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La mutación de Jorge Almirón para que Boca ahora genere confianza de cara a la final de la Copa Libertadores
Dónde se observan las mejoras de un equipo que jugará ante Racing y Estudiantes en las escalas previas al gran duelo ante Fluminense, en el Maracaná
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Jorge Almirón se siente más fuerte que nunca. Al menos, más reconfortado. “El proceso”, tal como lo describe el entrenador de Boca, está en su pico más alto de consolidación. Con más de cinco meses a cargo, es ahora cuando siente -y se transmite desde dentro del campo- que la búsqueda de un equipo llegó a su fin. Nada menos que en el momento crucial de lo que puede quedar escrito en la historia del club. Apenas algunos ajustes restan para terminar de potenciar ese objetivo que se puso en la primera conferencia de prensa: una formación que repita partidos y se acentúe. “Vamos por buen camino”, sentenció el último viernes. Por eso, sonríe una y otra vez cuando le pone palabras al mejoramiento colectivo.
Ya no hay total fastidio. Tampoco, conferencias dedicadas a árbitros. Minutos ante los micrófonos exhibiendo el nerviosismo acumulado por los malos resultados locales, una final de Copa Libertadores que aún se posicionaba en suspenso y, en efecto, un puesto que parecía tutearse con el jaque. Mientras que en esos momentos (sólo hace un mes) se retiraba hacia el vestuario de una Bombonera que, a través de muchos hinchas, le gesticulaba la salida, ese mismo escenario hoy lo ve irse y empieza a agitar la mano con otro movimiento: “¡En Río de Janeiro vamos a ganar y la vuelta, y la vuelta vamo’ a dar!”.
El equipo xeneize volvió a la victoria en su casa el pasado viernes ante Unión (2-1). Debieron pasar más de dos meses, siendo la última vez aquella primera fecha de la Copa de la Liga frente a Platense (3-1). ¿La diferencia? Ahora arrastra mejores rendimientos, al punto de que el triunfo tenga sabor a merecido y se lamente por las (muchas) chances que falla: terminó ajustado tanto en el último resultado como en las jornadas de igualdades ante Palmeiras (el 0-0 en la ida de la semifinal que ganó) y Talleres, en el 1-1 de unos cuartos de final de Copa Argentina en el que debió ganar por varios goles antes de destrabarlo con los penales.
Está logrando el cometido. El trayecto hasta estacionar en el mítico Maracaná ya tiene otra sintonía. Todo es recíproco. Su equipo se brinda con una versión muy mejorada y las tribunas agarran su mano para ir juntos. No existe el clima espeso y, a trece días de la jornada tan anhelada, no parece que el ambiente cambie su humor.
Boca se encontró. Almirón lo encontró. El número telefónico tuvo la clave: en su ciclo predominó el 4-1-4-1 (o 4-3-3, según su variación), pero -tras varios intentos frustrados- algunos retoques hicieron que el 4-4-2 causara otro sentido. De hecho, el técnico tiene claro el punto de partida y la trasladó tras vencer al “Tatengue”: “El anterior esquema, en muchos momentos, funcionó. Con Lanús (1-1) no jugamos un buen primer tiempo: tuvimos funcionamiento, pero no fuimos tan directos ni generamos tanto. Ahí me di cuenta de que teníamos que cambiar”.
Desde ahí, disputó seis encuentros. Sólo ante River (0-2) no jugó con el esquema final. Cayó ante Belgrano (3-4), pero sin la base titular completa que está asentando. Entonces, en los cuatro restantes que afrontó con el dibujo táctico y los nombres que más se destacan (si no pudo repetir a todos fue, por ejemplo, por las citaciones de Frank Fabra y Luis Advíncula a sus selecciones), los resultados y el juego fueron en ascenso: las dos paridades con los paulistas que lo depositaron en la final copera, la mencionada ante los cordobeses que lo puso entre los mejores cuatro del certamen federal y el buen éxito ante los santafecinos.
“Los jugadores lo entendieron bien. Fue un acierto de todos. Estoy contento por la decisión y porque ellos lo hacen cada vez mejor”, insistió en que sus dirigidos colaboraron en hacerle ver que había otra seguridad colectiva.
La mitad de la cancha tiene otro color. Los Fernández se comparten el centro, siendo “Pol” el que le permite a “Equi” soltarse algo más. Cristian Medina, que solía estar en la zona interna, ahora se mueve por la banda derecha: el DT rompió con el lateral-volante (su hombre era Advíncula). Valentín Barco sí mantiene esa idea por la izquierda, aunque le agrega la movilidad de un enganche. A ambos, quizás, les cuesta ser regulares durante todo el partido. Sin embargo, son pilares y el conjunto fue encontrando otro confort.
Lo mejor de Boca ante Unión
“Tenemos posesión, intentamos jugar, estamos siendo fuertes atrás y más profundos. Hilvanamos varias cosas y el equipo se sienta mucho mejor. Fuimos mutando, encontrando el funcionamiento y los jugadores repitieron minutos”, describió Almirón el progreso que observa. “Estoy muy conforme”, completó.
En la zona ofensiva apareció otra chispa. Se palpaba que a Edinson Cavani le faltaba un complemento diferente. Es Miguel Merentiel, la figura ante Unión: selló el triunfo, pero volvió a asociarse bien, con activa participación y buenas conexiones.
“Siempre tuvimos una forma de posesión que se mantiene. Ahora tenemos profundidad con los dos delanteros. Cavani se entiende bien con Merentiel y cuando entra ‘Pipa’ [Darío Benedetto] también hace un gran trabajo”, los destacó el hombre, de 52 años.
¿La deuda? Por el buen funcionamiento sobran las situaciones, pero faltan inflar las redes. Lo preocupa al técnico, aunque asimismo cree que en breve se romperá. “Nos está faltando convertir las que tenemos. El equipo las crea, los delanteros lo hacen a base de movimientos, esfuerzo y presión. Ya van a entrar. Yo tengo mucha fe de que va a ser en el momento que todos esperamos”, aseguró con una gran sonrisa, apuntando indirectamente a que el destape sea con Fluminense.
En el arco son puros elogios para Sergio Romero. Sin embargo, perduran algunas concesiones defensivas. Mínimas, pero que alcanzaron para ser lastimado por Unión. También por Talleres: dos groseros errores de la defensa boquense le facilitaron el gol en Mendoza. Con poco, los rivales hacen mucho; con bastante, Boca logra poco en el marcador.
A raíz de una molestia en Nicolás Figal, el viernes en la zaga fue titular Bruno Valdéz, que no logró destacarse. Algo que se expuso más cuando Nicolás Valentini ingresó en lugar de Marcos Rojo: el capitán no estará en Brasil por estar suspendido y el joven zurdo sí volvió a mostrarse más firme en la Bombonera. De todas formas, ahí radica el mayor debe a ajustar. En la final de la Copa Libertadores no debe mostrar falencias y, en lo posible, convertir lo que genere.
La única duda sería el reemplazantes de Rojo. Entonces Boca jugaría 4-4-2 con Chiquito Romero, Advíncula, Figal, Valdez o Valentini y Fabra; Medina, Pol Fernández, Equi Fernández y Barco; Merentiel y Cavani.
Boca está en la mejor forma. Y aún le restan dos encuentros (Racing y Estudiantes) que le pueden brindar una mayor confianza, dentro del campo y en el banco de Almirón, de la que ya sobra. Ahora sigue analizando cosas para corregir, pero la base está. Esa base que saldrá casi de memoria ante Fluminense, en la final de la Copa Libertadores.
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