CULIACÁN, México. El presidente electo de México, Andrés Manuel López Obrador, un hombre capaz de congregar a las masas, pasó el lunes a la mañana por esta ciudad costera casi sin que nadie lo notara.
A la tarde de ese mismo día, una de las leyendas vivas de la liga mexicana de béisbol, Fernando Valenzuela, pudo comer sin que nadie lo molestara junto a otros jugadores retirados en el restaurante del Hotel Lucerna.Los periodistas y movileros de televisión que habían convergido en el lobby del hotel estaban más interesados en otro recién llegado: un argentino bajito y panzón de 57 años, barba entrecana y una renguera marcada que se había instalado en la suite del séptimo piso y que no se dejaba ver desde hacía una semana.
Diego Armando Maradona , ícono del fútbol mundial, ha venido a Culiacán, hogar espiritual del narco mexicano, para entrenar al Dorados , un equipo profesional de segunda división que ocupa el puesto 13 entre 15 equipos y que no había ganado ninguno de sus seis primeros partidos.
En la ya larga carrera de jugador retirado de Maradona han pasado tantas cosas –adicción a las drogas, subidas y bajadas de peso, amistades con dictadores de izquierda, problemas financieros, y un incidente con su dedo mayor levantado durante la Copa del Mundo de este año en Rusia– que la prensa sensacionalista casi no ha dado abasto. Y sin embargo, el aterrizaje de Maradona en este club ignoto, y en este lugar tan violento, ha logrado sorprender nuevamente a todos.
"Es uno de los mejores de todos los tiempos, está allá arriba, con Pelé", dice Fausto Castaños, periodista deportivo de Culiacán desde hace cuatro décadas. "¿Y viene a Culiacán, a un equipo de segunda división?"
Para la mayoría de la gente, Culiacán siempre ha tenido una sola celebridad local: es la capital del estado de Sinaloa, corazón de la industria del opio y la marihuana de México, y hogar del rey de la droga, Joaquín "El Chapo" Guzmán y su Cartel de Sinaloa. Guzmán pasa sus días en una prisión federal de Nueva York, a la espera de su juicio por delitos de crimen organizado, pero la lucha entre sus sucesores ha desatado una ola de violencia y de muertes aquí y en todo el país.
El año pasado, en México hubo más homicidios que en ningún otro momento de su historia reciente, y la reacción de los habitantes de Culiacán ante la llegada de Maradona de alguna manera responde al dolor que genera tanta violencia. Cientos de hinchas fueron a recibir a Maradona cuando llegó este mes al aeropuerto de Culiacán, y miles se agolparon en el estadio luciendo la camiseta con el número 10 para presenciar su primer partido como director técnico, el lunes por la noche, pero a muchos también los decepciona que se celebre tanto a cualquier hombre que tenga el menor atisbo de vínculos con las drogas.
"La gente no quiere que Maradona esté acá", dijo Cristian Barcelo, un periodista de 22 años de Radio Sinaloa, sentado en el palco de prensa durante el partido del lunes. "¡Es por el tema de las drogas!"
El hombre que trajo acá a Maradona es Jorge Hank Rhon, exalcalde de Tijuana, un magnate del juego y propietario del club Dorados y de los Xoloitzcuintles, equipo de fútbol profesional de la ciudad fronteriza. Los rumores nunca confirmados de los vínculos de Rhon con el crimen organizado no son nuevos. En 2011, tras un allanamiento a su casa en el que se secuestraron 88 armas de fuego, Rhon fue arrestado por posesión de armas, cargos que luego fueron levantados.
Sus gustos siempre fueron notoriamente extravagantes –en su zoológico privado tenía camellos y tigres blancos de Bengala–, y hasta tiene un chaleco de piel de perro. Durante las últimas tres décadas, Rhon ha sido acusado de lavado de dinero y contrabando de colmillos de elefante. Siempre ha negado tener vínculos con el crimen organizado.Su más reciente y osada movida ha sido convocar a Maradona para dirigir un fallido equipo provincial. El club no ha revelado los detalles del contrato de Maradona, pero los diarios locales hablan de unos 150.000 dólares mensuales.
"Conseguir a Maradona no es barato", dice Jared Borgetti, exestrella del seleccionado mexicano, que alguna vez jugó para los Dorados.
Existe una conexión especial entre Maradona y México: allí fue donde alcanzó algunos de sus mayores logros futbolísticos. Fue capitán del seleccionado argentino que ganó la Copa del Mundo México 1986, cuando en un mismo partido frente Inglaterra anotó dos de los goles más célebres de la historia del deporte, uno de ellos conocido como "la Mano de Dios", cuando empujó la pelota con el puño hasta la red de los ingleses.
"Me trae todos esos recuerdos", dice Borgetti.
Es uno de los mejores de todos los tiempos, está allá arriba con Pelé. ¿Y viene a Culiacán, a un equipo de segunda división?
La primera semana de Maradona en la ciudad no estuvo exenta de controversias. Aterrizó en Culiacán con su manager, Christian Bragarnik, quien ya había trabajado con otro equipo mexicano, el Querétaro, cuyos dueños estaban en la mira de la DEA. Bragarnik ha negado tener conexión alguna con el narcotráfico.
Los medios locales también publicaron historias sobre las lujosas exigencias de Maradona, como una casa con playa privada y aviones privados para el equipo cuando deban jugar en otras ciudades. Los dirigentes del club no quisieron hacer comentarios al respecto.
En su primera conferencia de prensa en Sinaloa, Maradona expresó remordimientos por su pasado con las drogas y su gratitud por la oportunidad de dirigir en Culiacán. Consumir drogas, dijo, "me hizo retroceder, fue un paso atrás, y lo que los jugadores de fútbol tienen que hacer es seguir adelante".
"Tuve muchos traspiés en la vida, y hoy asumo esta responsabilidad como quien tiene un hijo en los brazos", dijo Maradona.
Hasta el programa oficial del equipo para el primer partido de Maradona como técnico debió hacerse cargo del pasado de su flamante DT. "Ahora, después de muchos años y con el peso de la vida sobre sus espaldas, Maradona ha dicho que finalmente quiere dormir tranquilo, que ha dejado atrás sus adicciones y sus enfermedades, y que de una vez por todas está dedicado al trabajo como Dios manda", rezaba el texto.
El lunes a la noche, cuando llegó la hora del fútbol, los hinchas del Dorados parecían aliviados. Maradona entró a la cancha en medio de una ovación, y a continuación se desplomó en el banco. Tras un primer tiempo sin goles frente al último equipo de la liga, los Cafetaleros de Chiapas, Dorados cobró impulso y Vinicio Angulo, que llevaba la camiseta con el 10, anotó 3 goles al hilo. Dorados obtuvo su primera victoria por 4 a 1, y Maradona abrazó a Angulo y lo besó en la mejilla.
"Es un excéntrico, y por todos sus excesos, no es el mejor ejemplo que podríamos tener", dice Efrain Angulo, de 54 años, maestro de escuela que esperaba ver al menos de lejos a Maradona después del partido. "Pero como deportista es muy respetado. Es uno de los mejores de todos los tiempos."
Y agrega: "De paso, si acá gana algunos partidos, mucho mejor".
Tal vez esa noche Maradona haya celebrado el triunfo, pero lo cierto es que a las 7:30 de la mañana siguiente estaba puntualmente sentado en el restaurante del Hotel Lucerna.
En las pantallas de televisión, la cadena de noticias CNN mostraba los más de 100 cadáveres que habían sido descubiertos en un remolque en otra ciudad de México, después de que la morgue local se quedara sin espacio para recibir a todas las víctimas de la guerra entre narcos.
© The Washington Post
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