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La historia de Centro Español: el sueño del estadio propio y la lucha por salir de la D
"Este cuartito es nuestro Bernabéu", se enorgullece Matías Modolo, uno de los dos entrenadores que integra la dupla técnica de Centro Español -que milita en la D del fútbol argentino-, refiriéndose a la desordenada utilería que le presta el club Huracán de San Justo los días que se entrenan en ese predio. Mientras prepara junto con Sergio Orsini los grupos de ocho jugadores para la práctica de ese día, el DT sirve unos mates y los distribuye entre quienes entran y salen del pequeño cuarto lleno de pelotas, conos, aros y pecheras.
La pretemporada de los clubes del ascenso es muy diferente a los de la primera. Centro, como amigablemente le llaman al club, se entrena entre una colonia de vacaciones y el grupo de jubilados de PAMI que pasa el día haciendo aquagym en la pileta. El equipo, con sede en Villa Sarmiento, Morón, espera por su estreno en el Clausura 2019/2020 y sueña con alcanzar su primer ascenso. Centro Español es uno de los tres equipos -junto con Atlas y Yupanqui- que nunca ascendió.
"Creemos que el próximo paso constitutivo como institución va a ser tener un predio propio, donde las inferiores y la primera entrenen en el mismo lugar y ahí al lado también se pueda jugar los fines de semana", explica Modolo a LA NACION para referirse a la realidad que viven cada vez que juegan de local. El club no tiene una cancha y alquila un estadio en Ituzaingó.
"Ya tres veces perdimos la cancha. Teníamos un predio en Ciudad Evita y lo cedimos para el Plan Procrear. La municipalidad se comprometió a reubicarnos y seguimos esperando que nos asignen un lugar", cuenta el presidente del club Daniel Ledesma y lamenta que el campo propio sea "el karma de Centro Español".
Suena fuerte el reggaeton en la pileta y, por eso, los entrenadores tienen que levantar todavía más la voz para frenar la práctica y dar indicaciones. Orsini nota que los jugadores no están triangulando. Les pide que se ordenen. Al costado, un grupo de chicos interrumpe su actividad de la colonia para sentarse en una guarda y mirar a los futbolistas. Debajo de ellos, los jugadores dejaron sus mochilas porque no tienen un espacio seguro para hacerlo dentro del vestuario.
El que más gana en Centro Español está alrededor de los 5.000 pesos
"Es difícil no tener un lugar para nosotros", comenta Orsini mientras se fuma otro cigarrillo. El equipo alterna entre el club Huracán de San Justo y el predio municipal de Morón "Gorki Grana" para programar las prácticas. "Tenemos un cuartito, pseudo utilería, que podemos usar con el cuerpo técnico para ajustar cosas entre nosotros, pero cuando entrenamos en el Gorki es todo abierto. Llegó un punto en que me molestaba no poder sentarme ni un minuto a tomar unos mates", dice Orsini.
La categoría es amateur, por lo que los futbolistas y el cuerpo técnico deben tener una actividad económica principal y acomodar sus horarios para poder entrenar con el equipo. "El que más gana en Centro Español está alrededor de los 5.000 pesos", cuenta Ledesma. Las profesiones son variadas entre los deportistas: delivery, profesores de educación física y kiosqueros son algunas de las más comunes. El promedio de edad del plantel es de 21 años y los jugadores tienen desde 18 hasta 33.
Entre ellos se encuentra el colombiano Edwin Palacios, tiene 21 años, se gana la vida como modelo y gracias a eso llegó a la pantalla grande. Se incorporó a Centro Español hace seis meses, luego de haber quedado libre en Boca. Tuvo que conseguir un trabajo para solventar sus gastos ya que en la categoría no se puede vivir del fútbol.
Está casado con una argentina y viven juntos en Buenos Aires, cerca de la zona del Congreso. Una amiga de su esposa lo contactó con una agencia de modelaje y desde entonces Palacios actúa en publicidades. "La oportunidad apareció, no lo busqué", reconoce al tiempo que se regodea de haber aparecido en anuncios de alcance internacional: "Hice varias locales durante el año pasado y algunas para Estados Unidos. Eran de ropa interior, fue divertido".
Posó con perfumes, vistió una marca de calzoncillos y hasta fue actor de reparto en una película que se va a estrenar en marzo: "Les pedí permiso a los técnicos para faltar unos días a los entrenamientos. No sabía nada de actuación, había una coach en el set que me ayudó y me daba algunos consejos, pero no tomé clases ni nada parecido. Si me llaman para hacer otra película lo haría", reconoce Palacios.
Pero mientras le cuenta a LA NACION sobre sus actividades más allá del deporte, agacha la cabeza y con notoria incomodidad asegura: "Yo soy futbolista, actuar y hacer publicidades me permitieron no preocuparme por lo económico, pero yo quiero triunfar en el fútbol y ser reconocido por eso, no por aparecer en una película".
Cuando me quedé sin club, mi representante me abandonó. Tuve ofertas de otros equipos de primera pero nadie me tomó por el cupo de extranjeros
Palacios vino desde su Quibdó natal en 2016 para jugar en el Xeneize y tuvo continuidad en la reserva, con Rolando Schiavi como técnico. La suerte le jugó una mala pasada: se fracturó la cadera y, por el cupo de extranjeros, la institución lo dejó libre. "Fue fuerte pasar de Boca a jugar en la D, tuve que empezar de cero. Cuando me quedé sin club, mi representante me abandonó. Tuve ofertas de otros equipos de primera pero nadie me tomó por el cupo de extranjeros", recuerda.
Ser colombiano le trajo muchos problemas profesionales desde que llegó al país. En 2020 cumple cinco años viviendo en la Argentina, por lo que dentro de poco podría tramitar la ciudadanía. Sin embargo, prefiere evadir el tema: "Sí, no sé bien cómo es la situación. Creo que también podría obtener la nacionalidad argentina a través de mi esposa, pero no averigüé".
Hoy, está enfocado en Centro Español y cree que tienen la oportunidad de ascender. Para que eso ocurra el equipo debería ganar el campeonato que empieza el 8 de febrero. Así accedería a una final ante Liniers, el campeón de la primera rueda, para pelear por un lugar en la C. En esta temporada, Centro incorporó tres refuerzos: Diego Juárez y Alexis Wilson provenientes de Cáceres FC y Luciano Orzo, de Atlas. El equipo debutará ante el Marrón en la primera fecha del Torneo Clausura, este sábado desde las 17.
Jugador y accionista
Leonardo Espinoza es uno de los referentes del plantel y hace diez años que juega en la D. Además de trabajar como profesor en tres escuelas, sueña con ser DT de Inferiores, pero prefiere postergarlo para cuando ya no sea más parte de Centro: "Desde lo estructural estoy en uno de los mejores equipos de la categoría", afirma el defensor y reconoce que a pesar de no tener un predio propio "jugamos de local en una cancha muy buena".
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Aprovecha las vacaciones de los colegios para dedicarle tiempo a los entrenamientos. "Salgo de acá y me voy a casa. Almuerzo y me duermo una siesta. A la noche, hago gimnasio" describe Espinoza. A diferencia de la historia del club que defiende, logró dos ascensos en la D: cuando vestía los colores de Juventud Unida (2006/2007) e Ituzaingó (2012/2013). Espera que la tercera, con Centro, sea la vencida antes de pensar en el retiro.
Además de ganarse la vida como profesor, hace poco descubrió un nuevo pasatiempo: se dedica a hacer inversiones en la bolsa de valores: "Desde octubre que fui metiéndome en el tema y ahora ya me va mejor", expresa Espinoza mientras recuerda los viejos tiempos de la D: "Antes había mucho roce y a los jóvenes no nos tenían paciencia. Ahora hay como un entendimiento mayor del juego. El fútbol es lindo, pero el entorno es cruel", reconoce.
El trabajo de los entrenadores y su equipo
El cuerpo técnico de Centro Español está integrado por seis personas que coordinan las actividades del plantel. Muchas veces también gestionan el traslado de los jugadores a la práctica, les buscan un empleo extra deportivo, consiguen frutas para después del entrenamiento y ayudan con la utilería: "Cuando nos vamos a comprar un auto tenemos que pensarlo en función de cuántas cosas podemos meter en el baúl. Siempre vamos con las pelotas a todos lados porque no sabemos si nos tienen que reprogramar el entrenamiento", relata Orsini.
Antes de que la dupla de entrenadores se hiciera cargo del equipo hace dos años y medio, Centro Español venía de sufrir su última desafiliación de la Primera D, en 2015, de las cinco totales en su historia. Las anteriores fueron en 1989, 1995, 2005 y 2007. "El club no tiene una comisión de fútbol, tampoco una tradición con arraigo en un estadio ni una hinchada consolidada, sumado al derrotero de los últimos años de desafiliaciones y jugadores mal incluídos. Todo esto hizo que se vaya perdiendo el acompañamiento. Nosotros tratamos de transformar, refundar, darle una vuelta de tuerca y que la gente se entusiasme", detalla Modolo.
Al no contar con un utilero, los jugadores deben hacerse cargo de la remera y pantalon del equipo. Luego de los entrenamientos se llevan la indumentaria a su casa para lavarla y traerla al día siguiente. Tienen un uniforme para cada futbolista. El cuerpo técnico se encarga también de velar por el compromiso de los jugadores para que asistan a las prácticas con la ropa adecuada.
Si un día se olvidan la vestimenta, Modolo explica que no pueden penarlos económicamente porque la mayoría del plantel no cobra: "Los matamos si les ponemos multa, por eso alentamos a que el infractor se someta a un ‘pasillito’ entre el resto de sus compañeros y que lo ‘surtan’. Por ahí cuando los chicos ven a uno que tiene un pantaloncito más oscuro (de la temporada anterior) lo echan al frente y arman la fila para que pase por el medio. Nos reímos entre todos con eso".
Es una mañana soleada. La dupla técnica está contenta porque pueden utilizar las instalaciones de Huracán, a pesar de las fuertes lluvias del día anterior. Todavía quedaban algunos manchones de agua sobre el sintético de la cancha donde realizan la práctica. "Nosotros siempre decimos que el día del partido es nuestro momento, pero llegamos cansados porque nos tenemos que hacer cargo de todo. Muchas veces yo hago de utilero. No me molesta, no se me caen las uñas por hacerlo, pero si tuviésemos uno o dos colaboradores nos vendrían muy bien. Por ahí nos aliviaría el trabajo", agrega Orsini.
En general, están conformes con la pretemporada pese a no haberse ido a entrenar a la costa como otros equipos de la categoría. Durante el verano, pudieron hacer un campus de dos días en Pontevedra para fortalecer la convivencia. " Nuestra prioridad es llegar al día 12, cuando cobran, y poder pagarles", expresa el presidente Ledesma para referirse a que consideran más importante estar al día con el pago de los viáticos del equipo.
Pero las condiciones están lejos de ser las óptimas y las diferencias con las pretemporadas de los equipos de primera es notoria. "Estamos a años luz. Para empezar, fijate la cantidad de gente que tenemos alrededor, el ruido que hay, todo eso afecta en la concentración", señala Orsini mientras el incesante reggaeton suena de fondo durante toda la charla, y completa: "Tenemos la complejidad de que los chicos trabajan. Hoy tuvimos una muy buena mañana de entrenamiento, pero ahora todos se van y, por ahí, se comen un sándwich en el almuerzo y después pasan seis o siete horas parados en su laburo. Eso no es lo adecuado".
Para Modolo, los problemas en el trabajo metodológico repercuten directamente en lo futbolístico y, en su caso, genera que no puedan afianzar una localía: "Fuimos el equipo que más puntos sacó de visitante pero de local, estadísticamente, nos ha ido muy mal, si bien han sido partidos donde hemos desplegado nuestro mejor juego".
Antes de alquilar el estadio en Ituzaingó, desde la llegada de este cuerpo técnico, Centro hizo dos años de local en Lugano en una cancha en muy malas condiciones y, a pesar de que ahora juegan en un campo donde los entrenadores consideran que es apto para desplegar mejor su estilo de juego, el equipo gana más de visitante que de local. "El no poder entrenar en la misma cancha donde vas a jugar el fin de semana te genera una desventaja y afecta a la confianza de los jugadores. No es lo mismo si hoy venimos a entrenar a San Justo en un lugar muy cómodo con cancha sintética, pero mañana vamos al Gorki que tiene césped y una superficie complicada", asegura Modolo haciendo referencia a los vidrios entre los que muchas veces practican. De todas maneras, el DT cree que tienen más posibilidades que otros clubes de la categoría.
El no tener su propio predio les suma varios inconvenientes. Como el Gorki Grana es municipal, si hay alguna actividad social que promueva el Municipio de Morón, éste ya no está disponible para ellos, al igual que si llueve porque el campo se inunda. En Huracán de San Justo la disponibilidad es mayor, pero cuando hay torneo dentro del club se quedan sin esa opción. Durante 2019 pasó en repetidas ocasiones que se cruzaran los acontecimientos y debieran recurrir a otro lado para entrenar, por lo que los técnicos tienen en consideración tres o cuatro lugares a los cuales recurrir para estar preparados para cualquier emergencia. "A veces se hacen las 12 de la noche y todavía no citamos a los chicos porque yo estoy esperando a que me confirmen la cancha", resalta Orsini.
La programación de los partidos
Más allá de estos imponderantes, tanto Modolo como Orsini coinciden en que lo que más afecta su organización de la semana es la programación de AFA, a la que califican como "pésima". Sostienen que más de una vez entrenaron durante 15 días seguidos sin días libres en el medio. "Se van acumulando las cosas, son muchas las desventajas y entendes a veces por qué no podemos lograr todo lo que queremos con el equipo. Planeamos tres o cuatro entrenamientos a futuro para adelantarnos a los problemas pero las complicaciones aparecen igual y te cambian toda la diagramación", explica Modolo.
Orsini agrega que los condicionamientos que sufren no son solo para ellos, sino que afecta también a los jugadores: "Los chicos tienen que trabajar y si le metes un partido un martes a la tarde los matas.Por lo menos ponelo a la mañana que ya todos tienen ese horario para entrenar, porque ya lo planificaron. Tuvimos jugadores que desertaron porque, de lo contrario, perdían el laburo y claro que los entendemos. No piensan en el pibe que realmente hace el mango en otro lado y no del fútbol, porque se mueren de hambre sino".
Aunque la relación entre el cuerpo técnico y la dirigencia es buena y hay confianza entre ellos, esta última parece disentir sobre la postura de la dupla técnica en cuanto a la programación de los partidos en la D. "Nosotros ya sabemos cuando vamos a jugar una semana antes, todo está más coordinado ahora. Los equipos de la categoría no podemos jugar todos el fin de semana, que es lo que nos gustaría. Eso se viene mejorando desde el torneo pasado ya", dice Ledesma, la máxima autoridad del club, quien además es presidente de la divisional de AFA correspondiente.
El compromiso social de Centro Español
El club tiene tradición en basquetbol, con sede en Morón, pero la actividad dentro del mismo es principalmente social. Las disciplinas que se practican, además de basquetbol, son natación, baby fútbol, futsal, taekwondo, patín y pádel. Según Ledesma, la cantidad de socios está entre 1.000 y 1.100, de los cuales 600 aproximadamente son menores.
El presidente cuenta lo que significa para la zona una institución como Centro Español, le brindan contención a los chicos del barrio y funcionan como punto de reunión. El club ya es parte de la tradición de Villa Sarmiento y es un lugar para las familias. Para Ledesma, eso es más importante que los resultados deportivos: "El que fue a un club de barrio sabe lo que significa estar ahí adentro cuando tenés un problema. Centro contiene a muchos chicos que, de otra manera, estarían en la calle. Son una responsabilidad para nosotros".
"Imaginate el armado de un club de fomento, con una sede hermosa en Morón que tiene muchas actividades y una gran vida social", describe el entrenador Modolo sobre las instalaciones del club, pero no se conforma y cree que puede potenciar el fútbol profesional si éste fuera más accesible para los socios.
Por el contrario, Ledesma afirma que tienen contacto permanente con los jugadores, de hecho, revela que las veces que van a la sede antes de un partido almuerzan todos juntos y se relajan ahí hasta la hora del encuentro. "Si tienen que jugar a las 17, vienen a las 11. Almuerzan, se relajan y después concentramos. A mi señora le encanta estar ahí también, nosotros mismos vamos a comprar los fideos o lo que haga falta. Después, entre todos les servimos la comida al equipo", relata.
Este año, Centro Español espera poder cumplir al menos uno de sus dos sueños: si no se les da el ascenso al final de la temporada, aspiran a concretar por fin la idea de un predio propio y dejar el karma detrás.
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