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La polémica Crespo-Batistuta: un nuevo libro sobre Marcelo Bielsa demuestra que el debate nunca tuvo razón de ser
Se trata de “Palabra de Bielsa”, publicado recientemente
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¿Podían jugar juntos en la selección argentina Gabriel Batistuta y Hernán Crespo durante el Mundial 2002 de Corea-Japón? El amargo final de la campaña de aquel equipo de alguna forma diluyó la discusión posterior, pero en el recorrido previo hacia esa Copa del Mundo la disyuntiva alimentó muchas discusiones entre fanáticos e hinchas.
Un nuevo libro sobre Marcelo Bielsa viene a esgrimir una teoría que echa una nueva luz sobre aquel debate, y que de alguna forma revela la futilidad de aquellos debates. En “Palabra de Bielsa” (Librofútbol), el autor Pablo Vignone, exeditor de Deportes de LA NACION, sugiere que el entrenador siempre tuvo en claro que la alternativa “solo lo ponía en desventaja”.
“Fue debate de alcance nacional pero también un símbolo de cómo Marcelo Bielsa piensa el fútbol. La marea de reclamos jamás lo ahogó porque su decisión fue posicional. Sacar provecho con la variante no debe haber entrado en su consideración: siempre tuvo claro que solo lo ponía en desventaja. Detrás había un principio, antes que un capricho, pero no siempre se entendió. Aunque los jugadores entendían que podían complementarse, prevaleció el esquema. Intentó otras explicaciones, ya después del Mundial, pero tras el fracaso -Bielsa dixit- y la renuncia de Batistuta a la selección, la discusión solo poseía un mero sentido teórico”, asegura el autor.
El libro, que transcurre como un análisis del discurso de Bielsa a lo largo de una carrera profesional de tres décadas –desde el Newell’s de los ‘90 hasta la reciente experiencia con el Leeds- repasa en uno de sus 21 capítulos las declaraciones públicas de los protagonistas del entuerto a lo largo de ese período y el agrio desenlace que tuvo casi 20 años después.
“Cuando el gol no llega, la sensación que tengo no es que hay que poblar más el área sino que hay que manejar más la elaboración para que la pelota llegue al área” afirmaba Bielsa en Ezeiza en 1999. “Siempre que un equipo al que dirijo le falta gol sitúo más la observación en cómo se elabora la pelota previa a la definición. Esa es mi inclinación. Pero no descarto que a veces el problema está en que haya más presencia en el centro del área. Si fuera así, lo más aconsejable es darle al equipo dos presencias centrales en el área”.
Si el propio Bielsa alimentaba la posibilidad tres años antes del Mundial, ya un año más tarde había cambiado de idea: “Ambos son jugadores muy destacados, desde hace muchos años. Y que por lo menos desde hace cuatro años conviven en la Selección. Sin embargo, no han jugado juntos. No me parece bien decir yo no voy a hacer esto, ni digo que sea posible o imposible. Lo que digo es que habría que articularlo y que, para que jueguen juntos, habría que renunciar a un wing o al volante creativo, y esa es una idea que no me atrae”, reconocía en 2000. “Es mi predilección, pero en un entrenador la predilección es significativa. Yo prefiero jugar con un centrodelantero y no sacrificar a un wing. Momentáneamente yo elijo por este estilo, sin creer que es el mejor, pero es el que desde mi punto de vista permite la convivencia de la mayor cantidad de jugadores que para mí tienen que estar en el equipo. Pero sin tiempo para armonizar la convivencia de los dos jugadores con el resto de la estructura, la posibilidad se hace más difícil”.
En realidad, Bielsa no sentía entusiasmo alguno por armonizar ninguna convivencia en la cancha. Nada de sacrificar un puntero para jugar con dos centrodelanteros. La polémica se mantuvo durante los dos años siguientes, hasta el Mundial, pero el seleccionador ya había decidido que incluirlos a ambos en la formación titular no formaba parte de su menú de opciones.
Al regresar a Buenos Aires, tras la eliminación, la cuestión seguía latente aunque el entrenador la hubiese descartado hacía tiempo, por más que lo disimulase: “No consideré una opción válida poner juntos a Batistuta y Crespo, aunque eso no quiere decir que no lo sea. De hecho, cuando faltaban 30 minutos para terminar el partido con Suecia barajé la posibilidad de que compartieran el ataque, pero finalmente elegí no hacerlo. Argentina estaba generando suficientes opciones de gol con un centroatacante y no le faltaba sino concretarlas”
Para Batistuta, aquella fue una “falla técnica enorme”, según consideró 15 años después del Mundial. “Lo quiero mucho (a Bielsa) porque fue determinante en mi formación; pero debo reconocer que cometió un severo error en el 2002 de Corea-Japón, realizó un cambio, me sacó a mí e ingresó Hernán Crespo, porque para Bielsa no podíamos jugar juntos. Un falla técnica enorme porque Hernán jugaba distinto que yo y nos complementamos muy bien”, afirmó en 2017.
Crespo, vuelto entrenador, se sintió mucho más herido cuando Bielsa expuso sus razones de manera pública mientras conducía al Leeds. “Grave error que yo cometí, debe ser uno de los errores que no me perdono. Me tocó dirigir a un gran centroatacante que fue Crespo (…) El error que cometí con Crespo para captarlo fue decirle que él era definitivamente maduro y en realidad yo no estaba pensando eso”, afirmó en una conferencia de prensa en agosto de 2018.
Crespo le respondió públicamente (“Fue una tremenda decepción sentirme engañado por un líder como usted. La tristeza fue tan grande como la estima que le tenía”) y, dos años después, durante la pandemia, dio su versión sobre el tema. “Bielsa no nos quiso juntar nunca, no lo quiso hacer, nunca lo intentó. Hubo un tiempo en el que me llamaba a mí y a él no lo convocaba, salvo cuando yo estaba lesionado y ahí jugaba Batistuta. Fui titular hasta el último entrenamiento, luego llega el primer partido del Mundial contra Nigeria, y lo puso a él”. Para Batistuta, Bielsa “tenía su idea, y murió con ella”.
Según este nuevo libro, “Bielsa sufrió el castigo que supone ejercer un cargo que todo amante del fútbol pretende ejercer, sin margen para la preparación progresiva. Estaba impedido de conformar a todos, así que jugó todas sus fichas a transformar su discurso en hechos sin pisarse ni una vez el césped de sus convicciones”, subraya Vignone.
“Así, la polémica por la cual Batistuta y Crespo no podían jugar juntos habría sido una anécdota en otra circunstancia. En función de los resultados, acabó considerándose como un capricho del entrenador. Nunca lo fue: tenía motivos y argumentos para explicar su decisión. Pero solo un éxito habría podido salvar esos abismos abiertos entre los principios del entrenador y lo que el público percibía del equipo que armaba, cuya suerte era de una trascendencia superior”.
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