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La historia del argentino que le robó la Copa del Mundo a Brasil en su casa
En 1983, cuatro ladrones se llevaron la Jules Rimet, que nunca más volvió a aparecer; entre ellos aparecía el joyero argentino Juan Carlos Hernández, que fue condenado por el delito
RÍO DE JANEIRO (De un enviado especial).- El Museu Do Futebol, ubicado en el coqueto estadio de Pacaembú, en San Pablo, es la historia viviente del fútbol brasileño. El reconfortante recorrido, que no lleva más de una hora, brinda homenaje a los ídolos –Pelé, Zico, Garrincha y Ronaldo, entre tantos otros-, a los hinchas, a los equipos locales y a las hazañas mundialistas, acompañado por un interesante material de archivo, una acertada puesta en escena y con un exclusivo sector juegos para los niños.
Hay un lugar donde resulta imposible moverse con tranquilidad. A los pocos metros de la puerta de ingreso, incluso antes de la bienvenida virtual de O Rei Pelé, la gente se agolpa frente a una pequeña repisa. Allí, descansa ella. La figura dorada de Niké, la diosa griega de la victoria, apoyada sobre una base octogonal. Apenas mide 35 centímetros de alto, pero que se la Copa que la FIFA entregó a los campeones del mundo desde 1930 a 1970, cuando la selección de Brasil la conquistó por tercera vez y se le fue obsequiada, es lo verdaderamente atractivo. Pero ojo, es sólo una réplica. Un cartel en portugués así lo aclara: "En 1983, ocurrió la desaparición más triste: la Copa fue robada en la sede de la CBF, en Río de Janeiro, y nunca fue encontrada".
El 19 de diciembre de ese año, cuatro ladrones de guante blanco se llevaron el trofeo, del que se desconoce su destino. Entre ellos, se encontraba el joyero argentino Juan Carlos Hernández, a quien muchos acusan de haber fundido la Copa para hacer lingotes de oro. Él, al igual que el resto de la banda, fue condenado y estuvo en prisión, pero hasta sus últimas apariciones públicas seguía negando haber participado del delito. canchallena.com recontruyó cómo fueron aquellos días.
Antonio Pereira Alves, gerente de un banco, solía frecuentar las oficinas de las antiguas oficinas de la Confederación Brasileña de Fútbol, en el centro de Río de Janeiro. Al pasar en reiteradas oportunidades por el lugar, observó y pensó en la poca seguridad que había alrededor de la Jules Rimet. Luego de varias charlas con sus compañeros de noches en el Bar Santo Cristo, de la zona portuaria, logró reunir a tres personas para que lo acompañen a robar el trofeo, realizado en oro, material que estaba en alza en el mercado negro. Así, junto con José Luiz Vieira, Francisco Rocha y Hernández, por entonces uno de los joyeros más importantes de la ciudad, planearon en ese lugar el gran golpe.
Según reportes de la época, dos de los delincuentes maniataron al guardia de seguridad e irrumpieron en el edificio por la noche. En pocos minutos, se lanzaron a la fuga, mientras comenzaba un intenso operativo de seguridad. Sin pistas concretas para saber por dónde comenzar a buscar, y con la información en todos los diarios, apareció la figura de Antonio Setta, un ladrón experto en cajas fuertes. Él había sido la primera persona a la que Pereira Alves le ofreció robar el trofeo, pero se negó porque le traía el triste recuerdo de su hermano, quien murió mientras veía la final entre Brasil e Italia en México 1970. Fue por eso que dio aviso a la policía sobre las intenciones de su luego ex amigo.
Así dieron con la banda, que, ante la revuelta popular por la desaparición de la Copa, fueron rápidamente juzgados y condenados, pese a que nunca encontraron la estatuilla y a que no se pudo comprobar que haya sido fundida en el taller del argentino, ya que no tenían capacidad para derretir esa cantidad de oro en las pocas horas en las que estuvo fuera del alcance de los investigadores.
"Nosotros tuvimos que ganar tres campeonatos para quedarnos con la copa y viene un argentino y la derrite", dijo hace unos años Murilo Miguel, investigador del caso, en diálogo con Página 12. "Juan Carlos Hernández era un tipo muy astuto, muy astuto, fingía no saber nada, pero cuando le dije que para los brasileños era una bofetada que un argentino haya convertido a la copa en lingotes de oro me miró con una sonrisa que todavía recuerdo, para mí fue como una confesión", agregó en la misma nota.
Qué fue del futuro de joyero argentino. Luego de cumplir nueve años de prisión, Hernández escapó a Francia, donde volvió a ser encerrado por tener relación con el mercado de la droga. En la actualidad, es el único de los cuatro ladrones que permanece con vida, aunque se desconoce su paradero. canchallena.com intentó ubicarlo y el último dato que se supo fue que estaba viviendo en Pasos de los Libres, Corrienes, pero la información nunca pudo ser chequeada.
Y el de la Copa. Con el paso de los años, los misterios alrededor del destino de la Jules Rimet fueron creciendo. Algunas de las especulaciones más populares dicen: que fue fundida y vendida en el mercado negro, que salió rápidamente del país y que está en manos de un coleccionista o, la más reciente, que la FIFA la compró. Esta última nació cuando el organismo se adjudicó una réplica del trofeo en una subasta por 254.000 libras esterlinas, un precio muy elevado.
Otros problemas. Antes de este robo, el trofeo vivió dos situaciones igual o más recordables. Primero, durante la Segunda Guerra Mundial, fue escondida en una caja de zapatos debajo de una cama para que no sea robada por los nazis. Luego, en 1966, desapareció poco antes del inicio del Mundial, aunque, siete días después, fue hallada en el patio de una casa londinense por el perro Pickles, que se convirtió en un ídolo popular.
El próximo domingo, 31 años después del famoso robo del que participó Hernández, la selección argentina, con Lionel Messi y Javier Mascherano como líderes, intentará volver a llevarse la Copa (la nueva versión que se utiliza desde 1974) de tierras brasileñas. Esta vez, claro está, con todas las de la ley.
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