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Algunos clubes de la Premier League detectan talentos por el mundo a bajo costo y forman equipos bien competitivos
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El deporte siempre ayudó a levantar el rating. Aumenta los clics y vende más diarios y revistas. Y forma imperios de prensa. Lo supo la revista alemana Die Aktuell cuando hace unos días vendió en tapa una falsa entrevista a Michael Schumacher. Fue un escándalo porque el siete veces campeón de la Fórmula 1, se sabe, está postrado y fuera de la cacería mediática desde que hace diez años sufrió un grave accidente de esquí. El grupo Funke despidió a Anne Hoffmann, editora, porque el artículo incumplió con los “estándares periodísticos” de la empresa. Curioso, porque Hoffmann, en el cargo desde 2009, ya había publicado en Die Aktuell otras numerosas portadas siempre engañosas sobre la salud de Schumacher. En 2015 lo imaginó saliendo del coma y “sentado y tomando sol”. En 2015 moribundo. En 2016 “viendo fútbol” por TV. Y en 2022 a punto de hablar. La entrevista que ahora cruzó los límites fue posible gracias a nuestro nuevo inquietante progreso: Inteligencia Artificial (IA).
En décadas en el oficio, conocí numerosas falsas entrevistas. Imposible olvidar a Nahuel Maciel. A comienzos de los ‘90, inventó, y publicó, largas entrevistas a Gabriel García Márquez, Carl Sagan, Umberto Eco, Mario Vargas Llosa y Juan Carlos Onetti, entre otros, y presentó ante más de quinientas personas en la Feria del Libro de 1992 un libro de conversaciones falsas con García Márquez, prólogo falso de Eduardo Galeano y un prefacio plagiado de otro libro. Y qué decir de otro colega que escribió artículos como falso corresponsal de guerra en Irak (en rigor, también fueron falsas las armas químicas que sirvieron de argumento a la guerra, pero eso ya no fue responsabilidad del colega).
Especialistas que ayudaron a crear IA dicen ahora que IA es peligrosa y debe ser regulada. El historiador y escritor israelí Yuval Noah Harari dudó esta semana que la humanidad pueda “sobrevivir” a IA. Porque IA, alarmó Harari, puede producir ilustraciones, textos, melodías, cultura y hasta discusiones políticas, “un poder para manipular el discurso público nunca antes visto”. “Esta canción apesta”, se indignó el músico británico Nick Cave luego de que el ChatGPT (impulsado por IA) creó una canción “a lo Cave”. “Las canciones surgen del sufrimiento, se basan en la compleja lucha humana interna de la creación” y, “que yo sepa”, dijo Cave, “los algoritmos no sienten, no sufren”. La tecnología ocupó trabajo obrero. Ahora ocupa también trabajo intelectual. Hasta los periodistas vemos que IA, que no se enferma, no exige aumento salarial y no pide vacaciones, escribe en apenas segundos artículos que llevarían horas. Correctos, pero fríos, sin picardía. Por ahora.
El discurso nos dice que IA puede aportar gran progreso a la humanidad. Pero que su mal uso traería algo así como “el apocalipsis”. Su mal uso, sabemos, es inevitable. La “entrevista” a Schumacher es apenas un aviso. Los especialistas afirman que IA precisa un código de ética. ¿Pero no era exactamente eso lo que debería haber respetado Rupert Murdoch, el magnate dueño de todo, que acaba de pagar casi 800 millones de dólares para evitar un juicio que habría desnudado de qué modo Fox News, el canal de noticias más importante de Estados Unidos, mintió deliberadamente diciendo que Donald Trump fue robado en las últimas elecciones? Murdoch se adueñó primero de prensa popular (News of the World y The Sun en Inglaterra, pinchando teléfonos para extorsionar a los famosos, y el New York Post en Estados Unidos) y luego pasó a la prensa “seria” (The Times y Wall Street Journal).
Pero su verdadero imperio, forjado a base de acuerdos con el poder político que le permitió monopolios, fue el deporte: comenzó hace treinta años con la Premier League, un modelo de trasmisión que le sirvió luego para desplazar a los “Tres Grandes” (CBS, NBC y ABC) y adueñarse de la NFL (football americano). A Murdoch no le interesan los clubes. El compra al deporte (la mejor zanahoria para imponer luego sus señales de pago). El pulpo llegó también a Sudamérica, sobornos del FIFAgate incluidos, y venta posterior a Disney por 71.000 millones de dólares.
Nadie discute hoy la señal de pago. El “progreso” (¿hacia dónde?), el nuevo “pacto con el diablo”, se llama ahora IA. En el fútbol, según algunos artículos, la eficacia de IA ya sería “un secreto bien guardado” en algunos clubes de la Premier, como Brighton y Brentford, que detectan talentos por el mundo a bajo costo y forman equipos bien competitivos. “Antes estudiaba nuevos jugadores viendo videos. Ahora miro algoritmos”, dice Roberto De Zerbi, DT italiano de Brighton.
IA asoma como refuerzo de cualquier cuerpo técnico. Ahorra trabajo y es precisa. Pero el propio fútbol sabe que IA no podrá dominar todo. Garrincha, chueco, columna vertebral torcida y físico deteriorado por la poliomelitis, ganó el Mundial de Chile 62 a pura gambeta, que sucedía siempre “en espacio esperable, pero en tiempo inesperado”, tan impredecible como la vida. “¿No te dije que él amaga para adentro pero siempre desborda por afuera?”, cuentan que le reprochó el DT de Checoslovaquia a su defensor tras el baile de Garrincha en la final. “Sí”, aceptó el jugador, “pero no me dijo cuándo”.
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