiasco de Sudáfrica 2010 y la llegada de Sergio Batista como entrenador –el que había dirigido el gran equipo que consiguió la medalla dorada en los Juegos Olímpicos de Pekín 2008-, Messi se puso al frente en un torneo que dejó una gran herida en su corazón.
El nivel futbolístico fue muy pobre y condujo a una eliminación temprana y gris, en cuartos de final, por penales, frente a Uruguay. Messi no anotó en ninguno de los cuatro partidos y aún recuerda algo que lo marcó a fuego: los insultos que recibió en Santa Fe, luego del 0 a 0 contra Colombia. “Me acuerdo que en la Copa América 2011 en Argentina cuando jugamos en Santa Fe me dijeron de todo a mí y a toda la Selección. Fue bastante duro. No sé si ingenioso o no, pero me puteaban de todos los colores”, rememoró hace unos días, en un streaming con su sobrino.
Alejandro Sabella reconstruyó a un equipo y formó a una generación que merecía lograr cosas grandes. Pero todo se truncó en la final de Brasil 2014, cuando Alemania le arrebató la Copa del Mundo en tiempo suplementario. Sabella se fue, llegó Tata Martino y encarriló el estado de ánimo.
Messi llegaba a la Copa América de Chile, en 2015, con asombrosos números en Barcelona. No había dudas del enorme nivel que mostraba. Pero en el torneo continental su rendimiento fue de mayor a menor, casi al ritmo del equipo. La Pulga anotó solo en el debut ante Paraguay. El partido decisivo, ante los dueños de casa, se definió en los penales. Messi anotó el suyo, pero Argentina perdió. Otro golpe duro para el crack, que entonces se expresó vía Facebook: “No hay nada más doloroso en el fútbol que perder una final”, escribió.
La posibilidad de desquite era rápida: la Copa América Centenario 2016, en los Estados Unidos. Messi llegaba como campeón de la liga española, tercer goleador (26) y máximo asistidor (16). Pero hubo una rareza en el debut: en la semana del estreno debió viajar a España a declarar en un juicio y además estaba con alguna molestia física, por lo que vio el partido ante Chile desde el banco de suplentes. Fue la única vez en sus seis participaciones del certamen continental en la que no jugó un solo minuto de un encuentro.
Al siguiente compromiso dijo presente. Entró la última media hora y anotó un hat trick en el 5 a 0 ante Panamá. Luego le marcó a Venezuela en cuartos y a Estados Unidos en semifinales (un estupendo tiro libre). Pero otra vez se cruzó el infortunio en el camino. Una mala final, nuevamente contra Chile, y los penales que lo volvieron a condenar al oprobio. Incluso, falló él mismo el primero de la serie.
Si tras la derrota de 2015 Messi tuvo un mensaje de disculpas, luego de la frustración de 2016 el desencanto lo llevó al límite: anunció su salida de la selección: “Ya está, que se terminó para mí la selección. Son cuatro finales, no es para mí. Lo busqué, no se me dio, pero creo que ya está, es una decisión definitiva. Es lo que siento ahora. Es una tristeza grande lo que nos volvió a pasar. Encima me toca errar el penal a mí...”, dijo en caliente ante los micrófonos. Hubo estupor mundial y pedidos de todos lados para que revirtiera su determinación.
En la de 2019, en Brasil, hubo un clic. No fue un buen torneo para Argentina y Scaloni, que había asumido y propuesto un recambio generacional, era mirado de reojo. Una derrota con algo de polémica contra Brasil mostró a un Messi enojado y contestatario. Cerraría el torneo con una expulsión ante Chile, en el partido por el tercer puesto. Pero la semilla estaba sembrada: nacía el grupo que se juramentaría llevar a Messi a lo más alto con la selección.
La misión se consiguió con éxito en 2021, otra vez en Brasil, sede de urgencia durante la pandemia. Messi guio a un equipo joven, hambriento y leal a sus necesidades. “Necesitaba sacarme la espina y conseguir algo con la Selección. Sabía que en algún momento se iba a dar”, dijo tras la conquista.
Hoy, cuando quedan pocos días para cumplir 37 años, el héroe rosarino se embarca en este nuevo viaje. Pero ya sin lastres, penurias o estrés. Lo hace con la certidumbre del que ya nada debe y que todo lo que toca puede convertirlo en éxito.
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