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La historia de película de Oscar Tubío, el creador de las 4 estrellitas de Boca y el León de River: su amistad con Maradona, Monzón y Reutemann
Fue actor y trabajó con Olmedo y Porcel, hasta que impuso la moda del estampado de camisetas y revolucionó el marketing en el fútbol argentino
- 29 minutos de lectura'
Hablar con Oscar Tubío es como tener la llave de acceso a un mundo maravilloso en el que se entremezclan las figuras más grandes que tuvo el deporte y el jet set argentino en las décadas del 70, 80 y 90. Este hombre, que asegura que solo su desparpajo y las casualidades de la vida lo condujeron por un camino de ensueño y éxito, es además el creador de los dos íconos máximos que tienen Boca y River en materia de diseño y marketing: las cuatro estrellitas con las letras CABJ (que eternizó Diego Maradona en 1981) y el Leoncito emergiendo del Monumental, que rugió tan fuerte que condujo al Millonario a ganar su primera Copa Libertadores y su única Copa del Mundo en 1986.
Amigo de Carlos Reutemann, hermano de la vida de Carlos Monzón (con el que nació su famoso Bulldog, que mucho después usó José Luis Chilavert) y pionero en el estampado de remeras en el acto en su popular local ubicado en Galerías Jardín, en la charla con LA NACION queda a la vista, además, otra época en lo relacionado con los vínculos humanos: los códigos, la ética y el valor de la palabra por sobre todas las cosas.
-¿Cuándo surge la idea de hacer esas cuatro estrellas para la camiseta de Boca?
-Yo lo conocía a Alberto J. Armando, que era el presidente de Boca. Y le propongo que el equipo juegue la final Intercontinental contra el Borussia con una camiseta diferente, que tuviera los números mitad azul y mitad amarillo, y le expliqué que le iba a crear un ícono que identificara a Boca, como Ferrari tenía al Cavallino Rampante. Y como Armando era un empresario del mundo automotor, agarró mi idea en el acto y me dijo: “Me encanta, dale para adelante”. Fanático del automovilismo y en referencia a la comparación con el ícono de Ferrari, me agregó: “Esas cuatro estrellas van a ser el Cavallino Rampante de Boca”. Y lo fueron. Pero no por ese partido, porque en esa camiseta las estrellas eran azules y estaban puestas en la parte amarilla y no las vio nadie. Fue por Maradona.
-¿Qué pasó con esas camisetas del 78?
-Eran de piqué y se achicaban cuando se lavaban. Se usaron de nuevo contra el América de México, por la Copa Interamericana, pero ya no estaban en condiciones y ni yo ni el club teníamos el dinero para hacer un nuevo juego. Por eso se usa allá la azul y amarilla tradicional.
-¿Cómo conociste a Maradona?
-Cuando se decía que Diego firmaba con River (mentira, porque él quería ir a Boca), Pepe Parada le dice: “Si vos querés jugar en Boca o en River, tenés que ser amigo de Oscar Tubío”. Un día me llama su representante, Jorge Cyterszpiler, y me invita a un desayuno de trabajo. Nos encontramos él, Diego y yo, y me dicen: “Tenemos cuatro versiones tuyas, Oscar. Unos nos dicen que sos un hijo de puta, otros nos dicen que sos muy buen tipo, otros nos dijeron que sos un genio y otros nos dijeron que sos un boludo. ¿Cuál es tu explicación?”. Les dije que los cuatro tienen razón y les expliqué: “El que te dijo que soy un hijo de puta, está perfecto, porque debe ser un terrible hijo de puta él. Y yo con esos soy peor que ellos. El que te dijo que soy un muy buen tipo, debe ser más bueno que la avena Quaker, y con la gente buena soy tan bueno como ellos. El que te dijo que soy un genio, seguro que me encargó algo y lo hice tal cual él lo quería. Entonces, para él soy un genio. Y el que te dijo que soy un boludo también tiene razón. Porque eso me lo explicó el Toto Lorenzo. Un día estaba con él en el vestuario de Boca y me dice: “Sos muy joven, pero sos brillante, boludo. Yo te escucho hablar y siento que le vendés lo que quieras a quien vos quieras. Pero no tenés que mostrarlo, vos tenés que poner cara de boludo. Te lo digo como consejo porque te aprecio. Siempre poné cara de boludo porque los negocios importantes se los ofrecen a los boludos para después cagarlos. Entonces lo que hay que hacer, es poner cara de boludo, escuchar todo lo que te ofrecen y cuando ves un buen negocio te metés ahí, y sacás a relucir la parte brillante que tenés. Con Cyterszpiler y con Diego nos reímos una hora. Y ahí nació la amistad.
-¿Cómo vuelven las estrellas en 1981?
-Después de aquella final en Alemania yo le sugiero a Armando que arregle con Adidas para vestir a Boca. Eso se concreta en 1980. Un año más tarde, cuando se da la fusión entre Diego y el club más popular de la Argentina era para romper todo a nivel marketing y venta de camisetas. Cuando no se sabía si firmaba con River o con Boca yo estaba en la oficina con Diego y también estaba Adrián Paenza. En un momento salimos y entra Aragón Cabrera, presidente de River, que se lo quería llevar a jugar allá. Cuando sale enojado, Diego me llama para que vuelva a entrar. Saltaba arriba de un sillón como un nene, celebrando que no había acuerdo con Aragón Cabrera y que se iba a Boca: “Llamá a Altunian (que era el tesorero de Boca), llamá a Altunian, que firmo con Boca ya mismo”. Boca no tenía un mango. “Algo hacemos”, me dice. Y firmó. Cuando a él le dan la camiseta que iba a usar en Boca, no le gustó y dice “No, no. Esta camiseta la tiene que diseñar Oscar Tubío. Quiero las cuatro estrellas del 78″. Entonces me llama Domingo Corigliano, que entonces era vocal y me dice: “Diego exige que vos diseñes la camiseta de Boca”.
-¿Pero no está Adidas?
-Claro. Y encima yo era muy amigo de Eduardo Bakchellian, un armenio que era un fenómeno y era el responsable de Adidas en nuestro país, porque en ese entonces Adidas Argentina estaba en manos de Gatic S.A. y él era su presidente. Todos lo conocían como Don Eduardo. Cuando a mediados de los 90 quebró Gatic, todo pasó a Adidas Internacional y ya nada fue lo mismo.
-¿Cómo siguió aquel pedido de Diego?
-A Corigliano le dije que no tenía problemas en hacer la camiseta, pero respetando lo que hiciera Adidas, porque yo tenía con con Bakchellian una relación de mutuo respeto y admiración profesional. Para ese entonces yo ya le diseñaba los buzos al Loco Gatti. Al día siguiente me llaman y me dicen que habían hablado con Don Eduardo y había dado el OK para que yo diseñara la camiseta y Gatic S.A. la iba a producir.
-¿Qué dijo Diego cuando se enteró?
-Estaba feliz. Me llamó a su oficina, me mostró la camiseta original que le habían mandado y me dijo: “Mirá lo que es esto. Es horrible. No tiene identidad. Y tampoco me gustan esos números armados con las tres tiras. No los ve nadie”. Y bueno, le dije que iba poner las estrellitas de color amarillo sobre la parte azul de la camiseta, que fue algo que le gustó mucho. Y en relación con los números le dije que iba a viajar a EEUU traer unos números de fútbol americano (yo soy fanático de esos números y los de hockey sobre hielo porque siempre se leen perfecto), pero que iba a tardar hasta mi vuelta del viaje, así que en las primeras fechas usamos esos armados por las tres tiras. Y traje mil números blancos y mil negros, que poco después usó River.
-¿Cómo era el armado de aquella camiseta de Boca del 81?
-Gatic S.A. producía las camisetas en base al diseño mío y me las traía al local en Galerías Jardín. Ahí mis empleadas le colocaban el ícono de las estrellitas, el número de fútbol americano y se fijaban que estuviera todo correcto. Cuando estaban todas listas las cargaban en mi auto, yo me iba a los viernes a La Candela y se las entregaba a Cacho Gonzalez, el utilero.
-¿Alguna anécdota con Diego?
-Mil. Pero te cuento una que describe lo rápido que era y que fue siempre para los amigos y para los negocios. Unos días antes de que Boca juegue con Racing (que empata 1 a 1 y se consagra), llego a La Candela y Silvio Marzolini, que me quería mucho y tenía vínculo con Adidas, me lleva al vestuario y me dice: “No bajes todavía las camisetas tuyas porque están los de El Gráfico y los fotógrafos vienen a hacer el póster para la revista del campeón. Y la foto tiene que ser sin las estrellitas, porque en Adidas dicen que las estrellitas opacaron el trifolio de la marca. Yo accedí sin problemas porque me llevaba muy bien con Eduardo. Y salta Diego y dice: “Ni en pedo, Oscar. El diseño este te lo pedí yo”. Yo le pido que no se meta en quilombo con Adidas por algo que nadie iba a notar, pero él se mantuvo en esa: abrió un bolso y sacó dos camisetas con las estrellitas, porque a él le daban 10 por partido y tenía del domingo anterior. Y entonces dice: “Yo salgo en el póster con las estrellitas. Pernía estaba al lado suyo y le pide la otra. Y salen ellos dos con mi diseño y el resto del plantel con la camiseta de Boca sin estrellitas. No lo podía creer. Cada vez que veo ese póster me emociono.
-¿Cómo surge la idea del León para River?
-Cuando Hugo Santilli asume como presidente me llama y me comenta que él quería”un ícono” para su club. Mi respuesta fue: “No me vengas con el tema de la galera y el bastón por lo de Millonarios porque eso lo hace cualquier chico hincha de River en el colegio; yo te voy a crear un ícono que quede para siempre”.
-¿Entonces?
-Me voy al diario Clarín a verlo a Caloi, que era fanático de River y yo lo conocía a través de mi suegro, el gran dibujante Hugo Pratt. Y le comento que mi idea era sacarle la banda a la parte de atrás de la camiseta, ponerle los números en rojo y crear un ícono que ayude a sacarle el mote de Gallina. Algo bien potente. Le comento que cuando yo era chico iba a ver a Boca contra River en el Monumental (cuando todavía el estadio tenía forma de herradura), y me tocaba la tribuna visitante, desde donde se veía el Río de La Plata y el río era color león. “¡Me tenés que dibujar un león! Pero inventate cómo dibujar el estadio herradura, así yo después explico la historia”, le digo. Al Negro le encantó la idea.
-¿Por qué dicen que ese logo es de Caloi?
-¡Porque lo dibujó Caloi! Si yo no sé dibujar, no soy dibujante. Fui a verlo y agarró la idea al vuelo. Y ahí nace el León con la banda roja y la herradura.
-¿Qué sentiste cuando en 2021 Adidas reeditó la camiseta que usó Boca en 1981?
-Fue raro. Por un lado, un orgullo inmenso, porque fue la confirmación de que lo que había creado yo era un ícono. Pero al mismo tiempo, sorpresa, porque me quedó confirmado que Adidas ya no era Gatic S.A. Me ignoraron por completo, ningunearon mi trabajo y mi creación. Fijate que fue tal el impacto que causó la camiseta de las estrellitas con Diego que cuando Adidas hace la redición, utiliza la imagen de Maradona, porque era la única que podía hacer. Porque las estrellitas que se habían estrenado en el 78 no hay forma de discutir que eran mías porque la marca de la remera esa era de “El jardín de Oscar”; la remera era mía. Yo la entregué, después yo le recomiendo porque todavía no existía el merchandising en el fútbol, yo a Armando lo convenzo de que tenía que cerrar con Adidas y ahí él arregla con Gatic S.A. Luego de la réplica del 81 hicieron la alternativa con número bicolor para hablar del que se usó en la final Intercontinental del 78, que fue único y diferente, pero en ningún momento tuvieron la delicadeza de decir que la idea y el diseño de ese número bicolor fueron de Oscar Tubío. Nunca. Los enceguece la soberbia de empresa internacional.
-¿Seguís molesto?
-Por las estrellas le hice a Adidas juicio a nivel internacional, más que nada porque me dolió la falta de respeto cuando yo siempre me manejé bien. Imagínate que habiendo un contrato de por medio entre Boca y Adidas, en 1981 yo hacía el buzo de Gatti y siempre le ponía las tres tiras y el trifolio por mi relación óptima con el presidente de Gatic. Era una época en la que no había contratos, no había nada, pero vos respetabas al que ponía la plata y el valor de la palabra. Mucho tiempo después Germán Burgos usó mi bulldog en el 96, yo confeccionaba esa prenda y le ponía las tres tiras y el trifolio porque a River lo vestía Adidas. Eso era el respeto que había entre Oscar Tubío y Eduardo Bakchellian.
-¿Cómo sigue?
-Fueron siete horas de interrogatorio con los mejores abogados de Alemania, los mejores de Nueva York y los mejores de California. Y yo, vía Zoom. En un momento quieren minimizarme diciendo que no puedo registrar estrellas porque las estrellas ya existen desde hace siglos. Y ahí me agrandé y les dije: “Mire, la estrella de Mercedes-Benz es una estrella especial. El Cavalino Rampante, de Ferrari, es un caballo especial. Son íconos. Acá estamos en esta discusión por lo que usted llama cuatro estrellas en la camiseta de Boca. Y yo nunca dibujé estrellas. Yo lo que hice fue superponer dos cuadrados y a cada línea recta le di una suavidad de curvatura que hace que tome forma el dibujo. Eso provoca en usted, en mí o en cualquier persona una ilusión óptica que hace ver estrellas. Pero no existen estrellas de ocho puntas, las estrellas tienen cinco puntas. Entonces no sé por qué usted ve estrellas, pero yo sé que cuando hice este diseño yo quería que usted y todos vieran estrellas”. El prestigioso abogado se quedó duro, la taquígrafa se tentó y yo ahí supe que no iban a poder contra mi demanda.
-¿Tema terminado?
-El juicio ya se cerró en California. Firmamos con Adidas un contrato de confidencialidad donde yo no puedo hablar de acuerdos económicos. Pero no pudieron demostrar que no soy el creador. Fue el triunfo de David contra Goliath. Ahora viene la parte en la que ellos van a querer pasarle la pelota a Boca, que no tiene nada que ver. Ante la Justicia estadounidense ya quedó firme que el diseño de las cuatro estrellitas es mío. Y de la reedición que hicieron en 2021 no se vendieron 40.000 remeras, se vendieron cerca de cuatro millones de camisetas de Boca en el mundo. Y quiero saber si a Boca le pagaron las regalías correspondientes por esa cantidad de prendas y lo voy a seguir, lo voy a seguir realmente porque mi intención es que no usen más a los clubes argentinos. Porque a los brasileños les pagan bastante bien, pero a Argentina le pagan muy poco por lo que venden mundialmente. Esa camiseta de Boca del 81 fue declarada en Inglaterra como el número dos de los diseños más lindos de la historia del fútbol mundial, solo por detrás de la que usó la selección de Dinamarca en el Mundial de México 86. Adidas la vendió durante 2021 y 2022 en todo el mundo apropiándose de un diseño que no era suyo. E incluso, no vendían solo camisetas de Boca. Tengo amigos en diferentes lugares del mundo que me mostraron que se vendían remeras blancas con el logo grande de Adidas (que las tenían de clavo en stock) y se la sacaron de encima agregándole las cuatro estrellas y el CABJ, y no creo que le hayan pagado regalías a Boca por eso porque Boca no es dueño de las cuatro estrellas. Y que quede claro: yo nunca le haría un juicio a Boca, ni le sacaría plata a Boca. Yo a Boca nunca le saqué. Toda la vida le di. Pero evidentemente algo cambió con todo esto porque vi que ahora estrenaron el modelo que usó River en el 86, pero sin el León.
-¿Qué recuerdos tenés de Monzón?
-Los mejores. Carlos fue un hermano de la vida. Crecimos juntos. Yo empiezo a vestirlo, imponemos la imagen del Bulldog y lo declaran en París como el deportista mejor vestido del mundo. Hasta que llega la pelea con Rodrigo Valdés. Ese día se paralizó el país, no había un auto en la calle. Fue la transmisión con mayor audiencia del país. En el camarín estaba Amílcar Brusa, su entrenador de siempre, el masajista, Monzón y yo. No podía entrar nadie más. De repente, golpean la puerta y era gente de Adidas. Yo amago a retirarme y Carlos me mira y me dice: “Vos de ahí no te movés”. Brusa se rió. Entran los directivos de Adidas y ofrecen 90.000 dólares a cambio de sacar mi Bulldog de su remera y vestirlo a él en los entrenamientos y a Brusa en la pelea. Era mucha guita 90.000 dólares en aquel momento. Monzón los mira y les dice: “Mirá, macho, mi amigo es joven y está haciendo guita ahora con el Bulldog. Ustedes están podridos en guita. Así que hagamos algo: mandame remeras Adidas que yo se la doy a Brusa y Brusa se las pone en el rincón. Van a tener publicidad gratis, pero el Bulldog no lo tocás”. Se me infló el pecho del orgullo. Eso era Monzón, eso era Maradona.
-¿Cómo vuelve después de tantos años el Bulldog con Chilavert?
-Monzón fue lo máximo y con él nace el Bulldog y se hace popular internacionalmente. En los 90 viene a verme Daniel Comba, ligado a Vélez y a José Luis Chilavert, y me organiza una reunión con el arquero porque quería que maneje su imagen. Le pregunto cuánto estaba ganando por fuera de lo que le pagaba el club en concepto de marketing y digamos que me dice 20.000 dólares. A lo que le respondo: “Si trabajamos juntos, yo en seis meses te llevo a ganar diez veces más”. Le encantó la idea y firmamos un contrato a 99 años. La empresa se llamaba Black & Gold S.A., donde yo manejaba su imagen, pero lógicamente lo que él cobraba como jugador de fútbol era todo de él. Yo nunca fui representante de Chilavert, sí fui manager, porque le manejaba su imagen. De toda publicidad que le conseguía, el 20 por ciento era para mí. Y de la explotación de la imagen del Bulldog, era 50% y 50%. Nos fue muy, muy bien, al punto que le hice ganar el doble de lo que le había prometido. Digamos que si antes de asociarnos él ganaba 20 pesos, a los seis meses él le agregó varios ceros a esa cifra, sólo por publicidad y explotación de imagen. Y como yo tenía muy buena relación con Marcelo Tinelli, un día organizamos eso de que una máquina le pateara penales al paraguayo y si le hacían un gol, Tinelli le compraba un departamento al ganador, que jugaba por teléfono.
-¿Por qué se rompe tu relación con él?
-Prefiero no entrar en detalles, pero te lo resumo así: sacando a Maradona y a Monzón, Chilavert fue uno de los mejores deportistas con los que yo trabajé. Uno de los más profesionales. Pero, al mismo tiempo, por lo que es como persona no trabajaría con él nunca más en mi vida.
-¿Es entonces cuando el Bulldog pasa a Burgos?
-Claro. Aparece Germán, que es una persona muy graciosa, con un gran sentido del humor y todo un personaje. Y cuando le comento la posibilidad de usar el bulldog se entusiasma y me pide estrenarlo lo antes posible. Justo a la fecha siguiente River jugaba contra Vélez y Chilavert en Liniers, y si ganaba era campeón. Me pide un buzo lila, porque era fanático de Gatti, y River gana y sale campeón.
-¿A qué deportista de la actualidad te gustaría vestir?
-Me encantaría trabajar con Emiliano Martínez, que a mi criterio está mal explotado a nivel marketing. ¿Quién fue la figura mundial 2022? El Dibu. Él saca la pelota que nos da el campeonato del mundo. Si entraba esa, cambiaba la historia. Eso es el fútbol. El Mundial 2022 lo ganó el Dibu Martínez y no tuvo buzo propio.
Romper el molde
-Gatti, Chilavert, Burgos, Nacho González... ¿Te gustaba vestir a los arqueros?
-Yo con ellos logro algo, para mí, importantísimo. Según mi criterio, el arquero tenía que tener su propio marketing por una sencilla razón: es el único jugador de campo que se viste distinto. ¿Qué hicieron las marcas? Destruyeron eso. A Grondona le gustaba mucho la idea, porque el arquero tenía que tener su propia imagen. Pero cuando empiezan a pisar fuerte las grandes marcas, hacen desaparecer todo eso. Entonces lo visten a Abbondanzieri con la camiseta suplente de Boca y cosas inentendibles.
-¿Alguien te escuchó?
-Tuve una reunión con la gente de Nike, a los que le agradecí porque me escucharon y modificaron algo. Les dije que respeten a los arqueros. No es un invento mío vestirlo de negro a Chilavert, sino del soviético Lev Yashin, “La Araña Negra”, que atajaba a mediados del siglo pasado y todavía se lo nombra. ¿Por qué? Porque además de ser un arquerazo, marcó la diferencia en tiempos de buzos grises o amarillos. Terminaron dándome la razón y el domingo siguiente el Pato salió vestido con una negra o una verde.
-¿En los diseños de las camisetas de equipos pasa lo mismo?
-Si. Hace poco Adidas sacó una camiseta de Boca y la promocionó con una fantasía que quiere demostrar la simbología de los conventillos de la Boca. Yo nací en un conventillo de Barracas y todavía estoy buscando el conventillo que se parezca a esa camiseta de Boca. Y no es algo contra Adidas, eh, porque también te la elogio: la mejor camiseta de Boca que hizo Adidas es una alternativa azul con la cruz amarilla de la bandera de Suecia. La mejor en diseño, en historia y en simbología. Pero atravesamos una época de enorme vagancia de diseño.
-¿Cómo te manejaste con las cábalas?
-Nadie es dueño de la verdad, ni yo, ni vos, ni el hincha, ni nadie. Hay una frase que uso desde el secundario: cada uno es dueño de la mitad de una verdad compartida. Una vez nos hicieron creer que Boca ganó la Libertadores 2007 porque usó el pantalón amarillo. Y eso no es verdad, o al menos es discutible. Boca fue campeón de esa Copa porque jugó extraordinario y le ganó 5 a 0 a Gremio en el global de los dos partidos, no por el pantalón amarillo. Una vez me vino a ver Felipe Evangelista cuando era presidente de Ferro para pedirme una camiseta diferente porque el equipo perdía todos los partidos. Me comentó una que le había hecho a Defensa y Justicia, y quería que le ponga algo de amarillo. Para mí era una mezcla rara, pero quedó una camiseta linda que hasta los jugadores me la vinieron a pedir. La usaron un solo partido y perdieron 4 a 0. Boca tardó 100 años en meterle al mundo que la imagen de su camiseta es azul y oro. ¡Hasta en el himno lo dice! Y ahora nos hacen jugar con una amarilla como si fuéramos el Villarreal. No sé cuántos partidos perdimos con la amarilla.
-¿Conocés a Messi?
-Yo conocí el ego de las grandes figuras. Si se da la situación de conocer a Messi y hablar de fútbol, será muy lindo. Pero si yo voy a ver a Messi, es algo que hace un cholulo, y eso no me gusta. A mí siempre me vinieron a buscar. Toda la vida fue así. Reutemann me vino a buscar, Monzón me vino a buscar, Maradona me vino a buscar. No es que quiero que me venga a buscar Messi, lo que digo es que si llegase a conocer a Messi, me gustaría que sea como una cordial reunión y para hablar de fútbol, no para hacer negocios.
-¿Quiénes fueron los mejores de todos los que trabajaron con vos?
-Carlos Monzón, que fue un hermano de la vida, y Diego. Yo les tengo agradecimiento de por vida a ambos.
“Oscar, la marca de las estrellas”
-¿Cómo surge lo de estampar camisetas?
-Por esas casualidades de la vida. Yo en un momento fantaseé con ser actor. Entonces me metía en los canales de televisión, de puro caradura. Me ponía lentes ahumados, a los 16 años, un sobretodo con el cuello levantado y entraba a Canal 9 sin dudar. Terminé trabajando en La revista dislocada, que era un clásico de mi época. Y también hice varias publicidades. Una vez estaba dando una charla de ventas de la enceradora Yelmo y parece que me lucí: había dos empresarios armenios sentados y cuando bajé del escenario me invitaron un café y me contaron que querían traer unas máquinas que estampan la ropa en el acto y que la juventud de Europa estaba enloquecida con eso. Y me dijeron: “Nosotros no podemos imponerlo, pero vos podés tener prensa, contacto con famosos”. La idea me encantó y automáticamente salí a buscar un local. Mi sueño desde que la vi construyéndose era tener un local en la Galería Jardín, que era toda modernosa con sus escaleras mecánicas. Y un gran amigo me cede tres locales gratis. “Me das el 20% lo que vendés y si no vendés nada no me das nada. Solo te pido que me cuides los locales. Así era esa época. Todo de palabra”.
-¿Y entonces?
-Empiezo y se llena de gente mirando cómo salía un tipo con una remera estampada con el nombre suyo. Y se arma el quilombo. Encima a la semana lo invito al Gordo Porcel, que lo conocía de La revista dislocada. La gente veía a Porcel conmigo ahí y se llenaba la vidriera. A la semana apareció Olmedo. Un quilombo total. El primer mes vendí 3000 remeras. Después empezaron a venir Gatti, Mastrángelo, Suñé, el Toto Lorenzo, el profe Jorge Castelli, que estaban todos de Unión de Santa Fe, y cuando venían a jugar a Buenos Aires pasaban a saludarme. El Jardín de Oscar ya empezó a hacerse un nombre. Y dejó de ser un local comercial para convertirse en un punto de encuentro. La revista Radiolandia 2000 me hizo una nota titulada “Este bepi de Barracas le sacó la corbata a Buenos Aires”, porque hasta esa época no se podía ir al cine si no era de camisa. Y después empezaron a ir todos con sus remeras personalizadas, con el dibujo de la lengua de los Rolling y el nombre de ellos. Y tuvieron que permitirlo.
-¿Cuál fue el primer deportista importante con el que trabajaste?
-Mi carrera comenzó con Carlos Alberto Reutemann en la Fórmula 1. Todo el mundo cree que yo dediqué mi vida al fútbol y es verdad, pero eso fue después de haber aprendido los conceptos de marketing con la Fórmula 1 que después apliqué en el fútbol. A mí la primera figura internacional que viene a buscarme a mi oficina es Reutemann, a través de Domingo Cutuli, su representante. Nos juntamos los tres en el Sheraton y me comentaron que tenían un problema con las publicidades de los uniformes antiflama, que entonces tenían como 40 logos y la empresa que los estampaba demoraba como dos meses en entregar la indumentaria. Como yo había traído unas máquinas que revolucionaron todo porque te imprimían en el acto el logo que quisieras, yo era la solución para ese tema de la Fórmula 1. Y ahí empecé a trabajar con Carlos y le caí bien. Me llevaba a cenar al Sheraton con todos: James Hunt, Emerson Fittipaldi, Niki Lauda, Bernie Ecclestone. Todos Maradona de la Fórmula 1 y todos en la misma mesa. Y yo, a los 35 años, era una esponja.
-¿Cuál fue el mayor aprendizaje de todo aquello?
-En la Fórmula 1 descubro algo muy importante en lo relacionado con la indumentaria que uno usa, que no es que decide un resultado, pero claramente incide en él. Hablando con los de Fórmula 1, yo escuchaba que se reían porque decían: “¿Viste lo que es cuando se te prende un Lotus atrás? El Lotus era negro, por la publicidad del cigarrillo de John Player Special. Se te prendía el Lotus y el espejo retrovisor se te ponía negro, y psicológicamente en la cabeza se te venía la muerte. Es algo que ni pensás. Surge solo. Y puede paralizarte. En cambio si venía un Brahbam, todo blanco, te das cuenta de que es un auto y no lo dejás pasar. Lo mismo pasa con los All Blacks. Los ves entrar, ves que hacen el Haka y están todos vestidos de negro y arrancás el partido psicológicamente dos tries abajo.
-¿En el fútbol pasa lo mismo?
-En todos lados. Hay dos ejemplos muy recientes. La Superliga 19/20 se definió en la última fecha. Dos transmisiones: River (un punto arriba) en Tucumán y Boca de local contra Gimnasia. Mis amigos del barrio son todos de River y, sabiendo que yo soy de Boca, me gastaron en la confitería y me pidieron que al día siguiente fuera para gastarme. Antes de irme les dije: “Que no se le ocurra a River salir de otro color porque ahí Boca tiene la posibilidad de salir campeón Boca”. Cuando me senté a ver los partidos y vi que River salió a jugar con la camiseta bordó (creo que en homenaje al Torino de Italia) le dije a mi hija: “Vení que a lo mejor somos campeones nosotros”.
-¿Eso a qué lo atribuís?
-A la fuerza que tienen los colores. Porque no es que River no puede ganarle a Atlético Tucumán, sino que el que se agranda es Atlético Tucumán, porque no ven a River enfrente sino a Lanús. Y le sacaron un empate, River no pudo ganar y Boca fue campeón. River con un equipazo y Boca con lo que tenía.
-¿Cómo surge la idea de la camiseta argentina como si fuera una bandera?
-Cada diseño tiene su historia. La camiseta argentina del 90 yo quería estrenarla en el Mundial de Italia. Pero tuve que convencer al presidente de la Nación, el Dr. Raúl Alfonsín, porque el sol estaba prohibido utilizarlo por un decreto que había firmado Juan Perón. Entonces hice la camiseta con la bandera y el sol, y se la llevé a don Raúl. Le gustó mucho y le pedí ayuda para derogar el decreto que había firmado Perón. Y lo hizo nomás, gracias a la ayuda del ministro del Interior, Antonio Tróccoli. Poco después lo voy a ver a Menem y le digo: “En el partido inaugural tenemos la oportunidad de meterle a 2000 millones de televidentes la bandera argentina por los ojos y Diego está de acuerdo”. Enseguida me armó una reunión con Julio Grondona y con Fernando Galmarini, que era el secretario de Deportes. También les gustó.
-¿Y por qué no se usó?
-Por diferencias que prefiero no mencionar y porque Bilardo le bajó el pulgar por un tema de cábalas y quiso usar la tradicional a rayas. Perdimos 1 a 0 con Camerún.
-¿Cómo era tu relación con Grondona y como te ayudó con Gatti?
-Hugo es el único tipo con el que no hice negocio económico. Era todo lo contrario al marketing. Hugo era rosa hoy, lila mañana, rojo al día siguiente. Él se divertía y yo me divertía con él. Es un hermano de la vida. Resulta que había un artículo en la AFA que decía que el arquero tenía que usar negro, gris, creo que amarillo y algún otro color más. Pero todo limitado. Yo quería romper con eso y entonces lo hablé con Julio [Grondona] y me dijo: “Mirá Oscar, cometé primero la infracción y yo después modifico el artículo, pero tiene que ser como un arquero que se rebele cuando el árbitro le marque la infracción”. Y el indicado era Gatti. Entonces una tarde sale el Loco con un buzo azul y rojo con la H y la G, y rompe todos los moldes. El árbitro lo manda a cambiarse al vestuario, el Loco se niega y el juez lo informa.
-¿Entonces?
-En la semana fui a la AFA, hablé con Julio y me dijo: “Ya está, ya está. Se modifica el artículo 34 y los arqueros pueden vestir con los colores que quieran”.
-¿Cuál creés que es el secreto de tu éxito?
-Siento que mi mayor mérito fue saber elegir líderes de opinión. Yo nunca me regalé, hubo periodistas deportivos que terminaron muy mal conmigo (por culpa de ellos), porque me vinieron a manguear al Jardín de Oscar. Y no lo acepté. Porque yo le regalaba al que quería, no al que me pedía.
-¿A qué deportista de la actualidad te gustaría vestir?
-A Franco Colapinto. Fijate lo que son las cosas que yo empecé mi carrera con Carlos Reutemann y con la Fórmula 1. Y ahora lo veo a Colapinto y me encanta lo que transmite. Se lo ve preparado, estudioso, enamorado de lo que hace, con una inteligencia especial, que tiene la simpatía y la desfachatez argentina, que tiene el deseo de poner la bandera argentina a flamear en todo el mundo, que no se avergüenza de ser latinoamericano. Y escuché que quiere tener una camiseta que sea mitad con los colores de la bandera argentina y la otra mitad con los colores de Boca, el club del cual es hincha. Y yo esa camiseta la diseñé hace décadas y le preparé una especial para él que me gustaría regalársela porque sé que le va a encantar. Pero sin ningún interés comercial, eh. Sería algo hermoso a los 82 años, una edad lindísima.
-¿Por qué lindísima?
-Porque a los 82 tengo la alegría de saber que no me voy a morir joven. Eso no tiene precio.
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