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La misión de Boca: cómo digerir el golpe para superar la noche de las ocasiones perdidas
El pronto retorno a Buenos Aires, donde ayer al mediodía el plantel se entrenó en el predio de Casa Amarilla para el partido de Superliga que afrontará el domingo, desde las 17.45, frente a Atlético en Tucumán, le sirvió a Boca para reflexionar sobre las oportunidades perdidas con la no obtención de la Supercopa Argentina.
La ineficacia para plasmar en la red lo creado contra River y la brillante labor de Franco Armani dejaron a Boca con las manos vacías.
La mirada fija de Daniel Angelici en el horizonte durante el entretiempo, con un habano importado en la mano derecha y el 0-1 a cuestas evidenciaba que el presidente estaba preocupado. "Podemos hacer todo bien como dirigentes, pero si la pelotita no entra, no te reconocen nada. En ese sentido, el fútbol es muy ingrato", suele esgrimir.
Y otra vez el festejo fue ajeno. Que la Supercopa Argentina brillara en las vitrinas de Brandsen 805 habría sido recordado como un hito de su gestión, a la que a pesar todo lo que él destaca en cuanto a lo dirigencial y de los éxitos domésticos, le faltan ciertos títulos de peso.
Dos cuestiones del partido de anteayer lo señalan directamente. Una, dirigencial; la otra, futbolística.
La primera es la del parche de las camisetas. En la Copa del Mundo y en las grandes competencias europeas las prendas son decoradas con los datos del choque en cuestión: la fecha, el nombre de la competencia y el escudo de cada equipo. En Mendoza los jugadores de River lucieron la insignia de Boca en su pecho. En cambio, en las camisetas xeneizes, por determinación de Angelici, el escudo blanco y rojo brilló por su ausencia en el histórico encuentro.
La segunda refiere a una decisión deportiva. Franco Armani estuvo a un paso de defender el arco xeneize. Óscar Córdoba, emblema azul y oro, lo recomendó más de una vez, e incluso el representante tuvo reuniones con el tesorero del club en enero de 2017. Pero Angelici, con el aval del cuerpo técnico, optó por apostar a Agustín Rossi.
Para Guillermo Barros Schelotto la preocupación es relativa. Si bien él no es el responsable de la creación y el crecimiento del monstruo que se creó durante la gestión de Rodolfo Arruabarrena, con aquellas eliminaciones por las copas Sudamericana 2014 y Libertadores 2015, lo cierto es que tuvo al alcance de la mano la posibilidad de extinguir esos fantasmas. Y aunque en el desarrollo del juego no pareció haber errores determinantes en el planteo elegido por el mellizo, la derrota pesa. Sobre todo porque se suma a otras tres que cosecha este cuerpo técnico en competencias de eliminación directa: Independiente del Valle, en una semifinal por la Libertadores en 2016, y Rosario Central en cuartos y octavos de final por la Copa Argentina en 2016 y 2017.
Ahora, Guillermo deberá convivir con la presión de saber que la actuación por la Copa Libertadores de este año será uno de los aspectos más importantes cuando se vuelva a evaluar su gestión. Pero la acción en serio en ese certamen que se convirtió en obsesión para los xeneizes comenzará después del Mundial. Falta una eternidad.
Carlos Tevez es otro de los que desaprovecharon una chance grande, de esas que se dan muy de vez en cuando. Para el Nº 32, este superclásico era la ocasión ideal para terminar de restablecer la resquebrajada relación con los hinchas de Boca. La chance de erradicar de sus mentes aquella flojísima tarea del entonces Nº 10 frente a los ecuatorianos en la despedida copera de 2016 en la Bombonera, su inmediatamente posterior pedido de licencia y su partida a China a fines de ese año. No la aprovechó. No porque no quisiera, sino porque a los 34 años hay cosas que el corazón y la mente proponen pero en las que el cuerpo dispone.
Incluso, en Mendoza Tevez terminó de cerrarle la puerta a su ilusión de ser considerado para jugar el Mundial. Con el correr de los partidos, aquel intento de posicionarlo rumbo a Rusia 2018 en una supuesta competencia directa con Lautaro Martínez se derrumba como un castillo de naipes y resulta imposible de sostener con argumentos.
Edwin Cardona despilfarró la posibilidad de terminar de meterse en el corazón del hincha xeneize. A cuatro meses de aquel golazo de tiro libre en el 2 a 1 logrado en el Monumental, el colombiano empezó muy enchufado, pidiendo la pelota y distribuyendo el juego. Y al minuto hizo un pase sin mirar al estilo NBA. Pero con el penal cedido por una falta contra Nacho Fernández, permitió a River ponerse en ventaja en un desarrollo muy cerrado y parejo. Y su juego fue de mayor a menor.
A Boca no le queda alternativa que mirar hacia adelante. Debe superar pronto el golpe anímico, olvidarse de las oportunidades perdidas en suelo mendocino y encontrar en objetivos futuros alegría que alivie el alma herida. De no mediar sorpresas, esta vendrá pronto. La clara ventaja (8 puntos) que lleva como líder en la Superliga le permite comenzar a programar la vuelta olímpica para dentro de 30 o 40 días, aunque la derrota de anteanoche todavía sea muy difícil de digerir.
Un gesto de D’onofrio que Angelici no devolvió
Más allá de lo desprolijo que resultó que en el partido la camiseta de River tuviera el parche oficial de la Supercopa Argentina y la de Boca no, en la cena de camaradería del martes se había dado una situación incómoda entre ambos presidentes, Daniel Angelici y Rodolfo D’Onofrio. El de River entregó una plaqueta al de Boca, que no retribuyó el gesto. Entonces Angelici dijo: "La voy a guardar. Siempre es bueno que un hijo se acuerde de su padre". Y enseguida aclaró: "Es una broma para desdramatizar sobre el partido". D’Onofrio hizo solo un ademán de cerrar la boca y no respondió. Su equipo hablaría en la cancha.
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